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Capiteles del arco fajón

Identificador
09199_02_006
Tipo
Fecha
Cobertura
42º 19' 21.54'' , -3º 27' 26.29''
Idioma
Autor
Pedro Luis Huerta Huerta,José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin descripción
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Miguel Arcángel

Localidad
Arlanzón
Municipio
Arlanzón
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
LA IGLESIA DE SAN MIGUEL está situada en la parte más alta del pueblo, delimitada en su entorno inmediato por un pretil que cerca el atrio y el cementerio. Tiene una planta y estructura fundamentalmente románica, aunque muy alterada en los siglos XVI y XVII por la construcción de las bóvedas de crucería de la nave y el añadido de la sacristía, la capilla del evangelio y otra serie de dependencias a lo largo del muro norte. Se trata de una sólida construcción formada por una sola nave y un ábside semicircular, levantado todo ello en un excelente aparejo de sillería labrada a hacha, perfectamente escuadrada y asentada. El conjunto se completa con una torre románica que alberga en su cuerpo bajo la portada de acceso al templo. La cabecera es, sin lugar a dudas, la parte mejor conservada de la vieja fábrica. Se articula en cinco paños delimitados por cuatro responsiones, tres corresponden al ábside y dos al tramo presbiterial. Por cada paño corre una imposta de billetes sobre la que se dispone una ventana formada por una aspillera y un arco de medio punto apoyado sobre dos columnas. Los capiteles se decoran con motivos vegetales (piñas y hojas rematadas en volutas o en forma de venera), los cimacios con billetes y las chambranas con semibezantes, entrelazos y roleos. Rematando el muro se dispone una cornisa moldurada soportada por una rica colección de canecillos y por los capiteles de los cuatro responsiones. Entre los primeros vemos un amplio muestrarios de motivos vegetales (volutas, tetrapétalas dispuestas en aspa, hojas superpuestas rematadas en cogollos, etc.) y zoomorfos (un jabalí, un ave, dos cabezas de animales engullendo a hombres, otras vomitando serpientes y varias más con gesto fiero y desafiante). Particularmente interesantes son los animales andrófagos, uno devorando a un personaje por la parte superior, como vemos también en Vallejo de Mena, Boada de Villadiego y Villacantid (Cantabria), y otro mostrando entre sus fauces la cabeza de un hombre, como en las iglesias cántabras de Bárcena Pie de Concha y San Vicente de la Barquera. El repertorio ornamental se completa con varias cabezas masculinas de grotesca apariencia, un lector con un libro abierto y un canecillo con tres toneles. Los capiteles de las columnas muestran hojas planas, a veces rematadas en bolas, leones afrontados y una curiosa escena protagonizada por cinco personajes que asoman tras una especie de mesa cubierta por un mantel o paño ribeteado que cae formando pliegues en zigzag. Por lo que respecta a la nave, detectamos en ella dos grandes campañas constructivas claramente diferenciadas. La más antigua corresponde a la primitiva fábrica románica que abarca la mayor parte del muro, tanto en su longitud como en su altura, y que se caracteriza por un correctísimo despiece de la sillería. En esta fase se vislumbran al menos otros dos momentos, uno abarca el tramo contiguo a la cabecera -de la que es contemporáneo- y parte del siguiente hasta una portada cegada en el muro sur, mientras que el otro comprende el resto del edificio hasta los pies. La fase más moderna corresponde al siglo XVI cuando se acometió el abovedamiento de la nave lo que motivó el recrecimiento de los muros y de los contrafuertes con un aparejo de sillería menos cuidado. Estas diferencias se hacen patentes en el coronamiento de los muros, ya que mientras que en el primer tramo la cornisa sigue el mismo patrón que la del ábside, en los siguientes presenta cambios sustanciales, como los canecillos góticos de cuarto de bocel que aparecen a lo largo del muro sur. En el lado norte se levanta la torre románica, reformada también en el siglo XVI. El cuerpo bajo actuaba en origen como un pórtico abierto en tres de sus lados mediante arcos de medio punto doblados. Dos de estos arcos fueron cegados posteriormente dejando practicable sólo el que se abre al norte, a modo de portada, formado por dos arquivoltas lisas, otra de bocel y una chambrana con puntas de diamante. A través de esta portada se pasa al primitivo pórtico que se cubre con una bóveda de cañón recorrida en su arranque con una imposta biselada. Aquí se encuentra la portada de acceso al templo, compuesta de un arco liso de medio punto y cuatro arquivoltas de bocel que apoyan sobre cinco pares de gruesas columnas dispuestas entre jambas de aristas aboceladas. El esquema es muy parecido al de la portada de Pineda de la Sierra con la que guarda evidentes paralelismos, no sólo en su estructura