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Alzado este

Identificador
09150_05_007
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 56' 50.09'' , - 3º 30' 4.42''
Idioma
Autor
María del Carmen Fernández Laso
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Pedro

Localidad
Miñón de Santibáñez
Municipio
Valle de Santibáñez
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
SE ENCUENTRA SITUADA SOBRE UN ALTOZANO al que se accede por un camino asfaltado que parte de desde la misma carretera. Se trata de una sencilla construcción integrada por una sola nave, con torre a los pies, y una cabecera semicircular con su correspondiente tramo recto, único resto junto con la portada y la pila bautismal que se conserva de la antigua fábrica tardorrománica ya que el resto fue reconstruido en el siglo XVI. El ábside se anima al exterior por medio de dos contrafuertes que marcan su división vertical en tres paños y por la imposta que le recorre horizontalmente, visible también en el interior. Se remata con una sencilla cornisa bajo la que se cobijan una serie de canecillos de formas muy simples (proa de barco, nacelas, rollos y hojas rematadas en bolas). En el interior se cubre con bóvedas góticas de crucería que apuntan hacia una cronología tardía dentro ya del siglo XIII. El arco triunfal, apuntado y doblado, descansa sobre columnas pareadas coronadas por capiteles vegetales. El elemento más interesante de su fábrica es la portada que se abre al sur, mutilada en parte por la construcción de un contrafuerte gótico. Se compone de un antecuerpo de sillería flanqueado por un haz de tres columnillas -sólo visibles en el lado derecho- rematadas en sencillos capiteles vegetales de hojas planas. Por encima se dispone un tejaroz soportado por seis canecillos decorados con distintos motivos: un personaje sedente tocado con caperuza, otro con similar indumentaria sosteniendo un objeto esférico sobre sus rodillas, un jabalí, un cuadrúpedo, un tonel y un rollo. El arco de ingreso se ornamenta con doce medallones que encierran motivos de difícil interpretación y que recuerdan en su disposición a los que aparecen en las portadas de Soto de Bureba y Almendres. Representan en su mayor parte a seres fantásticos que se muerden a sí mismos o se atrapan con sus propias extremidades, cuadrúpedos, reptiles y figuras humanas en actitudes diversas que se adaptan siempre a la forma del marco que las acoge. Algunos autores han sugerido una posible representación zodiacal basándose en su número y en una forzada relación entre varios de los motivos representados con algunos signos del Zodíaco (león-Leo, ballestero-Sagitario y mujer- Vi rgo), aunque sin encontrar explicación sobre la mayor parte de ellos. Creemos, por tanto, que la elección de tales motivos obedece a una simple idea ornamental cuya fuente de inspiración pudo estar en la miniatura o en la eboraria, sin que ello impida ver en algunas de estas figuras un posible trasfondo negativo, caso del león andrófago que está engullendo el brazo de una persona o en la mujer de larga melena que podría aludir al pecado de la lujuria. Un sentido maligno se puede dar también al ballestero que tensa su arma, cuyo uso llegó a estar prohibido por la propia Iglesia, tal como se dictaminó en el II Concilio de Letrán (1139). Una cenefa de tipo vegetal da paso a la primera de las a rquivoltas que se decora con dientes de sierra y con la figura de un ave apoyada sobre un objeto alargado. Sigue a continuación otra arquivolta figurada con un variado muestrario de personajes que destacan por sus rechonchas proporciones y su acusada macrocefalia. Representan a músicos, contorsionistas y otras figuras en diferentes posturas. De izquierda a derecha vemos los siguientes: un personaje tocando una especie de flauta; un hombre con barba en dos largos mechones que sujeta con sus manos; una figura sedente muy deteriorada; un contorsionista con gorro y rictus compungido; un músico con aerófono rectangular perforado por pequeños orificios en la parte superior; otro tocando un instrumento en forma de barril con un platillo encima y una embocadura en forma de lengüeta por la que sopla (como en los canecillos de Tablada de Villadiego y Villamayor de Treviño y en la portada de la iglesia palentina de Moarves de Ojeda, entre otros); un músico o ceramista con un objeto sobre sus rodillas que parece tocar o modelar con sus dedos; un lector con un libro abierto; un posible obispo con mitra y báculo; un personaje que parece sujetar o apoyarse en una especie de muleta o mástil; una cabeza barbada de gesto burlón; una posible danzarina muy deteriorada; un arpista con melena rematada en bucles; una mujer vuelta hacia el músico y un juglar con un instrumento de cinco cuerdas frotado con arco, al que acompañan una mujer y dos contorsionistas de ambos sexos. La última arquivolta presenta simples bloques prismáticos, mientras que el guardapolvo adopta una curiosa forma -única en el románico burgalés- con tres delgados fustes, con sus correspondientes basas, que se curvan siguiendo la forma del arco. La mitad inferior de la portada está peor conservada, habiéndose perdido los fustes de las tres columnas que se acodillaban a cada lado y de las que sólo han quedado algunos capiteles, aunque muy desgastados. Los de la izquierda muestran sirenas de doble cola que sujetan con ambas manos y seres fantásticos picoteando su cuerpo, como en alguno de los medallones del arco. Los de la derecha se decoran con hojas lisas, el central, muy erosionado el más interior, y con dos ángeles el de fuera. Se trata de una portada muy original realizada por un taller popular del que no conocemos otras creaciones y en el que contrasta su particular estilo a la hora de esculpir las figuras con la hábil solución dada al concepto arquitectónico de la portada, especialmente en lo que se refiere a las columnas de las esquinas y a la molduración de la chambrana. Parecen percibirse, no obstante, dos manos diferentes dentro de este mismo taller, por un lado la que realiza los medallones y por otro la que labra el resto de las figuras. Teniendo en cuenta los aspectos técnicos e iconográficos podemos datar esta obra en los últimos años del siglo XII. De posible traza románica es también la pila bautismal aunque su labra a trinchante apunta hacia una cronología tardía, centrada en la primera mitad del siglo XIII. Es de forma semiesférica (112 cm de diámetro x 82 cm de altura) y presenta como única decoración una sucesión de arquillos en la parte superior.