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Panorámica del emplazamiento de la iglesia

Identificador
33590_01_016
Tipo
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Pedro Luis Huerta Huerta
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Santa María de Tina

Localidad
Pimiango
Municipio
Ribadedeva
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
EN LA ACTUALIDAD el conjunto arquitectónico del monasterio de Santa María de Tina se encuentra en una situación de ruina consolidada tras las recientes obras de restauración acometidas en el monumento, y sólo la cabecera de su iglesia conserva la techumbre. La iglesia es, por su parte, el elemento arquitectónico mejor definido del conjunto, ya que conserva todavía la estructura de su planta original, característica de los modestos templos románicos rurales del espacio oriental de Asturias. Esa planta se organiza en una nave de considerable anchura, que está rematada en una cabecera de tres ábsides semicirculares; éstos, por su parte, están precedidos de tramos rectos en todos los casos, y de ellos destaca el central en planta y alzado. En relación con la posible existencia de un primitivo templo prerrománico y su ampliación hacia el Este debe considerarse que la zona de la cabecera, asentada sobre un terreno de acusada pendiente, debió de someterse a obras de acondicionamiento para una cimentación que, hoy, sobresale por encima del nivel del suelo. Además, se adosa al flanco norte del templo un cuerpo de planta rectangular del que sólo se conserva un muro semiderruido; una puerta adintelada daba acceso al mismo desde su lado occidental, y cabe suponer que correspondería a la residencia del religioso o religiosos que ocupaban Santa María de Tina. Por otro lado, varios canes conservados en el imafronte dan cuenta también de la existencia de un pórtico, el típico cabildo de muchos templos rurales de Asturias, que aún estaba en pie a principios del siglo XX según testimonian algunas fotografías de la época, pero que en la actualidad ya no existe. Por su tipología, los restos arquitectónicos más antiguos de la actual construcción se adscriben a una etapa avanzada del románico, quizá de finales del siglo XII. Los muros, construidos a base de mampostería y sillarejo, están bastante retocados, contrastando la pobreza de su paramento con los buenos sillares que se emplearon en los arcos triunfales y en los apoyos del interior. Como es habitual son muy escasos los vanos románicos que calan dichos paramentos, limitándose a tres aspilleras en los muros testeros de las cabeceras y otra saetera más en el muro del Evangelio de la capilla septentrional. En fin, coronando dichos muros se conserva en los aleros de los tres ábsides algún canecillo de perfil en caveto, sin decoración alguna, que dan la impresión de haber sido recolocados en las últimas décadas. De los que pudo haber en los muros de la nave nada se conoce, al haberse perdido su cubierta y sus aleros. En todo caso, los elementos más interesantes de la primitiva fábrica se encuentran localizados en el interior, en la zona de la cabecera. Allí, los tres ábsides conservan tanto los arcos triunfales de ingreso como el abovedamiento románico. Al ábside principal se accede mediante un arco triunfal de rosca apuntada con guardapolvo en nacela que apoya en jambas. Éstas presentan el borde exterior en chaflán y varios huecos en la cara interior, donde seguramente se encajaría algún cancel para separar la capilla de la nave. Está precedido de un tramo recto cubierto con bóveda de cañón, mientras que el tramo semicircular se cubre con soluciones tardías que lo vinculan con algunos ejemplos castellanos. En efecto, esta zona se cubre con una bóveda de horno de despiece concéntrico, reforzada por un nervio plano que, partiendo del centro del testero, llega hasta un arco fajón que separa la cubierta de este espacio de la del tramo recto. A la izquierda del arco de refuerzo que parte del testero hay una ventana aspillera con derrame interno, abocinada. Ambos tramos de bóveda arrancan de una línea de imposta en nacela que se continúa en las impostas del arco triunfal. En cuanto a su interior, el pavimento del ábside principal se eleva mediante dos gradas de enlosado. En fin, no se conserva in situ el ara que estaba adosada al testero: varias piedras esparcidas por la zona dan cuenta de su basamento, y una gran pieza pétrea abandonada frente a la fachada occidental del templo procede quizá de dicho altar, como lo atestigua el loculus que se conserva en su superficie. Como es habitual en otros templos monásticos del oriente de Asturias -caso de San Pedro de Villanueva-, los tres ábsides se comunican entre sí mediante arcos de medio punto, protegidos también por un guardapolvo que llega hasta los salmeres. De ellos, el del Evangelio está muy abierto, fruto quizá de alguna reforma en el piso de la iglesia, de la irregularidad del terreno sobre el que se asienta o simplemente de la impericia del cantero. En fin, esos dos ábsides laterales se comunican también con la nave por dos arcos de medio punto que arrancan de impostas en nacela. Ambos, precedidos también por un tramo recto techado con bóveda de cañón, cubren en su sector oriental con bóvedas de horno que arrancan de líneas de imposta en nacela. En ellos sí se conservan dos aras de piedra adosadas al testero. Ambas capillas se iluminan por pequeñas ventanas con derrame interno. Ya se ha dicho al hablar de la organización de la planta que esta cabecera tripartita no se corresponde con tres naves, sino con una sola, lo que plantea el mismo problema de la iglesia monástica de San