Sant Pere d'Ullastret
ULLASTRET
El municipio de Ullastret se sitúa en la llanura aluvial bajoampurdanesa, en la ribera meridional del río Daró. La población se encuentra mayormente concentrada sobre un ligero montículo de unos
A unos
El origen de la población de Ullastret se vincula al mencionado castillo Velloso. Ya en un diploma otorgado a la catedral de Girona por Luís el Piadoso, en el año 834, se cita entre las posesiones donadas un antiguo villarem llamado Celsianum y una villa nova llamada Vellosos, con un castelo suoque termino. En un diploma posterior (899) de Carlos el Simple, hay noticia explícita ya de una villa Uliastreto, junto con las aldeas de Velloso y Castellare, y las ecclesiis Sancti Petri et Sancti Iohannis. Estos antiguos asentamientos se podrían relacionar con las necrópolis del Camp de les Lloses y de los Camps d’en Moma (o de Sant Andreu), que están situadas en las proximidades del Puig de Sant Andreu, al borde del antiguo estanque.
El Castellum Vellosos debió ser abandonado en la segunda mitad del siglo x, pues deja de evocarse en la documentación. Desde entonces la villa de Ullastret destaca sobre el resto de lugares de su entorno, donde también se incluye la iglesia de Sanctis Andree. El lugar fue codiciado tanto por los condes de Empúries como por los de Barcelona-Girona, saliendo éstos últimos vencedores en un pleito de 1018, donde se discutía una donación del mismo año, en la que la condesa Ermessenda había otorgado a su hermano, el obispo Pere Roger de Girona, un alodio en Ulastred et in Vellosos et in Tres Miseros. Ésta documentación aporta el curioso dato de que el territorio contenía los mismos límites que actualmente corresponden al municipio. No obstante, según testa el conde Ponç I de Empúries en 1078, des del siglo xi la zona perteneció al dominio de los condes emporitanos, convirtiéndose en un punto significativo de la organización territorial de la llanura ampurdanesa, cuyos vecindarios –que paulatinamente dejan de mencionarse en la documentación– fueron agrupados alrededor de la parroquia y del castillo de Ullastret.
Este castrum de Oleastreto aparece mencionado por primera vez en 1225, año en el obispo de Gerona lo adquiere del conde Hug IV de Empúries como garantía de un convenio. El término y la parroquia del lugar son mencionados durante los siglos xiii y xiv en relación a los obtentores de sus diezmos, y en éste último siglo el castillo consta como uno de los que se construyeron en el condado de Empúries, durante el año 1309, avalando el proyecto matrimonial entre Ponç Hug V de Empúries y Elisabeth de Sicilia, hija ilegítima de Federico II de Sicilia, cuyo enlace tuvo lugar en 1313. Durante la etapa de enfrentamientos entre su padre, el conde Ponç Hug IV de Empúries, y el rey Jaime II, las tropas reales acometieron Ullastret en 1311, y a finales de siglo el lugar sería nuevamente tomado por los soldados de Pedro el Ceremonioso. En el siglo xv, el castillo estuvo sucesivamente bajo el poder de las familias Santfeliu, Margarit y, finalmente, Senesterra, dinastías emparentadas entre sí. En el siglo xvii Ullastret encabezaba la real alcaldía que comprendía los pueblos vecinos de Llabià, Serra de Daró y Casavells.
Declaradas Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN) en 1949, las murallas del antiguo castillo de Ullastret abrigan todavía gran parte del núcleo urbano. Forman un espectacular conjunto de diez torres, una semicircular y el resto rectangulares, que flanquean los gruesos muros ataludados y aspillados. El conjunto se corresponde con la obra tardomedieval, fechado entre los siglos xiii y xvi.
Iglesia de Sant Pere
Sant Pere de Ullastret, así como Sancti Johannis y Sanctis Andree, aparece citada por primera vez en el mencionado precepto real de Carlos el Simple, del año 899, donde el monarca confirma varias posesiones a un matrimonio particular. Riquilda, vizcondesa de Narbona, en una venda del año 949, adjudica al conde Gausfred de Empúries unas tierras de Ullastret en las que constan las iglesias dedicadas a San Pedro, San Juan y San Andrés, y donde no acaba quedar claro si se trataba de una edificación de triple advocación o de tres edificios independientes.
