Sant Feliu de Beuda
BEUDA
La villa de Beuda se ubica al noreste de la capital provincial y a tan sólo 5 km de Besalú, en un terreno agreste que se extiende desde el macizo montañoso de la Mare de Déu del Mont hasta el valle del río Fluvià. Dista 36 km de Girona, que se recorren por la C-66 hasta llegar a Besalú. Desde allí se debe proseguir por una carretera local que, tras dejar atrás Lligordà y Palera, conduce hasta el centro de la población de Beuda. Forman parte del municipio los vecindarios de Lligordà, Palera y Segueró.
Las primeras noticias de la villa no se documentan hasta plena Edad Media. El lugar es mencionado por vez primera en el año 922 como Bebita. Años más tarde, en el 1004, el obispo Ot de Girona reclamó al conde de Besalú Bernat Tallaferro la posesión de la parroquia de Sant Feliu fundada in ville Beutte. A partir de este momento, la villa aparece en la documentación bajo formas diferentes. En el testamento del conde Bernat Tallaferro del año 1021 es citada como castro Beuda, mientras que en menciones posteriores aparece como Bevita (1027) y Belda (1362).
La historia de Beuda está íntimamente relacionada con la del vizcondado de Bas, una de las jurisdicciones feudales del condado de Besalú. La familia poseía la fortaleza (1002) hoy conocida por el mas Queixàs, la cual involucraba la fortaleza del Castellot, en la cima del cerro que domina el pueblo. En el año 1070 el Castellot pertenecía a Arnau de Llers, señor de Rocabruna. Tras consumarse el matrimonio entre su hija Ermessendis y Bernat Udalard, vizconde de Besalú y señor de Montrós, el castillo quedó segregado a la casa de Llers e incorporado a la casa vizcondal de Besalú. En el testamento de la vizcondesa Ermessendis (1119), los castillos de Beuda (castrum Beuda) y Montagut pasaban a su nieto Udalard II. En el año 1126 la propiedad es del senescal Guillem Ramon de Montcada, concedida por el conde de Barcelona Ramon Berenguer III.
Iglesia de Sant Feliu
La iglesia de Sant Feliu preside el núcleo antiguo de Beuda, situado a 338 m de altitud en un paraje de gran belleza natural a los pies del macizo del Mont.
Eclipsada por el cercano monasterio del Sant Sepulcre de Palera, son pocas las noticias conocidas de la iglesia de Sant Feliu. Las primeras menciones documentales del templo nos remiten a principios del siglo xi, concretamente al año 1004, cuando el obispo Ot de Girona reclama al conde Bernat Tallaferro de Besalú la posesión de la parrochia Sancti Felicis cujus domus est fundata in villa Beutte. Algunos decenios después, el templo (Sti Felicis de beuda) figura entre las iglesias que, tras ser retenidas injustamente, fueron restituidas al obispo de Girona Berenguer Guifré por la condesa Ermessenda de Barcelona. Ya en la centuria siguiente, en el año 1148, Ramón, abad de Sant Llorenç del Munt, hizo donación en permuta al prior Bernat de Santa Maria de Besalú, del cortijo de Serrat, en la parroquia de Sant Julià de Ribelles, a cambio de otro situado en la parroquia de Sant Feliu de Beuita, llamado Castellar.
Tras estas primeras noticias conocidas, un largo silencio documental envuelve al edificio en los años siguientes. Debemos esperar hasta finales del siglo xiii para hallar nuevas menciones al templo. A finales de la centuria, en los años 1279 y 1280, figura en la relación de iglesias que estaban obligadas a contribuir con el diezmo al mantenimiento de las cruzadas. La documentación de finales del siglo xiii, así como la posterior, nos revela la iglesia no había perdido la parroquialidad. Así consta en los nomenclátores de la diócesis de Girona, donde es designada como Ecclesia parrochialis sancti Felicis de Beuda.
No conocemos nada de lo que fue la iglesia de inicios del siglo x, la existencia de la cual es corroborada por el documento al que nos hemos referido con anterioridad (1004), en el que el conde Bernat Tallaferro cedió al obispo de Girona la posesión de la iglesia de Sant Feliu.
