Baños árabes de Girona
“Baños Árabes”
El monumento, único en Cataluña, se encuentra abierto al público en la calle Ferran el Catòlic, que en tiempos del románico era llamada la calle “del Sac” (saco), y hoy queda al inicio del Paseo Arqueológico. Los mal llamados “Baños Árabes” se levantan a finales del siglo xii por orden del monarca Alfonso el Casto, en un alodio de propiedad condal, extramuros de la ciudad. El “14 de calendas de diciembre” de 1194, los baños se encuentran recientemente edificados y constituyen una unidad aislada, sobre un fuerte desnivel, entre el gran portal septentrional de “Sobreportes”, la torre Júlia y el río Galligants. Tal ubicación no resulta nada aleatoria. Como equipamiento civil, debían estar cerca de las principales vías (por aquel entonces la “calle del Llop” atravesaba el burgo de Sant Feliu hasta Sobreportes); y a los cursos fluviales del Onyar y el Galligants, que proporcionaban agua en abundancia a la instalación a través de sus niveles freáticos, y al mismo tiempo eran lugar de desguace de las aguas grises del recinto.
La promoción real de estos baños aparece relacionada con la figura del noble Arnau de Llers, señor de Llers y de Cervià de Ter, de sus dominios y de las donaciones recibidas del conde Ramon Berenguer IV como recompensa por su participación en las campañas de reconquista, entre ellas la del castillo de Lleida. Arnau de Llers, en su testamento, funda una candela para la Virgen en la Sede de Girona; para ello da todas las rentas de Lleida y de Vilafreser (dominio de Cervià de Ter). En el documento de 1194, el rey Alfonso el Casto, queriendo recuperar la propiedad del castillo de Lleida, permuta por éste, a la Sede de Girona, y dona para que no deje de quemar la candela de Arnau de Llers: todos los réditos y beneficios de la concesión de “mis baños de Girona, hechos por mi recientemente”, además de 250 sueldos barceloneses.
Hasta finales del siglo xiii los baños funcionan y pagan la candela de Arnau de Llers sin más dificultades. En 1285, siendo rey Pedro el Grande, las tropas francesas de Felipe IV invaden y asedian la ciudad. Este edificio público, como otros, sufre entonces serios desperfectos, cesando su actividad hasta que, casi diez años más tarde, el rey Jaime II, autoriza su reconstrucción. El 24 de marzo de 1294, el monarca acepta la oferta de Ramon de Taialà de reconstruir los baños a cambio de la concesión, reservando para la corona los derechos de recuperación de la propiedad previo pago de los gastos de rehabilitación. Para ello el rey, manda llevar un registro de todas las inversiones supervisado por la Curia de Girona.
Las obras de reconstrucción de los baños, sufragadas pues por Ramon de Taialà, se llevan a cabo entre inicios de 1294 y diciembre de 1296, con un coste total de “mil novecientos cincuenta y un sueldos y medio”. Los baños se convierten en un gran complejo con casas para el servicio y edificios para la familia Taialà. Estas reformas debieron suponer, según Marquès, Mirambell y Sagrera, prácticamente una obra nueva. En el documento de 1294 se dice que tras la ocupación francesa quedaron “destruidos” y en ninguna fuente posterior se menciona el pago para la candela de Arnau de Llers. Ramon Simon de Taialà en 1322 obtiene del rey Jaime II un reconocimiento de la concesión con detalles de derechos y obligaciones, entre éstas el pago anual de “un morabetín de oro” a la corona. Desconocemos la fecha exacta en que los Taialà se desvinculan de los baños. En 1342 por orden del rey Pedro el Ceremonioso, los derechos de la instalación pasan a manos del médico del monarca, Arnau de Sarriera, el primero de una saga de nobles médicos cortesanos. En las fuentes, no se citan de nuevo los baños hasta 1366 cuando se dicta sentencia para solucionar el grave conflicto ocasionado por la reclamación de ciertas instituciones eclesiásticas y particulares sobre los réditos que la corona percibe de los baños, cuyas rentas no daban ya para el pago de todos los censos sobre ellos concedidos por monarcas anteriores. El infante Juan, duque de Girona, como lugarteniente de la Corona, aprueba y firma la sentencia en la que se establecen de nuevo las cláusulas según las cuales la Sede deberá percibir ciertos censos de los baños, ejerciendo el embargo si sus gestores no cumplieran con el pago.
