Santuario dera Mair de Diu de Montgarri
NAUT ARAN
Santuario dera Mair de Diu de Montgarri
Para llegar hasta el santuario se debe tomar la carretera C-28 hasta el kilómetro 27, a la altura de Baqueira, donde hay que desviarse por la C-142b, que finaliza en el Pla de Beret, en cuyo último aparcamiento nace el camino hacia Montgarri. Se puede llegar en coche, a través de una pista de montaña, o bien andando, para lo que se ha habilitado otro camino, por el que se tarda una hora.
Desmarcado geográficamente del resto de poblaciones del valle, el santuario es gestionado actualmente por la parroquia de Gessa, aunque antiguamente y en varias ocasiones fue objeto de disputa entre las parroquias del terçon de Pujòlo.
Montgarri constituye un verdadero paraje natural. Alejado de cualquier núcleo poblacional, se halla en un cruce de caminos, comunicando el valle de Arán con la comarca catalana del Pallars Sobirà y con el valle francés del Couserans. Sus ricos pastos hacían de él un lugar de paso para el ganado. Asimismo, el propio santuario funcionaba a su vez de hospital. Sin embargo, lo que atraería a fieles y peregrinos vendría motivado por una leyenda relacionada con su advocación. Ésta cuenta que un toro, en dicha tierra de pastos, cada día se arrodillaba en el mismo punto, sin querer comer. El pastor, que era francés, al darse cuenta de que su toro se arrodillaba frente a la imagen de una virgen, decidió guardarla en su zurrón y llevársela a Francia. Una vez llegado al puerto de Orla, a dos horas de Montgarri y territorio fronterizo entre Cataluña y Francia, se dio cuenta que su zurrón se hallaba vacío, pues la Virgen había vuelto al lugar de su aparición. Y así ocurrió tres veces, hasta que el francés reconoció el prodigio y la dejó donde fue hallada, en donde se erigió un santuario destinado a la veneración de la Virgen, nombrada patrona de los pastores y a la que se le atribuían propiedades milagrosas. La legendaria imagen no se ha conservado, aunque sí la encontramos citada en fuentes escritas. Las fuentes del siglo xvii e inicios del xx sitúan al hallazgo entre 1117 y 1119, lo que no concuerda con las evidencias arqueológicas de la primera fase de la iglesia.
Nada tiene que ver el actual edificio neoclásico, erigido en 1786, con el de época románica, cuyo origen se podría situar a finales del siglo xii. Recientemente, se han podido despejar muchas incógnitas hasta ahora escondidas bajo tierra. En 2017, desde el Conselh Generau d’Aran se llevó a cabo una actuación destinada a eliminar las humedades de la iglesia. Con motivo de la instalación de un sistema de drenaje en el muro norte, se aprovechó para ampliar la zona excavada y conocer en mayor profundidad las cuatro grandes fases cronológicas del santuario. El interés se centró en dicho muro, dado que es el vestigio más determinante para conocer la morfología de la iglesia románica, pues corresponde a lo que en origen era el muro sur. Es decir, la construcción de 1786 aprovechó todo el lienzo románico hasta la cornisa para incorporarlo a la nueva nave, de modo que lo que inicialmente correspondía con el exterior quedó incorporado en el interior neoclásico. Como resultado se estas excavaciones se pudieron establecer cuatro grandes fases de construcción: fase I (siglos xii-xv), fase II (siglo xvi-1786), fase III (1786-siglo xix) y fase (época contemporánea).
La cata realizada a lo largo de todo el paramento exterior del muro románico, de los pies de la iglesia hasta el inicio de la cabecera, ha permitido sacar a la luz una información hasta ahora desconocida: que se trataría de una iglesia de planta basilical con tres naves y cabecera tripartita de ábsides semicirculares. Tres pilastras lo dividirían en cuatro tramos y el sistema de cubiertas seguiría la fórmula habitual: bóveda de cañón para la nave central y de cuatro de esfera para las laterales. El muro perimetral objeto de la cata alcanza los 19 m, sin incluir los ábsides, por lo que en total oscilaría entre los 22-23 m, dimensiones que la acercarían a grandes templos románicos como Sant Andrèu de Salardú (24 m) o Santa Maria de Arties (25 m).