La iglesia muestra en planta una articulación verdaderamente canónica en el marco de la arquitectura de entre finales del siglo xi y el primer cuarto del siglo xii en la zona de Besalú, con planta basilical de tres naves, rematadas por sendos ábsides semicirculares, sin transepto u otros elementos que rompan la simplicidad de su concepción. La nave central, de mayores proporciones, es separada de las laterales mediante dos gruesos pilares de sección rectangular. La tipología planimétrica del edificio se puede vincular con la iglesia del Sant Sepulcre de Palera (consagrada en 1086), mientras que en alzado hay relación con Sant Vicenç de Besalú. No en vano, en la iglesia de Sant Feliu hallamos una planta irregular, más angosta en los pies, cuyo estrechamiento es especialmente acusado en la nave norte.
La cubierta de la nave central se resuelve mediante bóveda de cañón, mientras que las laterales se cubren con sendas bóvedas de cuarto de esfera. Todas ellas descansan sobre pilares macizos de planta rectangular que dan pie a los dos arcos de descarga que separan las naves.
La cabecera que hoy remata la nave en su extremo oriental presenta una estructura tripartita. El ábside central, sobrealzado, presenta dos arcos en gradación, hasta los cuales llega la línea de imposta que recorre el perímetro mural de la nave central. Asimismo, en el semicilindro absidal hallamos una sencilla ventana rectangular, sin adorno. El resto del ábside es completamente liso, sin contrafuertes ni ornamentación alguna. Por otro lado, en cuanto a las absidiolas laterales, éstas se cubren mediante bóveda de cuarto de esfera, presentando dos arcos cuya articulación no presenta interrupción alguna. Análogas a la ventana absidal son las dos del muro meridional de la nave.
Durante las obras de restauración acaecidas entre 1987 y 1991 se eliminó la sacristía construida en el lado sur de la iglesia y se reconstruyó la ventana románica que estaba oculta. También se rehabilitó el tejado, se limpió la piedra del interior del templo, se destruyó la pared del cementerio que ocultaba parte del ábside norte y se actuó en el campanario, donde se substituyó la estructura de envigados de madera de los dos pisos de la torre por otra de vigas y arcos de cemento y se abrieron las oberturas superiores, que habían estado cegadas.
El aparejo constructivo de la iglesia es bastante irregular, compuesto de sillares escuadrados de pequeñas dimensiones, agrandándose en los ángulos. Esta pulcritud del paramento tan solo es interrumpida por la cornisa de dientes de sierra que corona el ábside central, un recurso ornamental utilizado frecuentemente en iglesias de la zona como Sant Feliu de Rocabruna y Santa Maria de Segueró. En lo que concierne a las aberturas del edificio, hay que sumar a la absidal otras ventanas, dos ubicadas en el muro sur y otras tres encima del acceso occidental.
La portada, abierta en el muro sur, se resuelve a partir de tres arquivoltas lisas que apoyan sobre jambas y un par de columnas con capiteles. La solución recuerda a puertas de estructura sencilla emplazadas en el territorio del antiguo condado de Besalú, como las iglesias de Sant Miquel de Bassegoda y Sant Martí de Corsavell, con las que guarda ciertas particularidades. No en vano, en Sant Feliu, la segunda arquivolta apea en dos columnas con sus respectivos capiteles, un recurso ausente en las iglesias anteriores. En relación a ello, el análisis arquitectónico de la portada sugiere la idea de que ésta presentara un origen una estructura adovelada sin columnas, al modo de Sant Martí de Corsavell, a la que en un momento posterior se añadirían capiteles y columnas, ambos reaprovechados. En cualquier caso, los capiteles de Beuda, decorados tanto con motivos figurados como vegetales, nos han llegado tan deteriorados que resulta difícil identificar las escenas que acogen. El capitel de la izquierda, de estructura tronco-piramidal, presenta la cabeza de un animal provisto de largos cuernos y orejas diminutas. A tenor de lo conservado, no sería arriesgado identificar la figura con una cabeza de un bóvido, sin duda un toro. En el cimacio hallamos un motivo ornamental a base de cintas entrecruzadas, un recurso que se repite en el parte inferior del capitel debajo de la cabeza animal. La columna, reaprovechada, está formada por dos fragmentos. La base, un poliedro cuadrado en avanzado estado de degradación, presenta una especie de roseta o un carro de sol. En el capitel del lado derecho, coronado por cimacio ajedrezado, apreciamos los restos de un animal identificado con un pájaro. La cara interior presenta una especie de roseta.
