Sant Pere de Camprodon
Antiguo monasterio de Sant Pere
La historia del monasterio de Sant Pere de Camprodon arranca el 27 de noviembre del 904, fecha de la consagración de una primera iglesia por parte del obispo de Girona Servusdei (In nomine Domini Dei eterni, sub anno Incarnationis Domini nostri Jesu Christi DCCCC IIII indiccione VII ipsa die V kalendas decembris, anno V regnante Karulo rege, filio Leudevici, veniens vir reverentisimus Servus Dei, sedis Gerundensis gratia Dei episcopus ad consecrandam ecclesiam quae est sita in pago Bisuldunense in honore Sancti Petri in locum que dicitur Camporotundo). El obispo consagraba la iglesia situada en el “pagus” de Besalú a petición de Sunyer, un seglar establecido en Camprodon, y del presbítero Bonesind, que donaron dos campos situados en la Pisona y en la villa Plàcid. No obstante, la donación más importante fue la del obispo, que concedía a la iglesia los diezmos y primicias de las villas de Tabulat, Pujafrancó, Magrinyà, Freixenet, Porreres, Seguries, Creixenturri y Pradella.
En esta pequeña iglesia emplazada en el valle Landarense, en el lugar conocido como Camporotundo, el conde Guifré II de Besalú estableció entre los años 948 y 950 una comunidad de monjes bajo la observancia de la regla de san Benito. Poco después (3 de febrero del 952) el conde obtenía del rey franco Luís IV un precepto de confirmación de bienes e inmunidad para el nuevo cenobio, en el cual se confirman sus posesiones iniciales. Tras recibir el permiso real, el conde construyó el monasterio, reunió a los monjes y a petición de estos nombró abad a Laufred, bendecido en el cargo por el obispo Gotmar de Girona. Seguía de este modo la estela de su abuelo, el conde Guifré el Pelós, creador de los otros dos grandes monasterios de la zona, Ripoll y Sant Joan de les Abadesses, situados a pocos km.
Según un documento posterior, del año 962, para llevar a cabo la fundación del monasterio el conde Guifré II obtuvo la posesión de la iglesia de Sant Pere de Camprodon mediante una permuta con el obispo Gotmar, a cambio de 1000 sueldos y diversos alodios que tenía en Figueres y en el condado de Besalú. El texto también recuerda que tras la muerte del conde Guifré, y encontrándose el cenobio sin abad desde hacía siete años por la marcha de Laufred en peregrinaje –supuestamente a Tierra Santa–, la comunidad pidió al conde Sunifred, hermano del difunto, que les proporcionase un nuevo abad. El conde y el obispo Arnulf de Girona, con el consentimiento de los monjes, nombraron a Teodoric abad del cenobio.
Bajo la protección de los condes de Besalú, el monasterio adquirió una gran relevancia en el último cuarto del siglo ix, gracias a donaciones como las realizadas por el conde-obispo Miró de Besalú (965-984), que no solo dotó con bienes al monasterio sino que en el año 974 participó en la donación del cuarto abad del monasterio, Dodó. Posteriormente, una bula del mes de enero del 1017 dirigida al abad Bonfill confirma las posesiones del monasterio, la libre elección del abad, la facultad de dirigirse a cualquier obispo para obtener la ordenación de sus clérigos, y la plena protección papal ante cualquier autoridad laica o religiosa.
A partir del año 1078 el monasterio de Sant Pere de Camprodon se unió a Moissac, miembro de la congregación de Cluny, un vínculo que se mantuvo hasta el año 1592. La sujeción a Moissac debe contextualizarse en el marco de anexiones de monasterios y abadías catalanas a grandes establecimientos benedictinos languedocianos y provenzales que tuvo lugar en los últimos decenios del siglo xii y los primeros años de la centuria siguiente. En el 1077 el conde Bernat II de Besalú acogió la celebración de un concilio de obispos en Besalú que supuso la introducción de la reforma y la reorganización de los monasterios de su demarcación. Como consecuencia, y por deseo del papa Gregorio VII y de su legado Hugo Cándido, se inició la política de adhesión de diversos monasterios de sus condados a grandes abadías ultrapirenaicas. De este modo, grandes centros eclesiásticos que habían sufrido los efectos de la reforma gregoriana como Moissac, Saint-Pons-de-Thomières, Lagrasse o Sant Víctor de Marsella velarían por el cumplimiento de la regla y los preceptos de la reforma en las filiales catalanas. A Moissac se anexionaron, en 1078, Sant Pere de Camprodon, Santa Maria de Arles y Sant Pau de Fenollet; Sant Esteve de Banyoles, Sant Joan de les Abadesses, Santa Maria de Ripoll y Sant Pere de Besalú quedaron subordinadas a San Víctor de Marsella; a Lagrasse el Sant Sepulcre de Palera, Sant Andreu de Sureda, Sant Martí del Canigó, Sant Feliu de Guixols y Sant Pere de Galligants.