Más adelante, la parroquia de Ullastret se documenta en el año 1251, momento en el que los condes ampurdaneses convierten el lugar en un núcleo administrativo, una vez iniciado el crecimiento económico y demográfico de los siglos xii y xiii. El templo aparece mencionado en las Rationes decimarum gerundenses de los años 1279 y 1280, así como en los nomenclátores diocesanos de los siglos xiv (hay noticia de la elaboración de un retablo en 1396, donde se alude a un altar dedicado a san Juan) y xvii. Asimismo, en una visita pastoral de 1420, la iglesia de sancti Petri de Hullastret aparece como la primera parroquia visitada por el obispo, en cuya acta se menciona el altar mayor y los dedicados a santa María, san Juan y san Lorenzo; también se visita la capilla de Sant Andreu, dicte parrochie extra dictam parrochialem ecclesiam, que disponía entonces de dos beneficios simples. En la actualidad, mientras la iglesia de Sant Pere mantiene la función parroquial, la ermita de Sant Andreu de l’Estany (documentada desde el siglo xiii hasta el xviii) está desacralizada; alberga la colección museística de la sede, en Ullastret, del Museu d’Arqueologia de Catalunya.
La iglesia parroquial de Ullastret exhibe una magnífica arquitectura de planta basilical de tres naves –siendo la principal de mayores proporciones– encabezadas por sendos ábside de tambor y absidiolas semicirculares. Aunque conserva su aspecto arcaizante, el edificio está configurado por diversas estructuras pertenecientes a varias etapas constructivas, formando una fábrica de notables dimensiones. A parte de dichas modificaciones históricas (entre las que, entre otros elementos, se debe incluir la adición de capillas laterales y una sacristía en el presbiterio meridional, todas de fractura tardía), durante los últimos cincuenta años el templo ha sido intervenido, restaurado y consolidado en diversas ocasiones, por lo que, entre otras cosas, actualmente todos sus muros lucen al interior su aparato constructivo –exceptuando las bóvedas de las naves y algunos puntos del coro, el nártex y las capillas laterales, generalmente cubiertos por un revoque claro.
Las modificaciones también se evidencian a occidente, donde la fachada principal de la iglesia presenta una puerta de entrada enmarcada con tracería clasicista, fechada en el dintel en 1737 –y, en cuyo interior, todavía se adivinan los vestigios de la pretérita puerta–, culminada por un sencillo rosetón de la misma factura. Culmina la composición de la fachada una renovada y monumental espadaña, consolidada por un tejado a doble vertiente y abierta mediante dos pares de vanos para las campanas, de tamaño distinto, los centrales de mayor tamaño. El sector derecho del frontis presenta un acabado irregular y queda truncado a media altura, ya que se desestimó su integración cuando se renovó la espadaña. Por ese motivo, actualmente se perciben los restos de la escalera de piedra de acceso a ésta, situadas en su tramo más meridional. A ambos lados de la fachada se abren dos aspilleras coronadas por pequeños arcos monolíticos, y en los extremos del muro los rastros de sendas lesenas angulares, que nacen de un engrosamiento algo irregular de la zona inferior del muro. Los cambios e irregularidades en el paramento permiten intuir la dimensión y el formato de la fachada primitiva, que debió ser notable.
A medida que se avanza hacia oriente, el aparato constructivo exterior de la iglesia aparece articulado con los elementos característicos del primer románico meridional. Ésta decoración asoma por los muros laterales, por encima de capillas laterales y sacristía, en series de cuatro arquillos ciegos –que descansan sobre ménsulas austeras y sobre los que transcurre una cornisa biselada– separados por lesenas; sobre la sacristía adosada al Sur, una gran ventana abocinada, en arco de medio punto, se abrió posteriormente en medio de uno de los grupos de arcuaciones.
El mismo tipo de decoración se desarrolla en la cabecera, que consiste en un ábside principal de cierta profundidad flanqueado por dos pequeños absidiolos, todos de perfil semicircular y apoyados en un zócalo. El esquema decorativo varía ligeramente: en el absidiolo norte hay una moldura seguida de seis arquillos ciegos dispuestos entre dos lesenas marginales; en el meridional, el muro queda partido en dos tramos por una lesena central, con tres arcuaciones ciegas por costado (En la base del muro donde se dispone la serie de tres arquillos hay el arranque de otra lesena que, junto con la mayor luz del arquillo central, evidencia un cierto cambio en el planteamiento decorativo). En el muro central de ambas absidiolas se abre una estrecha ventana de arco monolítico.
