EL TEMPLO SE LEVANTA EN sillería y mampostería de granito, con cabecera cuadrada y nave ligeramente más ancha repartida en tres tramos, marcados al exterior por dos contrafuertes. A mediodía se encuentra un pórtico, amplio, flanqueado a un lado por la sacristía, que cubre parcialmente la cabecera, y por otro un trastero o antigua troje, enmarcando una moderna portada. A los pies se alza la espadaña, recientemente sujetada por dos contrafuertes para evitar el riesgo de desplome. Al norte se adosa el cementerio y sobre el testero de la cabecera se abre un camarín barroco. En principio podríamos calificar dentro de la época románica al menos todo el paramento norte de la nave, donde parece que estuvo adosada la citada ermita de San Briz. El muro meridional, entre añadidos, reformas y revocos es difícil saberlo y la espadaña sigue la típica morfología románica que pervive en la comarca hasta muchos siglos después. La cabecera original desapareció por completo, pero quedan algunos indicios que ponen de manifiesto que fue más estrecha que la nave. Ésta, en su lado norte, fue reforzada posteriormente con dos contrafuertes, pero conserva prácticamente todo el paramento románico: un muro de sillería, macizo, con seis canes visibles en el primer tramo, otros seis en el segundo y siete en el tercero, casi todos de nacela, toscos, destacando uno con media bola, otro con una figura geométrica cuadrangular y finalmente otro con re p resentación de un falo, idéntico al que aparece también en la iglesia de San Frontis de Zamora. La cornisa está hecha a base de piezas con perfil de listel y chaflán. En cuanto al muro sur, los revocos, añadidos y transformaciones hacen difícil su catalogación, aunque en el interior del trastero que se adosa en el extremo occidental de la nave se conserva completo el paramento románico, con cinco canes -más uno recortado-, muy deteriorados, con figuras geométricas. El muro de cierre de los pies parece estar bien unido al paramento norte, a pesar de una grieta, lo que confirmaría también una cronología románica. Sobre el centro de este hastial de poniente se eleva la espadaña, reproduciendo el chato modelo tan frecuente en la comarca, con laterales achaflanados y remate a piñón con dos sencillas troneras de medio punto. Pudiera ser románica, aunque dada la enorme perduración del tipo, cabe igualmente la posibilidad de un reconstrucción tardía. El interior parece estar también muy renovado. El arco triunfal es apuntado y los arcos diafragma que separan los tramos de la nave son de medio punto y doblados, éstos de cronología bastante incierta. El anterior apoya en pilastras y el posterior en semicolumnas adosadas a pilastras, con basas sobre plinto, de grueso toro con lengüetas, y capiteles de cestas lisas rematadas en bolas, con cimacios de nacela. El dovelaje, con aristas en caveto, quizá sea posterior. Interesante también es la pila bautismal, tallada en granito blanco, de vaso troncocónico, con una altura total de 77 cm y un diámetro de 113 cm y con un sencillo motivo de zigzag en relieve junto a la embocadura. Su cronología plantea las mismas dudas que la obra románica del templo. A este respecto se puede decir que la construcción románica de Mogátar es sin duda muy tardía, pudiendo considerarse una obra de inercia levantada seguramente en un momento bien avanzado del siglo XIII y la pila bautismal puede encajar con ese mismo período. Cierto es que las piezas del alero parecen propias de época románica, pero la perduración de elementos tan sencillos en tiempos posteriores es un hecho constatado y el citado caso de San Frontis puede hallarse en la misma línea. En el interior, en principio, la obra parece más claramente gótica, aunque los soportes del arco posterior de la nave conservan ciertos rasgos arcaicos de conexión con lo románico tardío.