Sant Martí de Maçanet de Cabrenys
MAÇANET DE CABRENYS
El término municipal de Maçanet de Cabrenys está situado en el extremo noroccidental de la comarca del Alt Empordà, en las vertientes pirenaicas limítrofes con el Vallespir y, por tanto, con el Estado francés. Comprende la villa de Maçanet de Cabrenys, cabeza de partido, los pueblos de Tapis, els Vilars y Oliveda, los vecindarios de Arnera, Salines y les Creus, y el caserío de les Mines, además de algunas urbanizaciones. El municipio se comunica con el resto del Empordà por la carretera comarcal GI-502/503 que desde la N-II, a la altura del Pont de Campmany, llega a Maçanet (18 km) tras pasar Darnius, y despliega caminos locales desde la villa a Oliveda, els Vilars, el santuario de les Salines y hacia el término vecino de la Vajol.
La primera mención documentada del lugar aparece en un precepto de Luís el Piadoso del año 814, donde se cita que Ceret limita al sur con villam quae dicitur Macanetum. En 954, el conde Guifré II de Besalú dió al monasterio de Sant Pere de Camprodon un alodio de Tapis, para construir el santuario de les Salines. Otra noticia sobre el lugar aparece en la donación del conde Bernat Tallaferro a la sede de Besalú, hacia 1017. Hacia 1148 se documenta Bernat de Maçanet, primer señor conocido de la villa, al que seguirá su hermano Arnau. La baronía pasó por matrimonio a los Rocabertí en 1313. Hacia 1330, Simó de Cabrera vendió el señorío de Maçanet a Beatriu de Cabrenys, viuda del vizconde Dalmau de Rocabertí.
El 1440 se añade “de Cabrenys” al nombre de Maçanet, dado que la villa pasa a pertenecer a la baronía de Cabrenys, señoreada por una línea secundaria del linaje de los Rocabertí. En 1553, la peste negra aniquila la mitad de la población. En julio de 1675 el teniente-general francés Le Bret, con 1500 hombres, saquea la villa.
Iglesia de Sant Martí de Maçanet de Cabrenys
La iglesia de Sant Martí preside el núcleo antiguo de Maçanet, a pocos metros de la plaça de la Vila, a la que se llega por las largas calles de Sant Sebastià y de Burriana.
Podemos pensar que el templo ya se había edificado en el siglo ix, pues se sabe que las tropas de Carlomagno, tras liberar Girona en el año 785, iniciaron la repoblación y colonización del país empezando por los territorios montañosos del norte. Empezaron por levantar y organizar las parroquias, y en el caso que nos ocupa cabe señalar que la advocación a Sant Martí tuvo una importante expansión bajo el dominio carolingio.
La primera noticia que menciona la iglesia aparece hacia 1017, en la donación del conde Bernat Tallaferro a la efímera sede de Besalú de, in valle quae dicitur Mazaneto ecclesiam sancti Martini. En sendos documentos de 1074 y 1095 se expresa que el monasterio de Sant Pere de Camprodon debe librar cada año un mallal (madalal) de aceite a la parroquia de Sant Martí. En un documento de 1117 aparece escrito Sancti Martini de Mazaneto, mientras que el testamento de Berenguer d’Hortal, de 1203, se disponen limosnas para los clérigos de Maçanet a la vez que se instituye heredero a Ramon de Cornellà de las posesiones en Maçanet y en Tapis. Más adelante, en 1221, el testamento de Beatriu d’Hortal dispone así mismo limosnas para Sant Martí de Maçanet. Se conoce que en 1271 unas casas construidas alrededor de la iglesia, junto con la fuerza y el castillo, formaban un recinto amurallado de forma hexagonal. La iglesia vuelve a nombrarse en los nomenclátores de la diócesis de Girona de los siglos xiii y xiv.
El templo fue objeto de reformas entre los siglos xvii y xviii. Primero se añadió la torre campanario de diseño renacentista, y posteriormente se abrieron nuevas ventanas, como la de la fachada oriental, y se procedió al sobrealzado del edificio en los años 1731 y 1736 respectivamente. Durante la Guerra Civil se quemaron las imágenes y retablos barrocos, y el edificio se destinó a almacén de corcho.
