Identificador
09572_04_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 53' 50.4" , Lo, g:3º 47' 1.57"
Idioma
Autor
José Manuel Rodríguez Montañés
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Crespos
Municipio
Valle de Manzanedo
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
EL TEMPLO SE SITÚA EN UN LIGERO promontorio en el extremo occidental del caserío, a la izquierda del viejo y hoy impracticable camino que conducía a Perros y Munilla, zona que llaman “el pie de la Costalilla”. Está dedicado a la Inmaculada, aunque a veces se la conoce por Nuestra Señora del Rosario, nombre tomado de una cofradía a ella dedicada existente en la parroquia. Conserva el edificio, pese a las reformas y reparaciones, lo fundamental de su estructura original, de breve nave única y desarrollada cabecera compuesta de ábside semicircular cerrado con bóveda de horno y antecedido por pre sbiterio abovedado con medio cañón reforzado por fajones. Dos construcciones adosadas posteriormente flanqueaban la cabecera al norte y sur enmascarando las estructuras románicas; la septentrional tenía función de trastero, mientras que una sacristía de planta rectangular -a la que se accedía por vano abierto en la arquería del presbiterio- se disponía al sur de la cabecera. Ambas han sido eliminadas durante la última y reciente restauración del conjunto. La nave, con reciente cubierta de madera a doble vertiente, es el elemento más alterado, aunque mantiene la portada abierta en un antecuerpo del muro meridional. La obra románica se levantó en sillería labrada a hacha, siendo las reformas posteriores -fundamentalmente el hastial occidental y la mayor parte del muro septentrional de la nave- aparejadas en mampostería. En el sector oriental del muro norte de la nave es visible tal sucesión de aparejos. Al exterior el tambor absidal se articula en tres paños delimitados por dos contrafuertes prismáticos de remate escalonado bajo la línea de canes de la cornisa. En la calle central debía abrirse la ventana que daba luz al altar, cegada en época imprecisa y cuyas rozas son bien visibles al interior. Horizontalmente el paramento se divide en dos pisos marcados por sendas impostas que invaden los estribos, repetidas al interior, decoradas con triple hilera de grosero taqueado. Otro par de contrafuertes refuerzan la intersección del hemiciclo con el tramo recto, no art iculada con el tradicional codillo; es precisamente en un sillar del contrafuerte meridional del presbiterio -antes incluido en la suprimida sacristía- donde se grabó un texto que proporciona una data en los años centrales del siglo XII: V K MAI PASCASI VS PLANTAVIT ORTI IN ERA TCLXXXI Su traducción sería: “El 5 de las calendas de mayo Pascasio plantó el huerto, en la era de 1181”, fecha correspondiente al 27 de abril del año 1143 de nuestro calendario. El uso de la T (en realidad una I con el rasgo horizontal de abreviatura) con el valor de “milésima” es relativamente frecuente, y la documentamos también en las iglesias de Escaño (1088) y Hormicedo (1139). La alusión a la plantación de jardines o árboles la recogemos igualmente en sendos epígrafes de la iglesia soriana de Nolay (1248) y en un epitafio del monasterio leonés de Carrizo (1272). En cualquier caso, la inscripción de Crespos viene a atestiguar que el templo se encontraba ya construido en 1143. Corona los muros de la cabecera una cornisa abocelada sustentada por canecillos de ruda labra decorados con prótomos de animales (bóvidos, carneros, cérvidos de ramificadas astas), un conejo o liebre, una arpía, dos cuadrúpedos recostados, un barril, un muy desgastado personaje, una máscara monstruosa devorando a un personajillo al que ya ha engullido la cabeza, un exhibicionista masculino que se lleva la diestra al mentón y la otra mano al sexo (similar a uno de la iglesia cántabra de Cervatos), una figura en similar actitud y otra más portando un barrillillo sobre sus hombros. Ya en el interior, vemos cómo la cabecera, alzada sobre un banco corrido de fábrica ornado con un bocel, repite la articulación exterior en dos alturas marcadas por sendas líneas de imposta decoradas con triple hilera de tacos y billetes; sobre la superior parten las bóvedas y bajo la otra los paramentos son articulados por arquerías ciegas, repitiendo casi fielmente la disposición que veremos en San Miguel de Cornezuelo. La bóveda del tramo presbiterial aparece ceñida por dos fajones de medio punto que reposan en semicolumnas coronadas por capiteles figurados, cuyos fustes son invadidos por la imposta que corre por el paramento del ábside y presbiterio. Sus basas carecen de homogeneidad, predominando