Castillo de Celrà
CELRÀ
El municipio de Celrà se encuentra al Noreste de la comarca del Gironès, a
El topónimo de Celrà aparece por primera vez, junto al de Palagret, en un precepto del rey Carlos el Simple, del año 922, por el que se reconocen al obispo Guiu de Girona las posesiones que éste tiene en los términos de Celeranus et in Palacroto, entre otros lugares. Vente años después, en 946, se menciona la parroquia de Celrà. Su iglesia dedicada a san Félix, estaría ya construida, dotada con bienes y derechos sobre el pueblo.
Aunque la mayoría de las tierras de Celrà durante el siglo x pertenecen al obispado de Girona, los señores de Cervià, Sunyer Llobet y su mujer Avierna, adquieren a finales del mismo siglo, en el año 995, un gran alodio con casa y tierras dentro del término actual de Celrà, en los lugares entonces llamados de la Vall y de Riard. En 1024, el hijo de Sunyer, Silvi Llobet hace una donación de tres mancusos para terminar el campanario de la iglesia de Sant Feliu de Celrà. El conde Ramon Borrell, a principios del siglo xi, tiene posesiones en el término de Celrà (documentado como Celranus en 1017, Celrano en 1064 y Cilrano en 1088). Tras su muerte, la condesa Ermessenda y su hijo Berenguer Ramon I dan sus alodios y pertenencias de Celrà y Riard al recién fundado monasterio femenino de Sant Daniel de Girona. Paralelamente, el monasterio de Sant Esteve de Banyoles aparece como señor de una parte de las tierras de Celrà, donadas por Sandredus d’Aiguaviva y ratificadas en el siglo xi por bula papal de Benito VIII.
El actual casco histórico de Celrà, con su caserío aglutinado en torno a la iglesia, tiene su origen en la cellera o sagrera medieval fortificada, que quedaba limitada por los callejones y plazas que hoy forman el núcleo de la población. Dicha sagrera aparece documentada en el último tercio del siglo xi, cuando el obispo Berenguer Guifred permuta sus posesiones en Celrà (incluidos el templo y la sagrera) por unas tierras que entonces poseía la canónica de catedral gerundense en la Bisbal.
Además de los pocos vestigios de la iglesia románica de Sant Feliu, el municipio conserva varias fortalezas de época románica: los castillos de Celrà y de Palagret (o Mabarrera), la torre Desvern, cuya planta románica se encuentra muy modificada, y el castillo de Barbavella, alzado sobre una colina y cuyas ruinas, aún por excavar, se esconden entre la maleza.
Castillo de Celrà
Al sur del pueblo de Celrà, al final de la calle llamada Germans Sàbat, en lo alto de una colina bajo la cual discurre la riera de Mavalls, se encuentra el llamado castillo de Celrà desde el cual se tiene un buen dominio visual de las tierras y masías próximas, sobre las que durante siglos las familias propietarias del castillo ejercieron sus derechos.
La construcción original de la fortaleza debemos situarla entre los siglos x y xi, dada la necesidad de la catedral de Girona, propietaria del lugar, de administrar in situ las tierras que le pertenecían y que le habían sido reconocidas como tales por los condes de Barcelona-Girona. En el devenir de los siglos, el castillo ha sufrido muchas intervenciones, destrucciones y reconstrucciones. Tras ser reconvertido en masía y finalmente abandonado, a finales del siglo xix sus propietarios rescataron el conjunto del fatal estado en el que se encontraba y lo recuperaron respetuosamente, aunque llevando a cabo ciertas modificaciones con el objetivo de reconvertir la fortaleza en una vivienda.
El castillo actualmente vuelve a llevar el nombre de “Celrà”, pues a lo largo de la historia adoptó sucesivamente los nombres de las distintas familias que lo poseyeron. Los primeros propietarios debieron ser del linaje de los Celrà, familia de caballeros locales feudatarios de la sede de Girona, documentada desde el siglo xi. A finales del siglo xii aparece como propietario el caballero Berenguer de Aguiló, el hijo del cual vendió la fortaleza al poderoso magnate Arnau de Púbol. Este la subinfeudó a un tal Pere d’Escala, convirtiéndose entonces los Escala, en 1225, en señores del castillo.
La familia de Escala de Celrà forma parte del noble linaje gerundense del que también procede Arnau d’Escala, fundador de la Pia Almoina en 1228. Ya en el siglo xvi, el castillo pasó a las propiedades de los Foixà-Boixadors tras el matrimonio de Caterina, hija de Galzeran d’Escales, con Bernat Alemany de Foixà. Fue por entonces que el castillo dejó de ser una residencia señorial, y pronto se reconvirtió en manso dedicado a las labores del campo. Tras pasar, luego, por varias familias locales, en la actualidad es propiedad de un matrimonio estadounidense.