Por último, la puerta de madera conserva un rico trabajo de hierro forjado con cintas horizontales decoradas en sus extremos por espirales. Cabe destacar la decoración del pasador de la puerta, rematado por la cabeza de una serpiente. La composición nos remite a los pasadores decorados con cabeza animales que aparecen frecuentemente en iglesias de la Garrotxa, pudiendo citar como ejemplo más próximo la puerta de Santa Anna de Argelaguer.
No corresponde al planteamiento primitivo del edificio la torre campanario adosada a los pies de la iglesia, de planta cuadrada y con dos niveles de arquerías en cada uno de sus lados. El actual cuerpo debió sustituir el campanario de espadaña original. El resto de la volumetría externa se completa con la presencia de una escalera adosada al muro oeste que da acceso al campanario.
En cuanto a la cronología del templo, si admitimos las relaciones con la morfología arquitectónica del Sant Sepulcre de Palera, consagrada en 1086, resulta altamente probable que el edificio fuera realizado en el último decenio del siglo xi o los primeros años de la centuria siguiente.
Pila bautismal
No podemos dejar todavía la iglesia sin referirnos a la excepcional pila bautismal conservada en el interior del templo, que constituye el elemento más llamativo de la iglesia de Sant Feliu.
La pila, en buen estado de conservación y situada en la capilla lateral de la cabecera, presenta una copa troncocónica de 132 cm de diámetro por 110 de altura. Decora la copa un friso que, por su calidad e iconografía, hace de esta pieza una de las pilas románicas más interesantes de las conservadas en Cataluña. El borde inferior aparece decorado con unos motivos florales tratados con esquematismo. Se trata de cuatro palmetas compuestas de cinco hojas alargadas y lanceoladas cada una, unidas por una moldura única en la base. Aunque las hojas y las flores a menudo sólo son decorativas, también pueden tener un simbolismo paradisíaco. Un ejemplo de este simbolismo es la pila bautismal de procedencia italiana conservada en el Museo Arqueológico Nacional, profusamente decorada con temas vegetales que evocan la vida placentera en el Paraíso antes de la caída de Adán y Eva.
En el perímetro de la copa encontramos una serie de figuras bajo arquerías que descansan sobre columnas rematadas por rústicos capiteles. Esta disposición de arcos que apean sobre columnas rematadas por capiteles es una constante del léxico escultórico de varias pilas hispanas. Entre los diversos casos, podemos citar a título de ejemplo la pila bautismal de San Martin de Artaiz (cuya taza se decora con una arquería sobre dobles columnas) o la custodiada en la de la Virgen de la Peña de Ágreda (Soria). Se ha tendido a interpretar las arquerías que presiden frecuentemente las pilas hispanas como una alusión a las puertas de la Jerusalén Celeste, nuevo lugar para el hombre que surge de las Aguas de la Vida. En cualquier caso, tanto las puertas como las arquerías parecen evocar la idea de tránsito, de paso a través del cual se producen las transformaciones espirituales. Las arquerías también pueden aludir al paraíso si sus enjutas, columnas o arcos poseen decoración vegetal, ya que para el hombre medieval el Edén se consideraba un lugar idílico.
En el friso se narran diversas escenas. En primer lugar, aparece un sacerdote, provisto de larga barba, túnica y capa. Su actitud es estática, en posición frontal y porta un objeto identificable con un libro. A continuación, se dispone una figura femenina desnuda, provista de larga cabellera, atacada por una serpiente a la que intenta detener con el brazo izquierdo. Una escena similar aparece en la siguiente arcada, aunque en este caso la figura femenina desnuda presenta las manos unidas en el pecho mientras la serpiente muerde su oreja. Mucho más problemática es la captación de la siguiente escena, donde presumiblemente se representaron dos figuras, una masculina y otra femenina, enfrentadas.
