Identificador
09194_04_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 12' 50.29'' , - 3º 32' 17.84''
Idioma
Autor
Alberto Arcones Pascual
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Revilla del Campo
Municipio
Revilla del Campo
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
ESTA ERMITA SE HALLA a 1 km al sur de Revilla, asentada sobre una plataforma abancalada, rodeada de praderas y campos de cereal y cuyo acceso se hace en su último tramo a través de un camino que estuvo empedrado. Ocupa una posición dominante sobre el valle, que aquí se estrecha más aún, alzándose unos 50 m al oeste un picacho cubierto de encinas ideal para el asentamiento de una torre de vigilancia, aunque no hemos podido detectar resto alguno. Fue la iglesia de una aldea llamada Revilla de la Fuente, documentada en el año 972, aunque sobre la carta existen sospechas de falsedad, como citábamos arriba. Más tarde debió ser posesión de Oña, pues es uno de los lugares que en 1077 cede el monasterio al obispo Jimeno. En 1156 Sancho Rodríguez dona a San Pedro de Arlanza -pro remedio anime mee- sus posesiones en éste y otros lugares, aunque el monasterio lo venderá en 1219 al de Bujedo de Juarros, casa que poco a poco irá adquiriendo otros bienes, como la ya citada compra de 1224 a Rodrigo Rodríguez. También en 1160 el monasterio de San Cristóbal de Ibeas se hizo con una amplia donación en la comarca, cuya benefactora, doña Sancha Díaz, hermana de doña Toda, entregó in Ribela de la Fonte, uno collazo. Un siglo después, en 1287, su abad venderá a “Domingo Yuannez, el clerigo del monesterio de Sancta Maria la Real de Burgos e natural de Ribiella de la Fuente, toda la nuestra tierra que nos auemos en la dicha Ribiella con todos los arboles e con toda la çerca e con todos hedefiçios que son plantados e fechos en ella, la qual tierra es cerca del solar que uos, el dicho Domingo Yuannez, auedes so la merçet e so el sennorio del monesterio de Santa María la Real de Burgos”, esto es, el monasterio de Las Huelgas. Este clérigo parece interesado en acaparar el mayor número de propiedades posibles en su aldea natal y si ya en 1273 la abadesa Urraca Fernández le había cedido un solar yermo para que hiciera “una casa paiaça”, en 1288 recibe de su tío Domingo Martínez, capellán de Las Huelgas, todas las casas, huertas y demás pertenencias que tenía en el lugar, tan sólo unos días después de que también adquiriese un prado y un campo comunales a Martín Yáñez y a otros trece vecinos del lugar, vasallos de los monasterios de Las Huelgas, Bujedo y San Cristóbal de Ibeas, que se veían obligados a la venta ante la necesidad de hacer frente a los pechos reales. En este extenso documento, muy interesante por diversos motivos, se habla de “la eglesia que dizen de Sant Iohan Babtista, la qual eglesia es en la dicha Ribiella”, firmando al final como testigos Martín Abad, Martín Pérez y Nicolás Pérez, “clerigos de la dicha Ribiella de la Fuent”. Según L. Serrano el obispo de Burgos ejercía el señorío sobre algunos vasallos a finales del siglo XII, aunque según el Becerro de las Behetrías, a mediados del XIV era lugar de abadengo, “e es del abat de Sant Christoual d´Oueas que auie y por vasallo a el mismo, e el abat de Buxedo que auie y otro vasallo”. Ya debía tener entonces una población muy menguada, aunque en 1414 todavía debía existir pues se habla de una explotación de arenas, propiedad de Bujedo, situada en el pago de Los Huertos de esta localidad. Posiblemente en estos años finales de la Edad Media se consumó su despoblación, siendo conocido hoy el lugar que ocupó con el nombre de Revillasuso. Su antigua iglesia parroquial afortunadamente ha sobrevivido. Es un pequeño edificio construido íntegramente en sillería arenisca, aunque con una concertación un tanto desigual, según los paños. Presenta cabecera compuesta por ábside semicircular y presbiterio recto, seguido de nave única con sencilla portada al mediodía, sin que se conserve ningún elemento que desempeñe la función de campanario, ni rastro evidente de su existencia. Aunque su planta sigue el tipo habitual de los templos románicos, son varias las fases y re f o rmas que se pueden entre v e r, alguna incluso anterior al período artístico que centra nuestro interés. La c u b i e rta es uniforme, a dos aguas, curva sobre el ábside y con un faldón en el lado de poniente. Exteriormente la cabecera es de buena sillería, con un hemiciclo absidal sólido, liso, sin podio, en el que se abren tres ventanas formadas por estrecha saetera enmarcada en sencillo arco de medio punto sin ornamentación alguna y cuya clave toca prácticamente con el alero, aunque