Entre 1971 y 1972 se realizaron profundas reformas, como la eliminación de la capilla dels Dolors, de la torre con la escalera de caracol que subía al campanario, y el derribo del cuerpo que se había añadido sobre el ábside. Así mismo, se suprimieron el coro, las tronas, el baptisterio y los altares del Sagrat Cor y de la Puríssima, y se eliminó el encalado de los muros interiores. Una nueva intervención, en 1986, patrocinada por el Departament de Cultura de la Generalitat, la Diputació de Girona, el ayuntamiento del pueblo y el obispado de Girona, procedió a consolidar los muros interiores y exteriores y de la fachada, así como al derribo de algunos añadidos.
El templo actual es un edificio que, como hemos relatado, tiene una larga historia constructiva que hace muy difícil su datación; esta, según consta en el cartel que hay junto a la puerta de acceso, estaría entre los siglos xii y xiii.
Se trata de una iglesia de una sola nave, con ábside semicircular más estrecho que la nave y que se puede considerar de un románico tardío. La nave cubre con bóveda apuntada mientras que el ábside está cubierto por cuarto de esfera y se abre a la nave con pliegue de doble gradación ojival. La bóveda absidal arranca de una cornisa en bocel que forma un extradós alrededor de la ventana central del mismo a modo de guardapolvo. La eliminación del encalado dejó a la vista el aparejo a base de pequeños sillares de granito de buena factura, dispuestos en hiladas semicirculares, que en la nave se alinean longitudinalmente. En el lateral norte, junto al ábside, se encuentra la sacristía y dos capillas añadidas en el siglo xvii, así como el altar gótico del Roser fechado en 1372. Dejamos constancia, así mismo, de la torre campanario sobre la fachada de poniente, de planta octogonal y con cuatro arcadas de medio punto; es de estilo barroco y datación entre los siglos xvii y xviii.
En el exterior, el ábside presenta un aparejo a base de sillares de granito de buena factura, dispuestos en hiladas regulares que se asientan en una cornisa en caveto. El extremo superior está decorado con arcos ciegos, que descansan sobre pequeñas ménsulas o canecillos en relieve, algunas lisas y otras con motivos zoomórficos (buey, conejo), geométricos o antropomórficos. Este modelo lo encontramos en varios ábsides de la comarca de la Garrotxa, como los de Sant Pere y Sant Vicenç de Besalú, la Mare de Déu dels Arcs o Sant Cristòfol de Beget. Justo por encima, un friso dentado sostiene la cornisa en caveto que remata el ábside. En el centro, como ya hemos mencionado, se aprecia una ventana de doble derrame de arco doble, que se asienta sobre una especie de imposta monolítica.
El edificio posee dos portadas de acceso. La primera se situa en la fachada occidental, y llama la atención por su estructura poco habitual y por su altura. Consta de dos arcos de medio punto en gradación que descansan sobre un gran dintel. Los arcos son adovelados, formados por grandes sillares de granito que son escalonados en el arco exterior. El tímpano es a base de sillares y en su parte superior se observa una abertura en aspillera. En el tramo superior de la fachada, justo encima de la portada, se abre una gran ventana rectangular con falsas pilastras en las jambas y arquitrabe rematado por cornisa; data de 1731.
Una segunda puerta está situada en el centro del muro meridional, entre dos ventanas de doble derrame y un solo arco, de diferente tamaño y estructura. Consta de dos partes, separadas por una pequeña cornisa horizontal de sección cuadrada a modo de línea de imposta. La parte inferior se asienta sobre un zócalo sobre el que se forman los pliegues que dan origen a las gradaciones. No poseen ornamentación y los sillares que los conforman siguen la estructura de las hiladas del muro. El interior enmarca la abertura, que se cubre con un dintel liso monolítico. A este nivel encontramos la cornisa de sección cuadrada ya mencionada que marca el punto de arranque de los cuatro arcos que componen la portada. Se trata de cuatro arcos de medio punto en gradación, que se corresponden con los pliegues de la zona inferior. El interior, y más pequeño, es liso y los sillares de granito que lo conforman son de cantos vivos; enmarca un tímpano monolítico, también liso. El siguiente arco presenta la arista en caveto al contrario que el tercero cuya arista está reseguida por una nervadura lisa. El único que posee ornamentación es el cuarto arco, cuyo caveto está decorado con motivos en relieve a base de frutas, bolas, elementos vegetales y dos figuras antropomorfas, todo ello de trazo muy sencillo y esquemático. Por último, el conjunto está enmarcado por una arquivolta esculpida con un ajedrezado que se distribuye uniformemente y hace las veces de guardapolvo. Este tipo de portada es frecuente en iglesias del Empordà y de las comarcas vecinas de la Garrotxa o el Rosselló. Por lo que se refiere a la escultura, podemos decir que se trata de una tipología popular que se suele encontrar en ambientes rurales del mismo Empordà, pero también de la Cerdanya (Santa Eugènia de Saga, Sant Climent de Greixer, Santa Maria d’All), entre otras. Por lo que a su datación se refiere, podemos encajarla entre los siglos xii y xiii, atendiendo a sus características y a la época constructiva del templo.