En el caso de Camprodon, el vínculo de parentesco entre el abad de Moissac, Hernand, y el conde Bernat II de Besalú, pudo haber influido en la subordinación a la abadía francesa. Tal y como demostró J. Miret i Sans, la relaciones entre ambos cenobios fueron a menudo tensas, ya que siguiendo la actitud de otras casas catalanas el cenobio se opuso a Moissac en algunos temas, e incluso eligió a abades sin la autorización de la abadía francesa (es el caso de Bernat Desbac, elegido el 1237, y del abat Pere de Corts, dos años más tarde).
A pesar de que la última visita documentada de los delegados de Moissac se remonta al 1460, el monasterio de Sant Pere de Camprodon no obtuvo la plena independencia hasta el 1592, cuando ésta fue reconocida por el papa Clemente VII. El monasterio pasó entonces a formar parte de la Congregación Claustral Tarraconense, hecho que no ayudó a mejorar la precaria situación en la que se encontraba. Según una visita de los delegados de la Congregación Claustral del 1665, la comunidad estaba formada por el abad y ocho monjes, algunos de los cuales vivían fuera del monasterio, disponían de rendas propias y bienes particulares.
Durante el siglo xvii, el monasterio fue saqueado por el ejército francés (años 1654 y 1689) y convertido en residencia de los caporales y soldados franceses. Antoni Pladevall recuerda que el conjunto ya había sufrido un saqueo por parte de los franceses en el 1470, cuando usurparon la arqueta y las reliquias de sant Patllari (hoy en la iglesia de Santa Maria de Camprodon), santo protector del monasterio, y una santa espina.
En el año 1835 se produjo la exclaustración que puso fin a la vida monástica y el conjunto fue desmantelado por los vecinos de la villa. A partir de la exclaustración y hasta el año 1938, claustro y dependencias monacales desaparecieron debido a la urbanización del sector sud del conjunto. Los arquitectos Elies Rogent, Francesc de Paula Villar y A. Serrallach primero (entre los años 1875 y 1896), y Jeroni Martorell más tarde (1932-1938), fueron los encargados de acometer las primeras restauraciones del edificio, que en ese momento se hallaba en un pésimo estado de conservación.
La iglesia
Actualmente la iglesia es el único vestigio arquitectónico del antiguo conjunto monástico de Sant Pere de Camprodon. El 13 de noviembre del 1169 el obispo de Girona Guillem de Monells, acompañado de su hermano Ponç (abad de Sant Joan de les Abadesses) y del obispo de Tortosa, consagraba solemnemente el nuevo templo situado en el condado de Besalú (In nomine sanctae et individuae trinitatis. Anno MCLXVIIII ab incarnatione Domini, Idibus Novembris, regni Ludovici junioris Regis Francorum anno XXXII venerabilis Dominus Pontius Derosensis sedis Episcopus venerunt ad consecrandum in honore sancti Petri monasterium in loco qui dicitur Campus rotundus. Est autem praedictum monasterium in comitatu Bisuldunensi in praefato loco antiquitus fundatum). Según el acta de consagración, transcrita por Pedro de Marca, el obispo ponía bajo su protección el monasterio y concedía la iglesia de Santa Maria con todos sus bienes (Ecclesiam sanctae Mariae quae juxta ipsum monasterium fundata est), la iglesia de Sant Cristòfol de Creixenturri, con sus diezmos y primicias, Sant Martí de Solamal, Sant Nazari con su alodio, Sant Jaume de Poliger y Sant Emeteri, así como Sant Andreu d’Oliveda.