arquitectónica sino también en su decoración, si bien la calidad de la escultura de Arlanzón es más tosca que la de la mencionada iglesia serrana. Los capiteles del lado izquierdo representan, de dentro a fuera, los siguientes motivos: acantos de nervio central perlado, dos arpías afrontadas que colocan una de sus patas sobre una serpiente de cuerpo zigzagueante y cabeza de rasgos antropomorfos, una pareja de leones que juntan sus cuellos y cabezas en el ángulo de la cesta, dos niveles de hojas lisas rematadas en volutas y cuatro toscos personajes ataviados con larga indumentaria. Por su parte, los de la derecha, muestran diversos tipos de hojas (lisas, con tallos perlados rematados en volutas, de perfiles angulosos, etc.) y una escena con un personaje sedente que porta una especie de libro abierto, flanqueado por otros dos que parecen levantar un objeto en una de sus manos. Por último, los capiteles que marcan el arranque de los arcos laterales se decoran con hojas, el del lado izquierdo, y con un personaje luchando con un león que le muerde el brazo. En el interior la cabecera se cubre con bóveda de horno en el ábside y de cañón apuntado en el presbiterio, arrancando en ambos casos de una imposta de billetes que se extiende por toda la capilla. Lo más interesante es la articulación que presentan los muros en esta parte del templo, con cinco arcos ciegos de medio punto bajo los que se abren las ventanas, las cuales responden al mismo modelo que hemos visto en el exterior. Actualmente sólo quedan a la vista los del presbiterio pues los otros tres quedaron ocultos tras el retablo mayor que fue colocado en 1694. Todos ellos se decoran con chambranas de puntas de diamante que generan, en la unión de unas con otras, pequeñas cabezas zoomorfas, siguiendo una fórmula muy parecida a la que se da en las arquerías del claustro de San Pedro de Soria. Bajo el retablo barroco se conserva también la antigua mesa de altar románica. El arco triunfal, apuntado y doblado, apoya sobre dos columnas con capiteles figurados de labra muy torpe. El de la izquierda muestra a un ángel en una esquina flanqueado por un personaje que sujeta en sus manos un objeto circular y otro que parece alimentar a un cuadrúpedo. En el capitel de la derecha quedaron esbozadas cinco figuras de rasgos sumarios, una de las cuales porta un libro abierto. Los cimacios se decoran con triángulos o dientes de sierra contrapuestos. A los lados de estos capiteles, coincidiendo con el escalonamiento de las jambas que delimitan el primer tramo de la nave, se distribuye una decoración de hojas esquemáticas rematadas en volutas y cogollos. El arco fajón que sigue después presenta un esquema similar al anterior, con capiteles y cimacios similares a los de la portada de Pineda de la Sierra. Se decoran con acantos de nervios perlados rematados en formas acogolladas. Este primer tramo de la nave adquiere un desarrollo mayor que el resto, como ocurre en otras iglesias burgalesas (San Pedro de Tejada, El Almiñé, Aguilar de Bureba, etc.), tal vez por la intención primera de construir sobre esa parte una torre o simplemente de cubrir ese espacio con una bóveda de crucería. Por otro lado, la apertura en el lado de la epístola de un absidiolo excavado en el espesor del muro -tapado ahora por un retablo- sugiere un planteamiento similar al de Nuestra Señora del Valle de Monasterio de Rodilla, como ya observara en su día Pérez Carmona. Respecto a la cubierta original de los otros dos tramos de la nave, algunos autores han sugerido la posibilidad de una techumbre de madera, extremo poco probable dada la potencia de los muros, sobre todo el meridional, así como la presencia de contrafuertes en el exterior, aspectos éstos que sugieren, a nuestro entender, la existencia de una cubierta abovedada, tal vez de cañón. En resumen, nos hallamos ante una construcción románica de la que se conserva en gran medida su primitiva estructura, salvo las cubiertas de la nave. En cuanto a las labores escultóricas podemos distinguir, al menos, tres manos o talleres diferentes que debieron de trabajar simultáneamente. El mejor dotado técnicamente es el que elaboró la decoración del ábside, con sus ventanas y canecillos en los que se observa un especial cuidado por el relieve y los detalles. Otro realizó los capiteles de la portada septentrional y los del arco fajón de la nave, tratando de imitar algunos motivos que ya aparecen en las portadas de Pineda de la Sierra y San Millán de Lara (la meridional), aunque su composición y acabado -sobre todo de las escenas figuradas- dista mucho de la calidad expresada en aquéllas. Por último, una tercera mano, mucho más torpe que las anteriores es la que realiza las cestas del arco triunfal en las que da muestras de una técnica muy sumaria y de unos recursos plásticos muy limitados. Todo ello lleva a situar estos trabajos en las décadas finales del siglo XII.