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Detalle del alero de la cabecera

Identificador
33310_02_066
Tipo
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
María Fernández Parrado
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Salvador

Localidad
Fuentes
Municipio
Villaviciosa
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
EN UNA EN UNA AMPLIA HONDONADA separada del caserío desde donde se alcanza a divisar la también románica iglesia de San Juan de Amandi, se levanta el templo parroquial de San Salvador de Fuentes, recientemente restaurado, y cuyo valor artístico ya fue puesto en relieve en el siglo XIX a través de los estudios del erudito Francisco de Paula Caveda, vecino del lugar, seguido por su hijo Jose Caveda y Nava, y otros estudiosos decimonónicos como C. Miguel Vigil y F. Canella Secades. La historia de este templo, fundado como monasterio de carácter propio vinculado a una familia de la nobleza local, comienza a escribirse en sus propios muros, ya que en las jambas de su acceso norte, tapiadas hasta que en el siglo XIX fueron descubiertas y estudiadas por Francisco de Paula Caveda, fue esculpido un interesante documento en el que se narra el momento de la fundación, la consagración y varias donaciones otorgadas al monasterio por sus benefactores. Según exponen F. Diego Santos y C. García de Castro, en sus respectivos estudios epigráficos, se trata de cuatro inscripciones independientes pero directamente interrelacionadas, narrándose en las dos primeras, que ocupan la imposta y la jamba oeste, el momento de la fundación, datada hacia 1021; en la tercera, en la cara interna de la jamba opuesta, se recogió la consagración del templo dos años después; mientras que en la ultima, en la cara externa de esta misma jamba, aparecen nuevas donaciones y se hace referencia a las reliquias habidas en la iglesia. Tomando como referencia la transcripción y traducción realizada por el mencionado F. Diego Santos, en su obra Inscripciones Medievales de Asturias, se menciona que: ... IN ERA [LA] VIIIIA [POST] MIL(LESIMA) VIII ... SIUNIAS / QUOS (A)EDIFICAVIT DOMUN D(OMI)NI DIDAGO PERO ET / MANSURA ET MATER SUS DMNA. VISTRILDI CONCEDIMUS / HOS QUI EST IBI CUM OM(N)IA (H)EREDITATE ET ILLA VILLA DE CEM/BIAS PROPTER REMEDIUM DE ANIMAS N(O)S(TR)AS ET DE PA/TER MEO PETRUS UNDE MERCEM COPIAM INVENIAMUS ANTE / D(EU)M QUI FUERINT [EO]RUNDE(M) IN ISTO LOCO S(AN)C(T)O (H)HABITANTES DE FI/LI(I)S AUT DE NEP/TIS AUT DE PELEGRI/NIS AUT DE PRO/PINQUIS DISTRI/BUANT ILLIS ELE/MOSINA(M) IN PAUPERI/ BUS VEL IN SA/CERDOTIBUS / PROPTER REME/DIUM DE ANIMAS / N(O)S(TR)AS ET VIVAN(T) / ILLIS IN DOMO / IPSO / LEODENANDO / PR(E)SBITER TI/TULABIT. “En la era de M[L]VIIII (año 1021), el día octavo antes de las Klds de junio (25 de mayo), Diego Pérez, que edificó esta casa del Señor, y Mansura y su madre Doña Vistrildi concedemos a todos éstos que allí habiten junto con toda la heredad, y también aquella villa de Cembias, para la salvación de nuestras almas y la de mi padre Pedro y así encontremos copiosa recompensa ente Dios. Y quines de los mismos fueren los moradores de este santo lugar, hijos o nietos, extraños o parientes, que distribuyan limosnas entre los pobres o los sacerdotes, para la salvación de nuestras almas, y que ellos residan en esta casa. Leodenando presbítero dio el título”. (Sello notarial). ET DE ISTO QUE CONCEDIMU[S] / NOS IBIDEM ALIQUIS (H)OMO DE [GEN]TE AUT POTESTATE QUI VALUE[RI(T)] / IN TERRA ALIQUO INDE TU(L)LER[IT] / ANATEMA SIT MARENATA ET [CUM] / IUDA TRADITORE ADEAT PART[E] / CIBIUM IN ETERNUM DAM(NA)TIO[NE] / ET SI ALIQUIS OMNE ISTO DO[MU] / DNI. IN ALTERO LOGARE TRADE[RE(T)] / AD ALIOS LOCOS NISI QUE SEDEA(NT) SUP[ER] / SERVE(T) TRADAT D(EU)S ANIMA(M) SUA(M) POST P[AR]/TE DE IUDAS ET ESQUOMUNICATUS