Diversas noticias documentales de época moderna nos llevan a pensar que probablemente la consagración del nuevo templo no supuso la destrucción de la iglesia del 904. En este sentido, Gregorio de Argaiz nos proporciona un testimonio precioso y revelador que podría corroborar esta hipótesis. En su magna obra La Perla de Cataluña, Argaiz describe el monasterio de Sant Pere y confirma la existencia de una pequeña iglesia junto al templo de Sant Pere, todavía en el siglo xvii (“En el campo donde está la Abadía de quien quiero hablar había también una iglesia pequeña, dedicada a N.S y al Apóstol S. Pedro, donde acudían algunos feligreses. Esta iglesia está dentro de los Claustros del Monasterio, que sirve de Capítulo, tienen grandísima devoción con ella en toda la tierra y gozan por ella muchas rentas los monjes”). Un siglo más tarde, Francisco de Zamora reconoce la capilla durante la visita al monasterio: “Nosotros nos alojamos en el monasterio de Benitos Claustrales, y mientras que se nos componía la comida reconocimos el monasterio, que consiste en un montón de edificios hechos en varios tiempos, y el más antiguo creo que sea una capilla”.
Lo cierto es que las descripciones de Argaiz y Zamora coinciden plenamente con un plano de la villa de Camprodon realizado el 1689 por el ejército de ocupación francés (conservado en la Bibliothèque Nationale de France), en el que podemos observar la existencia de una pequeña capilla situada en el sector oriental del claustro. No son los únicos testimonios que sugieren la pervivencia de la primitiva iglesia. En el año 1376, el abad de Moissac hizo una visita a Camprodon de la que conservamos el acta. En las disposiciones que hacen referencia a las retribuciones del monasterio, se dice de forma explícita que a la iglesia recondita (escondida) les corresponden sexaginta libras (Item sunt ac fuerunt sibi necessarie quolibet dictorum quinque annorum pro decimis, subsidiis, visitationibus et legatis et pro conuinio solito festivitatis beati Palladii, cuius corpus sine ossa sunt in Ecclesia dicti monasterii recondita reuerenter sexaginta libras). Tal afirmación nos lleva a pensar que la iglesia que aparece en el plano de la Bibliothèque Nationale podría ser la erigida en el año 904, si bien no podemos descartar otras hipótesis.
Por todo ello, resultaría del todo necesario emprender una labor arqueológica en el conjunto para comprobar si existen restos de la iglesia del 904, pero también para verificar si existió una sola iglesia o dos antes de la construcción actual (resulta difícil pensar que la iglesia prerrománica dio cobijo a la comunidad durante más de 200 años, hasta la construcción del templo consagrado el 1169).
La actual iglesia monacal de Sant Pere de Camprodon presenta una planta de cruz latina de una sola nave rematada a levante por un ábside cuadrangular. En el interior, todo el conjunto destila gran armonía y equilibrio de volúmenes. La nave soporta una airosa bóveda de cañón ligeramente apuntada, reforzada por dos arcos fajones, adoptándose de horno en el ábside cuadrangular. A ambos brazos del transepto se abren dos capillas rectangulares abiertas en el grueso de la pared, también cubiertas por cuarto de esfera. Por otro lado, cabe destacar la excepcionalidad de los corredores perforados en el grosor de los muros norte y sur que sirven de comunicación entre la nave y el transepto. Aunque desconocemos el momento en que fueron realizados estos accesos, cabe pensar que posiblemente se materializaron en un momento posterior a la fábrica románica, debido a un cerramiento del coro.
La sencillez y austeridad decorativa del interior tan solo se ve alterada por la moldura que divide el perímetro mural horizontalmente e indica el arranque de la bóveda. Sin duda, la mayor aportación arquitectónica de Santa Pere de Camprodon es la cúpula semiesférica sobre trompas que corona el crucero, un recurso que cuenta con paralelos inmediatos en diversos templos románicos catalanes (Sant Jaume de Frontanyà, Santa Maria de Terrassa, Sant Ponç de Corbera o Santa Maria de l’Estany), cuyas soluciones constructivas también pueden escrutarse en algunos ejemplos peninsulares como la excepcional iglesia de Nuestra Señora de la Anunciada (Ureña, Valladolid). Se trata de una cúpula de cuidada factura y belleza plástica, que arranca de cuatro grandes arcos torales.