Cincuenta años más tarde, el edificio de los baños aparece integrado en una finca propiedad de Francesc de Cors, beneficiado de la catedral de Girona, que en 1416, vende al noble Pere de Capmany. Como deducen los autores mencionados, durante los siglos xv y xvi, los baños se convierten en un elemento utilitario y decorativo más de una noble casa. El edificio pasará de padres a hijos, siempre en propiedad de la misma familia Capmany. En el testamento de Joan de Capmany, señor del castillo de Campdorà, de 1518, conocemos que el complejo constaba de una gran casa con puerta en la calle “del Llop” y una segunda casa, más pequeña anexa a la anterior. A principios del siglo xviii el heredero sin descendencia de la saga Capmany, Joan-Rafel, vende la propiedad al sacristán segundo de Sant Feliu de Girona. Dicho clérigo lega en 1617, la finca a su hermano Josep, mercader de la Bisbal quien tan solo un año después vende todo el conjunto a la comunidad de monjas capuchinas de clausura residentes aquí hasta bien entrado el siglo pasado.
El lugar, convertido en un austero convento, conservó integrados los baños, cuya piscina sería convertida en lavadero. Redescubierto el monumento en el siglo xviii, no sería documentado y rescatado del olvido como recinto arqueológico y artístico hasta mediados del siglo xix por Enric Claudi Girbal. Gracias a la Comisión de Monumentos, en 1929 el edificio es exclaustrado y la Comissió Permanent de la Diputació de Girona procede a separar el convento del monumento, restaurado entonces en profundidad por los arquitectos Rafael Masó, Jeroni Martorell y el arquitecto provincial Emili Blanch. Desde 1992 el Consell Comarcal del Gironès gestiona y mantiene el edificio.
El enigmático, ecléctico y bello edificio llamado “Baños Árabes” presenta una estructura clásica de salas individualizadas que recuerdan tanto a las termas romanas, como a los hammam del mundo árabe. Como afirman Marquès, Mirambell y Sagrera, cabe buscar el origen de su construcción en el descubrimiento de la auténtica dimensión del urbanismo árabe tras la caída de las últimas ciudades en poder musulmán a mediados del xii. Así, por orden real y a partir de entonces, se construyen los baños de Barcelona (1160) y más tarde los de Girona. Despojados de carga religiosa, los baños medievales serán únicamente centro de relación social, ocio distinguido y sobre todo una importante fuente de ingresos.
El edificio de planta rectangular alargada de los baños de Girona se encuentra orientado por sus extremos, de Norte a Sur. Integrado en una manzana de casas, el conjunto se encuentra fundamentado unos 5 m por debajo del nivel del suelo. En él cabe diferenciar la zona más noble y pública de la zona más industrial del edificio, situada en el extremo sur (horno, calderas y otras dependencias). Carbonell y Gumí, recuperando las tesis sobre el edificio de Puig i Cadafalch, afirman que se trata de un edificio de estructura musulmana que adopta las formas de los baños norteafricanos (herederos de las termas romanas) y con decoración románica. Exteriormente, queda a la vista el paramento de su austera fachada de levante, con sillares bien escuadrados, tras la cual sobresale la linterna románica. En el centro de esta fachada se abre una puerta rectangular, reubicada tras la exclaustración del recinto (se conservan fragmentos esculpidos, descubiertos en 1929 correspondientes a los supuestos montantes de la puerta románica hoy perdida). En su interior las diferentes dependencias (vestidor, frigidarium, tepidarium, caldarium) se organizan configurando de un recorrido lineal al que se accede descendiendo un alargado corredor-vestíbulo, originalmente cubierto, de construcción contemporánea. A la izquierda del vestíbulo, bajo el nivel del suelo actual, se encontraron las estructuras de las cloacas, soportadas por robustas arcadas de medio punto.