IAC[EAT] / FORIS ILLO IN CENSO DE SCO. SALVAD[OR]. “Y de cuantas posesiones cedimos a este lugar, si algún hombre del pueblo o de los ostenten poder en la tierra se llevara de aquí algo, sea anatema, ven Señor, y aléjese con el traidor Judas de la convivencia con ciudadanos, hacia sus eterna condena. Y si alguno llevara algo de esta casa del Señor desde un lugar a otros lugares, a no ser que conserve con cuidado lo que no se mueva, que Dios entregue su alma en pos de Judas y quede excomulgado fuera del censo de San Salvador”. ... IN ERA LXI POST MIL(L)ESI/MA VIO KLDS MARCIAS SA/CRABIT BASELIGA(M) ISTA(M) DMMO / ADEGANI EB(I)SCOBO OVETEN/SE SEDIS IN (H)ONORE SCI SALBA/TORIS ET EDIVIMUS IBIDEM SCA. / MARIA VIR. ET CONCEDEMUS/ ET ADEMUS NOS IN DOMO ISTO / EGO DIDAGO PEPPICI ET MANSUARA / ILLA VILLA DE VIDRINIANA CU(M) SUA / TORQUIRIA TODA CENSUM VEL RE/GRESUM ET SERVOS TRES NOMINI/BUS MENENDO ET SENDINO / QUI FUIT DE PADRE NSO. SARRACI/NO ET DE DMNA SCEMANA ET / ALIA VILLA DE VILLARE MEDIA QUI FUIT / DE PADRE MEO PETRUS ET DE MADRE MEA / VISTRIDILDI P(ROP)TER REMEDIU( M) DE ANI/MAS NSAS. UNDE / MERCEDE(M) COBIA INVENIA(N)T ILLIS ET NOS / ANTE DEU(M) E(T) DE ALIO P(RO)PIO QUI IPSAS / VILLAS VEL OM(N)IA CAUSA DE ISTO DO/MU SCO. TULLERE( T) ANAT(H)EMA SIT / MARENATA ET INSUPER PARIET / AURIOS TELENTOS IIOS / SCEMENO SARRACINICI TES(TE) VERMU/DO SAR(R)ACINICI TES(TE) FROILA RODERICI / TES (TE). “En la era de MLXI, sexto día de las Klds. de marzo (24 de febrero de 1023), consagró esta iglesia Adeganis, obispo de la sede de Oviedo, en honor del Salvador, y le añadimos Santa María Virgen. Y yo Diego Peppigi y Mansuera, nosotros concedemos y adscribimos a esta casa la villa de Bedriñana con todos sus molinos, las entradas y salidas, y tres siervos de nombre Menendo y Sandino, que fue de nuestro padre Sarracino y de Doña Jimena, y la mitad de otra villa, la de Villar, que fue de mi padre Pedro y de mi madre Vistrildi, para la salvación de las almas de ellos y las nuestras, y que así encuentren ellos y nosotros copiosa recompensa ante Dios. Y quien llevare algo perteneciente a estas villas o cualquier cosa de esta santa casa, sea anatema, ven Señor, y que además, pague dos talentos de oro. Jimeno Sarracino, testigo; Bermudo Sarracino, testigo; Fruela Rodríguez testigo”. ... VOCATUM TE[MPLUM TUI NOMINIS] / SCI IN LOCO ISTO QU[OS(A)EDIFICAVIT] / RELIQUIA(E) S(UNT) RECON[DIT(A)E SCI] / SALVATORIS SCI MIC(H)A[ELIS AR(CHANGELI) SCI.] / PETRI ET PAULI SCI B[ART(H)OLOM(A)EI SCE] MARINA(E) VIRG(INIS) / BOTO FERA / AD SCO SALBA/DORE Q(UA)T(O)R DE / PANE ET COR/DARIO AUT PIS/CATO ET S DE / VINO / FROILA RODE/RIGUICI CONCE/DE(T) ERETADES / DE AVOLOS DE / PARENTES DE / KARRALE IN / IUS ET IN ISTA / SEDE DE SCO / SALVATORIS / P(RO)PTER REME/DIU(M) DE ANIMAS / NSAS ET GODES/TEO LOBON ET GERMANA SUA / GONTERODO / CONCEDEMUS / NSAS ERETA/TES ET MAGITO RE/MIRIGI P(RO)PTER / REMEDIUM DE / ANIMAS SUAS / MANUS NSAS/ ROVORAVIMUS. “En el templo que edifiqué en este lugar, bajo la advocación de tu santo nombre, están escondidas las reliquias de San Salvador, las de San Miguel Arcángel, las de San Pedro y San Pablo, las de San Bartolomé, y las de Santa Marina virgen. Me obligo en voto a llevar a San Salvador cuatro panes y un cordero o pescado y media cuba de vino. Froila Rodríguez cede las heredades de sus abuelos y las de sus padres, del Carral, en posesión de esta sede de San Salvador, por la salvación de nuestras almas, Y Godesteo Lobón y su hermana Gonterodo y Magito Ramírez cedemos nuestras heredades, por la salvación de sus almas. Lo corroboramos con nuestras manos”. Nos indica este texto que el templo de San Salvador de Fuetes fue fundado hacia 1021 por iniciativa particular, bajo el régimen de monasterio propio, según era habitual en la época, (en el 