Identificador
47000_0057
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 39' 11.03'' , -4º 43' 20.52''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Valladolid
Municipio
Valladolid
Provincia
Valladolid
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
LOS RESTOS DE LA COLEGIATA de Valladolid se encuentran situados a espaldas de la Catedral herreriana. El acceso más cómodo al solar que ocupó el templo primitivo, orientado de Oeste a Este, se realiza desde el fondo de la Plaza de la Universidad, atravesando una reja divisoria. Para su emplazamiento fue elegido un promontorio situado en el extremo occidental de la primitiva aldea, el cual, al parecer, estuvo habitado en época romana. Antolínez de Burgos escribió en este sentido que, cuando se construían los cimientos de la Catedral herreriana, "se descubrió un pedazo de aposento labrado a lo mosaico, con azulejos de diferentes colores y del tamaño de habas muy pequeñas, indicios y rastros todos que nos dan a conocer la mucha antigüedad de Valladolid". Desde el ábside del lado del Evangelio de la Catedral se accede a una serie de capillas funerarias y otras dependencias de función incierta, que rodeaban los pies y la nave septentrional de la antigua Colegiata. Se trata, en su mayoría, de restos góticos de los siglos XIII y XIV. Sus fachadas externas son visibles desde la Plaza del Portugalete y desde la Calle Arzobispo Gandásegui. Desde 1965 albergan los fondos artísticos del Museo Diocesano y Catedralicio. BOSQUEJO HISTÓRICO Fue el rey Alfonso VI de León y de Castilla (1072- 1109) uno de los principales difusores del arte románico en el occidente de la Península. Hacia el año 1074 concede al conde Pero Ansúrez el señorío de la pequeña aldea de Valladolid, como premio a los servicios prestados a la Corona y con la misión de repoblar la zona. Acto seguido, y con el beneplácito de su esposa doña Eylo, decidió el conde afianzar el prestigio de su nuevo feudo mediante la construcción de un gran templo dedicado a Santa María a extramuros de la villa. Se cree que las obras comenzaron hacia 1080, pues cuatro años más tarde la nueva Colegiata ya estaba plenamente constituida en el aspecto jurídico. A pesar de ello, el conde no firmó la Carta de Fundación hasta el 21 de mayo de 1095. Aquel mismo día redactaron su testamento los condes Pero Ansúrez y doña Eylo, dotando a la Iglesia Colegial con numerosas donaciones pecuniarias y territoriales, entre las que cabe destacar la Iglesia de San Pelayo, quizá mozárabe, que se llamó más tarde de San Miguel, y la Iglesia de San Julián, de posible estilo prerrománico astur-leonés, que estuvo situada frente a los ábsides de la Iglesia de San Benito el Real. Parece que se trataba de los más antiguos templos de Valladolid. Otra donación testamentaria destinada a la Colegiata fue la Plaza de Santa María –hoy Plaza de la Universidad–, situada al Sur de la Iglesia, que se convirtió en centro mercantil y en escenario de justas y corridas de toros. Pasó también a ser propiedad de la Colegiata el conjunto de terrenos comprendidos entre los dos cauces del Esgueva, que iban desde la Granja de Martín Franco –actual Calle de los Francos– hasta la orilla del río Pisuerga. Siguiendo el ejemplo de su soberano, principal introductor de los monjes franceses de Cluny en sus reinos patrimoniales, el conde había puesto al frente de la Colegiata a dos monjes de la Orden de San Benito que procedían del monasterio de San Zoilo de Carrión de los Condes: el abad don Salto –o Soto– y el prior don Virila. Ambos pasaron a formar parte del Cabildo como clérigos seculares. Desde 1080 a 1138 está documentada la presencia del primero al frente de la Colegiata. Los demás miembros del Cabildo fueron un chantre, un tesorero, veinticuatro canónigos y seis racioneros. Como ya se indica al hablar del templo vallisoletano de la Antigua, a lo largo de los años muchos historiadores se han ocupado de la fundación de la Colegiata. Si Castro afirmaba que la arqueología vendría a solventar el problema en favor de la primacía temporal de la Colegiata, Mañueco expondría sus teorías en función de los documentos. En ellos aparece en 1088 por primera vez un abad para Santa María, don Salto; por tanto la "entidad moral" de la institución era anterior