Una gran y arabesca puerta de acceso a la primera y gran sala se encuentra abierta en el extremo septentrional del muro interno de este primer pasillo. El arco túmido, sin clave, fue restituido a partir de fragmentos encontrados en las excavaciones de 1929-30.
La primera y majestuosa sala vestuario y de descanso, el apodytherium, presenta hoy un aspecto unitario, aunque, como el resto del complejo es el resultado de una restauración quizá demasiado acusada y que genera cierta confusión. Su planta cuadrada se organiza en torno a una bella e intacta piscina ochavada, monumentalizada por un templete, magníficamente labrada en piedra calcárea, y cuyo vaso, de aproximadamente 1 m de altura, recogía el agua de los tejados (la gárgola fotografiada por Puig i Cadafalch mediante la que se llenaba se ha perdido). Sobre ella se levanta un templete formado por ocho estilizadas columnas que soportan a su vez una linterna ochavada en la parte superior. Es notable y revelador que en la piscina las ocho columnas poseen plinto, basa y fuste liso monolítico, labrado en un mismo bloque (menos en una de las columnas en la que vemos una sección en el fuste). Cada una de las ocho columnas se compone de un estrecho plinto rectangular sobre el que se labra una ancha franja lisa cuyo perfil superior se ve doblado y que en conjunto sobresale como si se tratara de un tambor para indicar la transición entre el largo fuste liso con el plinto en cuyas cuatro esquinas se disponen cuatro semiesferas o conos. Sobre esta ancha franja aparece un tramo de fuste de columna liso, y sobre éste un collarín de medio bocel. Las columnas se presentan centradas en los vértices del ancho borde de la piscina ochavada. Soportan sendos capiteles de cesto estilizado y esculpidos. Éstos a su vez cargan con sendos arcos de medio punto (ligeramente de herradura) dispuestos radialmente formando el estilizado tambor ochavado de la linterna, todo en piedra calcárea de labra muy fina y regular, con un único salmer de doble anchura que vierte a dos arcos, y que además, aquí se adapta y toma la forma de arista en cada uno de los ocho vértices (igual que los cimacios y los capiteles). La linterna ochavada presenta de nuevo ocho juegos de basa, columna y capitel, dispuestos igualmente en los vértices del octógono y que soportan a su vez un segundo tambor ochavado, coronado por una pequeña cúpula de bóveda esquifada de ocho paños, muy similar constructivamente a la del apodytherium.
Amplia, elegante y monumental, esta primera sala-vestidor constituye la zona más noble de los baños, dónde temperatura y humedad se modificaban para comodidad de los usuarios. Aunque actualmente no resulta visible, nos consta que en la restauración de 1930, a unos 25 cm bajo el nivel actual del suelo se encontró el pavimento original, con pendiente de desguace hacia el Sur, compuesto de grandes losas bien labradas.
Los muros perimetrales de esta sala se levantan a base de hiladas regulares de sillares de piedra calcárea toscos, unidos con abundante argamasa y ripio en las juntas. El tamaño del sillarejo disminuye en altura. Muy probablemente, como apuntan Marquès, Mirambell y Sagrera, los muros de esta sala, lejos de la humedad, se presentaban cubiertos de algún revestimiento pintado. Una fina cornisa de plano y caveto labrada en piedra caliza recorre todo el perímetro indicando el punto de arranque de una peculiar cubierta de ocho tramos: cuatro muy largos correspondientes a los cuatro lados de la sala y otros cuatro más cortos, que cubren las esquinas que resultan de la transformación de la planta rectangular de la sala en una cubierta ochavada. Se trata de una bóveda esquifada de ocho paños (presente también en la cúpula de la linterna) y que en los ángulos es soportada por cuatro trompas cónicas, a su vez sobre arcos ligeramente de herradura.