1024 la infanta Cristina hizo lo propio con el monasterio de San Salvador de Cornellana; y en el 1044 los condes Piniolo y Aldonza fundaron el monasterio de San Juan de Corias), dotándolo de una serie de bienes fundacionales, entre los que se menciona la propia heredad de Fuentes, donde se levantó la iglesia, y la villa de Cembias, identificada por algunos autores con la aldea de Cenvis, en el vecino concejo de Cabranes. Dos años después, en el 1023, el obispo Adeganis, que ocupó la cátedra episcopal ovetense al menos desde 1019 a 1025/28, procedió a su consagración, momento que los fundadores aprovecharon para dotar al cenobio con nuevas propiedades: las villas de Villare y Vidriniana, actual Bedriñana, donde se localiza el templo de origen prerrománico de San Andrés. A las que se unieron las otorgadas, por los otros cuatro personajes que aparecen en la última de las inscripciones, quienes, según interpretación de C. García de Castro, pudieran ser miembros de la comunidad monástica. Esta temprana construcción de principios del siglo XI, a la que alude la inscripción, fue sustituida a mediados del siglo XII por una nueva fábrica, objeto de nuestro estudio, en la cual, como veremos más adelante, aunque se mantiene cierto apego a las tradiciones altomedievales, se introdujeron ya elementos novedosos propios del lenguaje románico. Ya construido el nuevo templo, la abadía de Fuentes y su abad, aparecen citados en varios documentos posteriores, de los siglos XIII y XIV, como la Nómina de parroquias mandada elaborar entre 1385 y 1386 por el obispo Don Gutierre, donde se menciona que San Salvador de Fuentes húsala apresentar el abbad de Fuentes. Es capellán Pedro Alfonso. Ha de manso çinco días de bues. Los diezmos desta eglesia liévalos todos el dicho abbad e el capellán lieva dos dezmero s et la metad del pie de altar e el mortuorio se y venier. Riende la capellanía mrs.e lo que lieva el abad. Posteriormente, en el siglo XV, la todavía abadía, aunque probablemente sin vida monástica, aparece vinculada, sin que, como menciona A. Martínez Villa, pueda determinarse en que grado, al monasterio piloñés de Santa María de Villamayor, quien, según un documento de 1483 tenía parte de presentación sobre sus derechos. Unos derechos que tras la anexión de Villamayor a las benedictinas de San Pelayo de Oviedo pasarían a formar parte del vasto patrimonio de este cenobio, de forma que en 1550 su abadesa, como la única y verdadera patronera, otorgó la presentación de la abadía, junto con la de Viñón, a favor del chantre de la catedral de Oviedo. Declarada Monumento Nacional en 1931, esta armónica construcción, incendiada durante la guerra civil y restaurada en la década de los 50 por el arquitecto Luis Menéndez Pidal, llama la atención por lo cuidado y estudiado de sus proporciones. El sencillo esquema de nave única y cabecera cuadrada, cubierta la primera con armadura de madera y la segunda con bóveda de cañón, consigue en este templo una de sus máximas cuotas de perfección, pues como bien advierte la profesora María Soledad Álvarez, a pesar de las reducidas dimensiones y la simplificación planimétrica y espacial, el cálculo de proporciones de cada uno de los elementos está perfectamente estudiado y pensado, reflejando la existencia de un módulo, que explica los logros armónicos alcanzados por el conjunto. Viniendo con ello a demostrar que estamos ante una obra que no debe ser considerada como un simple producto del románico rural. Ricamente articulada en sus paramentos interiores por una arquería ciega, similar a la que encontramos en los cercanos templos de Viñón y Valdebárcena, la cabecera de San Salvador de Fuentes constituye el elemento más destacado de todo el conjunto, siendo especialmente apreciable en su formulación el sentido de