Identificador
33111_01_019
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Adriana Carriles García
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
La Iglesia de Carrea
Municipio
Teverga
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
EL ORIGEN DEL TÉRMINO CÉBRANO, que se asocia a este santuario, es difícil de rastrear. La hipótesis más probable es que pudiera tratarse de un topónimo derivado de una alteración de la palabra acebo o “acebro”, arbusto muy abundante en Asturias y que ha dado origen al nombre de varias localidades. De la antigua iglesia románica sólo se conservan algunos restos integrados en el templo actual, levantado en época moderna. Éste es un edificio de proporciones alargadas y nave única, con cabecera cuadrada; la transición entre ambos espacios viene marcada por un arco triunfal de medio punto sobre capiteles moldurados. Destaca la fachada, construida al modo de fachada-telón, con sillares de piedra caliza gris y rematada, tal como muestra una inscripción, a finales del siglo XVII: ESTA OBRA / ... A AÑO DE / 1694 Es una fachada decorada de forma sobria, utilizando elementos ornamentales renacentistas, someramente adaptados a la moda barroca. El tipo de decoración la pone en relación con la fachada de Santo Tomás de Riello, de 1696, lo que lleva a pensar en las trazas de un mismo maestro para ambas iglesias. Distinto es el caso del abigarrado retablo barroco, cuyo policromado y sobredorado se llevó a cabo en 1766, tal como afirma la leyenda inscrita en la predela. No todas las tallas que alberga son contemporáneas del retablo, siendo especialmente conflictiva la datación de la imagen de la Piedad. La cubierta de la sacristía, que se localiza detrás del altar, fue decorada al temple con la representación de la paloma del Espíritu Santo como motivo central. En el siglo XIX se construyó un pórtico protegiendo la fachada principal y parte del lateral sur, pórtico suprimido a finales de los años sesenta del siglo XX. Recientemente se hicieron unas importantes obras de restauración, dirigidas sobre todo a subsanar problemas básicos de mantenimiento, como fue el retejado o la nueva cimentación de la fachada. Llevadas a cabo entre 1998 y 1999, durante estas obras también se procedió a la restauración del retablo, se colocaron nuevas vidrieras y se efectuaron algunas reformas en el acceso al coro y en la sacristía. El santuario de Santa María de Cébrano fue un templo que despertó el interés de algunos de los viajeros que recorrieron Asturias a lo largo del siglo XIX y principios del XX. Por ejemplo, Quadrado se refería, en 1855, a esta iglesia con el nombre de “ermita del Cebrayo”, y dejaba constancia de “ciertos albores de gusto bizantino”. Por su parte, Aurelio del Llano recogía, escéptico, en 1928, la tradición popular según la cual un “calderín” de cobre que se conservaba en un lateral del ábside, y que fue robado en los años setenta, curaba “las enfermedades de la cabeza”. También deja constancia de cómo “delante del templo hay una casa llamada de las novenas, en la que se albergaban antaño los peregrinos que venían de lugares lejanos en busca de alivio para sus dolores”. De esos vestigios románicos que hablaba Quadrado se conservan hoy día algunas piezas pertenecientes a una línea de imposta, actualmente englobadas en los muros norte y sur, flanqueando el arco triunfal, así como sendos arcos, de dimensiones más reducidas pero también de medio punto, que, adosados a la pared en el centro de la nave, sirven de hornacina para las imágenes de San José con el Niño y San Antonio. También enmarcada en otra hornacina, en este caso de fábrica, sin despiece de sillares, se halla una talla gótica de Cristo crucificado, cuya cruz tiene unas dimensiones de 150 cm de alto y 100 de ancho; a ambos lados de esta talla, y sobre unas columnas de apenas 1 m de altura, se disponen sendos capiteles troncocónicos, únicos conservados de la primitiva construcción románica, decorados a base de temática vegetal, de grandes y carnosas hojas lanceoladas en el centro, a cuyos lados se disponen otras formas vegetales que asemejan espigas, y una banda de zigzag en altorrelieve coronando el cuerpo del capitel. Según testimonios orales que han llegado hasta la actualidad, la cabecera de la antigua iglesia estaba rodeada de “demonios y bichos extraños” labrados en piedra, y que se identificarían, sin duda, con los canecillos, ricamente tallados, que sostenían la cornisa románica. También románica era la talla de la Virgen con Niño que se venera, aunque está bastante alterada, en primer lugar porque el cuerpo fue destruido durante la guerra civil, sustituyéndose luego por una copia; en segundo lugar, porque se trata de una imagen de vestir, ataviada con una compleja y rica indumentaria que se completa, desde 1949, con una gran corona. El rostro, la única parte que ha llegado a nuestros días del original medieval, también ha sido alterado con la policromía actual. Aunque de factura reciente, el cuerpo actual de la talla, que en conjunto mide 1 m de altura, seguía la composición original, tratándose de una Virgen tallada según el modelo de la Thetocos, es decir, María como trono o sedes sapientae. Esta iconografía muestra a ambas figuras con un carácter mayestático y solemne; la identificación de María con el trono, su rígida frontalidad y hieratismo y su inexpresividad contribuyen a reforzar el mensaje de distanciamiento entre lo humano y lo divino, de ahí que durante el periodo románico se renuncie por completo a insinuar sentimientos materno-filiales o incluso a establecer algún tipo de comunicación entre la Virgen y el Niño, aunque en el caso de la Virgen de Cébrano, el Niño ya aparece sentado sobre una de las piernas de su madre, quien le sostendría mínimamente con una mano, lo que ya supone un cierto avance con respecto a la rígida simetría compositiva de las imágenes del románico pleno. Atributos propios y recurrentes son las coronas que ceñirían ambos personajes, o el Libro que portaría el Niño, en alusión a su papel de Pantocrátor. Estos atributos se perdieron durante el periodo barroco cuando, siguiendo la costumbre de vestir las diferentes imágenes sagradas, especialmente las tallas de la Virgen, en busca de una falsa sensación de realidad, se llevó a cabo una sustancial alteración de la talla románica, en la que, además, se sustituyó la cabeza del Niño por otra más cercana a la nueva sensibilidad barroca, que muestra una imagen sonriente y de cabellos rizados.