a 1095, fecha de la dedicación del templo, en la que dicho abad, procedente de San Zoilo de Carrión, recibe la pingüe dote inicial del conde Ansúrez. Además, los capitulares quedan eximidos de la potestad secular (merino y sayón) y se les permite poblar más allá del Esgueva, lo que indica la escasez de vecinos en el entorno de la iglesia, cuyo patronato se reserva la familia Ansúrez. En el mismo día se consagró la iglesia, muy posiblemente sin estar terminada su construcción, aunque contaría ya con la cabecera. En 1110 se producía la definitiva entrega del templo por los condes y sus hijos al abad, de forma que su construcción ya habría finalizado en este momento, en el que Castán data la torre, que aún se conserva a duras penas. A lo largo del siglo XII se suceden donaciones (de los condes y otros laicos, del obispo de Palencia) y privilegios reales que van configurando un abundante y variado patrimonio que incluye tierras, ganados, términos, iglesias, juros... El patronazgo de la familia condal no impuso cargas al abad, cuya elección en el futuro realizarían los canónigos, con el beneplácito de los sucesores del conde y hombres buenos de la villa; pero si el elegido no fuera un canónigo vallisoletano, se solicitaría el consejo del arzobispo de Toledo. También se estableció la autonomía de la Colegiata, dependiente sólo de Roma y se pagaría en señal de sumisión 100 sueldos al Papa, lo que motivará enfrentamientos con el obispo de Palencia, dentro de cuya diócesis se hallaba Valladolid. Los clérigos de la colegial, cuya regla inicial se desconoce, acogieron Concilios nacionales en 1124, 1143 y 1155; pero sus costumbres debieron relajarse excesivamente, lo que motivó la "reforma" por el arzobispo de Toledo en 1162, momento en que se adscriben los capitulares a la regla de San Agustín. En los siglos XII-XIII el poder de la abadía está plenamente asentado en la villa y su entorno: Rucquoi señala la presencia de un merino del abad –además del real– que representa el poder eclesiástico en los barrios de Santa María y la Antigua. Se recaudan tributos de algunos comerciantes y de vasallos de la colegiata, e incluso de collazos: en 1178 Alfonso VIII da privilegio a la institución para cobrar la mitad de los tributos que corresponden al rey (fonsadera, pedido y otros). Este monarca tomó a Santa María la Mayor bajo su protección y, cosa curiosa, en 1181 hace lo mismo Fernando II, rey de León, aduciendo la marcha del castellano a la guerra. Durante este tiempo el obispo de Palencia intentó someter a su jurisdicción a la colegiata vallisoletana; en 1200 se fecha un laudo que debía solventar las diferencias entre aquel y el abad, y en el que no se mencionan los documentos de 1162 y 1166 que, explica Rucquoi, favorecían a Palencia. Ambos se conservan en su Archivo Catedralicio, pero no en el vallisoletano... En 1231 ambas instituciones eligen un árbitro que decida si el abad de Valladolid debía elegirse o no entre los capitulares palentinos, que habían protestado por la sucesión del abad Juan. Los enfrentamientos llegaron a ser armados, hasta que en 1500 los Reyes Católicos pidieron bula papal, para la unión de la abadía al obispado, que fue revocada en 1514. Estas disputas no impidieron el florecimiento de la colegiata: olvidada por los sucesores del conde, pero favorecida por los monarcas, la importancia del templo y la villa hizo al abad Juan Domínguez, canciller de Fernando III, impulsar la edificación de una segunda construcción, demoliendo la anterior salvo la torre. Quizá fuese el nuevo templo, supone Martín, el que acogió el concilio de 1228. Pero en 1299 aún se construía la torre de la iglesia, aunque Mañueco aclara que hubo dos torres, a la segunda de las cuales se refiere. De hecho las obras continuaron en el siglo XIV: en 1318 se inició un nuevo claustro, al que se abrían varias capillas (cuatro de ellas conservadas, aunque destacan las de San Lorenzo y Santo Tomás). cuando en 1333 se construye la capilla de San Juan y San Blas la primitiva torre-pórtico, tapiada, perdió su utilidad. No acabó aquí el ímpetu constructor de los canónigos: en 1527 convocaron concurso para trazar una nueva iglesia colegial. Ganado por Diego de Riaño, fue sustituido al morir por Rodrigo Gil de Hontañón; pero la obra