Sobre la cornisa de caveto que indica la transición entre los muros perimetrales y la cubierta, se disponen seis hiladas de sillarejo de piedra del lugar similar a la de los muros; sobre éstas, el resto de la superficie de la bóveda esquifada se construye a partir de hiladas de pequeños y toscos sillares de piedra volcánica. En el centro de cada uno de los grandes paños de la bóveda hay lucernarios monolíticos: estrella de seis puntas (Norte), polilobulada de cinco lóbulos (Este) y de ocho lóbulos (Sur y Oeste).
De fábrica similar es la galería ciega de cinco arcos de medio punto sobre columnas, con finos capiteles esculpidos, que se levanta sobre un ancho banco corrido, soportado por seis tramos de bóveda de cañón perpendiculares a la pared que forman hondos espacios dónde los usuarios guardaban sus pertenencias. Esta plataforma corrida, restaurada en los años 30, según apuntaban Marquès, Mirambell y Sagrera, y como confirmaron las excavaciones de 1998, se extendía en el siglo xiii como banco corrido perimetral; pues adosados a los tres muros restantes se encontraron en el subsuelo los fundamentos de unos 60cm de ancho de los montantes correspondientes a sendos tramos de bancal abovedados. En cuanto a la galería de arcos de medio punto sobre columnas, restaurada a partir de elementos encontrados in situ y en las excavaciones de los años 30, observamos que las seis columnas no monolíticas de fuste liso, como las del templete con altas basas, y seis capiteles vegetales y cimacios tallados en la misma piedra. Las impostas de los extremos enlazan con los arcos de descarga esquineros.
En el muro de poniente se abren cuatro elegantes ventanales de arco apuntado de finales del siglo xiii. En el muro de levante de la misma sala, en el centro, se encuentran abiertas en altura tres profundas hornacinas ciegas de medio punto, seguidas. Éstas, de clara herencia romana, pertenecen estructuralmente al edificio románico original. De las dos puertas la más ricamente decorada, fue reconstruida a partir de un dintel monolítico en mármol blanco, encontrado en la escalera de acceso al vestíbulo. La segunda puerta, de medio punto, daba acceso a las salas de baños propiamente dichas. Su ancho intradós permite apreciar el grosor de los muros. Los grandes círculos labrados a ambos lados del arco, corresponden a las bisagras de la puerta; al otro lado de este arco, se encontraba otra puerta idéntica para conservar la temperatura.
Atravesando dicha puerta, se accede al frigidarium o sala fría, relacionada con el baid barid árabe. Aquí deberían ubicarse las letrinas. De planta rectangular y estrecha, sus muros presentan las mismas características que en la sala anterior, aunque aquí se ha encontrado presencia de una argamasa impermeabilizante a partir de cerámica molida integrada en mortero de cal (parecida al opus signinum). La bóveda de cañón que cubre este alargado espacio está construida a base de sillarejo de piedra volcánica. Esta sala se divide en tres espacios: dos alcobas poco profundas situadas en los extremos este y oeste, separadas del espacio central por dos arcadas de medio punto e iluminadas cenitalmente por sendos lucernarios. Este espacio, como el resto de las salas del recinto que describimos a continuación, en 1929 se encontró en muy mal estado y en algunos casos sus estructuras fueron reconstruidas. Únicamente quedaba en pie la alcoba oeste, con los capiteles, una columna y las impostas de los arcos. Los muros norte y sur pertenecen a la fábrica románica original del siglo xii; la bóveda correspondería a las reformas efectuadas a finales del siglo xiii.