Por su parte, el friso del hemiciclo central está distribuido en tres series de cuatro arquillos ciegos, apoyados sobre sobrias ménsulas (una de las cuales, en el centro, presenta una decoración lineal muy erosionada, a base de incisiones) y comprendidos entre lesenas; las dos centrales van coronadas por pequeñas impostas, una de ellas –parcialmente quebrada– decorada con una cenefa de esquemáticas hojas lanceoladas. En la parte inferior de la misma faja se emplaza una piedra inscrita con unos caracteres muy desgastados (como sucede con otros dos de la banda del lado norte, casi imperceptibles), suponiéndose su naturaleza íbera y procedentes del colindante poblado del Puig de Sant Andreu. Tres ventanas de arco de medio punto abocinadas –de derrame simple al interior–, marcadas con pequeñas dovelas, dan luz al presbiterio interior, situándose cada una en cada grupo de arcuaciones del ábside. Encima de éste y de los absidiolos discurre una cornisa biselada sobre la que se postran los tejados cónicos, debidamente consolidados; bajo ellos todavía se pueden distinguir los vestigios de las losas que cubrían la fábrica.
El resto de la iglesia va resguardado por un tejado a dos aguas, desde el que sobresalen los aleros que cubren los añadidos posteriores. En el hastial oriental de la nave central, se abre un pequeño óculo, y sobre éste se alza un moderno esconjuradero turriforme, de planta cuadrangular y tejado a cuatro vientos –cuya puerta de entrada fecha de 1621; se accede mediante un paso pavimentado que transcurre por la divisoria de aguas de la cubierta del templo, y en cuyo acceso aparece un escalón realizado a partir de una imposta de caveto reutilizada.
Al interior, se percibe la desproporción entre el ábside y las pequeñas absidiolas laterales, aunque los tres elementos comparten una línea de imposta –biselada la del hemiciclo central y de nacela la de los laterales– que separa el paramento vertical de la bóveda semicircular. El ábside mayor incluye un corto tramo presbiterial recto, que se abre mediante un arco triunfal de medio punto cuyas pilastras coronan las correspondientes impostas. La misma solución presentan los ábsides laterales, abriéndose los tres módulos a sus naves pertinentes. Esta van cubiertas por bóvedas de cañón, sustentadas por dos arcos fajones de semejante morfología (el arco fajón más occidental de la nave Sur, presenta una deformación que rompe con el medio punto) y descansando a su vez sobre pilastras, exceptuando los de la nave principal, que, debido a las reformas modernas, se apoyan sobre impostas y pilastras seccionadas a modo de ménsulas. Una línea de imposta biselada recorre los muros laterales, que convergen ligeramente hacia la cabecera: mientras que la nave central es de planta rectangular, las colaterales se estrechan a medida que se avanza hacia el Este, de modo que la planta del edificio es, en realidad, de tendencia trapezoidal.
Originalmente, las naves se comunicaban entre sí mediante tres arcos formeros de medio punto que apeaban sobre pilares cruciformes, de los que también arrancaban los fajones. Sin embargo, en una de las reformas acometidas entre los siglos xvi y xviii, además de construirse, como se ha dicho, las capillas laterales (tres en el lado del Evangelio, dos en el de la Epístola) se abrió una gran arcada rebajada por lado, cuya amplitud eliminó los arcos originales más próximos a la cabecera (quedan algunos vestigios); los arcos del sector occidental quedan parcialmente tapados, hoy, por el coro elevado, también vinculado a las reformas modernas.
La mayor parte de la fábrica de la iglesia dispone de un aparejo constructivo a base de sillería de arenisca, de morfología algo diversa, generalmente escuadrada, unida entre sí con mortero de cal formando hiladas regulares. Las bóvedas se cimentaron con simples losas pequeñas, mayormente colocadas de forma longitudinal, en las naves, y en ristras concéntricas en las cúpulas absidiales. Por sus características constructivas, Sant Pere de Ullastret puede clasificarse en la tipología de iglesias de planta basilical de la primera mitad del siglo xi o mediados del mismo. La combinación de las fórmulas del primer románico meridional con ciertos elementos de la tradición local anterior, de base tardocarolíngia, proporcionan al edificio un carácter distintivo, observándose algunas particularidades poco frecuentes en la arquitectura catalana del siglo xi. En este sentido, la iglesia de Ullastret puede equipararse con otras edificaciones religiosas de la época, tanto en el Empordà como en las comarcas septentrionales (hoy francesas) del Rosselló y el Vallespir. Guarda relación, por ejemplo, con Sant Quirze de Colera, Sant Joan de Palau-saverdera, Sant Miquel de Fluvià o Santa Maria de Cervià (Gironès), entre otras.
