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Restos de pintura mural

Identificador
50252_03_020n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 53' 58.22'' , - 1º 16' 32.75''
Idioma
Autor
Jorge Arruga Sahún
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Antón

Localidad
Tauste
Municipio
Tauste
Provincia
Zaragoza
Comunidad
Aragón
País
España
Descripción
La iglesia de San Antón constituía el templo parroquial del barrio del Arrabal. En puridad habría que señalar que únicamente el ábside, el primer tramo de la nave y parte de los muros perimetrales de la iglesia conservan restos significativos de la fábrica románica original, a lo que hay que añadir los fragmentos decorativos en su mayoría procedentes de la antigua portada, que fueron hallados durante el proceso de restauración en 1988. Hoy en día se encuentran expuestos en el interior de la nave. El resto de la edificación es datable a partir del siglo XV, o incluso posterior, como es el caso de la torre mudéjar, cuya cronología se retrasa hasta la primera mitad del siglo XVI. Su aspecto actual responde a las labores de restauración emprendidas a partir de 1984. En origen se levantó con una combinación de mampostería, sillares de piedra caliza tallados de un modo poco experto, tapial y ladrillo. En las fotografías previas a la restauración se ve el predominio de la mampostería en el ábside, que ha quedado oculta tras una intervención reciente. Buena parte de la sillería fue expoliada, por lo que hoy se presenta como una sola nave enlucida a base de yeso y con una planta de forma rectangular rematada por un ábside semicircular. Se trata de una edificación de dimensiones notables, ya que alcanza los 28,8 m de longitud por aproximadamente 7,35 m de anchura, variando ligeramente esta última cifra, puesto que los muros laterales no son estrictamente paralelos. La citada nave se encuentra dividida en siete tramos diferenciados a base de arcos fajones con diversos grados de apuntamiento, desde los de la zona de los pies, en los cuales éste es más acentuado, hasta otros en los que apenas si se aprecia. Los tres primeros apean en pequeñas pilastras de planta rectangular adosadas al muro, mientras que los siguientes se apoyan directamente en éste. La portada de entrada se emplaza a mitad del desarrollo de la nave por el lado norte y tiene una anchura de 1,8 m. El alzado denota parcialmente lo complejo de su historia, ya que se encuentra a una cota mucho más baja que el resto de la plaza en la cual se halla situada (en torno a unos tres metros por debajo de la rasante de la misma) si bien hay testimonio fotográfico (1998) de que no siempre fue así. Cuenta con un ábside de trazado semicircular enlucido con mortero en el que se abren en la actualidad dos estrechos vanos de medio punto con acusado derrame interior. Una publicación de 1998 especifica que entonces había “una ventana saetera cegada testigo de la primitiva fábrica románica”. El resto de la cabecera queda lisa por el exterior hasta el encuentro con una moldurilla corrida que da paso a un cambio de fábrica, siendo a partir de dicho punto de ladrillo caravista hasta configurar un friso de arquillos de medio punto entre los cuales se aprecian todavía algunos fragmentos de los fustes de piedra que los separaban y que en la actualidad han desparecido. Por el interior también una sencilla moldura diferencia el semicilindro absidal de la bóveda de horno apuntada que lo cubre. El cuerpo externo de la nave es extremadamente sencillo, contando con tres contrafuertes a cada uno de los lados y con el añadido posterior de la caja de planta cuadrada correspondiente a la torre en el muro septentrional. En dicho lado sólo se abre un pequeño vano de medio punto en la zona próxima a la cabecera, mientras que en el lienzo meridional son tres los huecos de esta tipología, además de una gran ventana de medio punto cegada por el interior, la cual con el cambio de cotas y por el lugar de emplazamiento posiblemente fuera la portada primigenia del templo, así como otro vano más, muy próximo a la zona de los pies y emplazado a mayor altura que dota de luz a la zona del coro en el interior de la iglesia. El resto de la volumetría externa se completa con la presencia de la torre adosada junto a los pies de la iglesia, de planta cuadrada en sus tres primeros cuerpos pasando posteriormente a la octogonal, realizada en ladrillo visto y cerámica vidriada en estilo mudéjar y ya muy posterior a la fase original de construcción del templo. En cuanto a la portada de acceso, carece de cualquier resto de decoración y se halla emplazada en el muro norte, entre dos de los contrafuertes. Se abre con un doble vano de medio punto y cuenta con un doble tejadillo con teja curva para solventar el engrosamiento mural. El interior carece por completo de decoración con la excepción de breves fragmentos murales que quedan entrevistos tras el revoco que cubre por completo la iglesia. Así, en uno de los vanos del doble ventanal que configura actualmente la cabecera todavía son visibles partes de la moldura abocelada de enmarque en la zona del medio punto. Repartidos por diversos lugares de la iglesia se muestran, a la manera de hitos escultóricos y soportados sobre barras de hierro que horadan directamente los muros, fragmentos de la portada original del templo que García Lloret, su principal estudioso, contabiliza en tres basas, cuatro fragmentos de fustes, dos fragmentos de capiteles, dos ábacos y otras piezas de menor tamaño. En ellos se aprecia el delicado trabajo de los maestros canteros, ya que aparecen fragmentos de ajedrezado de dos hileras de billetes, ábacos y molduras con formas vegetales muy estilizadas y, muy especialmente, dos piezas parcialmente quebradas en las cuales se representan figuras humanas. En una vemos un personaje en pie cuyo brazo es engullido por un dragón mientras un segundo reptil le ataca por la espalda, acompañado de motivos vegetales. En la otra la escena se adapta al marco trapezoidal conformado por el capitel, donde un personaje sedente está tañendo un instrumento de cuerda que parece un arpa, mientras que otra figura, femenina, se curva con la típica postura consistente en la torsión de la espalda hacia atrás hasta tocar el suelo con sus cabellos ondulados. Es fácil reconocer aquí uno de los motivos más difundidos del repertorio del llamado Maestro de San Juan de la Peña, el de la bailarina contorsionista, que presenta un gran parecido con la escena de la misma temática del claustro de San Pedro el Viejo de Huesca, siempre según García Lloret. También se localizan restos góticos, como los fragmentos de un escudo con un fajado de seis piezas que decoraba una clave. Los elementos arquitectónicos fragmentarios de la portada han sido relacionados con la de San Salvador de Ejea de los Caballeros. Otros restos decorativos, en este caso en forma de pinturas murales, decoran la parte alta del interior del muro meridional, en frente del actual vano de entrada. Si bien su conservación es parcial, se aprecia la figura de un Cristo en majestad, bendiciendo con la mano derecha ya que tiene los dedos extendidos e inscrito dentro de una forma circular sobre la cual aparecen representados unos escudos y fragmentos de una arquitectura que tiene innegables trazas góticas. La iglesia muy posiblemente podría ser fechada en origen en la segunda mitad del siglo XII, formando parte de un románico ya avanzado vinculado al de Cinco Villas; sin embargo, poco permanece ya de dicha construcción, la cual se vio sustancialmente alterada en los siglos XV y XVI, tanto en lo que respecta a su forma interior como respecto de la volumetría externa, muy cambiada con el añadido de la torre. Los elementos escultóricos fragmentarios se relacionan con otras creaciones del Maestro de San Juan de la Peña situadas según García Lloret en templos cuyas obras estaban iniciadas en la década de 1170. Ya ha quedado dicho que existía en esas fechas vinculación entre San Antón y el monasterio pinatense.