Identificador
50095_02_232n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 9' 48.17'' , -1º 15' 34.99''
Idioma
Autor
Sin información
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
El Bayo
Municipio
Ejea de los Caballeros
Provincia
Zaragoza
Comunidad
Aragón
País
España
Claves
Descripción
Al noroeste de la iglesia Inacabada, compartiendo cabezo con ésta, aunque separadas por unos 60 m de distancia, se levantan dos torreones de dudosa funcionalidad. Algunos autores, como Fabre, Abbad, Guitart o Almería, se inclinan por pensar que se trata de construcciones defensivas. En este caso habrían sido levantadas en los primeros momentos de la conquista cristiana para asegurar el avance aragonés por el valle de los Arbas y el valle del Ebro, siendo las estructuras más antiguas de La Corona de El Bayo. Otros, como Giménez Aísa o Zapater, opinan que se trata de los restos de dos molinos de viento contemporáneos del resto de los edificios del yacimiento. Existe una tercera opción que no descarta ninguna de estas dos hipótesis, pudiendo haber coexistido ambas funciones o haber sido sucesivas, transformando en un momento dado los primitivos torreones defensivos en molinos de viento. De cualquier forma, en el caso de que formaran parte activa de la fortaleza de La Corona, no está claro si el monarca financió estas edificaciones o lo hizo algún noble, pero lo que sí consta documentalmente es que a su frente estuvo un tenente. Por ello es factible pensar que sus funciones fueron las de torres-vigía, dada su estupenda situación y también, en momentos puntuales de peligrosidad inminente, de castillo-refugio, tal como queda constatado documentalmente en una noticia de 1289 recogida por Zurita, en la que el monarca Alfonso III manda abastecer el castillo de La Corona y “subir” a todos los de la villa, lo que hace pensar que, tal como se ha apuntado en la introducción, el antiguo núcleo medieval de El Bayo se encontraría en las faldas o en la llanura a los pies de los cabezos que forman La Corona. Separadas entre sí unos 25 m, estas dos torres tienen plantas circulares de diferentes diámetros: la meridional alcanza los 4,5 m de diámetro en su interior; la septentrional, algo menor, 3,98 m. El aparejo utilizado en la construcción de ambas es la piedra sillar, colocado en la primera de ellas en hiladas de entre 25 y 38 cm de altura, y un poco menores en la segunda, entre 22 y 28 cm. Los accesos a ambas se encuentran a nivel del suelo y son de distinta factura. En el caso de la torre sur se utilizó un vano adintelado orientado hacia el Norte, culminado en tímpano semicircular bastante irregular sobre jambas rectas. Tiene una anchura de 1,06 m y presenta dos ménsulas de perfil convexo integradas en la hilada superior de cada jamba. Por el contrario, el acceso a la torre norte se realiza a través de un arco de medio punto dovelado orientado hacia el Sur, con 98 cm de luz, deficientemente aparejado y que ha perdido alguna de sus piezas superiores. Sobre ambas puertas se disponen sendos vanos cuadrados, sin guardar una total alineación con el eje longitudinal de las puertas, que, según Fabre, son fruto de alguna reforma posterior. Además, la torre norte tiene una saetera en su lado septentrional, con abocinamiento hacia el interior y mechinales que indican la antigua existencia de facilidades para acceder a sus inmediaciones. No se ha conservado ninguna de las dos techumbres, lo que hace pensar que fueran estructuras de madera. En el interior de ambas se pueden apreciar los restos de diversos mechinales y del anclaje de la estructura que las dividiría en distintas alturas. Son varios los datos que han argumentado quienes defienden la datación de estas torres en el siglo XII. Por un lado, en el año 1110 aparece una referencia a este lugar en la carta de población de Ejea, tal como hemos reflejado anteriormente, a lo que hay que unir la noticia de que en 1196 ostentaba la tenencia de este lugar Eximinio de Rada. Igualmente, la función militar documentalmente reconocida del cabezo donde se encuentran. Sin embargo, extaña en construcciones supuestamente defensivas de estas fechas, la colocación de las puertas a nivel de suelo, la escasez de elementos propios de la arquitectura militar, la limitada altura de las mismas e incluso la repetición de un tipo constructivo (torre) que suele aparecer independiente o bien unido entre sí con lienzos murales. También es verdad que el paso del tiempo puede haber colaborado a la alteración de las características iniciales. La rudeza en el aparejo anima a suponerlas anteriores a la construcción de las iglesias previamente analizadas. A falta de estudios más pormenorizados, cabe proponer una datación en el siglo XII, sin ser contemporáneas entre sí, tal como se aprecia en sus diferencias arquitectónicas.