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Sarcófago de Santo Dolfo (Santo obispo Ataulfo)

Identificador
33825_01_030
Tipo
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
María Fernández Parrado
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Santa Eulalia

Localidad
La Mata
Municipio
Grado
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
EN LA MARGEN DERECHA de la carretera que viene de Grado, en el lugar conocido como Entrelaiglesia, se sitúa la parroquial de Santa Eulalia de la Mata, varias veces reformada y en lamentable estado de conservación, en la que, según recoge la tradición, fue enterrado el obispo San Ataúlfo. La iglesia, como tal, aparece citada por primera vez en el Libro de las Crónicas del obispo D. Pelayo (1101-1130) cuando se hace referencia al milagro del obispo Ataúlfo. Según la leyenda, en tiempos de Bermudo II (984-999), el obispo Ataúlfo de Iria, acusado de un terrible pecado, fue llamado a presentarse ante el monarca en la Iglesia de San Salvador de Oviedo, y en su camino quedó maravillado con un templo emplazado en medio de una llanura que le llamó tanto la atención que mostró deseos de ser enterrado allí. Continuó su camino y cuando se dirigía al encuentro con el monarca, éste mandó soltar un toro bravo para que lo embistiera. Sin embargo, la fiera, al llegar delante del prelado, se arrodilló dócilmente ante él. Ataúlfo, sin ningún tipo de esfuerzo, arrancó las astas del animal ante la admiración de los presentes que identificaron el milagro como un triunfo de la inocencia frente a la calumnia. Emprendió entonces el viaje de regreso a Galicia, pero falleció al poco repentinamente. Su corte decidió continuar camino, pero al llegar in valle Pramarensis, los animales que arrastraban el carro donde viaja el cuerpo del finado, espantados, emprendieron una vertiginosa carrera hasta que, al llegar ad ecclesia Sancte Eulalie, el mismo templo que en su viaje de ida le había maravillado, se detuvieron tranquilamente. Los acompañantes del obispo entendieron el hecho como una señal divina para que sus restos descansaran en aquel lugar. La tradición recogió esta leyenda, considerando el sarcófago que se conserva en el templo como perteneciente al mencionado San Ataúlfo, llamado en la zona Santo Dolfo. En un documento de 1279, en el que el obispo de Oviedo defiende sus derechos sobre la iglesia de la villa de Grado en contra de las pretensiones de los moradores de la puebla, aparece mencionada la iglesia de Santa Eulalia, ya que en su territorio tuvo lugar la fundación de la Puebla de Grado a mediados del siglo XIII. Se dice de ella que nuestra iglesia de Santa Olalla que ye el nuestro cellero de Santo Adolfo e que ye iglesia parrochial. Hacia 1385-1386, en la Nómina de parroquias mandada elaborar por el obispo Don Gutierre, no aparece citada Santa Eulalia de Pramaro como parroquia, sino Santo Adolfo de Çurruquera. Iglesia que Hevia Vallina identifica con Santa Eulalia de la Mata, al corresponderse Çurruquera con el lugar de Zurruquera, caserío de la misma parroquia. Ya en tiempos más modernos la iglesia sería conocida como Santo Dolfo de Mata o bajo la advocación dúplice de Santa Eulalia y Santo Dolfo de la Mata. La construcción actual, con nave única y cabecera cuadrada, cubierta con bóvedas de arista la primera y cañón ligeramente apuntado la segunda, puede datarse a caballo entre los siglos XV y XVI, con numerosos añadidos posteriores, como el pórtico y la espadaña del siglo XVIII. Mantiene, sin embargo, algunos vestigios de la primitiva fábrica románica y elementos de regusto tardorrománico, de difícil datación, muestra de la larga pervivencia de los esquemas medievales en el ámbito rural asturiano, de lo que son ejemplo los sencillos canes que recorren los aleros de la nave. Como muestra se su pasado románico, en el interior del templo se conserva, adosada al muro norte de la nave, una tosca portada, seguidora de las corrientes más populares y arcaizantes del estilo. Compuesta de arco de medio punto con dos arquivoltas, lisa la interior y ligeramente bocelada la exterior, apoyada esta última sobre pequeñas columnillas acodilladas. Estas columnas, con las basas y parte de los fustes soterrados en el pavimento actual, presentan a la vista un canon corto y achaparrado que contribuye a aumentar la imagen de tosquedad y pesadez del conjunto. Los capiteles, de manifiesta ingenuidad tanto en la talla como en la composición, dan cabida respectivamente a un hombre y a una mujer que, flanqueados por discos solares, muestran su sexo sin ningún pudor; imagen de los placeres mundanos, símbolo del pecador, es un motivo recurrente que cuenta con algunas muestras más en Asturias y con numerosos ejemplos en el románico cántabro. Esta portada da acceso a una estancia alargada, hoy en estado ruinoso, de la que sabemos que rehabilitada como capilla en los primeros años del siglo XX estaba cubierta con bóveda apuntada y tenía adosado en uno de sus ángulos el venerado sarcófago de Santo Dolfo. Algunos autores consideran este espacio como los restos de la primitiva iglesia románica, a la cual se habría adosado la nueva construcción por el flanco sur, quedando así la portada meridional en el interior del templo. Adosada a los pies de la estancia anterior, y comunicándose con ella a través de un arco de ojiva, se encuentra una capilla de trazas rectangulares y cubierta con bóveda apuntada, decorada con pinturas simulando sillares, posiblemente obra de los siglos XIII-XIV, que sirve hoy como trastero de la parroquia y tiene colocado en su centro el mencionado sarcófago de Santo Dolfo. Esta pieza, de unos 200 cm de longitud por 60 cm de ancho y cubierta de pintura moderna, está compuesta de caja y lauda decorada con sogueados. Fue estudiada por García de Castro, quien, poniéndola en relación con otras piezas similares, la fecha a mediados del siglo XI, coincidiendo con la fecha en que pudo fundarse la iglesia. Habla Fernández de Miranda, en su estudio sobre el concejo de Grado publicado en 1907, de la existencia en este lugar de un segundo sarcófago “de tosca piedra mal labrada, sin inscripciones y de unos ocho pies de largo, como el primitivo, que puede verse destrozado fuera del templo, diferenciándose únicamente las dos urnas en que la actual está desprovista de todo adorno, y la primitiva tiene dos círculos concéntricos y una cruz latina en el centro”, que el mismo García de Castro relaciona, por los motivos iconográficos que se describen, con la lauda de San Pedro de Teverga.