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Santo

Identificador
33870_01_003
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
43º 20' 7.55" , -6º 24' 54.06"
Idioma
Autor
Diego Martínez Fuenteseca
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Museo de Arte Sacro

Localidad
Tineo
Municipio
Tineo
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
EL MUSEO DE ARTE SACRO DE TINEO se localiza en una dependencia del actual templo parroquial de San Pedro, que anteriormente fue templo del convento de San Francisco. Este museo, que fue inaugurado en 1989, cuenta con los fondos reunidos desde 1845 por los sucesivos párrocos con la intención de evitar el expolio que estaba padeciendo el patrimonio religioso tinetense. Entre ellos se encuentran algunas imágenes de estilo románico que proceden de diferentes parroquias del concejo. Estas piezas, como las de estilos posteriores que integran la colección, pertenecieron a templos que debieron de contar en origen con una estructura románica, hoy desaparecida, con las características propias del románico rural y arcaizante de esta comarca del suroccidente asturiano. VIRGEN DE BEBARES DE LA BARCA Actualmente, las obras de estilo románico se exponen en la sala principal del museo que se dedica a la imaginería realizada entre los siglos XII y XV. La pieza de mayor interés es una Virgen procedente del templo de Bebares de la Barca, que puede datarse a finales del siglo XII. La obra está tallada en un bloque de madera que tiene su parte posterior vaciada para evitar las fuerzas que ejerce el corazón del tronco; la mano derecha de la Virgen, como también la figura del Niño, se realizaron en bloques de madera independientes para luego unirlos al principal. Según era habitual en la ejecución de estas obras, tras el trabajo de la talla y la adhesión a las superficies de una tela vegetal encolada, se aplicó la policromía, que constituía un complemento fundamental de la imagen. La Virgen de Bebares se representa sentada en un pequeño trono, que está recorrido por rústicos arcos de medio punto en sus cuatro costados y se remata con bolas en uno de ellos. Se trata de la clásica representación de María como Theotokos, que, a modo de Sedes Sapientiae, porta al Niño sentado sobre su regazo ligeramente desviado hacia la izquierda, elemento que reseña una incipiente evolución hacia los esquemas góticos en los que Jesús se sitúa directamente sobre la pierna de Maria. Las figuras guardan acusado hieratismo, rigidez y frontalidad; resultan inexpresivas, su mirada se pierde en el infinito sin establecer una relación con el fiel ni una comunicación directa entre Madre e Hijo. No obstante, el detalle de la mano izquierda de María, reposando sobre el hombro del Niño, transmite cierta humanidad e instinto de protección maternal. La Virgen porta en su cabeza una corona rematada con flores de lis y una toca vuelta alrededor de su cuello cubriendo sus cabellos. Viste una túnica larga que esconde sus pies, acompañada de un manto apenas detallado en el que los pliegues son escasos y suaves. Su rostro responde a una forma ovalada y de expresionistas ojos almendrados. El Niño se sitúa sobre el regazo de la Virgen, manteniendo una posición algo inestable y forzada. Se le representa a las puertas de la adolescencia, o como un adulto empequeñecido. Sus rasgos faciales siguen el mismo patrón empleado para la Virgen, pero con un trato más esmerado, aunque rústico en lo concerniente a los cabellos. Cubre su cuerpo con una larga túnica que deja entrever sus pies y que se marca en la zona de las rodillas. Sus manos no guardan proporción con el resto del cuerpo y, mientras la derecha bendice, la izquierda sujeta la esfera del cosmos, relacionando la representación con el concepto de Cosmocrator o señor del universo. La obra guarda parte de su policromía original y se mantiene en un estado de conservación aceptable. IMÁGENES DEL CRUCIFICADO Otras dos obras de estilo románico conservadas en el museo responden al tema iconográfico del Crucificado. Una de ellas es una cruz procesional y la otra es un Crucificado que ha perdido los brazos y la cruz. La cronología de ambas ha sido fijada por diferentes historiadores en el siglo XIII, dentro de un marco estilístico de transición del estilo románico al gótico. La cruz procesional ha sido tallada en madera, tiene pequeño tamaño (64 x 45 x 8 cm) y ha perdido casi por completo su policromía original. Desconocemos la procedencia concreta de la pieza pudiendo apuntar únicamente que fue rescatada del olvido por el señor Villamil pasando a formar parte de su colección hoy custodiada en el museo. Representa la imagen de Cristo Rey, muerto, pero triunfante sobre su condena. La factura de la pieza responde en gran medida a esquemas románicos, exceptuando un par de detalles que introducen elementos novedosos. Estos son, por un lado, la disposición del cabello, que no se ajusta al óvalo de la cabeza entablando relación con ejemplos castellanos del siglo XIII; por otro lado, el paño de pureza, que cae sobre su costado derecho en diagonal cubriendo una rodilla y dejando la otra visible. Cristo se dispone sobre una cruz que sigue el modelo de cruz recruzada, frecuente en las empleadas con función procesional en el siglo XII. El grueso de la figura se extrae de una única pieza de madera, siendo los brazos dos elementos añadidos al total del conjunto y sujetos a la cruz por sendos clavos en las palmas. Los pies no descansan sobre el subpedaneum, generando este hecho cierta sensación de inestabilidad, que contrasta con la rigidez corporal que impide el desplome natural del crucificado. La anatomía es esquemática y el rostro inexpresivo, carente de indicio de dolor. Remata su cabeza la corona que le representa como rey. Bajo los pies del Crucificado se instala una figurita, semejante a un simio, que representa a Adán. Adán surge de un sepulcro y representa al género de los hombres sobre la tierra, que, sumidos en el pecado y la ignorancia, son redimidos por el sacrificio de Cristo y se salvan de la muerte eterna. La otra imagen del Crucificado es una talla en madera de mayor tamaño (69,50 x 26 x 11 cm), en peor estado de conservación y con repintes palpables. Su composición, pese a no conservar las extremidades superiores, responde a fórmulas románicas, tales como el uso de los cuatro clavos y del paño de pureza, largo hasta las rodillas, de plegados paralelos y anudado sobre el abdomen. Pero su cabeza se muestra ligeramente ladeada y carece de tocado, respondiendo en este sentido a nuevos patrones góticos. Su rostro, de nariz y mentón afilados, muestra a Cristo ya muerto, pero el cabello sigue adaptándose a la forma de la cabeza, según los modelos anteriores. El tratamiento superficial y esquemático de la anatomía se hace especialmente evidente en el torno y en las piernas.