Hacia el sur se abre una puerta doblemente cerrada que lleva a la gran sala central de los baños, de planta rectangular, cubierta con bóveda de cañón a partir de los mismos materiales antes descritos y esta sí muy reconstruida. Se trata de la sala templada o tepidarium, con tuberías de cerámica vidriada que traen el aire caliente provinente del hipocausto. Esta gran sala, cuya distribución sería similar a la anterior, era el lugar donde se recibían masajes y se descansaba antes o después del paso a la siguiente sala, el caldarium, también de planta rectangular, muy afectada por las construcciones posteriores, y la más cercana a los hornos y calderas ubicados en el extremo sur del complejo. Actualmente el tepidarium presenta un aspecto unitario, mientras en el extremo de levante se ha reconstruido la alcoba de tres arcos de medio punto. Parte de los elementos arquitectónicos encontrados en excavaciones se encuentran en este lugar. Algo desplazada hacia el sur se abre una puerta, hoy muy reconstruida, doblemente cerrada, que llevaba al caldarium. Esta sala, alargada y estrecha, la más cercana a los hornos, conserva en pie el extremo de levante, aquí sí, con la alcoba sobreelevada, de dos arcos de medio punto sobre columnas, en su lugar original. Gracias al derribo de las construcciones levantadas sobre esta parte sur-oeste del edificio y a las posteriores excavaciones de 1990-1991, 1992 y 1998, se ha podido constatar la existencia de parte del hipocausto original además de una pequeña piscina de agua caliente. El grueso muro meridional del caldarium y las construcciones anexas a este dieron información sobre la algo diferente disposición del edificio del siglo xii, con sillarejo bien trabado con mortero de cal que separaba el primer caldarium de la zona del horno.
La datación es discutida. J. Yarza apunta que el edificio actual es obra básicamente de finales del xii inicios del xiii. Según N. de Dalmasses y A. José Pitarch cabe fechar todo el conjunto a finales del siglo xiii. Para Puig i Cadafalch, seguido por E. Carbonell y P. de Palol, se trataría de un edificio del siglo xiii que sigue fórmulas románicas.
Capiteles del interior
Los ocho capiteles del apodytherium situados en el templete sobre la piscina descansan sobre un voluminoso astrágalo de fino bocel liso, y presentan respectivamente un perfil poligonal que se adapta, junto al cimacio, a su ubicación. Estos capiteles forman un conjunto unitario elaborado por un mismo taller que alterna cuatro modelos compositivos (1 y 2; 3 y 7; 4 y 5; 6 y 8). Empezamos nuestra descripción por el único capitel con decoración figurativa (1) y seguimos rodeando la piscina hacia la derecha:
1. Combina decoración zoomórfica, vegetal y arquitectónica. En el estrecho ábaco aparecen dos arcos de medio punto que se apoyan sobre unas pequeñas columnillas, anchas hojas almendradas nacen en la base del capitel y ocupan los ángulos y en el eje de las caras dos pequeñas columnas superpuestas. Sobre las aristas cuatro águilas de frente se apoyan en el collarín, voluminosas y con plumaje en trama romboidal En la superficie restante, a cada lado de las columnillas centrales, se desarrolla una decoración a partir de perlas trepanadas unidas a un tallo vertical central. Decora el cimacio (1), un trenzado vegetal a bisel de tres tallos.
2. La composición es muy semejante a la del capitel 1, aunque en los ángulos figuran cuatro altas columnillas adosadas. La superficie restante del fondo se rellena con profundas estrías. El cimacio es estriado y con prominentes semiesferas ornamentales.
3. Cuatro grandes hojas de palmera ocupan los ángulos, con profundas estrías horizontales, que se encuentran sobre el eje de cada cara. Cuelgan cuatro racimos de los vértices de dichas hojas. El cimacio presenta dos hojas de palmeta horizontales.
4. Decorado con motivos vegetales en tres registros horizontales y un ábaco tripartido, que sustituye el dado central por una flor. En el registro intermedio de anchas pero cortas hojas de palma estriadas en el extremo con finas volutas en espiral, unidas nuevamente por pequeños cilindros. El cimacio presenta sobre un fondo de hojas de palmeta, prominentes semiesferas.