re a l m e nte no se puede hablar de clave ni de dovelas en el sentido estricto de la palabra, pues el arco lo forman dos sillare s recortados. La cornisa es de perfil plano, sostenida por once canecillos, cinco de ellos figurados a base de cabezas humanas (dos de ellos), prótomos de toro (otros dos) y de cabra, siendo el resto de triple nacela formando cuñas, similares a los que porta el alero de la iglesia de San Pedro de Arlanza; por último, el can del extremo sur es de simple nacela recortada. Dentro de su sencillez estos canecillos presentan alguna peculiaridad, como es el hecho de que los figurados están tallados en piedra caliza blanca y los de nacelas en arenisca roja, disponiéndose además de forma alternativa, excepto el citado del extremo sur, que se halla en una parte del lienzo que está reconstruida y que sin duda sustituiría a otro figurado. Dos líneas de mechinales, hoy cegados, para colocación de andamios, recorren los muros del ábside, excepto en la parte reconstruida, donde el inferior ha desaparecido y el superior se halla abierto. El presbiterio se conserva en el lado norte según su disposición original, completamente macizo, más ancho que el ábside pero con el alero a la misma altura. La cornisa sigue también el mismo esquema y los cuatro canecillos alternan igualmente los motivos figurados en piedra caliza blanca y los geométricos en arenisca roja. Aquéllos representan a una cabeza humana y una figura sosteniendo un barrilillo a la espalda, mientras que éstos presentan en una caso la triple nacela en cuñas y en el otro un doble bocel. El paño muestra ahora dos mechinales, esta vez descubiertos y correspondiéndose en altura con los del ábside. El lado sur del presbiterio ha sufrido algunos problemas de asentamiento y si en origen ya destacaba menos en anchura sobre el ábside que el lado norte, el desplome de la parte contigua del hemiciclo ha dado lugar a que parezca que ambas estructuras se continúan sin mediar el codillo. La parte superior del muro está reconstruida y el alero románico ha desaparecido por completo. La nave es quizá la parte donde vemos más fases, aunque parece tener la misma planta que tenía ya en época románica. Algo más ancha que el presbiterio, conserva ahora la misma altura, habiendo perdido el alero por completo. En el lado norte el paso desde el tramo presbiterial se hace a través de un contrafuerte prismático que creemos original. En esta fachada hay un primer sector de lienzo de la nave que sigue el mismo tipo de aparejo que la cabecera, incluyendo la presencia de dos mechinales coincidentes en altura con los ya mencionados. Sin embargo, casi inmediatamente, se aprecia una ruptura del lienzo, dando paso a otro aparejo distinto que llega hasta la esquina occidental, también compuesto por sillares, pero ya no tan regulares, dispuestos en hiladas ligeramente sinuosas y a veces con uniones engatilladas. En esta parte hay un pequeño zócalo de mampuesto y en todo el tramo se aprecian sólo dos mechinales, que además no coinciden con la altura de los anteriores, todo lo cual muestra una evidente diferencia con las formas constructivas de la cabecera. En consecuencia, por el despiece de sillares y por la disposición de las hiladas, incluyendo el recurso del engatillado, creemos que este lienzo es prerrománico, muy similar a los que presenta la ermita de San Juan Bautista de Barbadillo del Mercado, situada a unos 25 km de este lugar, hacia el sureste. Incluso parece que hacia la mitad de este lienzo hay otra nueva ruptura, si bien el tipo de aparejo a un lado y otro es exactamente el mismo, lo que nos estaría dando a conocer seguramente es un proceso constructivo en fases dentro de un mismo período, algo que también parece claro en la ermita de Barbadillo del Mercado. Se remata todo con una cornisa de lajas cuadrangulares, sin canes. En la fachada sur se aprecian al menos tres sectores bien diferenciados. El más oriental, que ocupa casi la mitad de la nave, es románico, con sillares regulares y con un mechinal que coincide con los de la cabecera. A continuación hay un pequeño tramo de sillares -e incluso de sillarejo- , no muy bien concertados y que nada tiene que ver con la fábrica románica ni con la pre rrománica, respondiendo seguramente a una re f o rma ya muy tardía. Por último, la p a rte más occidental, donde está la portada, se caracteriza por un aparejo similar al anterior, con sillares y sillarejos no muy bien concertados, aunque la morfología de los bloques es más parecida a los de época pre rrománica; en cuanto a la portada, de tosca factura, es un simple arco de medio punto, un tanto irregular. Este