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Detalle del basamento de la pila bautismal

Identificador
09143_06_006
Tipo
Fecha
Cobertura
42º 41' 20.21'' , Lomg:3º 51' 16.66''
Idioma
Autor
Jaime Nuño González,José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin descripción
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Esteban Protomártir

Localidad
Bañuelos del Rudrón
Municipio
Tubilla del Agua
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
LA IGLESIA PARROQUIAL de Bañuelos del Rudrón es un templo de pequeñas dimensiones constituido por una sola nave, muros de sillería, portada abierta al mediodía, torre adosada al muro oeste y un ábside semicircular de trazas y formas románicas. En el segundo se emplea la piedra toba. El resto del muro norte y parte del ábside están ocultos por la sacristía y un pórtico cerrado, levantado probablemente en el siglo XVII. En el muro norte se halla también la portada, reducida a un simple vano. El templo se cubre con bóveda de cañón apuntada en la nave y de horno y cañón en la cabecera. El arco triunfal se apea sobre columnas entregadas al habitual responsión. El conjunto del ábside se levanta sobre un grueso podium, articulándose en dos cuerpos mediante dos cenefas que lo recorren a la altura del arranque de las ventanas y de la bóveda. Un retablo barroco cubre parte de la capilla absidal y oculta la ventana central, que únicamente se puede ver desde el exterior. La articulación interior del ábside responde a las pautas habituales del estilo y de la escuela, no así la exterior que carece de las habituales columnas entregas. Todo el ábside descansa en un grueso poyo. Asimismo va recorrido por dos cenefas decorativas: una a la altura del arranque de la bóveda, decorada con puntas de diamante planas o rombos, y otra, ajedrezada de tres dados abocelados, en la base de la ventana. Ésta, actualmente oculta por el retablo, está tapiada y desprovista de los capiteles que la ornamentaban. Sin embargo por el exterior su estructura y ornamentación permanecen. En el muro norte hay un total de trece canecillos, todos de caveto menos uno, que lleva probablemente un lobo caminando hacia la parte superior del mismo y volviendo la cabeza. Estos canecillos parecen reutilizados pues no se ubican en el muro norte del templo propiamente dicho sino bajo el alero del pórtico antes indicado. Los del ábside tienen algo más de interés desde el punto de vista de su ornamentación, pues se decoran con dos figuras humana sentadas, una apoyando sus manos en las rodillas, un águila frontal con las alas desplegadas, un conejo caminando hacia la parte superior de la ménsula, un sapo de grueso cuerpo, con cuatro patas muy cortas y largo cuello de reptil, un ave con las alas desplegadas y la cabeza encogida, de espaldas al espectador, un prótomo de animal toscamente labrado con cuernos o tal vez orejas laterales muy tiesas, una figura humana frontal de pie, etc. El capitel izquierdo de la ventana absidal muestra doble cuerpo de hojas, toscas y antinaturalistas, con un entramado de nervios muy convencional; el cimacio es de doble mimbre formando ochos de dos tamaños. El capitel derecho presenta en la base del ángulo una cabecita monstruosa de la que salen dos gruesos tallos estriados que forman un elegante y voluminoso molinillo en cada cara. El cimacio está decorado con un doble tallo que se ondula, convirtiéndose en hoja en cada curva. Los capiteles del arco triunfal se decoran respectivamente con cuatro leones siameses pareados dos a dos en los ángulos sobre un fondo de hojas de acanto (el del lado del evangelio) y cinco hojas de acanto, mayores las de los ángulos, unidas unas a otras formando haces y en la cara frontal una piña y sobre ella una cabecita humana, en el correspondiente de la epístola. La ornamentación escultórica de la iglesia de Bañuelos del Rudrón presenta variedad en cuanto al número de temas esculpidos aunque su calidad técnica, excepción hecha de los capiteles del interior, no es particularmente destacable. Desde el punto de vista iconográfico son los animales los que marchan a la cabeza en cuanto al número de representaciones. Los vemos en gran número de canecillos y en uno de los capiteles del interior. Salvo dos de ellos que no he podido identificar todos los demás son animales de la fauna real: lobo, águila, conejo, sapo, león, etc. En casi todos los casos están representados de cuerpo entero, dando la espalda al espectador y caminando hacia la parte superior del canecillo; solamente el águila y los leones aparecen de frente. Salvo los leones del triunfal, los animales restantes se representan solos y el artista no se esmera demasiado en definir con precisión los distintos detalles de su anatomía. En los cuatro leones que ornamentan el citado capitel del triunfal, el artista hace gala de unas mayores cualidades técnicas y compositivas. En efecto, aparecen pareados y afrontados dos a dos en los ángulos donde colocan sus cabezas. Están de perfil y, como es habitual en muchas de sus representaciones, meten el rabo entre las patas, levantándolo luego sobre el lomo. Sus cuerpos están modelados en medio o casi altorrelieve, muy bien acabados. Hay incluso algunos efectos de luz tras las patas. Hay en este capitel un claro sentido de la simetría y un equilibrio de volúmenes muy bien conseguido. Predominan en él los ritmos horizontales impuestos por los cuerpos de los felinos, aunque el artista sabe compensarlos con los verticales de las hojas que les sirven de fondo. La temática vegetal ocupa el segundo lugar en importancia. Las hojas más toscas y planas son las del capitel izquierdo de la ventana del ábside, cuyo entramado de nervios llama la atención por lo convencional. El capitel que acompaña a éste difiere notoriamente de él. Se trata aquí de hojas carnosas, enroscadas sobre sí mismas a modo de huecos caulículos, en los que el escultor ha demostrado su dominio del trepanado. Finalmente el capitel vegetal del triunfal presenta hojas de acanto de diferentes tamaños unidas unas a otras formando haces. Son más bien huecas, modeladas, con pocos nervios labrados según la misma técnica y bordes a bisel. Es un capitel elegante desde el punto de vista compositivo. Este templo forma parte de uno de los grupos o talleres de la amplia escuela de Mena-Villadiego, tal y como analizamos más detalladamente en el capítulo introductorio de este trabajo. Dentro del mismo, no ocupa un lugar destacado por sus calidades arquitectónicas ni escultóricas, excepción hecha de las hojas de uno de los capiteles del arc o triunfal. Nos parece una obra de mediados del siglo XII. Hay indicios de pintura mural bajo la capa de yeso que cubre los muros interiores del templo, ante todo evidentes en el ábside. Junto a la entrada a la nave se conserva una pila de agua bendita a modo de capitel vaciado sobre un tenante moderno. Tiene dos caras decoradas, en las que de una cabecita de león situada en la base del ángulo parten dos gruesos tallos estriados que luego se ramifican y entrecruzan laberínticamente para llenar la superficie, abriéndose también en hojas. Están realizados en un relieve muy plano, labrado a bisel, consiguiendo el artista elegantes efectos claroscuristas. Conserva también el templo una notable pila bautismal románica, hoy situada en una capilla del muro septentrional de la nave y en origen emplazada en el ángulo suroccidental de la misma, a tenor de los vestigios del primitivo basamento circular. Presenta una cuidada copa semiesférica exteriormente gallonada, de 95 cm de diámetro x 48 cm de altura. La basa sobre la que se alza, de 50 cm de altura, se decora con un altorrelieve figurando el combate entre una serpiente y un león, al estilo de los ejemplares de Grijalba, Villegas, Villamayor de Treviño, La Piedra, Villasandino, Rebolledo de Traspeña o Los Valcárceres. Las figuras, que alcanzan casi el bulto redondo, apoyan el toro inferior, con bolas a modo de granas y sobre plinto cuadrado.