proporcionalidad y equilibrio que inundan toda la obra. Elevada sobre un banco corrido, cada uno de los paños, en perfecta simetría, se articula con tres arquillos de medio punto, especialmente realzados los de los muros del testero, entre los que además destaca el tratamiento dado al central, con el doble de luz que los que le flanquean y sirviendo de marco a una aspillera abocinada, de derrame interno y perfil semicircular, que constituye el único foco de luz natural que en origen iluminaba este espacio (actualmente se abre un vano adintelado en el muro sur). Los arcos descansan sobre columnillas de fuste monolítico, cilíndrico en los paños laterales y poligonal en el central, con basa ática y capiteles troncopiramidales de sencilla decoración vegetal, a base de pequeñas y toscas hojas lanceoladas dispuestas en uno o varios pisos superpuestos, siguiendo un modelo de influencia prerrománico, del que tenemos ejemplos en el cercano templo de San Salvador de Priesca. Como hemos visto, en el conjunto de la arquería se pone especial relieve en la enfatización del espacio central del ábside, un hecho que, como sostiene I. Bango Torviso, puede venir determinado por su función dentro de la liturgia hispánica, ya que sería el lugar señalado para la ubicación del tabernáculo o recipiente destinado a contener los elementos de la eucaristía. Completa la decoración la línea de imposta, con trenzas y ajedrezados, que, continuando la línea marcada por los ábacos del arco triunfal, recorre los muros laterales por encima de la arquería, dando unidad al conjunto y sirviendo de base a la bóveda de cañón con que se cubre el espacio. Nos encontramos aquí con una formulación fuertemente apegada a las tradiciones prerrománicas, a la manera en que aparecen en la ya mencionada San Salvador de Priesca. Se busca así, en oposición a la austeridad de la nave, aunque no debemos olvidar que estaría cubierta de pinturas murales, la dignificación y acentuación del espacio más sagrado del templo: la capilla. Es el santuario, el sanctuarium altaris, la representación terrenal de la Jerusalén Celeste, evocada, aquí, como en San Julián de los Prados, a la manera de los ambientes palatinos de tradición bajoimperial, de sobra conocidos en la corte asturiana a través de la sala áulica del palacio ramirense de El Naranco y posiblemente también a través de las dependencias palatinas de Alfonso II. Un microcosmos mágico, cargado de simbolismo y puesto al servicio de la liturgia, que, aunque hoy desnudo, podemos imaginar, para hacernos una idea más acertada de su aspecto original, cubierto de una rica y vibrante policromía y revestido de los elementos propios del ajuar litúrgico, del que formaría parte la espléndida cruz procesional, hoy en el Metropolitan Museum de Nueva York, de la que más tarde nos ocuparemos. Como elemento de transición entre la nave y la capilla, siguiendo ya esquemas propiamente románicos, se sitúa el arco triunfal, cargado de simbolismo como puerta hacia esa ciudad celestial. Un sencillo esquema de arco de medio punto con dos roscas, ligeramente rebajadas, de las que la interior apoya sobre columnas de alto fuste monolítico y capiteles con interesantes representaciones figurativas en la cesta y roleos vegetales en los ábacos. El capitel del lado del Evangelio, de complicada lectura iconográfica, presenta una escena formada por el cordero apocalíptico, como el Salvador-víctima, ante la imagen del león, símbolo del Salvador-victorioso. Una composición que E. Fernández González interpreta, aunque advirtiendo que es una circunstancia poco frecuente, como una visión unitaria de dos versículos del Apocalipsis. Debemos mencionar que en uno de los capiteles del panteón de la Colegiata de San Pedro de Teverga, perteneciente a las primeras manifestaciones