Llama la atención una lápida sepulcral de mármol, esculpida en bajorrelieve, que se ubica en una de las dos capillas del lateral norte del templo. Procede de la iglesia de Sant Miquel de Fontfreda y se trasladó para evitar su desaparición, pues estaba colocada en el exterior de dicha iglesia, que vez se encuentra en un lugar muy solitario y expuesta a un posible expolio. La descripción detallada de la pieza se hará en el apartado referente a la iglesia de Sant Miquel de Fontfreda, que pertenece a la parroquia y término de Maçanet de Cabrenys.
Herrajes de la puerta de acceso
Está documentado que ya existían batientes de puertas de madera adornados con trabajos de hierro forjado en el siglo ix. A partir del siglo xi se inició el uso de elementos de forja en las puertas de las iglesias del Rosellón, Alt Empordà y la Garrotxa, y a inicios del siglo xii se extendió su uso por el camino de Santiago. Esta proliferación de elementos de forja se puede asociar a las fraguas medievales que desarrollaron su actividad en las cuencas altas de los ríos Tec, Muga y Fluvià, que discurren por estas comarcas.
El hecho de cubrir toda la puerta con dichos elementos se puede entender en base a una doble función de unir las tablas yuxtapuestas y además, como una forma común de protección. Su diseño en espiral se atribuye a la fácil elaboración de estas formas. También se ha relacionado su simbología con la forma en que acaban los báculos de los abades y obispos que rememora el bastón del pastor hasta conducir el rebaño a buen recaudo. De este modo indicaría que los fieles han arribado a su receso espiritual donde encontrarán al pastor que los guiará hacia el camino celestial. También señalaría la entrada al Paraiso. Según Fernando de Olaguer, la espiral se asemeja a las olas del mar y lo relaciona con el bautismo o con el viaje del alma después de la muerte.
En Maçanet de Cabrenys, entre otros centros, tenemos constancia de la existencia de minas de hierro, así como de talleres y forjas que realizaban trabajos para los pueblos y vecindades del entorno. Por tanto, cabe relacionar dichos talleres con el magnífico trabajo de forja que se nos muestra en la puerta sur de acceso al templo, y también con el de la puerta de la iglesia de Sant Briç, en la vecina localidad de Tapis.
La puerta de madera que hay en el acceso meridional de Sant Martí de Maçanet consta de dos batientes, que mantienen los elementos decorativos de hierro forjado románicos en excelente estado de conservación. Se podrían datar en la misma época de construcción de la iglesia, hacia la segunda mitad del siglo xii o inicios del xiii.
Se trata de un conjunto de trece juegos de tiras o cintas horizontales que se dividen en dos volutas que se enrollan en sentido opuesto en cada extremo. Del centro de cada cinta surgen dos pares más de volutas exentas enfrentadas, lo que hace un total de ocho. Este esquema se repite en nueve de los juegos. Otros dos se ven alterados por albergar el cierre, dos bocallaves y dos tiradores. Los dos restantes se ubican en la parte superior e inferior del batiente occidental y presentan sólo seis volutas cada uno. No podemos olvidar un pequeño juego situado en la parte superior ya mencionada, formado por dos pares de volutas enfrentadas que albergan dos pares de pequeñitas espiras entre ambas. Algunos juegos presentan una especie de pequeñas espiras dobles y enfrentadas que emergen de los extremos del nervio central en el espacio que queda entre las volutas.