no avanzó, quizá por falta de presupuesto, pedido ya el papel de la ciudad como rectora de un Imperio. En 1580 presentó sus planos Juan de Herrera lo que supuso un cambio total y la demolición de lo construido, cuya piedra se reaprovechó. Aún inconcluso, el templo fue declarado catedral en 1595 por Clemente VIII, pero las muertes de Herrera (1596) y Felipe II (1598) aplazaron "sine die" su terminación, como se puede observar aún hoy... A pesar de ello fue declarado Monumento Histórico Artístico Nacional en 1931. LA COLEGIATA ROMÁNICA Hacia el año 1080 comenzarían las obras de un pequeño templo románico que ya estaría terminado en el año 1100, cuando el conde Ansúrez firmó la Carta de Donación por la cual entregaba la colegiata al abad don Salto. Litúrgicamente orientada, suponemos que tenía una sola nave, de unos 53 x 9 m, cubiertas lignarias y acceso desde el exterior a través de una torre-pórtico situada a los pies. Este último elemento es el único resto del templo románico que ha llegado a nuestros días. Parece, en su tipología, heredero de los "westwerk" carolingios. Es casi cuadrada en planta, con los lados Este y Oeste más anchos. Seguramente dispuso de un cuerpo más y se remataba con un chapitel piramidal. Perdió su función primitiva de pórtico de entrada al templo cuando en 1333 se construyó ante ella una capilla funeraria gótica dedicada a San Blas y a San Juan Evangelista. A pesar de haber resultado muy alterada en intervenciones posteriores a su construcción, esta torre-portada adquiere importancia por el hecho de que sirvió como modelo a la hora de levantar la esbelta y bien proporcionada torre de la Iglesia de Santa María de la Antigua, así como las torres de San Martín de Valladolid, del Salvador de Simancas, de San Esteban de Segovia, de Santa Eulalia de Paredes de Nava y de la parroquial de Torremormojón (Palencia). Los restos desmochados de la torre aparecen hoy embutidos entre las ruinas de los pies del antiguo templo colegial. Fue construida de sillería bien escuadrada. Sobre una línea de imposta con decoración de ajedrezado, puede verse aún una ventana flanqueada por dos columnillas empotradas, con sus basas de doble bocel y escocia, cuyos capiteles muestran decoración fechable a comienzos del siglo XII. Sus cimacios no son sino restos de la línea de imposta intermedia. En la esquina izquierda se conserva la parte baja de un fuste, con basa ática de doble bocel y escocia, colocada sobre un pequeño plinto. Desde los jardines de la Iglesia de la Antigua puede apreciarse cómo sobresale la parte occidental de la torre, con columnas acodilladas en las esquinas, ventana geminada con roscas de cuatro filetes, e imposta en nacela de ajedrezado que rodeaba los cuatro lados. Hasta la línea de imposta llegan los capiteles de las dos columnillas acodilladas que flanquean las esquinas. En el lado septentrional pueden apreciarse aún las roscas de la ventana geminada correspondiente. Una reconstrucción ideal, propuesta por Felipe Heras en su tesis de licenciatura de 1966, divide la torre en tres cuerpos. Abajo estaría el pórtico, con arco de medio punto de rosca moldurada y extradós recorrido por una banda ajedrezada, que se uniría a la línea de imposta de igual decoración. Por encima se situaría una ventana abocinada de medio punto, con el mismo ajedrezado en la rosca e igual perfil que el de los vanos de los ábsides laterales de la Iglesia de San Pedro de Arlanza. Frente a ella, en el muro Oeste, es apreciable la huella de otra ventana de medio punto y amplia luz. En el lado Este, por encima de la ventana, se aprecia el hueco cegado de otra abertura. Esto supone una división interna en dos pisos: el pórtico bajo, que estuvo cubierto probablemente con bóveda de cañón del mismo sentido que la del templo, y un segundo piso que parece haber estado cubierto con bóveda de cañón transversal, como puede apreciarse en los muros internos de la torre. El segundo cuerpo, que es el conservado, mostraría, sobre una línea de imposta con ajedrezado, una ventana geminada en cada uno de sus cuatro frentes, con columnillas laterales y mainel central, con capitel y cimacio, y las dos roscas molduradas. Otra línea de imposta central, en nacela y jaquelada, marcaría la división entre las dos columnillas