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Detalle del tímpano

Identificador
50297_17_005n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 39' 23.42'' , -0º 52' 43.86''
Idioma
Autor
Jesús Andrés Navarro
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Basílica del Pilar

Localidad
Zaragoza
Municipio
Zaragoza
Provincia
Zaragoza
Comunidad
Aragón
País
España
Descripción
El tímpano románico, visible en una de las fachadas de la actual basílica del Pilar, es el único resto de una de las construcciones cristianas levantadas en este mismo solar, pero no la más temprana. La tradición nos habla de una capilla de adobes dedicada a Santa María, construida por los primeros convertidos al cristianismo, a orillas del río Ebro, en el lugar de la supuesta venida de la Virgen, la noche del 2 de enero del año 40. Parece ser que después fue ampliada, dentro de un estilo imperial-cristiano. Durante el período de dominación musulmana el culto no se interrumpió y fue la única iglesia mozárabe de Zaragoza, al menos en el interior de la medina, ya que extramuros existía la de las Santas Masas, citándose ambas en el testamento del barcelonés Mucio, que estuvo en Zaragoza en el verano de 985. En el momento de la conquista cristiana, en 1118, el edificio se encontraba casi derruido a tenor de las palabras del obispo Pedro de Librana que expone que “consumida la tristeza de su anterior cautividad, carece de todo lo necesario: por una parte destruidas las paredes de dicha iglesia y los ornamentos, no tiene quien le ayude a repararla; por otra, los clérigos, entregados día y noche al servicio de lo divino, no tienen de qué vivir”. Esta situación se fue solucionando a base de donativos reales, limosnas y mandas testamentarias de los zaragozanos, algo que se fue convirtiendo en habitual en este templo. Hacia 1189 se pudieron acometer las obras de construcción de la nueva iglesia, que se levantaría sobre esquemas románicos, cuyo único resto hoy conservado es el tímpano que nos ocupa. En la segunda década del siglo XII, en un período caracterizado por los esfuerzos en fijar una población cristiana en la Zaragoza recién conquistada, se conceden tierras y propiedades del barrio de Santa María a los nuevos pobladores. Prueba de ello es el documento que recoge Lacarra, con fecha de octubre de 1124, en el que Alfonso I da a don Vital de Bonluc un corral en Zaragoza, entre Santa María y la zuda. Otra alusión a esta iglesia, previa a la construcción románica pero que muestra la costumbre de algunos ciudadanos de donar sus propiedades a esta parroquia, es el testamento de don Lope Garcés Peregrino, fechado entre 1133-1134, en el que deja sus casas a su mujer doña Mayor, al templo de Santa María de Zaragoza y a las Órdenes del Hospital y del Temple. Lo mismo ocurre en otro documento fechado el 5 de agosto de 1191 en el que García de Lerga y su mujer, María, se entregan como donados juntamente con sus propiedades a la iglesia de Santa María la Mayor de Zaragoza. En 1138 Inocencio I dispuso en ella una colegiata, con canónigos que seguirían la regla de San Agustín, sometidos a la jurisdicción del obispo de Zaragoza. En 1142 Ramón Berenguer tomaba bajo su protección al prior y canónigos de Santa María, así como a sus bienes, a ruegos de Talesa, vizcondesa de Béarn, cuyo marido estaba enterrado en ella. En el siglo XIII, se tiene constancia de que el concejo de Zaragoza se reunía en ocasiones en el cementerio de Santa María la Mayor, para tratar los negocios comunes y tomar acuerdos. Concretamente, el 18 de febrero de 1281, tal como recoge Canellas, dos frailes dominicos del convento de Zaragoza, Esteban de Barbastro y Bartolomé de Borja, como enviados de Pedro III de Aragón, explican al concejo de Zaragoza las condiciones en que se autoriza la rendición del servicio militar. Para dicha reunión utilizaron el fossar de sancta Maria la Mayor ont es costumnado de plegar, citando textualmente el texto. De nuevo queda constancia de una reunión del concejo zaragozano en este lugar entre el 19 y el 28 de agosto de 1284, en la que se acuerda ayudar en la campaña militar contra Navarra. El censo de 1495 nos aportas valiosos datos acerca de la vertebración urbana de Zaragoza en sus parroquias, antes barrios medievales, que paulatinamente serán constituidos por aquellas aportando varias funciones necesarias para el culto cristiano, como el caso del bautismo y el enterramiento, o para el municipio. Gracias a este censo conocemos que la parroquia de Santa María del Pilar tenía 494 fuegos el 6 de julio de 1496. En 1443 un incendio destruyó el primitivo templo románico, salvándose tan sólo la imagen de la Virgen, algunos muros y el tímpano románico. En 1515 el arzobispo Hernando de Aragón tomó la determinación de construir una iglesia, que dedicó de nuevo a Santa María la Mayor. Este templo incluiría en su fábrica el tímpano románico, lo que ayudó a que perdurase hasta la actualidad. Algunos restos de este edificio, reutilizados en el actual, son el retablo mayor, la sillería del coro, la verja y el pie del órgano. De su apariencia exterior nos aporta valiosos datos la vista de Zaragoza dibujada por Van der Wyngaerde en 1563, en la que se representa una iglesia de nave única, amplia, con capillas laterales entre los contrafuertes, y claustro adosado junto a la cabecera, en el lado norte. El detalle en el que Fatás y Borrás se basan para interpretar este templo