Sobre el cimborrio se alza un campanario de planta cuadrada y dos pisos en el que se abren tres ventanas. Para diferenciar los pisos hay tres ménsulas lisas que sostienen una pequeña cornisa. El nivel inferior está formado por cuatro ventanales en arco de medio punto, mientras que el superior presenta cuatro ventanas dobles. Entre los ejemplos más próximos cabe citar la iglesia de Santa Eugènia de Berga (Vic, Osona), que presenta igualmente un campanario sobre cimborrio con una estructura similar a la de Camprodon, aunque en este caso el cuerpo presenta tres niveles de ventanas abiertas en el grosor del muro.
El acceso al templo se realiza mediante la portada ubicada en el sector occidental. Se organiza mediante tres arcos en degradación resaltados por dos arquivoltas, la exterior con una sencilla decoración de botones y la interior cilíndrica y lisa. En origen ambas arquivoltas descansaban sobre jambas y cuatro columnas con sus respectivos capiteles, de las que tan solo se conservan los interiores. A pesar del avanzado estado de deterioro de las cestas, es posible adivinar los elementos figurativos que componen los capiteles. Así, en el capitel interior del lado izquierdo distinguimos una figura alada con rasgos zoomórficos, un águila, bajo una decoración de tijas, acantos y motivos florales. Este motivo, que probablemente se repite en el capitel opuesto (muy deteriorado), aparece en algunos conjuntos de la zona, haciendo acto de presencia en el capitel interior del lado izquierdo de la portada de Sant Esteve de Llanars (templo consagrado un año antes, el 10 de noviembre de 1168). Se trata de un motivo recurrente de la denominada “escuela o talleres del Rosselló”, y que podemos encontrar en capiteles de los claustro de Cuixà y Elna.
Finalmente, el frontispicio es coronado por una moldura sobre la cual hallamos un óculo que, junto al resto de oberturas citadas, facilita la iluminación al templo. Sobre el portal se conserva una hilada de ménsulas, vestigio de un antiguo pórtico o galilea, cuya existencia es corroborada por el plano de 1689.
En cuanto a la articulación de los muros, el aparejo está formado por sillares de factura sólida, desbastados con esmero y articulados en hiladas bastante regulares. Los muros laterales no disponen de ornamentación alguna, a excepción de la cornisa sobre ménsulas lisas del lado sud. En el brazo sur del transepto se abre una puerta que comunicaba con el claustro.
El claustro
El plano realizado por el ejército francés conservado en la Bibliothéque nationale de France también nos permite conocer el estado del claustro del monasterio a finales del siglo xvii. En este momento tan solo se conservaban tres de las cuatro galerías del recinto claustral, que probablemente fue erigido poco después de la consagración de la iglesia de Sant Pere el 1169. Sin embargo, cabe pensar que el claustro que vieron los franceses probablemente ya no era el románico, puesto que el recinto quedó muy afectado por los terremotos del 2 de febrero del 1428 con epicentro en Queralbs y Camprodon. En la visita realizada por los monjes de Moissac en el 1460 se constata el mal estado del recinto en los siguientes términos: claustrum totaliter collapsum est (el claustro está totalmente derrumbado). Casi doscientos años después, el escritor y viajero Francisco de Zamora visitó el conjunto monástico, convirtiéndose en uno de los pocos testimonios oculares. Durante su visita, realizada el 28 de agosto de 1787, Zamora menciona los grandes patios de la abadía y equipara el claustro de Camprodon con el de Sant Cugat, de manera que debemos pensar que en este momento quizás se conservaban algunos capiteles románicos en las galerías del claustro que se construyó o reconstruyó en el siglo xv: “El trozo de claustro es como el de Sant Cugat (...) La abadia de los monjes es pobre cosa, pero tiene grandes patios, con sus granjas para recoger las mieses que trillan cuando pueden, pues este pueblo es muy frío, y de continuas aguas y nieves”. Es probable que Zamora contemplara un claustro caracterizado por la amalgama de estilos, con algunos capiteles románicos del primitivo claustro y arcadas de un claustro (re)construido tras los terremotos. Debemos recordar que en un conjunto próximo, la abadía de Sant Joan de las Abadesses, se conservan cuatro arcadas con sendos capiteles del antiguo claustro románico, que hoy yacen junto al claustro gótico. De este modo, no sería descabellado pensar que algunos capiteles románicos pervivieron en el claustro de Camprodon hasta el siglo xix. Montsalvatge proporciona una de las últimas descripciones del patio, antes de su definitiva desaparición tras las intervenciones de Rogent, Villar, Serrallach y Martorell: “Vense también vestigios de unos claustros constituidos por una serie de pilares de sección cuadrada (…) Están constituidos solamente por dos alas sirviendo de paréntesis entre la iglesia y las habitaciones de los monjes en cuyos lados se desarrollan.”