superpuestas situadas en cada esquina. El tercer cuerpo de la torre sería exactamente igual al segundo, pero las ventanas tendrían mayor amplitud de luz. Como remate veríamos un chapitel piramidal, similar al que hoy presenta la torre de la Iglesia de La Antigua. Además de la característica decoración de tacos en la imposta, hemos de señalar la localizada en las columnas. Los capiteles conservados en la ventana de la cara de la torre que mira a la Plaza de la Universidad, muestran decoración variada. El situado a la derecha del vano tiene decoración vegetal de hojas de palmeta talladas a bisel. El cimacio, de ajedrezado, formó parte de una imposta desaparecida. En el capitel de la izquierda fue esculpida una figura humana con brazos y piernas abiertos en rigurosa simetría. Mesa los cabellos con sus manos. Del centro del capitel arrancan dos caulículos que se prolongan hasta las esquinas, de los cuales el derecho sube sobre la cabeza de la figura. Lleva cimacio en nacela, decorado con tres bolas. Falta la columna del ángulo derecho. De la del extremo opuesto sólo queda la mitad del fuste. Las tres conservadas tienen basa ática apoyada sobre un plinto de muy poca altura. En la cara Oeste de la torre vemos capiteles con decoración vegetal tallada a bisel. Sus características apuntan a que no se trata de los primitivos del siglo XII, sino que fueron renovados a comienzos de la siguiente centuria. LA COLEGIATA PROTOGÓTICA Durante el siglo XII la Colegiata fue ganando en prestigio, al tiempo que la villa de Valladolid se convertía en uno de los principales centros políticos de la doble Monarquía de León y Castilla. Hasta tres Concilios nacionales tuvieron como escenario la Colegiata, en 1124, 1143 y 1155. El primitivo templo románico comenzó a parecer demasiado pequeño para una población tan importante. Fue entonces cuando se decidió derribar la primera Iglesia Colegial para levantar en su lugar un gran templo de nueva planta. Las obras comenzaron siendo abad don Juan Domínguez de Medina, Canciller del rey don Fernando III de Castilla y de León, que aparece documentado al frente de la Colegiata desde 1219 hasta 1230, año en que fue nombrado Obispo de Osma. Se salvó del derribo la torre-pórtico románica de los pies. La nueva Iglesia Colegial, construida también de sillería, tuvo tres naves, separadas por pilares cruciformes con pares de semicolumnas adosadas, siguiendo el sistema cisterciense hispano-languedociano de soportes. Pueden encontrarse claras similitudes con los del monasterio de Valbuena de Duero (Valladolid). Aún son visibles restos de estos pilares en los muros Norte, Oeste y Sur, conservando algunos capiteles decorados con cintas, bolas y hojas de parra. Tendrían las naves hasta seis tramos de separación. La cabecera mostraría tres ábsides, en correspondencia con las naves. Restan todavía algunas ventanas rasgadas en vertical, abocinadas y terminadas en arco de medio punto. Debió cubrirse el templo con bóvedas ojivales de nervios de sección gruesa. El estilo general sería el protogótico característico de las fundaciones cistercienses y premonstratenses de las primeras décadas del siglo XIII. Como acabamos de apuntar, se conservan algunos capiteles decorados con cintas, bolas y hojas de parra, en lo alto de las columnas adosadas a los pilares de los muros Norte, Oeste y Sur de la Colegiata protogótica. Buen ejemplo del estilo cisterciense es la nueva portada del templo, abierta en el tercer tramo septentrional, comenzando por los pies, cuando quedó cegada la vieja torre-pórtico. Sólo una de las arquivoltas centrales muestra decoración geométrica de cabezas de clavo, pues las demás son lisas. No faltan columnas en sus jambas. Por desgracia se encuentra muy deteriorada. Todavía se hizo una portada más en el costado Sur, muy cerca de los pies. Quedó oculta como consecuencia de las reformas hechas para adaptar estas dependencias a las necesidades del Cabildo durante las obras de la Catedral herreriana, pero fue redescubierta en septiembre de 1961. EL CLAUSTRO Y LAS CAPILLAS GÓTICAS Desde comienzos del siglo XIV fueron levantándose las capillas funerarias de estilo gótico que rodeaban al templo por sus costados Norte, Sur y Oeste. A partir de 1318 comienzan las obras del nuevo claustro, que quizá