Iglesia de Sant Martí de Vilaseca
La iglesia de Sant Martí de Vilaseca se encuentra en un paraje de gran belleza, al Oeste del río Aigua d’Ora. El acceso al lugar presenta dificultad por el deficiente estado del camino. Se llega a Vilaseca desde la pista de la Vall d’Ora, que lleva a Sant Pere de Graudescales, que debe tomarse en la C-26. Transcurridos 2 km, a mano izquierda se indica el camino de Vilaseca. En la bifurcación, se toma desvío de la izquierda que se eleva por la montaña en paralelo a la pista asfaltada. Antes de llegar a la masía de Vilaseca, a la izquierda se encuentra, esta iglesia dedicada a san Martín.
No se conocen noticias de época medieval relativas a la iglesia. Gracias al acta de consagración de la iglesia de La Selva, de 1545, se sabe que en ese momento había un párroco en Vilaseca que actuaba como testigo en dicho acto. Esta referencia, junto al elocuente silencio documental, lleva a suponer la dependencia de Sant Martí de la parroquia de La Selva, algo plausible si se tiene en cuenta su proximidad geográfica. En 1918, Esteve Montanyà publicó algunas noticias relativas a la parroquia de La Selva, que habían sido previamente recopiladas por el también presbítero Josep Armengou. De la descripción que ofrece del lugar se deduce, sin lugar a dudas, que la iglesia había sido abandonada años atrás y que no se conservaba, en el momento, memoria de su uso litúrgico. El templo, que se utilizaba a principios del siglo xx como cobijo para los campesinos del lugar, presentaba un preocupante deterioro, amenazando ruina, tal y como describe Esteve Montanyà en sus Noves históriques de la Selva: “I es troba de tan mala vera, que àdhuc sobre la nau i l’absis hi creixen els rebrolls d’alsina; si no l’apuntalen cuitadament, s’enderrocarà a no trigar gaire” (traducción: “Y se encuentra tan mal, que crecen sobre la nave y el ábside los rebrotes de encina; si no lo apuntalan cuidadosamente se hundirá a no tardar mucho”).
El aspecto que ofrece actualmente es también bastante lamentable, aunque mitigado por los trabajos de consolidación llevados a cabo en 1982 por el Ayuntamiento de Navès. Dicha intervención, sin embargo, no sirvió para asegurar el buen estado de conservación de Sant Martí, que se encuentra hoy abierta y expuesta, de nuevo, a un futuro nada halagüeño. A pesar de ello, la mayoría de sus estructuras son bien visibles. Se trata de una iglesia de una sola nave, muy corta, y un ábside semicircular, ligeramente ultrapasado. A pesar del deterioro del ábside, especialmente acusado en su mitad norte, es perfectamente visible la decoración mural, formada por cuatro lesenas, de las que se ha perdido una, que delimitan cinco entrepaños coronados por sendas parejas de arquillos ciegos con timpanillos monolíticos. En los entrepaños central y meridional se abren sendas ventanas de doble derrame y arco de medio punto adovelado. La primera se halla algo desviada hacia el Norte respecto al eje axial. Los muros laterales, totalmente lisos, carecen de vanos. En la fachada occidental se sitúa la puerta, de arco de medio punto, y, sobre ella una ventana rectangular, mucho más simple y de dimensiones más reducidas que las del ábside. La techumbre es de doble vertiente y teja árabe.
En el interior, la nave se cubre mediante una bóveda de cañón ligeramente apuntada en el tramo occidental. Por su parte, el ábside cuenta con una bóveda de cuarto de esfera y está enmarcado por un arco presbiterial apoyado en pilastras.
El aparejo está compuesto por sillarejo bastante irregular, de variados tamaños, dispuestos en hiladas horizontales relativamente uniformes. En las esquina de la fachada occidental se utilizan sillares de mayor tamaño. En este paramento se observa una menor uniformidad en las dimensiones y disposición del material utilizado, resultado, sin duda, de haber sido objeto de reformas y reparaciones.
En el exterior, especialmente al suroeste de la iglesia, pueden observarse una multitud de sillares trabajados, lo que invita a suponer que podría haber existido alguna construcción anexa. Considerando la noticia documental de que en época moderna habitaba allí un párroco, es sugerente pensar que pudiera tratarse de una rectoría de esta época, aunque, careciendo de más argumentos, no podemos concluir nada al respecto.
En lo que concierne a la cronología, hay que descartar la temprana datación del ábside en el siglo x, como ha sugerido la historiografía más antigua. Las características de Sant Martí –especialmente la bóveda– sugieren una datación bastante más tardía, quizás ya en el siglo xii. No hace falta insistir en que esto es compatible con la decoración a base de arquillos ciegos y lesenas, ciertamente propia del primer románico, pero que, como es bien sabido, en territorio catalán pervive durante décadas.
Texto: Montserrat Barniol López- Fotos y plano: Antoni Martín Monclús
Bibliografía
Catalunya Romànica, 1984-1998, XIII, pp. 175-176; Montanyà, E., 1915, pp. 258-259; Montanyà, E., 1918, pp. 241-242; Riu i Riu, M., 2006-2007, pp. 443-444; Vidal Sanvicens, M. y Vilaseca López, M., 1979, pp. 155-157.