del románico asturiano, se representan, en dos caras opuestas de la pieza, la imagen de lo que pudiera ser un cordero y la de un león pisoteando una cruz. Se repiten, por tanto, los mismos elementos que en el capitel que nos ocupa, auque para el de Teverga se considera una lectura simbólica diferente, al considerar al león como imagen de lo demoníaco y del mal, con lo que en oposición al cordero se representaría la lucha de contrarios, la continua pugna entre el bien y el mal, tan frecuente en los repertorios románicos, una interpretación que también tendría cabida en el caso de Fuentes, donde las figuras de los dos animales aparecen enfrentadas. Por su parte, en el lado de la Epístola dos felinos flanquean la figura central de un hombre que les pasa el brazo por el lomo; una escena de tradición oriental, relacionada con Gilgamesh, el Señor de los Animales de la mitología mesopotámica, y adoptada por la iconografía cristiana. Es la lucha entre el bien y el mal, entre la razón humana y la irracionalidad de la bestia, de la que encontramos numerosas representaciones tanto dentro como fuera de Asturias: Santa Eulalia de Ujo, Santa María de Villanueva o Santa María del Camino de Carrión de los Condes. Se trata en ambos de figuraciones un tanto toscas y sumarias en la ejecución, resueltas en composiciones sencillas marcadas claramente por la simetría. La concepción exterior del templo manifiesta de manera aún más clara la sencillez que caracteriza toda la obra, y su momento constructivo en una fase de transición entre las formulaciones altomedievales y la nueva estética románica, ya que ni los vanos, simples aspilleras, ni las dos portadas (una la septentrional, en el interior del templo, con la mencionada inscripción, por lo que pudiera ser una pieza procedente de la construcción anterior, y otra la occidental) recurren a soluciones monumentales propias del románico, sino que se componen de un sencillo arco de medio punto apoyado directamente sobre las jambas, sin ningún tipo de decoración. En contraste con esto debemos destacar la presencia de una cornisa típicamente románica, decorada con moldura de billetes, de la que penden una serie de canecillos, entre los que, junto a sencillos canes geométricos: lóbulos, bolas, cilindros..., se encuentra un variado repertorio figurativo del que forman parte escenas de la vida cotidiana medieval, como el tañedor de vihuela, y diversos animales, monos, felinos, cérvidos... representados de cuerpo entero o a través de sus testas, siguiendo modelos habituales en la decoración de este tipo de piezas. Completa la decoración del exterior un grueso sogueado que recorre el remate angular tanto de la cabecera como de la nave, y que también encontramos en otras construcciones vinculadas al primer románico, como San Pedro de Teverga, decorado con taqueado y San Andrés de Valdebárcena donde se recurrió a los roleos vegetales. A pesar de los añadidos posteriores, cabe destacar la integración de la obra en el paisaje que la rodea, ya que la proporcionalidad y la armonía establecidas entre los volúmenes queda también patente en su relación con el entorno y en la comunicación visual con la iglesia de San Juan de Amandi, situada casi en línea recta con Fuentes en su línea de horizonte. A modo de conclusión, como ya se ha mencionado en párrafos anteriores, podemos decir que la antigua iglesia monástica de San Salvador de Fuentes, en su segunda fase constructiva, datada a mediados del siglo XII, es una obra de transición entre las arraigadas fórmulas del prerrománico asturiano, tan vinculado a la imagen áulica de la monarquía, y los nuevas esquemas del románico, apegado al nuevo espíritu de las peregrinaciones y la reforma religiosa, que llevará al abandono de la liturgia visigoda a favor de la romana.