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Alero del ábside

Identificador
09514_01_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
43º 0' 27.21'' , Lomg:3º 29' 17.65''
Idioma
Autor
Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Cementerio

Localidad
Bárcena de Pienza
Municipio
Merindad de Montija
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
FUE LA VIEJA IGLESIA PARROQUIAL, que se alzaba a unos 300 m -a seis minutos dice Madoz- al noreste del núcleo urbano de Bárcena, en una zona llana que forma una isleta entre el río y el cuérnago de un molino. La lejanía, el estado de ruina y las crecidas invernales que anegaban el entorno, hicieron que los vecinos solicitaran en 1791 al visitador del arzobispado permiso para demolerla y levantar una nueva en el centro del pueblo. Fue concedida licencia para ello, pero parece ser que a mediados del siglo XIX aún seguía siendo la parroquia. Del edificio románico se conserva completa la cabecera y parcialmente los muros de la nave, suficientes para mostrarnos que fue un edificio de reducidas dimensiones, levantado en su totalidad a base de sillería arenisca, aunque algunos elementos ornamentales -canes y capiteles- parecen estar hechos en caliza blanca. La cabecera, con sillares muy bien escuadrados, consta de ábside semicircular y tramo presbiterial, todo en avanzado estado de deterioro, donde el abandono secular ha provocado una fuerte erosión en bóvedas y muros a causa de las humedades, que están deshaciendo la piedra. Ambos espacios tienen la misma anchura y altura y constituyen prácticamente una estructura unitaria pues dos semicolumnas entregas separan los tramos rectos del curvo, mientras que el tambor absidal queda dividido a su vez en tres paños mediante otras dos semicolumnas, que como las anteriores constan de basas áticas sobre corto podio y plinto, y capiteles decorados que sostienen el alero. La más meridional de las cuatro cestas -la que separa presbiterio y ábside-, aunque muy erosionada, muestra a un caballero apeado de su montura, vestido con túnica y armado de casco, escudo ovalado y espada, además de una lanza con la que ataca a un cuadrúpedo, aunque entre ambas figuras, en el frente, parece intuirse una tercera prácticamente desaparecida. El siguiente capitel alberga unas grandes formas en aspa, rematadas en cabezas antropomorfas y acompañadas por otras cabecitas de aspecto felino, un motivo que viene a repetirse en Vallejo de Mena, Butrera, Siones o Tabliega de Losa. El tercer capitel muestra a un grupo de seis soldados que se esconden tras sus escudos ovalados -alguno casi de cometa-, asomando por encima las cabezas tocadas con casco. La última de las cestas -en caliza, como las anteriores-, que de nuevo separa ábside y presbiterio, presenta a cinco guerre ros, sobre una especie de almenado puntiagudo, con rodelas y cascos, uno de ellos blandiendo la espada. El hecho de que estos dos capiteles con soldados sean contiguos y que los escudos sean tan diferentes, quizá haya que interpretarlos como un misma escena en el que los de los escudos ovalados o de cometa sean cristianos y musulmanes los que portan rodela. Acompañan en el sostenimiento de la cornisa, decorada con celdillas cuadradas, un conjunto de buenos canecillos, generalmente figurados. En total se conservan 14 de los 16 canes que hubo en esta cabecera, dos en cada muro del presbiterio y cuatro en cada paño del hemiciclo. De sur a norte registran los siguientes motivos: 1: águila, 2: motivo vegetal calado, 3: desaparecido, 4: tortuga, 5: cuadrúpedo, 6: cuadrúpedo (¿leoncillo?), 7: cabra, 8: bola sujeta con cinchos en aspa, 9: cabeza lobuna, 10: cabeza con capucha y toca, 11: roto, 12: cabeza felina, 13: figura humana con un objeto en la mano (posiblemente una lanza), 14: triple nacela , 15: cilindro calado, 16: cabeza grotesca que se lleva las manos a la boca. Así pues podemos hablar en total de cinco paños, tres centrales curvos y dos laterales rectos, recorridos