En nuestra opinión, y de acuerdo con explicaciones propuestas para grupos semejantes, cabe relacionar las mujeres atacadas por serpientes con el pecado de la Lujuria. Conviene recordar, en este sentido, que la serpiente es invariablemente presentada como una figura hostil asociada a las fuerzas del mal, el pecado y la tentación. Ya en el Génesis se asimila al diablo presentándose a Eva para ofrecerle el conocimiento, lo que origina la expulsión del Paraíso. Esta interpretación parece estar especialmente indicada para la pila de Beuda cuyas figuras podrían ser una alusión al Mal, que resulta definitivamente vencido tras la recepción del sacramento que es dispensado en el bautismo.
Ésta temática fue elegida para proporcionar un mensaje escatológico y salvífico, directamente relacionado con la redención del pecado a través de las aguas bautismales. En la Biblia aparecen definidos los dogmas fundamentales del sacramento bautismal: el bautismo como participación del fiel en la Muerte y Resurrección de Cristo, y como “nacimiento” espiritual que posibilita el retorno al Paraíso. Los repertorios ornamentales desplegados sobre las pilas medievales recogieron esa teología seleccionados sobre las pilas por su capacidad para ilustrar sobre los diversos aspectos del dogma bautismal resumiendo la esperanza en la salvación de la Humanidad.
Esta línea interpretativa justifica la presencia de un sacerdote en la primera de las arcadas de Beuda, como oficiante del rito del bautismo. En la pila bautismal de Osornillo (Palencia) vemos un sacerdote que oficia la ceremonia con el sacramentario en las manos, en una composición análoga a la de Beuda. Igualmente, en Itero Seco (Palencia), junto al bautismo de un varón adulto están situados un sacerdote-identificado por la tonsura- y un segundo personaje que vista de modo similar y sujeta el libro. En este mismo aspecto, llama poderosamente la atención la pila bautismal de Guardo (Palencia), donde hallamos dos ventanas a modo de capitel doble. En la primera, hallamos un hombre tocándose sus subyacentes partes; en la otra, una mujer desnuda ofreciéndose a un monje. Más interesante es la escena representada en el friso inferior de la copa, donde se representaron dos figuras desnudas –una masculina y otra femenina– abrazadas, en una actitud muy similar a la composición que preside la última de las arcadas de Beuda. Si bien no existen propuestas para la identificación de las figuras palentinas, la escena de Beuda puede relacionarse con la celebración del sacramento del bautismo, ya que ambos personajes están cubiertos por unas cintas ondulantes que evocan el agua sagrada. Ciertamente, el tema del bautismo aparece de forma recurrente en la plástica hispana. La pila de San Pedro en Gumiel de Mercado (Burgos) muestra a un niño depositado en el interior de una pila pedunculada mientras recibe el sacramento dispensado por un sacerdote con la jarra en una mano y la cruz portátil en la otra. Gabiñe Bilbao relaciona la el ejemplar de Gumiel con otros que reproducen la misma escena, como son los de Colmenares de Ojeda, Osornillo e Itero Seco, los tres en la provincia de Palencia. Resulta inevitable relacionar estas escenas con un capitel de San Pedro el Viejo de Huesca, que muestra una escena de bautismo por inmersión vertical practicada por un obispo que derrama agua sobre las cabezas de dos hombres metidos hasta medio cuerpo en una pila bautismal en copa.
Desde un punto de vista formal, las figuras presentan una cierta rudeza y arcaísmo. La ejecución es marcadamente popular y su cronología podemos fijarla a finales del siglo xii, muy próxima al estilo de las ménsulas de Sant Vicenç de Maià de Montcal. A pesar del escaso bagaje técnico y rudeza del cantero local, es preciso subrayar la complejidad compositiva e iconográfica de la pieza.
Texto y fotos: carles sánchez márquez – Planos: XEVI LLAGOSTERA
Bibliografía
Catalunya Romànica, 1984-1998, IV, pp. 222-228; Clarà i Vallès, T., 2011, pp. 111-120; Corominas Planellas, J. M. y Marqués Casanovas, J., 1967-1978, IV, pp. 137-142; Monsalvatje y Fossas, F., 1889-1919, XVII, pp. 50, 511; Murlà i Giralt, J., 1983, pp. 66-67; Puig i Cadafalch, J., Falguera, A. de y Goday, J., 1909-1918, III, pp. 89-90; Sala i Canadell, R. y Puigdevall i Diumé, N., 1977, pp. 48-49.