5. Decoración vegetal muy similar a 5. En el registro inferior una decoración a base de ocho dobles y anchas incisiones acanaladas que genera un efecto de zig-zag. El resto del capitel es idéntico al anterior. El cimacio presenta una decoración idéntica al 4.
6. Sobre las aristas del cesto se disponen dos hileras de hojas anchas, almendradas y apuntadas. Sobre el eje central, una piña, biselada con un enrejado romboidal. El cimacio decorado con palmetas y prominentes semiesferas, idéntico a los anteriores.
7. Guarda un estrecho paralelo con el capitel 3. El cimacio, presenta idénticas características que 4, 5 y 6.
8. Dos registros de hojas almendradas estriadas apuntadas, superpuestas y dispuestas sobre las aristas. Guarda un importante paralelo con el capitel 6. El cimacio de palmetas y semiesferas trepanadas es similar a los descritos.
Conjunto de capiteles de la linterna exterior
Estos capiteles, ocho, de menor tamaño, se levantan sobre collarines de perfil semicircular dispuestos sobre cortas columnas de fuste liso. Los cimacios son sencillos, austeros y regulares, con dos perfiles de moldura de caveto contrapuestos separados por un listel. Su aspecto, expuesto a las inclemencias del tiempo, es algo más tosco y sus modelos, claramente derivados de los capiteles del templete, presentan una mayor simplicidad y esquematismo. Empezaremos nuestra descripción por el único capitel figurado, dónde de nuevo aparecen cuatro águilas, y seguiremos hacia la derecha:
1. En cada una de sus caras una águila frontal, cuerpo prominente decorado con trama de plumas romboidales y alas desplegadas, que ocupan el resto de la superficie. Bajo el ábaco, con dos arcos de medio punto, dos hojas con el nervio central.
2. Cesto con dos registros, abajo simplificadas hojas almendradas lisas y gruesas semiesferas; en el segundo, hojas similares y cilindros que vinculan los extremos del ábaco con las hojas.
3. Geometrizante. Cinta decorada con una línea de puntos trepanados y hojas almendradas apuntadas, Un pequeño cilindro las une a los extremos de un ábaco.
4. Cinta lineal trepanada forma grandes hojas almendradas apuntadas en los ángulos. Su queda unido con el ábaco, subdividido por dos pequeños arcos de medio punto, por dos cilindros.
5. Presenta una hoja central en cada cara y una en cada ángulo. En un segundo registro, anchas hojas almendradas forman volutas directamente en contacto con el extremo de un ábaco con dos arcos de medio punto.
6. Disposición muy similar a 5.
7. Dos registros de hojas superpuestas e intercaladas, cuya distribución es idéntica a 2.
8. Cuatro grandes hojas almendradas sobre las aristas. De sus vértices cuelgan volúmenes cónicos. Pequeños cilindros unen los vértices de las hojas al ábaco, labrado con dos arcos. Sobre el eje, sosteniendo el ábaco, una columna con capitel vegetal.
Capiteles de la galería ciega adosada al muro septentrional del apodytherium
En los arcos de los extremos de la galería, uno de los montantes se adapta al nivel de los arcos de descarga de la cubierta. Aquí, sobre collarín o astrágalo de medio bocel liso, se desarrollan capiteles de menor tamaño, muy chatos respecto a los de la linterna. Labrados únicamente por tres de sus caras presentan decoración a base de motivos vegetales delimitados por una estrecha franja lisa. De izquierda a derecha:
1. Cinco racimos de superficie perlada.
2. Entrelazado de tallos vegetales, cada uno de ellos subdividido en tres bandas, la central perlada.
3. Hojas de acanto de perfil muy ondulado y eje central trepanado sobre las aristas.
4. Entrelazado de tallos perlados y frutos perlados. Composición muy similar a 2, aunque invertida.
5. Dos niveles superpuestos de hojas. En el registro inferior hojas de acanto de la misma tipología que las del capitel 3.