lienzo, e incluso el anterior, bien pudieran ser resultado de una re f o rma llevada a cabo ya en siglos posteriores a la Edad Media. Por lo que respecta al alero, en ninguna de estas tres partes se ha conservado un coronamiento románico, siendo en los dos primeros una simple cornisa de teja y en el tercero de losas de arenisca. La fachada occidental participa en buena parte de las características que creemos prerrománicas. Toda la parte inferior del muro y el esquinal norte parecen originales, con este tipo de aparejo, pero el esquinal sur está prácticamente rehecho en su totalidad, aunque pudieran permanecer inalteradas las hiladas inferiores, e igualmente está reconstruido el sector central superior del muro, donde se ha abierto una ventana rectangular moderna, cuya cronología seguramente haya que equiparar con la reforma que dio lugar a la portada. El muro remata en horizontal, con una cornisa de piezas rectangulares. En el interior la sobriedad es aun mayor si cabe, combinándose la sillería de la mitad anterior con la mampostería de la mitad occidental. La cabecera ha perdido los abovedamientos, que fueron de horno en el ábside y de cañón en el presbiterio, partiendo en ambos casos de una imposta corrida de listel y chaflán. Los tres ventanales repiten el esquema visto en el exterior, aunque con las saeteras abocinadas, mostrando así una apariencia de arco doblado. La imposta que servía de base a las bóvedas se encuentra con estas ventanas a la altura de los salmeres, de modo que sus arcos se abren propiamente en lo que era ya bóveda absidal. Por último cabe señalar la presencia de un bancal recorriendo la base del hemiciclo, que continuaría por los muros del presbiterio, aunque aquí debió ser desmantelado. El arco triunfal ha desaparecido por completo, junto con sus apoyos, seguramente por un derrumbe provocado por el mal asiento de la fachada sur, que abrió los muros y provocó el desplome de este arco y de las bóvedas. Aún se aprecia el lugar que ocupó, reconstruido como simple esquinal o codillo. En la nave se aprecia claramente la parte románica por su fábrica de sillería, que llega hasta la mitad del espacio en ambos lados, incluyendo el bancal de arista abocelada en su base. La mitad posterior es de mampuesto y en el lado sur se llega a ver la jamba de una portada anterior a la actual, situada más hacia oriente. El pavimento es de losas cuadrangulares en la cabecera e irregulares en la nave, cuya cubierta debió ser siempre de madera vista, como es hoy. Resumiendo lo expuesto, resulta a nuestro juicio evidente que el origen de este templo hay que situarlo en época prerrománica remontándose probablemente a esos años de las postrimerías del siglo X en que se documenta por primera vez población en la zona. De esta primitiva construcción se conservaría buena parte del muro norte de la nave y la fachada occidental, aunque ésta con algunas renovaciones. Más compleja resulta la adscripción a este mismo momento de los paramentos interiores de mampostería, pues si por un lado coinciden con los muros prerrománicos por otro también lo hacen con las reformas posmedievales que hemos visto. En todo caso cabría suponer para este primer edificio una vinculación morfológica con el de San Juan de Barbadillo del Mercado, al menos a tenor de las cualidades de aparejo que comparten. En época románica se reforma notablemente la iglesia, sustituyéndose la cabecera y parte de la nave, de modo que en su muro norte sólo se renueva en el exterior un pequeño tramo inicial y prácticamente la mitad en el interior, mientras que en el sur se levanta de nuevo toda la mitad oriental, tanto al exterior como al interior. Es esta fábrica románica una construcción muy bien ejecutada y aunque parca en decoración, es evidente una cuidada disposición de los canecillos, con unas formas geométricas que se relacionan con la iglesia monástica de San Pedro de Arlanza, cuya construcción se fecha en 1080, cronología que nos sirve de referencia para la obra románica de nuestra ermita, que no debiera ser muy posterior. En todo caso hemos de reconocer que esta afirmación se basa en unos elementos demasiado escasos y sencillos y por tanto puede ser perfectamente cuestionable. Una serie de deficiencias estructurales, seguramente relativas a la cimentación, provocaría la ruina parcial del templo, que afectó a los abovedamientos, al arco triunfal y a parte de la fachada sur de la nave, dando lugar a una reconstrucción que tendría lugar en algún momento indeterminado de época moderna, hacia los siglos XVII o XVIII. En definitiva, aunque pequeño y humilde, este edificio encierra no poco interés arquitectónico.