El castillo organiza su planta a partir de una gran torre circular, la llamada torre del Homenaje situada en el centro de un recinto cuadrangular algo irregular, de gruesos muros perimetrales; la torre se encuentra ligeramente desplazada hacia el ángulo sureste del recinto. Los muros exteriores miden unos
Aun así, reconocemos en los gruesos muros perimetrales, de más de 1 m de ancho, restos pertenecientes al edificio románico documentado. Éstos se distinguen de otras fases en el ángulo entre el muro este y la fachada norte, en el centro de la cual se abre una gran puerta gótica de medio punto adovelada cuya construcción evidencia varias intervenciones; esta da acceso a un gran recibidor que mediante grandes arcadas comunica con el pequeño patio entorno a la torre circular. Desplazada hacia levante, en el muro norte, se encuentra una ventana geminada, con dos arcos de medio punto que reposan sobre un juego de capitel con decoración vegetal geometrizante, columnilla de fuste circular y basa con una escocia entre dos toros, sobre un plinto ático (desconocemos si el juego de columna, basa y capitel se encontraban en este lugar en origen). Siguiendo en el exterior, en la parte baja de los muros del ángulo noreste se aprecia un paramento irregular que, en el muro de levante, incluye una hilada de sillarejo sin desbastar dispuesto en un rudo e inacabado opus spicatum, que según apunta J. Bolós correspondería, a los vestigios de una primera fase constructiva que dicho autor fecha a inicios del siglo xi. Corresponderían también a esta primera fase la ventana saetera de medio punto y de derrame simple que hay entre unas hiladas de sillares bien tallados y escuadrados.
Siguiendo en el muro de levante, se aprecian diferencias en el paramento, de arenisca y muy desgastado en el ángulo sureste. El grueso muro ataludado de la fachada sur, con dos gruesos contrafuertes en sus esquinas, probablemente corresponde a una ampliación posterior. Evidencias de diferentes etapas constructivas e ampliaciones las encontramos en la gran fachada oeste, dónde se aprecian en altura al menos tres, si no cuatro paramentos distintos que afrontan entre ellos, y que además han sido alterados por aperturas posteriores. La parte más antigua aquí correspondería al extremo norte del mismo muro oeste, dónde el paramento es a base de hiladas más o menos regulares de grandes sillares de arenisca escuadrados trabados en sus extremos por grandes sillares a soga y tizón. Afronta con este muro otro paño de pared levantado con sillarejo mezclado con sillares irregulares de piedra caliza, y formando con losas verticales alguna ventana saetera.
En el interior, un gran recibidor da acceso a las zonas de patio interior que funcionan como distribuidor entorno a la gran torre maestra circular, que según J. Bolós debió ser edificada en el siglo xi y debió tener entonces una altura de unos 7’5 m, pues en la reciente reforma del conjunto, dicha torre ganó un piso de altura. Sus gruesos muros miden más de 1’5 m y su diámetro interno, es de unos 3’7 m, el paramento aquí es de sillarejo de mediano y gran tamaño unidos con argamasa, y en algunos tramos, ya a la altura del segundo piso aparece más regular dispuesto en hiladas. Donde mejor se aprecia el paramento original de la torre, con argamasa original y los agujeros cuadrados de las bastidas, es en el muro interior, cuya base se encuentra unos 2 metros por debajo del nivel del suelo.
Da acceso a la torre una puerta de medio punto cuyo arco se construye con pequeñas dovelas de sillarejo sin labrar. Diferente es el arco dovelado que encontramos en la puerta de acceso a la dependencia noreste, probablemente románico, pues a esta dependencia corresponde la ventana saetera de medio punto con derrame hacia el interior que antes describíamos junto al paramento irregular del ángulo noreste y parte del muro de levante, que desde el interior, distinguimos en el muro perimetral de una zona cubierta al este de la torre. Diferentes dependencias (cocina, comedor, y habitaciones del ala oeste) rodean la torre, que da acceso mediante escaleras interiores, a un segundo y tercer piso, organizados entorno al patio central, pero que responden a momentos constructivos posteriores.
Cabe apuntar que en el interior de estas salas particulares hemos encontrado dos capiteles con decoración vegetal geometrizante, similares al antes descrito en la fachada norte.
Texto y fotos: Annaïs Pascual Alfaras
Bibliografía
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