Pedro de Villanueva. F. J. Fernández Conde supuso que las obras habrían comenzado por la cabecera triple y que, en una segunda fase, los trabajos se dirigieron hacia soluciones más modestas obligados quizá por problemas económicos o por el respeto a la primitiva construcción, que este autor supone situada a los pies del templo actual. El resultado fue una nave de proporciones poco habituales, que resulta demasiado alta en comparación con su reducida longitud. Esa nave estaba dividida en dos tramos mediante un arco fajón reconstruido en la reciente intervención llevada a cabo en el templo. Dicho arco descansa en pilastras coronadas por impostas prismáticas que se continúan en los muros de la nave, y tanto estas impostas como el despiece del propio arco permiten adscribirlo a la época moderna, quizá a alguna de la cubierta en la época barroca. En consecuencia, el tipo de cubierta original de esta zona de la iglesia no se conoce con claridad, y ha sido objeto de variadas hipótesis; J. M. Gil López, partiendo de la probabilidad de que el templo románico tuviera tres naves, ha sugerido la bóveda de cañón como cubierta de la nave central, a juzgar por el fajón, y bóvedas de arista o techumbre de madera en las naves laterales; por otro lado, F. J. Fernández Conde ha señalado a este respecto que las excavaciones han demostrado que la iglesia actual se cubría con madera y teja, dada la ausencia de contrafuertes, necesarios en el caso de una cubierta abovedada de un espacio de las dimensiones del de Tina. Por nuestra parte, defendemos la hipótesis de la armadura de madera a dos aguas como la más probable para la época románica, que habría sido sustituida por la bóveda en alguna reforma posterior del templo. En fin, el cierre de la nave corresponde a un momento posterior a la época románica. Quizá las obras de construcción progresaron con lentitud o quizá esta zona es fruto de alguna reforma llevada a cabo en época gótica, pero el caso es que la portada occidental presenta un arco apuntado sobre impostas sencillas molduradas, que se corresponde al interior con un arco rebajado y que son más tardíos que el resto del templo. La única estructura arquitectónica añadida a la fábrica medieval de Santa María de Tina es la edificación de época moderna antes mencionada, que se adosa al muro norte de la nave, a la que se accedía mediante una puerta adintelada. Si mantenemos la hipótesis de la adscripción monasterial de la iglesia de Tina, lo más lógico sería otorgar a estas dependencias una función monástica. Sin embargo, debe advertirse que no existe unanimidad en torno a esta interpretación: faltan restos de un claustro, y F. J. Fernández Conde cree que estas dependencias servirían de acogida a quienes acudiesen a la celebración del culto a Tina, mas no como residencia de una agrupación monástica. Sea como sea, el caso es que hoy dicho cuerpo no conserva la techumbre. También parecen de época moderna la espadaña de un ojo que remata el imafronte del templo, y el horno de ladrillo localizado en la esquina derecha de la fachada occidental, ubicado en el interior del antiguo cabildo, que quizá se dedicaba a calentar a los feligreses que se acercaban al templo. Quedan también en el monasterio de Tina varios fragmentos de sepulcros románicos pertenecientes a la iglesia. En el interior del templo, adosado al flanco septentrional de la nave, se encuentra la caja de un sepulcro de piedra, muy deteriorado, con el característico hueco para la ubicación de la cabeza del finado. Recientemente se ha trasladado junto a él una tapa de sepulcro lisa de forma tradicional, que hace unos pocos años se encontraba al exterior del templo, próxima a la estructura arquitectónica adosada al muro norte de la nave. En fin, entre los fondos del Museo Arqueológico de Asturias se custodia la más interesante de las laudas sepulcrales procedentes de Tina, que se puede adscribir al período tardorrománico: una pieza de arenisca de forma trapezoidal, que se decora con dos hileras de dientes de sierra en los bordes de los lados largos y se divide al medio por un tallo ondulante que la recorre de lado a lado. Por último, en la zona del arco triunfal central se conservan restos de decoración pictórica de cronología incierta. De Tina procede, además, uno de los raros ejemplos de imaginería románica del oriente de Asturias, una talla que representa a la Virgen con el Niño y que se custodia actualmente en la iglesia parroquial de San Roque de Pimiango. M. S. Álvarez Martínez ha caracterizado esta pieza como un ejemplo más del grupo de imágenes que muestran a María como trono de Dios (sedes sapientiae) y que se caracterizan por su inexpresividad y falta de consideración entre Madre e Hijo, no apareciendo este último como Niño sino como Sabio Supremo entronizado en actitud frontal en el regazo de la Madre. Por nuestra parte, destacamos en la talla la fuerte simetría bilateral, bien patente en la disposición de los pliegues de las túnicas de ambos personajes y la mirada ausente de la Virgen, a pesar de estar muy repintada; María porta toca y ambos personajes se representan con una sencilla corona formada por un ancho aro. El Niño sostiene el orbe entre las manos, sustitución quizá del libro tras la dudosa restauración que alteró negativamente la imagen. En fin, debe destacarse el gran tamaño de esta talla, casi un metro de altura. En cuanto a su datación, los diversos autores que se han detenido a considerarla la fechan hacia mediados del siglo XII o en la segunda mitad de esta centuria, aproximándola a modelos navarros o aragoneses.
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