todos por una imposta central, con ancha pero somera escocia bajo la que se dispone un ajedrezado. En cada uno de los paños se dispone un ventanal, aunque la protección contra el frío norte aconsejó que sólo el central y los dos meridionales estuvieran abiertos con saetera, mientras que el septentrional del ábside y el del mismo lado del presbiterio son ciegos, en realidad falsos ventanales. Aun así todos ellos tienen la misma estructura: amplio paño central -con o sin saetera- enmarcado por arco de medio punto y guardapolvo, tallados ambos en un mismo bloque de piedra arenisca, apoyando en dos columnillas, desaparecidas en varios casos. Haciendo un nuevo recorrido de sur a norte, la ventana sur del presbiterio tiene chambrana lisa y arco decorado con bezantes, sin que se conserve nada de los soportes. Le sigue la primera ventana del hemiciclo absidal, en la que el arco tiene un regruesamiento achaflanado en el intradós, con medias bolas, elementos que se repiten en la chambrana, y como en el caso anterior han desaparecido completamente las dos columnillas. La ventana central del ábside esta mejor conservada, con el guardapolvo decorado con medias bolas y el arco recorrido por seis pequeños arquillos de medio punto en cuyo interior aparecen cabecitas humanas, un motivo que vemos también en las iglesias de Siones o Butrera; sus dos columnillas se rematan con toscos capiteles, el de la izquierda queriendo representar una cabeza caprina y el de la derecha un león. El siguiente ventanal -falso, como hemos dicho- porta chambrana lisa y arco con semibezantes, conservándose también los dos soportes, cuyo capitel izquierdo, muy deteriorado, parece portar una hoja lisa, mientras que en el derecho, igualmente maltratado, figura una cabeza humana, quizá cubierta con casco. Por último, la falsa ventana del muro septentrional del presbiterio, carece de decoración e igualmente tiene los soportes perdidos. Pasando al interior de la cabecera, se pueden apreciar los restos del revoco que cubrieron los muros, especialmente conservados en la bóveda de horno del ábside, donde se ve un primer enlucido con despiece de pequeños sillares de llaga blanca y fondo gris -probablemente gótico-, sobre el que se dispuso una especie de pesado cortinaje de gusto barroco. Los paramentos del conjunto parten de un bancal, con una imposta de caveto y ajedrezado a media altura, sobre la que se disponen los ventanales, que reproducen el esquema visto en el exterior, pero conservando algo mejor los apoyos. Sobre los ventanales otra imposta de listel y chaflán da paso a la bóveda de horno en el ábside y de cañón en el presbiterio, separadas ambas por un arco fajón que apoya a su vez en dos columnas, una estructura que se repite en el arco triunfal que daba paso a la nave, aunque en esta ocasión el arco es doblado y apuntado. Todos estos elementos, ventanas y torales, se encuentran decorados, tal como veremos a continuación, comenzando por los vanos y siguiendo el mismo recorrido trazado en el exterior. Así, la ventana meridional del presbiterio, que ha perdido las dos columnas, decora el arco con semibezantes en relieve, unidos por la parte superior mediante arquillos, con una chambrana muy erosionada aunque parece lisa; bajo la ventana se aprecia una puerta tabicada que daría paso a la desaparecida sacristía. El primer vano del hemiciclo tiene el arco toscamente moldurado, con chambrana lisa y los dos capiteles figurados, el de la derecha con pequeñas bayas entre las que asoman cabezas de pájaro y el de la izquierda con dos cuadrúpedos afrontados, que compartían una cabeza que ha desaparecido. La ventana central decora el arco con cinco gruesos tacos -que de nuevo vemos en Siones-, con chambrana lisa, mostrando el deteriorado capitel derecho dos animales de difícil interpretación y el izquierdo con serie de medios tubos dispuestos en tres bandas superpuestas, raro motivo que una vez más nos remite a la iglesia de Siones, pero también a la de Virtus, a