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Vista desde el este de Sant Andreu de Bestraca

Identificador
17039_08_002
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42.290716, 2.516509
Idioma
Autor
Carles Sánchez Márquez
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Sant Andreu de Bestracà

Localidad
Bestracà
Municipio
Camprodon
Provincia
Girona
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Sant Andreu de Bestraca

Descripción

Iglesia de Sant Andreu de Bestracà

 

La iglesia de Sant Andreu se halla emplazada en lo alto de un promontorio situado en las faldas del puig de Bestracà, en el collado que une los valles de Beget y Oix. Para acceder al lugar, debe tomarse la carretera que desde Castellfollit de la Roca conduce a Oix. Desde allí, iniciaremos una ruta a pie por la pista que lleva al casal del Pairé, donde proseguiremos por el camino que asciende  hasta el coll de Bestracà.

 

Las primeras referencias históricas que aluden al lugar nos remiten al año 937. Según la documentación, en ese momento el conde Sunyer de Barcelona hizo donación al monasterio de Santa Maria de Ridaura de unos alodios situados en el condado de Besalú, con el villare Bestrecano, es decir, la villa de Bestracà. El lugar vuelve a ser citado con motivo de la transacción efectuada por un tal Durando, que en el año 972 vendió unas tierras situadas en la villa Bestrachano al futuro conde Miró de Besalú. Poco después, en un documento del año 977, el topónimo de Bestrachano figura como límite territorial de un alodio que el mismo Miró otorgó a la iglesia de Sant Vicenç de Besalú. A pesar de esta abundancia documental, debemos esperar al año 979 para topar con la primera mención a la iglesia. En la donación testamentaria del conde Miró al monasterio de Sant Llorenç pror Bagà ( Berga), consta que legó al mencionado cenobio un alodio situado en Bestracà, con las iglesias de Sant Andreu y San Julià: Et ad monasterium Sancti Laurentii qui est in valle bocoranense donare faciatis alodem meum qui est in comitatu bisuldunense in locum qui vocant Bestrecano, et Ventano cum eclesiis Sancti Andree et Sancti Juliani cum decimis et primiciis ibidem pertenentibus quomodo ego retineio hodie in mea potestate. La posesión del alodio de Bestracà por parte del monasterio es confirmada en el acta de la consagración de Sant Llorenç prop Bagà, que tuvo lugar el 21 de noviembre del 983, en presencia del obispo Sal·la de Urgell: Et in comitatu Bisuldunense, in loco que dicunt Montdix, casas cum curte, et terras, et vineas, et molinari. Et in Bestracano ecclesiam Sancti Andreae et Sancti Juliani cum suas decimas, et primicias, et cum suas ofrendas.

 

Durante el siglo xi, la iglesia mantuvo una existencia normalizada, ya que no se vuelve a tener noticia de ella hasta 1195, cuando Ramon de Sant Llorenç ordena que su cuerpo sea enterrado en la abacial de Sant Joan de les Abadesses, legando a este monasterio una propiedad situada en la parroquia de Sant Andreu de Bestracà con objeto de que sus rentas sean aplicadas en sufragio por su alma. Años más tarde, en la consagración de la capilla de Santa Magdalena de Montpalau (1228), Alamanda de Sales hizo donación a dicho templo de los diezmos de Llanars, Monars, Talaixà, Pera, Bestracà y Escales, entre otros. Asimismo, Sant Andreu de Bestracà es mencionado en las diversas visitas pastorales efectuadas en los siglos sucesivos. En el año 1529, con la visita del obispo Guillem Boyl, Sant Andreu aparece unido a Sant Miquel de Pera, por lo que de aquí en adelante abandonó el estatus de parroquia independiente.

 

La iglesia fue restaurada en el año 1965 por un grupo de seminaristas de Girona, alumnos del primer curso de filosofía del Seminario Conciliar de esta capital.

 

El templo, de nave única, destaca por su tipismo dentro de las iglesias de tradición rural de la Alta Garrotxa. Presenta nave única rematada en ábside semicircular, perforado por una ventana rectangular de doble derrame que ilumina el interior. En general, encontramos sillares rectangulares y bien trabajados dispuestos en hiladas uniformes y regulares, que rondan los 30 cm de altura. Debe indicarse, además, que todo el perímetro del ábside se halla coronado por una hilera de ménsulas, algunas de ellas esculpidas, siguiendo el esquema de otras iglesias cercanas como Sant Feliu de Rocabruna. Otra hilada de ménsulas, en este caso lisas, recorren también el perímetro de los muros norte y sur.

 

La portada de ingreso se abre en el muro meridional. Se trata de una estructura muy sencilla conformada por un arco abierto en el grueso del muro. Sobre el dintel, el tímpano muestra una cruz latina de líneas muy sencillas. No podemos pasar por alto la decoración de la puerta de madera, que presenta un relevante trabajo de hierro forjado con cintas horizontales, decoradas en sus extremos por espirales. Cabe destacar la decoración del pasador de la puerta, rematado por la cabeza de un animal. Este motivo decorativo estaría directamente relacionado con otras ornamentaciones dispuestas de forma semejante en conjuntos de la zona como Santa Anna de Argelaguer. Finalmente, y en cuanto los vanos, es necesario mencionar las dos ventanas originales que se abren en el muro norte. En su flanco occidental, a los pies del templo, se emplaza una espadaña de doble abertura cuyo coronamiento no ha sido conservado.