vino a sustituir a otro anterior. Es citado en 1415 con el nombre de "claustra nueva", razón por la cual podemos deducir que no fue terminado hasta pocos años antes de esta fecha. La portada meridional de la Iglesia, de estilo protogótico, pasa a convertirse entonces en el principal acceso al citado claustro. Aún podemos admirarla en la única capilla que subsiste de esta construcción. Refiere Antolínez de Burgos lo siguiente: "yo alcancé un claustro que se labró algunos años después de la fundación de la Iglesia, que fue uno de los más suntuosos y lucidos que había en España: todo lleno de imágenes de bulto de piedra, todo con colores, y todo alrededor poblado de nichos de entierros muy antiguos de ilustres personas, y con sus letreros y escudos de armas grabadas en lo alto de las bóvedas...Dentro de este claustro había dos capillas, la una con advocación de Santo Toribio, la otra de San Lorenzo, y en ésta fundada una fábrica de este Santo, la cual permaneció hasta el año de 1634, porque los prebendados la convirtieron en sala para sus cabildos, y su altura era tanta que se atajó por medio y quedó de muy bastante proporción, y la parte superior la aplicó para librería". A comienzos del siglo XIV se construyen las capillas funerarias y otras dependencias que rodearon parte del muro Norte y todo el muro de los pies del templo protogótico. Durante el siglo XVII, mientras la Iglesia y el Claustro eran desmontados para utilizar sus sillares en la construcción de la Catedral de Juan de Herrera, las cinco viejas capillas y otras dos del paño Sureste del Claustro fueron habilitadas para acoger el Capítulo, Librería, Archivo y Sacristía, entretanto se terminaba el nuevo templo. Como apuntábamos más arriba, estas salas acogen desde 1965 los fondos del Museo Diocesano y Catedralicio. Son las siguientes: El Vestíbulo Es un tramo situado en el lugar donde iba a construirse el crucero de la inacabada Catedral herreriana. En su interior es visible la parte baja de uno de sus pilares. Ya encontramos en el vestíbulo buenas piezas esculpidas pertenecientes al Museo Diocesano. Llaman la atención algunos sitiales de nogal que formaron parte de la sillería del Colegio de San Gregorio. Sus respaldos están decorados con cuatro flores de lis afrontadas, con referencia a la figura heráldica que utilizó Fray Alonso de Burgos, Obispo de Palencia y fundador del citado Colegio de Teología. Pueden fecharse a comienzos del siglo XVI. Otra pieza significativa del vestíbulo es la puerta de nogal hispano-flamenca de fines del siglo XV que perteneció a la Colegiata. Uno de los batientes muestra profusa decoración vegetal, entre la que se ven pájaros alimentándose de frutos. Preside la composición un jarrón de azucenas con la leyenda "AVE GRACIA P", colocado entre dos dragones que unen sus colas. En el otro batiente dos salvajes sostienen un segundo jarrón de azucenas, en el cual se lee "SALVE REGINA MI". Más restos de esta puerta pueden verse en el llamado "Pasillo". Capilla de San Llorente Existía ya antes de 1319 una capilla con esta advocación, que era utilizada como Sala Capitular. Parece que hacia el año 1331 había sido desmantelada, como consecuencia de la construcción del nuevo claustro. Fue reedificada desde 1345 bajo el patronato de Pedro Fernández, escribano de la Cámara del rey Alfonso XI y Canciller del Príncipe don Fadrique, y de su hermano Juan Gutiérrez, escribano de dicho Príncipe. Los dos hermanos añadieron a la advocación antigua, de San Lorenzo, la del Corpus Christi. Presenta planta rectangular, con arcosolios funerarios de ojiva en los muros. Se cubre con dos magníficas cúpulas de yesería mudéjar, una de circular y otra octogonal, adornadas ambas con escudos cuartelados de Castilla y León en forma de rosetas de ocho lóbulos, otros escudos de perfil normal, de gules con una cruz floronada de plata; labor de lacería y piñas de mocárabes de raigambre almohade. Antolínez de Burgos mencionó que en 1634 la Capilla dedicada a San Lorenzo fue dividida en dos alturas, pasando a servir la inferior como nueva Sala Capitular y la superior como Librería. En esta última casi podían alcanzarse con las manos las dos cúpulas mudéjares. La portada ojival que da acceso a esta capilla procede de la antigua Colegiata y está