la de San Román de Escalante (Cantabria), e incluso a la de Vallejo de Mena, donde el tratamiento es un tanto diferente. El siguiente ventanal -falso ventanal- tiene arco con bocel y dientes de sierra, con chambrana lisa y capiteles decorados con un león y dos aves afrontadas, respectivamente. Por último, la falsa ventana del muro norte del presbiterio -bajo la que se aprecia una credencia tapada- es muy simple, con arco de grueso bocel y chambrana lisa, conservando sólo parte de una de las columnas, sin capitel. En cuanto a los dos arcos, el que separa ábside y presbiterio luce en su lado meridional un capitel ornamentado con seis cabezas barbadas tocadas con gorros cónicos, posiblemente cascos -uno de ellos decorado con conchas-, asomando por encima de un corto follaje de hojas lisas; el cimacio es de tallo sinuoso del que nacen palmetas. La cesta frontal presenta en los laterales motivos vegetales -con algún molinillo-, mientras que en el frente un deteriorado caballero, con la espada desenvainada, mira hacia una figura que sostiene un manto o capa entre sus manos, escena que quizá se refiera a la “despedida del caballero”, aunque la figura a pie no parece que tenga rasgos femeninos. También es posible que estemos ante la escena de San Martín partiendo la capa para el pobre, como ha señalado algún autor. El cimacio se compone de dos órdenes de entrelazo o greca con trépano central. El arco triunfal porta en su capitel meridional tres niveles de pequeñas hojas lanceoladas que se enrollan en sus puntas, a modo de zarcillos, formando volutas, acompañadas por alguna cabecita humana; por su parte, el cimacio luce en las esquinas cabezas felinas de cuyas bocas surgen cintas perladas que flanquean a tres cabezas humanas que se disponen en el frente. La cesta septentrional tiene una composición más compleja, con dos escenas: en la occidental una figura humana vestida abraza a dos unicornios y en la oriental se disponen dos leones afrontados, pero con las cabezas vueltas, entre cuyas patas delanteras surge otra cabecita felina, a la vez que sobre toda la escena, en el ángulo del capitel, se dispone otra cabeza, humana y barbada. Se ha querido ver aquí una representación de la Ascensión de Alejandro y quizá la relación entre hombres y animales -en ambos casos-, así pudiera indicarlo, pero a los cuadrúpedos les faltan las alas, elemento imprescindible para poder volar hasta los cielos. El cimacio es de celdillas cuadrangulares, con cinco bolas colgantes recorriendo el frente. De la primitiva nave románica no es mucho lo que queda, aunque se puede apreciar en el lado sur la conexión con la cabecera, que se hace a través de una pilastra o contrafuerte que soporta los empujes del toral. El muro norte ha desaparecido al ampliarse el cementerio, mientras que en las fachadas sur y oeste se llegan a apreciar algunas reformas sobre el paramento original que afectaron a buena parte de la estructura. Otra remodelación mucho más reciente construyó la puerta actual, en el lado del mediodía, donde casi con seguridad se debió encontrar la original románica. A pesar del lamentable estado de conservación, se puede apreciar claramente la existencia de al menos dos escultores, uno de mayores recursos artísticos, que trabaja en los cuatro capiteles de los arcos interiores, en los que rematan las columnas entregas del exterior y en la mayor parte de los canecillos, y otro -o quizá otros-, de menor pericia, que hace los capitelillos de las ventanas, uno de los cuales puede ser el que se conserva en la parroquial de San Vitores. Ambos artífices trabajan no obstante en el mismo ambiente que a finales del siglo XII está levantando algunos de los más importantes edificios en la comarca de Las Merindades, especialmente en Losa y Mena, como se ha venido reseñando. En el caso de Bárcena el referente más cercano, al menos en cuanto a recursos decorativos, quizá sea Siones, aunque no parecen las mismas personas las que participan en una y otra obra.