Tras los terremotos del siglo xv la villa y el monasterio de Camprodon sufrieron saqueos y ocupaciones por parte de los franceses (1470, 1654, 1689 i 1794). De hecho, el propio Montsalvatge describe como tras la exclaustración del 1835 que puso fin a la vida monástica, el conjunto fue desmantelado por los vecinos de la villa, hecho que habría podido provocar la dispersión de algunas piezas:
“Al abandonar el Abad y monjes el monasterio, á raíz de la profanación é incendio del celebrado monasterio de Santa María de Ripoll, en el año 1835, y refugiarse en tierra más hospitalaria que su misma patria, quedó el monasterio bajo el amparo y la salvaguardia de los hijos de Camprodón (…). Tan pronto como hubieron abandonado el monasterio y despojado éste de todas las imágenes y demás objetos sagrados de culto, hicieron presa de él varios vecinos que con atrevida mano se apoderaron de sus maderas, tejas y piedras, y, para colmo de desdicha, un individuo revestido de carácter oficial y bajo el pretexto de algunos trabajos públicos, contribuyó á consumar su ruina, llegando hasta el punto de arrancar las lápidas sepulcrales, profanar las tumbas en que descansaban los abades y monjes del monasterio, haciendo servir sus losas para el acueducto que se construyó para conducir el agua á la fuente de la plaza de la Constitución de dicha villa”.
Tradicionalmente la historiografía ha catalogado como procedente del claustro de Sant Pere de Camprodon un capitel conservado en el Museu d’Art de Girona con el núm. inv. 29, que ingresó en el museo el 7 de abril del 1979. Se trata de un capitel de tamaño medio (38 x 25 cm), con restos de policromía, decorado con ocho eclesiásticos que visten una larga túnica y apoyan sus pies sobre el astrágalo de la columna. Sostienen un objeto cuya identificación resulta problemática debido al avanzado estado de deterioro de la pieza, aunque por la naturaleza de los personajes debemos pensar que se trata de libros. Probablemente se disponen entorno a la figura del abad, tal y como sucede en otros capiteles de temática semejante como el conservado en un capitel del claustro de Sant Pere de Rodes, en el que representa un grupo de monjes en posición frontal y alrededor del abad sosteniendo el báculo. No podemos olvidar que se trata de una temática recurrente en capiteles que decoran el espacio claustral, como podemos observar en un cesta de Sant Martí del Canigó, en la que se representa al abad con un grupo de monjes que sostienen una cruz y un incensario, y en Sant Cugat del Vallès, con capiteles que reproducen diversas escenas de la vida monástica. En cuanto al estilo, destaca el tratamiento del cabello, a base de un estriado regular, y de la vestimenta, con pliegues esquemáticos que forman líneas paralelas.
En el interior de la iglesia se conserva un segundo capitel, muy deteriorado, en el que se representan leones alados en relieve. Aunque se desconoce la procedencia (hasta el momento la historiografía no se ha hecho eco de su existencia) cabe pensar que probablemente formaba parte también de la decoración del claustro.
Las piezas constituyen el único vestigio conocido del claustro románico de Sant Pere de Camprodon, cuya construcción debió ir de la mano del nuevo templo consagrado el 1169.
Texto y fotos: CARLES SÁNCHEZ MÁRQUEZ - Planos: ROSA GIL GUACH
Bibliografía
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