El cierre, de muy buena factura, se desplazaba sobre una tira más ancha a modo de carril acanalado, si bien actualmente está algo desplazado, justo encima de dicha pieza. Discurre entre tres anillos fijos, con resaltes paralelos. Observamos el diseño típico en forma de T con la parte superior horizontal punzonada y acabada con una figura zoomórfica que parece una cabeza de serpiente o dragón, modelo que encontramos repetido en otras iglesias de la zona como Sant Pere dels Vilars, Sant Pere de Navata, o Sant Cebrià de Fluvià. La presencia del dragón, guardián de tesoros que lucha con San Jorge o San Miguel, o de la serpiente que se asocia al diablo que tentó a Eva bajo su forma, se podría interpretar como una fuerza moral que recibe el fiel al abrazarla para entrar o salir del templo.
Los tiradores son muy parecidos por lo que respecta a la argolla o aro circular con tres protuberancias cada una. Penden de un aro más ancho y decorado con incisiones, sujeto a una placa circular abombada que en su parte plana presenta un contorno dentado y está decorada con incisiones curvas y longitudinales. El mismo modelo lo encontramos en la puerta de Sant Esteve de Llanars, en el Ripollès.
Las bocallaves parecen posteriores y constan de dos sencillas placas de hierro rectangulares, clavadas con cuatro clavos cada una.
Destacamos que las cintas y las volutas son de hierro acanalado y están fijadas con clavos de punta roma, cuadrada o puntiaguda, al igual que todos los demás elementos del conjunto.
Píxide esmaltada (Md’A, 64)
En 1964, cuando se reformó el altar mayor, se encontró en su interior una píxide de cobre esmaltado del siglo xiii. Dado que se trataba de una pieza única, al año siguiente, en la exposición de arte sacro que se hizo en Girona, se pidió a la parroquia la cesión temporal de la pieza para los días de la exposición, y con el compromiso de devolverla una vez terminada. Pese a reclamaciones posteriores, la píxide no se devolvió y hoy todavía está expuesta en el Museo de Arte en Girona.
Es una pieza de cobre, con decoración esmaltada al champlevé. Tienen forma de pequeña cajita cilíndrica, con tapa cónica, de unos 10,50 cm de alto y un diámetro de 8 cm. La tapa va unida por una bisagra y un cierre en el lado opuesto, y está coronada por una minúscula esfera que seguramente soportaba una pequeña cruz, como es habitual en este tipo de piezas.
La ornamentación, a base de una policromía de vivos colores, combina el dorado del cobre con el esmalta azul en el fondo, y utiliza además blanco, rojo, turquesa y verde. El diseño muestra tallos dorados que van formando alternativamente espirales rematados por un florón, y círculos que contienen escudos combinados con florecillas. Destacamos que la tapa contiene dos escudos con lo que parecen flores de lis, uno, y bastones el otro. Es improbable, de todos modos, que los escudos identifiquen linajes nobiliários, pues la decoración con motivos heráldicos simplemente ornamentales es habitual en los esmaltes lemosines de época tardía.
Pese a que algunos autores han planteado la existencia de talleres locales trabajando a imitación de los productos esmaltados de Limoges, no hay testimonio alguno de su existencia antes de finales de siglo xiii. Lo más probable, por lo tanto, es que la píxide fuera importada a Cataluña más o menos directamente desde la región lemosina, como ocurre con tantas otras piezas litúrgicas elaboradas con esmalte. Por sus características técnicas y decorativas debe ser datada en el siglo xiii.
Lipsanoteca de cristal
En las reservas del Museu d’Art de Girona se conserva también una lipsanoteca de vidrio procedente de la iglesia de Sant Martí. La poca calidad del material hace que se desintegre fácilmente y que haya cambiado su coloración amarillento inicial por un color terroso. Es de forma esférica, mide unos 6 cm de alto por 9,5 de diámetro, y posee una sencilla decoración en la parte inferior a base de una flor de siete pétalos.
Pese a la poca información sobre la pieza, es de suponer que estuviera alojada en el reconditorio del altar. En el Museu Episcopal de Vic se pueden observar piezas similares, que suelen fecharse a inicios del siglo xi. No obstante, pensamos que a esta pieza le corresponde una datación anterior, que situamos hacia la segunda mitad del siglo x.
Texto y fotos: Montse Jorba i Valero – Planos: Núria Dolors Vila Costa
Bibliografía
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