La portada románica se sitúa en el último tramo de la nave, en lo que en origen correspondería a la fachada lateral sur, a pesar de que lo más frecuente es que las portadas se hallasen en el penúltimo tramo. Actualmente, se puede apreciar tanto su interior ‒en el muro exterior norte se ve el arco de descarga‒, como su exterior ‒emplazado en el interior de la actual iglesia, en el extremo noroccidental‒. Ha quedado como vestigio de la antigua fábrica románica, sin funcionalidad alguna al hallarse el vano cegado.
Se trata de una portada abocinada, sin tímpano y formada por tres arquivoltas de medio punto, apoyadas directamente sobre impostas lisas, que darían paso a semicolumnas de fustes cilíndricos y sencillas basas troncocónicas. La ausencia de tímpano y de decoración ha llevado a plantear una datación entre finales del xii y principios del xiii.
Cada arquivolta es precedida por un intradós liso, donde se hallan algunas inscripciones. La única que, por el momento, es legible y ha sido identificada es la central: vere languores nostros ipse tulit et […] livore eius sanati sumus (Isaías, 53: 4-5), que se ha traducido como “Ciertamente Él cargó con nuestras enfermedades […] y por sus heridas hemos sido sanados”. En dicho capítulo, Isaías se refiere al sufrimiento de Cristo como ofrenda para interceder por la humanidad. A pesar de no conocer la época de la inscripción, ni de poder leerse las otras dos (cubiertas con una capa de mortero y pintura), el lugar privilegiado que ocupan les confiere una gran importancia. Además, el vínculo del contenido con las funciones de hospital, también son evidentes: el santuario como un lugar para sanar cuerpo y espíritu. La ausencia de figuración y el mensaje en latín hacen de esta inscripción un misterio para los fieles de la época, pero sí debía de ser bien identificada ‒¿quizás sermoneada?‒ por la comunidad eclesiástica que reunía.
Entre los siglos xvi y xvii la cabecera románica fue sustituida por una rectangular, más amplia, además de añadir capillas laterales, de las cuales se localizó una en el tercer tramo en el muro sur. Existe la posibilidad de que dicha gran reforma se llevase a cabo en 1654 por parte de mosen f. fonta…, supuestamente el rector de Gessa, tal y como atestigua una inscripción que se halla en la entonces fachada principal.
El actual templo neoclásico data de 1786, y se erigió justo en el lado sur del anterior, ahora bien, sin renunciar, como hemos comentado, al antiguo muro meridional. Esta nueva construcción respondería a la necesidad de ampliar la iglesia. Su cambio de ubicación se explicaría, probablemente, para alejar la nueva edificación de la vertiente de la montaña, buscando un terreno más llano y con menos riesgo de sufrir patologías derivadas de la acumulación de agua y nieve. El antiguo muro sur se debió de reaprovechar porque estaría en buen estado, de modo que se dobló en altura y se conservó la portada románica, quizás porque serviría como puerta de acceso al cementerio. Las piedras con las que se tapió el vano son de época más moderna, lo que conduce a pensar que estaría en uso en época de la reforma neoclásica. Igualmente, muchos de los sillares de la antigua iglesia se reaprovecharon en la fábrica del xviii.
Hasta mediados del siglo xx, el santuario, la rectoría, un hostal y diversos establos se hallaban en un recinto cerrado. Al abandonarse el hostal y rectoría, todo el conjunto quedó abandonado. Fue gracias a la actuación de Amics de Montgarri que se pudo salvar de la ruina el santuario y rectoría (reconvertida en el actual refugio).
Cristo crucificado (inv. 64)
En el Museu Frederic Marès de Barcelona se conserva un crucifijo de madera (número 1427 del antiguo inventario y 64 del actual catálogo). A pesar de que aparezca como procedente de Montgarri en los catálogos de 1955, 1958 y 1979, dicha hipótesis en torno a su origen fue desmentida en el de 1991, puesto que no se dispone de suficiente documentación. Es más, mientras que el Cristo no fue descrito por las fuentes que visitaron el santuario, sí que lo fue la imagen de la Virgen venerada.
Texto y foto: Carla de Valle
Bibliografía
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