6. Dos registros vegetales. El inferior con grandes hojas almendradas sobre las aristas y el superior tres semiesferas con un círculo central.
Los capiteles 1 y 6 se encuentran, respectivamente, bajo un cimacio compartido entre la galería y el arco de descarga esquinero correspondiente. Esculpidas en relieve en los ángulos de la sala y en el banco corrido aparecen pequeñas columnillas decorativas con sus altas basas y capiteles de dos registros vegetales.
Escultura: valoración final
Existe un debate abierto sobre la datación y la adscripción de los tres conjuntos descritos. Según Puig i Cadafalch se trata de modelos románicos que imitan fórmulas clásicas anteriores, romanas, muy presentes en los repertorios decorativos románicos que, según I. Escandell estarían “casi agotados a mediados del siglo xiii” y que el artista, a pesar de su notable técnica (en el templete), no dejaría de estar repitiendo esquemática y decorativamente. Columnas superpuestas que encontramos también en otros conjuntos románicos gerundenses como en el claustro de la catedral. Este conjunto, eminentemente decorativo, guarda una maravillosa lectura relacionada estrechamente con la edificación. Pues es constante, en la composición de los capiteles, la evocación de las mismas estructuras y conceptos arquitectónicos desarrollados en el edificio, relacionados con el octógono, las ocho columnas, o la bóveda esquifada de ocho paños. Se trata de una imagen dentro de la imagen (evidente por ejemplo en el capitel 2 de la linterna) que además se llena de significado con la presencia constante de un abundante repertorio vegetal claramente relacionado con la abundancia y el placer, lleno de frutos (racimos, piñas, granadas, higos o peras) y vinculado claramente con el origen real e incluso cristiano del edifico. El águila suele aparecer en las portadas y en otros lugares como guardián, junto a grifos y leones; los tramados de su plumaje, se encuentran como apunta I. Escandell, en un capitel conservado en el Museu d’Art de Girona y en el capitel 8 del claustro de Sant Pere de Galligants.
Así, aunque son evidentes las diferencias de labra entre los conjuntos del apodytherium (muy detallados), la linterna (ligeramente esquemáticos) y las alcobas (muy esquemáticos), todos ellos forman parte de un mismo programa. La decoración vegetal de algunos de los capiteles de hojas estriadas, almendradas y apuntadas, es claramente relacionable con ejemplos tardíos del románico gerundense, como el claustro de Sant Daniel. Los varios y abundantes motivos de tallos entrelazados perlados que terminan en palmetas, muy presentes en los capiteles de la galería, presentan una clara relación los del claustro de Sant Cugat del Vallès (M. de Montserrat, núm. 100.561), labrados entre 1190 y 1210 bajo la dirección del maestro Arnau Cadell, relacionado también con la segunda fase del claustro de la Sede de Girona. Conviene tener en cuenta que este repertorio de entrelazados perlados es el resultado de la dependencia de talleres tolosanos del siglo xii, reconocible en diferentes conjuntos catalanes del xii-xiii, y por tanto fechados entorno al año 1200.
Teniendo en cuenta que el edificio fue construido en torno al 1194 y reconstruido a finales del siglo xiii, tras el asedio de 1285, mantenemos la tesis según la cual los capiteles del templete, los de la linterna (o algunos de ellos) e inclusive los de la galería septentrional del vestidor, corresponden a los originales labrados a finales del siglo xii o a inicios del siglo xiii. Aunque, como apuntan cautelosamente Marquès, Mirambell y Sagrera, la reconstrucción de 1294 aprovechó los capiteles anteriores, reubicándolos, en algunos casos, sobre elementos constructivos levantados ex novo.
Texto y fotos: Annaïs Pascual Alfaras
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