adornada con motivos vegetales y zoomorfos muy restaurados. Lo mismo ocurre con los arcosolios ojivales, muchos de los cuales han perdido la chambrana superior en ángulo. Dentro de la Capilla hay dos sepulcros exentos fechables a mediados del siglo XIII. Son de piedra caliza, con figuras yacentes y proceden del monasterio cisterciense de Palazuelos (Valladolid). En sus frentes se desarrollan escenas de entierro y duelo, con plañideras, clérigos, y con amigos y familiares del difunto. En el frente derecho del primero podemos admirar una magnífica representación de Cristo en Majestad con el Tetramorfos y los doce apóstoles. Fue representado en el frente de los pies de ambos sepulcros el caballo del difunto, engualdrapado, con estribos y con el escudo colgado del revés en señal de duelo. Lloran algunos caballeros amigos junto a la cabalgadura. Todas las escenas reparten sus figuras entre arquerías góticas con castilletes en las enjutas. Hay además tres vírgenes góticas con el niño y una manzana en la mano, de madera policromada; un San Miguel del siglo XV con su armadura, dorado y policromado; sobre la puerta un gran Crucifijo del siglo XIII, y un ángel, aún goticista, de comienzos del siglo XVI. Desde el siglo XV fue utilizada esta Capilla como Salón de Grados de la Universidad, es decir, como lugar de examen de los nuevos doctores. En los primeros años de la década de los sesenta del siglo XX se descubrió un "Victor" del siglo XVI oculto bajo el revoque del primer nicho funerario de la derecha: "Do. Sobrino. Sábado. 10. V 1576 Victor". En la esquina derecha más cercana a la entrada cuelga una "Piedad", pintura sobre tabla de tosco estilo hispanoflamenco, fechable en los años finales del siglo XV. Se conserva la lápida sepulcral de los hermanos Pedro Fernández y Juan Gutiérrez, patronos de la Capilla, escrita con letra de estilo románico tardío. Sala Capitular Fue construida en el siglo XVII, aprovechando algunos muros del claustro gótico, es de planta rectangular y conserva algunos nichos funerarios ojivales ocultos tras la sillería barroca de Felipe Espinabete, también visibles en los muros del llamado "Pasillo" del Museo. Capilla de Santo Tomás Estaba en ruinas en 1331. Fue reconstruida en años sucesivos a costa de García Pérez de Valladolid, Alcalde del Rey. Es de planta rectangular, con nueve nichos funerarios ojivales en los muros, cuatro puertas de arco apuntado y cubierta formada por dos bóvedas de crucería sencilla. En la clave de cada una hay escudos tallados en relieve: tres bandas dobladas y orla con catorce calderas. Parece que esta Capilla sirvió como Sacristía al menos desde 1634. Pieza importante del Museo es un Crucifijo del siglo XIV con las piernas cruzadas, de aspecto dramático, que está colocado sobre la puerta de entrada. Entre los dos arcos que dan al interior de la torre-pórtico románica vemos una Virgen con el Niño de alabastro policromado, fechable a mediados del siglo XIV. En el arcosolio del fondo a la derecha aparecen dos leones unidos simétricamente por su parte trasera. Son iguales a los que sostienen los sepulcros del siglo XIII. En la esquina izquierda de la Capilla cuelga un Crucificado del siglo XVI, acompañado por los dos ladrones, tallados hacia 1500 por el Maestro de San Pablo de la Moraleja. Estas dos figuras, de madera policromada, muestran aún evidentes secuelas del dramatismo gótico. Vemos salir de la boca del Buen Ladrón un niño desnudo, símbolo de la limpieza de su alma, que es recogido por un ángel para ser llevado al Cielo. El Mal Ladrón, por el contrario, es apresado por un horrible monstruo de dos cabezas. Sobre la puerta de salida hay un crucifijo del siglo XIII, que tiene las piernas cruzadas. Capilla o ángulo del claustro Es el único vestigio del claustro gótico del siglo XIV, aunque dos de sus pilares muestran reformas efectuadas en el siglo XV. Cinco nervios se juntan en la clave de la bóveda. La clave central de la bóveda encierra una escena de la Virgen con el Niño entre dos ángeles, del siglo XIV. Las ménsulas occidentales también están decoradas. En la izquierda fue esculpido un ser monstruoso con los brazos abiertos, que parece mesarse las barbas. Los restos de un pájaro cazando un animal son aún visibles en la ménsula opuesta. En el frente