Conjunto de impostas y sillares esculpidos
La iglesia de Ullastret contiene un curioso conjunto de sillares decorados, mayormente impostas, encastados en los muros del interior. Se trata de una serie de piezas esculpidas en un relieve bajo, con una interesante variedad ornamental, que se distribuyen algo irregularmente en las naves, sobre todo en el sector occidental, que incluye el espacio ocupado por el moderno coro. Hay dos tipos distintos de relieves: los decorados con motivos estrictamente ornamentales, de tipo geométrico o vegetal; y los que contienen elementos figurativos tanto de tipo zoomorfo como antropomorfo, que se sitúan en la mencionada zona del coro, es decir en el extremo oeste de la iglesia.
Una primera serie de impostas se sitúan a los pies de la nave. En la pilastra situada en el primer arco formero del lado sur, una primera imposta muestra, en su cara frontal e inferior, un relieve de espacios cuadrangulares donde se alternan cruces en aspa –formadas por dos cintas cruzadas– con motivos estriados. Hay dos impostas en el pilar de sustentación del arco fajón occidental de la nave sur, una con entrelazos y otra con un ajedrezado. Otra imposta más, en el arco formero occidental de los pies de la nave norte, dispone de sencillas molduras resaltadas horizontalmente, mientras que su compañera de enfrente ostenta un opulento relieve frisado fitiforme, cuyos tallos y ramificaciones acabadas en hojas y volutas ocupan todo el espacio del bisel, en tanto que en el filo superior muestra un bajorrelieve ondulante.
Asimismo, se hallan algunos sillares ornamentados en diversos lugares del templo, aparentemente dispuestos de manera descontextualizada o sin intención. En el exterior destacan dos bloques rectangulares, colocados, uno encima del otro, en el muro sur (que corresponde a la capilla lateral occidental). El superior, enmarcado por una fina moldura perimetral, contiene un friso en relieve de seis ondas o meandros tallados en una franja de gres de pigmentación carmesí. El inferior, de material arenoso, es decorado por una cenefa formada por dos cordones planos y ondulantes, enlazados de manera horizontal para formar una serpentina o trenzado.
Un motivo similar, pero de factura más delicada, aparece en un sillar del interior de la iglesia, encastado en el intradós del pilar occidental del arco formero del lado del Evangelio; en su superficie se esculpe un cordón liso sinuoso, que se entrelaza horizontalmente, formando una cenefa o trenzado de una sola soga. En el sector de la nave principal del mismo arco surge, entre el paramento próximo a las dovelas, un pequeño fragmento de piedra con una decoración incisa aparentemente ovulada, como si de una serpiente enroscada se tratase.
En el intradós del arco fajón situado en el extremo oeste de la nave principal (junto al coro) se dispone el conjunto de piezas con relieves figurados. Son cuatro sillares dispuestos y tallados a modo de imposta de nacela, con sendos relieves cuya temática, según algunos autores, ofrece con un discurso iconográfico en común. Así pues, dicho arco descansa parcialmente sobre unas impostas –por banda– en cuyo lado aparecen otras de características similares, pero de mayores dimensiones y más sobresalientes, que ayudan a las anteriores a sustentar una parte de la arcada. Es posible que ésta irregularidad posicional se deba a la intención de representar la temática esculpida, como si se hubiese forzado la situación de las impostas para contextualizar arquitectónicamente la iconografía. Asimismo, se produce una curiosa anomalía constructiva en dicha zona, ya que el arco fajón aparece desplazado de sus correspondientes pilastras, visiblemente eliminadas del muro –tal vez durante las reformas modernas vinculadas a la erección del coro– y de las que restan algunos vestigios que surgen de las impostas.
En el conjunto del lado del Evangelio, la imposta más occidental presenta un relieve zoomorfo de un león o felino yaciente. De cabeza redonda y desproporcionadamente pequeña, tiene los ojos y la boca incisos, mientras que la nariz aparece en relieve, como si de una máscara antropomorfa se tratase. El resto de atributos –pezuñas, crin y demás pelo, y el perfil de los cuartos delanteros– está configurado a base de austeros trazados incisos, bien marcados.
En la imposta pequeña situada inmediatamente a su lado, aparece una faz antropomorfa en la que son visibles también los brazos, que surgen de la parte superior de ésta y que sustentan un instrumento musical (un aulós o un caramillo, evolución medieval del primero). La visión frontal de la figura hace que desde la boca salga el instrumento, que se bifurca sustentando cada cuerno con una mano, situada en el extremo. Continúa siendo patente la simplicidad y el esquematismo de la imagen, que ostenta unos atributos faciales de cierto relieve.