 

Desde el punto de vista decorativo y escultórico, el elemento más significativo es el conjunto de ménsulas esculpidas que recorren el perímetro del edificio. Pese a su tosquedad, las piezas destacan por lo extraño de su figuración. Así, en el muro sur hallamos dos ménsulas con motivos decorativos. En una de ellas se aprecia, aunque con dificultad, una cabeza monstruosa de cuyas fauces sobresalen dos piernas. La interpretación del “monstruo devorador” puede variar según el contexto en que se incluya, siendo considerado, ora como Leviatán, ora como animal psicopompo, ora como símbolo de resurrección a través de la muerte iniciática; pero lo que nadie duda es en denominarlo monstruo andrófago. No cabe duda de que nos encontramos ante una imagen ambivalente, que fue utilizada recurrentemente como elemento decorativo en la plástica románica. La siguiente ménsula ornamental ubicada en el muro sur presenta una cabeza de animal, aparentemente un buey, del que se aprecian los ojos, morro y cuernos. Por último, en la cornisa exterior del ábside hallamos una ménsula esculpida con una cabeza humana.

 

El interior presenta una marcada austeridad y sencillez decorativa que tan sólo se ve truncada por una cornisa que recorre el perímetro de los muros y que, a su vez, marca el arranque de la bóveda. La nave se cubre con medio cañón apuntado y el semicilindro absidal con bóveda de horno asimismo apuntada. Quizás el legado más remarcable sea la pica bautismal, carente de decoración. Del mismo modo, es preciso recordar que en el interior del templo se conservan dos fragmentos de una columna cilíndrica, de fuste liso, que muestran en una de sus caras una cruz esculpida en relieve. Se trata de un relieve de ejecución muy simple que nos remite a la representación del mismo motivo que hallamos en el tímpano de la iglesia.

 

Ante la ausencia de documentación relativa a la consagración de la iglesia, debemos partir de las comparaciones estilísticas establecidas para fijar la cronología del templo. La morfología y la austeridad constructiva  nos llevan a situar la construcción en un momento avanzado del siglo xii.

 

Finalmente, es preciso recordar que la iglesia de Sant Andreu de Bestracà poseía un talla románica de la Virgen, hoy desaparecida, así como cuatro lipsanotecas actualmente custodiadas en el Museo de Arte de Girona. Conocemos la existencia de la talla románica mediante una fotografía de inicios del siglo xx. Según Antoni Noguera i Massa, la Virgen estaba ataviada con un velo, túnica y un manto de pliegues profundos que surgían de la espalda. Asimismo, el Niño sostenía el libro con la mano izquierda mientras hacía gesto de bendición con la derecha. La estilización y el posado solemne, así como la posición y los pliegues del manto llevan al citado autor a incluir la obra en el conjunto de Vírgenes bizantinizantes extendidas por tierras de Girona. Por ello, la realización de la pieza no debió sobrepasar los últimos decenios del siglo xii.

 

 

Lipsanotecas

 

El Museu d’Art de Girona (Md’A) conserva cuatro lipsanotecas halladas en el altar mayor de la iglesia de Bestracà, que fueron incorporadas al fondo del Museo Diocesano de Girona en el año 1973 y luego, en 1979, pasaron al actual Museo de Arte.

 

La más interesante, identificada con el número de inventario 134, consiste en un recipiente rectangular de alabastro (75 x 40 x 50 cm) que presenta inscripciones en tres de sus cuatro caras laterales. En una de las caras frontales podemos leer el término borrellvs, mientras que en la otra se perpetuó el nombre bernardvs alvich, quizás alusiones a los donantes o a los benefactores del templo. Finalmente, en la cara restante consta la inscripción rrb. La tapa es de madera. Está fechada en el siglo xii.

 

La segunda lipsanoteca, catalogada con el núm. 133, presenta una estructura sencilla. Se trata de un recipiente de piedra caliza, de forma prismática y rectangular (111 x 8’8 x 62 cm), carente de decoración. La tapa tiene forma apiramidada, sin ornamentación. También se considera del siglo xii.

 

La austeridad decorativa de la segunda lipsanoteca Bestracà tiene continuidad en el tercero de los recipientes (núm. inv, 132), una caja prismática y rectangular tallada en una sola pieza de madera (140 x 240 x 90 cm). A tenor de sus dimensiones cabe pensar que la pieza estaba destinada a un reconditorio hecho en el soporte del altar. Parece del siglo xi.

 

Por último, la cuarta pieza (núm. inv. 131) es una lipsanoteca fragmentaria en forma de bota y aspecto rudimentario. Ha sido tallada en madera y trabajada al torno. La lipsanoteca (9,3 de alto y 8,6 de diámetro), está fragmentada y presenta un mal estado de conservación. También se considera del siglo xi.

 

Texto y fotos: CARLES SÁNCHEZ MÁRQUEZ – Planos: JOAQUIM GALLART FIGUERAS

 

 

Bibliografía

 

Bastardes i Parera, R., 1989, pp. 27-29; Catalunya Romànica, 1984-1998, IV, pp. 155-159; Catalunya Romànica, 1984-1998, XXIII, pp. 114-116; Corominas Planellas, J. M. y Marqués Casanovas, J., 1967-1978, IV,  pp. 129-130; Domènech i Moner, J., 1987, pp. 178-183; Grabolosa i Puigredon, R., 1968, p. 91; Montsalvatge i Fossas, F., 1889-1919, XII, p. 47; Murlà i Giralt, J., 1983, p. 30; Sala i Canadell, R. y Puigdevall i Diumé, N., 1977, p. 36; Sala i Canadell, R. y Puigdevall i Diumé, N., 1983, p. 27-62.