oriental hay otras dos ménsulas. La septentrional muestra una cabeza de largos cabellos semioculta entre hojas de cardina, mirando hacia el interior de la Capilla. Hacia el desaparecido claustro mira un ángel portador de un escudo, de estilo flamenco-borgoñón del siglo XV. En la ménsula opuesta hay otro ángel de factura tardogótica, pero éste tañe un laúd. En el muro septentrional se conserva la portada de estilo cisterciense que daba paso a la desaparecida Iglesia Colegial. Presenta grandes semejanzas con la portada Norte del monasterio de Santa María la Real de las Huelgas de Burgos. De arco apuntado, tiene arquivoltas lisas, de baquetones, y otras decoradas con motivos geométricos: dientes de sierra, cabezas de clavo, cilindros que forman rombos. Hay parejas de animales esculpidas en los capiteles, los cuales han sido restaurados en exceso. Cimacios dispuestos en nacela forman una banda quebrada, con decoración de palmetas. Junto a esta portada encontraremos una "Piedad" de madera policromada, de estilo hispano-flamenco característico del siglo XV. Sobre los dos arcos apuntados de la entrada cuelga un Crucifijo protogótico del siglo XIII, con cuatro clavos. Capilla de San Blas y San Juan Evangelista Esta Capilla, casi cuadrada en planta, con tres nichos funerarios abiertos en el muro de poniente, se cubre mediante bóveda de crucería sencilla, descansando los nervios en los ángulos sobre capiteles policromados. Fue construida de 1333 a 1337 bajo el patronato de don Juan Rodríguez, Arcediano de Campos, el cual quedó obligado, por parte del Cabildo, a construir una Sala Capitular "en ssomo de la dicha capiella", pues la Capilla de San Lorenzo, donde solían reunirse el abad y los canónigos en Capítulo, se encontraba en estado ruinoso. Esta cláusula nunca se cumplió. La clave de la bóveda muestra un escudo de oro con banda de sable, orlado también de sable con seis calderos de oro. Tras él sobresalen cuatro cabezas policromadas dispuestas en cruz. También son visibles figuras policromas en dos de los capiteles laterales. A la derecha de la puerta de salida está colocada una Virgen con el Niño, escultura de madera policromada fechable a mediados del siglo XII. El tipo se corresponde con los cánones habituales del románico pleno: frontalidad rigurosa de las figuras y vestiduras con pliegues simétricos. La policromía parece dos siglos posterior. La Virgen María, con túnica azul, abre los brazos con gesto intercesor. Su manto rojo lleva cenefa dorada con incisiones en círculo y en puntos que forman líneas en zig-zag. Falta la cabeza del Niño, que alza la mano derecha con los dedos índice y corazón extendidos. Su otra mano descansa en la rodilla. Viste manto rojo con túnica dorada. Más curiosa es la policromía del trono, que es dorado y tiene cada lado del respaldo terminado con curiosa oreja circular. Cada oreja de estas lleva pintada una roseta de doce brazos con pintura negra. Debajo se disponen curiosas representaciones alargadas de trazo sencillo y negro, a modo de ventanas rasgadas superpuestas, dos a cada lado en vertical y separadas por cuatro líneas. Lo más llamativo de estos rectángulos alargados es que terminan en arco túmido de tipo musulmán, con la punta en leve conopio. Obra tardomedieval de gran categoría artística es el "Llanto sobre Cristo Muerto" de Alejo de Vahía. Se trata de un grupo escultórico de madera policromada fechable hacia 1500. Cada personaje se transforma en una individualidad, pleno de dramatismo contenido. El pórtico de la torre románica A consecuencia de la construcción de la Capilla de San Blas y San Juan, a comienzos del siglo XIV quedó cerrado el paso a la Iglesia a través del antiguo pórtico de la torre románica, de fines del siglo XII, el cual pasó a hacer las veces de cámara del tesoro catedralicio. El hueco de entrada, terminado en arco de medio punto, está ocupado actualmente por la espléndida custodia procesional que el orfebre leonés Juan de Arfe y Villafañe cincelara en 1587. Probablemente estuvo cubierto con bóveda de cañón sencilla. Capilla de Santa Inés Fue construida antes de 1333. Tiene planta rectangular y se cubre con un alfarje mudéjar que no es el original. En el muro oriental es visible la portada cegada que daba acceso al testero del Evangelio