En el lado Epístola, la imposta mayor está dotada de un austero relieve con la representación de dos sirenas-pez andróginas o hermafroditas, vistas en perspectiva frontal, con las colas curvadas diagonalmente y llevadas hacia la parte superior central de la composición, a la altura de sus cabezas. Los brazos y las cabezas de las criaturas tocan el resalte superior de la imposta, en acción de sustentarla, o puede que representando algún tipo de movimiento. Las testas son masculinas y alargadas, presentan cierta alopecia, y su fisonomía se resuelve, parcialmente detallada, en ojos y cejas prominentes, y nariz y boca pequeñas. Asimismo están definidas las manos que, aunque rudas, llegan a visualizarse los detalles de algunas de sus uñas. La morfología plana de sus cuerpos y la textura lisa de la cola, que finaliza en una aleta triangular contrasta con la representación de los pechos, efectuados mediante unas incisiones que dibujan, en la figura de la derecha, unos senos grandes y caídos, mientras que la de la izquierda los exhibe pequeños y circulares; ello debe corresponder a la figuración de una sirena vieja y una sirena joven, respectivamente.
En la pequeña imposta yuxtapuesta a la anterior, en perspectiva frontal, aparece un ave con las alas extendidas. En las zonas correspondientes al plumaje del animal, la piedra ha sido debidamente tallada con tal de representar su textura a base de un tupido trazo geométrico. El animal debe identificarse con una paloma o, más probablemente, con un águila, que quizás aparece como emblema cristológico.
No queda claro si la particular disposición, en Ullastret, del conjunto de esculturas, deriva de las reformas que ha sufrido el templo. La historiografía ha planteado la posibilidad de la existencia de una portada primitiva, luego desaparecida, cuyos elementos se habrían reinstalado luego en el interior de la iglesia, lo que explicaría la curiosa distribución. Aun así, es cierto que la decoración de arcos fajones y formeros próximos a la entrada no es infrecuente en el románico, siguiendo la idea profiláctica de marcar el paso de los fieles terrenales hacia el lugar sagrado; hay un ejemplo cercano en la iglesia altoampurdanesa de Miquel de Fluvià. De hecho, la colocación actual de las piezas figurativas permite reconocer un mensaje iconográfico conjunto. En opinión, por lo menos, de J. Badia i Homs, las impostas –leídas en el mismo orden en que se han descrito– refieren a una señal redentora destinada a los fieles, en la que se expresa la protección divina.
Cabe señalar, des de una óptica más general, que la presencia de escultura arquitectónica es frecuente en la franja nororiental de Cataluña durante el siglo xi, con ejemplos notorios en Sant Andreu de Sureda, Santa Maria d’Arles, Sant Pere de Rodes, o Sant Miquel de Fluvià; en cambio, en el resto del territorio catalán dichas manifestaciones son escasas hasta bien entrado el siglo xii. Los relieves de Sant Pere de Ullastret se han vinculado, en particular, a una influencia rosellonesa, comparándolos con la primitiva escultura de la abadía benedictina de Sant Martí del Canigó, fechada en las primeras décadas del siglo xi.
Lipsanoteca
Desde mediados del año 1979, el Museu d’Art de Girona contiene una lipsanoteca procedente de la iglesia de Sant Pere de Ullastet (MDG0054). Se trata de una doble pieza ovoide de madera pulida, con caras torneadas y de sección cilíndrica disminuida en los lados, cuya cónica tapa contiene un pequeño pomo torneado. El conjunto presenta unas dimensiones de 10 cm de alto y 58 de diámetro. El recipiente, de morfología abombada similar a la de una bota o barril, muestra un sutil ornamento a base de finas incisiones que siguen la sección circular de su diámetro –dotándolo de cierto perfil escalonado–, combinando diversos niveles de relieve, mientras en su base aparecen un par de surcos más compactos a modo de zocolada. La tapa, de forma cupular –con una cierta irregularidad–, culmina con un pequeño pomo parcialmente mutilado, y sigue la línea decorativa del recipiente. La unión se lleva a cabo mediante un encaje efectuado en la tapa para su adaptación a la boca del receptáculo.
Por sus características y simplicidad, la pieza ha sido fechada en un margen cronológico entre el siglo xi y xii, aunque la falta de documentación y de reliquias hace difícil precisar el momento de su colocación, sea donde fuere.
Texto y fotos: Ana Victoria Paul Martínez – Planos: Nuria Picas Contreras
Bibliografía
Badia i Homs, J., 2008, pp. 5-24; Canal i Roquet, J. et alii, 2005, pp. 5-54; Catalunya Romànica, 1989, VIII, pp. 332-338; Codina i Falgàs, F. et alii, 2006, pp. 33-65; Joly, D., 2010, pp. 493-496; Marquès i Planagumà, J. M., 1996a, pp. 35-67; Rodríguez López, M. I., 1998, pp. 42-51.