como mudéjar y no como gótico son las tres torrecillas, de probable planta octogonal, que a modo de contrafuertes adornan el ábside poligonal, conformando un tipo de cabecera característico de los ábsides de las iglesias de Montalbán y de San Pedro de Teruel, únicos ejemplos mudéjares conservados con estas características. El tejado de la nave, a dos aguas, es sensiblemente más elevado en el presbiterio que en el resto de la nave. A los pies, en el ángulo suroccidental, se eleva una torre de planta cuadrada, que destaca ligeramente del tejado de la iglesia, y recuerda, como la de San Juan de los Panetes, los alminares musulmanes. El edificio actual se levanta sobre los planos de Felipe Sánchez y Herrera “El Mozo”, a partir de 1681, sustituyendo al anterior. Centrándonos en el único resto románico conservado, el tímpano, Torralba lo describe como un gran crismón rodado que se decora con cierta ingenuidad y monotonía, con rosetas inscritas en círculos, unas, más naturalistas, otras, y palmetas en la parte baja. El perímetro superior de medio punto se decora, en modo continuo y envolvente, con una cinta formando veintiún bucles o epiciclos. En el crismón, que ocupa el centro, son identificables las letras griegas que forman su nombre (xpistós) que se entrelazan. Del tallo de la p, surge la barra horizontal de la t, y de los brazos de la x cuelgan las letras griegas alfa y omega, símbolos de la eternidad de Cristo. Dos círculos, con margaritas inscritas, flanquean el crismón, y otras seis margaritas ornan los espacios entre los trazos de los signos griegos. Una franja de palmetas inscritas, derivadas de las típicas del románico jaqués, recorre la parte inferior del tímpano a ambos lados del crismón. Como podemos comprobar, todos los motivos ornamentales habían aparecido con anterioridad en el románico aragonés, desde las derivaciones de flora hasta la cinta formando bucles que localizamos en un cimacio de la Seo. No obstante, es posible que todos o buena parte de ellos estén presentes por ser portadores de significado. Según Esteban Lorente Todos estos elementos guardan tras de sí dos contenidos: por un lado el religioso y por otro un vaticinio astrológico. El significado religioso lo relaciona con el crismón ya comentado, símbolo de salvación eterna y de victoria ante el enemigo, que en el siglo xii estaría identificado con el Islam. También cabría encontrar referencias numéricas a la Cuaresma en el aro con cuarenta puntos que rodea al crismón, y a Pentecostés, en los cincuenta pétalos del conjunto del tímpano que representarían los cincuenta días transcurridos hasta la resurrección de Cristo y la consiguiente venida del Espíritu Santo, según la religión cristiana. El contenido astrológico estaría reflejado en la representación de la conjunción del Sol, la Luna, Júpiter y Saturno, representada numéricamente en los veintiún bucles y en las dos grandes flores a los lados del crismón (sol y luna). Esta representación correspondería al vaticinio de la conjunción planetaria del 14 de septiembre de 1186, que bajo un punto de vista cristiano del siglo XII, era un anuncio del fin del dominio del Islam. El tímpano se encuentra incrustado en la fachada del templo actual, en el lado que da a la plaza del Pilar, cerca del acceso más cercano al edificio del ayuntamiento. Para Abbad existen similitudes con el tímpano de la portada de la iglesia de Puilampa, cerca de Sádaba, que debió de construirse en las postrimerías del siglo XII. Gracias a una inscripción en la primera arquivolta de dicha portada conocemos el nombre de su posible autor, el maestro Bernardo. Otra inscripción del interior de la iglesia nos informa de que estaría terminada en 1191. El tímpano de Puilampa está decorado con un crismón rodeado de motivos arborescentes, el sol y la luna. Se trataría de una obra de finales del siglo XII. En su opinión, el mismo maestro pudo trabajar posteriormente en la iglesia volada de El Bayo, conocida por este nombre ya que su dueño la voló para aprovechar sus sillares. Aun así se conservan algunas partes del templo, como otro tímpano con una decoración que guarda notables semejanzas con el de Puilampa, aunque por su mayor elaboración le correspondería una cronología posterior. Las relaciones entre estos tímpanos de Cinco Villas y el del Pilar radican fundamentalmente en el predominio de los motivos vegetales que enmarcan los crismones, pero es preciso indicar que en la capital zaragozana no encontramos las formas arborescentes características de los otros dos. La incorporación de esquematizaciones figurativas de naturaleza cósmica es una constante en esos dos y en otros tímpanos aragoneses. Sin embargo, desde el punto de vista del tratamiento de las formas, el del Pilar se muestra más seco y con un gusto por los motivos de pequeño tamaño que se aleja de lo visto en las obras con las que acabamos de compararlo. El tímpano del Pilar responde al tipo aragonés, cuya tradición se conserva desde la construcción de la catedral de Jaca. Es una pieza evidentemente rica, de bella factura y bien conservada, que probablemente fuera restaurada en algún momento. Para Fatás, su horror al vacío, su decorativismo buscado y su repetición de temas del arte aragonés da indicios claros de una época avanzada dentro del estilo románico, lo que demuestra que fue esculpido en fecha tardía dentro del siglo XII.
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