de la Iglesia Colegial. Su sencillo arco de medio punto tiene rosca de ladrillo. Las jambas, por el contrario, están formadas mediante hileras alternadas de bloques de piedra y varias hiladas de ladrillos. En los muros de esta Capilla se abren hasta siete arcosolios funerarios con arco ojival. En los arcosolios apuntados de la izquierda hay cuatro sepulcros, en cuyos frentes se repiten tres blasones. Uno de ellos muestra tres barras dobladas, con orla de catorce calderos; el otro es una cruz floronada, con orla lisa; y por último aparece uno de cinco bandas con orla de diecinueve aspas. Sobre el yacente del primero, hombre con barba anudada y largos cabellos, se lee la inscripción: "Aquí yace Alonso Cabeças, fundador de esta capilla, capellanía y obra pía. Requiescat in pace". La letra es de hacia 1700, pero los sepulcros son del siglo XIV. Un sepulcro exento del siglo XIII colocado en esta Capilla, lleva sobre la tapa del ataúd tres pares de escudos. Se alterna un blasón de cuatro palos con otro ocupado por un águila con las alas extendidas. Los frentes muestran escenas del entierro de un caballero, Crucifixión de Nuestro Señor y Pantocrator con Tetramorfos y Apostolado, todo ello repartido en arquerías góticas con castilletes en las enjutas. Otras piezas dignas de mención son una "Piedad" de estilo hispano-flamenco, esculpida en piedra caliza a comienzos del siglo XVI, y una "Anunciación" del siglo XIV, en piedra policromada, con el detalle curioso de la Virgen María señalándose el vientre con el dedo. Sobre la puerta cegada que daba al testero Norte de la Iglesia Colegial hay un Crucifijo tardomedieval del siglo XV. Está enmarcada dicha puerta con un arco apuntado cuya rosca se decora con escudos alternados; se repiten el de las tres bandas dobladas con orla de calderos y el que muestra una cruz floronada con orla lisa. Sala de pinturas Se desconoce la advocación de esta Capilla, situada en paralelo con lo que queda del muro del Evangelio de la Iglesia Colegial. Tiene planta rectangular, pero no sabemos cómo estaba resuelta su cubrición original. Guarda pinturas de los siglos XVI, XVII y XVIII. En la actualidad permanece cerrada al público por obras de restauración. LA DESTRUCCIÓN DE LA COLEGIATA ROMÁNICA Parece que fue la presencia de la Corte de Carlos I en Valladolid, desde el año 1517, lo que aguijoneó la ambición del Cabildo colegial cuando sus miembros decidieron levantar un nuevo templo. El 21 de mayo de 1527 la emperatriz doña Isabel da a luz al futuro rey don Felipe II en una pieza del Palacio de los Marqueses de Astorga. Poco antes había sido convocado un concurso para diseñar las trazas de una nueva Iglesia Colegial. Fue aceptado el proyecto conjunto presentado por Diego de Riaño, Juan de Álava, Juan Gil de Hontañón, Rodrigo Gil de Hontañón y Francisco de Colonia. Comenzaron las obras el 13 de junio de 1527, bajo la dirección del citado Diego de Riaño. Aunque ignoramos su emplazamiento exacto, sabemos que se quería levantar una Iglesia Colegial de dimensiones muy ambiciosas, estructurada según un estilo gótico muy evolucionado al que se unían soluciones decorativas renacentistas. El modelo provino en las catedrales de Salamanca y Segovia. Nunca fue terminada. Algunas décadas más tarde, en 1585, Juan de Herrera entrega las trazas de una nueva Iglesia Colegial de estilo desornamentado que tampoco llegó a terminarse. Completaría el imponente conjunto arquitectónico un claustro herreriano que iba a levantarse en el costado de poniente, donde hoy se encuentra la Plaza del Portugalete, pero el paso del brazo Norte del Esgueva prometía un sinnúmero de dificultades a la hora de proceder a las labores de cimentación. El rey Felipe II otorga el título de Ciudad a Valladolid en 1596 y al año siguiente erige su antigua Colegiata en Catedral, a la vez que potencia las obras del nuevo templo. Pese a ello, estas prosiguen lentamente en siglos sucesivos, sobre todo tras la crisis económica provocada por la marcha definitiva de la Corte a Madrid en 1606. Jamás fueron iniciadas las obras del proyectado claustro. Entretanto se dio la circunstancia desgraciada de que, para levantar el templo herreriano, sirviese como cantera la antigua Iglesia Colegial del siglo XIII, con su claustro gótico incluido.