el esquema de perfil ático degenerado con gran desarrollo de la escocia; algunas presentan garras y una de ellas suprime la escocia reduciéndose a dos toros sobre plinto. Los capiteles del arco triunfal -que articula nave y cabecera- reciben una pareja de capiteles de idéntica estructura en la que se colocan, en la cara que mira al altar, sendas parejas de leones afrontados que comparten cabeza, mientras que la cara que da a la nave muestra en ambos casos dos figuras con los brazos en jarras y un mascarón humano. La correspondiente al capitel del lado del evangelio es claramente femenina por su toca y barboquejo; no así la del capitel del lado de la epístola, bastante deteriorada, que aparece sentada y sosteniendo en sus piernas un objeto no identificable. Por su parte, en los capiteles del fajón que ciñe la bóveda por el este, el correspondiente al lado del evangelio muestra dos parejas de leones de largos cuellos afrontados en los ángulos de la cesta y entre ellos dos toscas flores de cinco pétalos. El del lado de la epístola se decora con una pareja de águilas de alas explayadas y sobre ellas un cuadrúpedo, especie de leoncillo. Cegada la ventana absidal, sólo resta de los vanos románicos la muy transformada ventana abierta en el muro meridional del presbiterio, que conserva el arco de medio punto superior, decorado al interior con un junquillo sogueado. El arco inferior se ha perdido, así como los capiteles que coronaban las columnas acodilladas que lo sustentaban. Las arquerías ciegas que animan el piso inferior de hemiciclo y presbiterio muestran arcos de medio punto -ligeramente peraltados- ornados con grueso baquetón adornado con piñas, bolas y hojitas y apeados en jambas y columnas adosadas al muro, a razón de dos arcos en cada lado del tramo recto y cinco arcos en el ábside. En éste, las columnillas son prácticamente exentas, alzándose sobre basas áticas de amplia escocia y toro inferior con bolas sobre plinto. Aunque la mayoría de los capiteles de las arquerías o han desaparecido o están sumamente deteriorados, conservamos en el hemiciclo uno decorado con una pareja de águilas de alas extendidas en los ángulos, un león pasante en el frente y, en las caras laterales, dos toscas cabezas humanas, una de ellas mostrando los dientes y hojas carnosas y lobuladas, del mismo tipo de las que decoran la mayoría de los cimacios. También en la arquería del ábside vemos otra cesta decorada con dos filas superpuestas de ocho leoncillos afrontados que comparten cabezas en los ángulos. El único capitel conservado en el presbiterio fue seccionado en el momento de abrir la hoy eliminada puerta de la sacristía; representaba la recurrente figuración de la lujuria bajo la forma de sendas mujeres desnudas cuyos pechos son mordidos por dos desproporcionadas serpientes de cuerpos escamosos y ondulantes. Junto a la cabecera, es la portada el otro elemento más significativo del edificio. Abierta en un antecuerpo del muro meridional de la nave y notablemente abocinada, se dispone alrededor de un arco de medio punto ligeramente peraltado que encierra un tosco tímpano liso. Rodean el arco dos arquivoltas y tres cenefas decorativas; las primeras reposan en dos parejas de columnas acodilladas, mientras que las segundas lo hacen en las jambas. Exornando al tímpano vemos una banda de carnosos zarcillos; dos baquetones, el superior ornado con bolas, molduran la primera arquivolta, sobre la cual corre otra banda con dientes de sierra y bolas. La arquivolta externa muestra un bocel en el ángulo, un junquillo sogueado y bocel ornado con bezantes, espirales y botones vegetales; le siguen una cenefa con tallos entrecruzados formando óvalos y aspas incisas, rodeándose el conjunto con una chambrana de nacela. Sobre los capiteles y jambas se disponen sendas líneas de imposta decoradas con las gruesas y carnosas hojas lobuladas inscritas en tallos ondulantes que ya vimos en el interior. Su aire cántabro (vid. la portada de Cervatos) concuerda con la ruda decoración de los capiteles. En el exterior del lado izquierdo del espectador se representó, sobre el fondo de una ancha hoja nervada rematada en caulículo, una pareja de leones afrontados de tiesas orejas que apoyan sus garras sobre el astrágalo, cuyas melenas fueron arbitrariamente insinuadas mediante incisiones concéntricas. El interior de este lado muestra, sobre similar fondo vegetal, otro de los iconos más recurrentes en la escultura de estos Valles de Burgos y Cantabria, ya vista en el interior: el águila de alas desplegadas, esta vez entre un brote de una hojita lobulada y una máscara humana de rasgos someros (las vemos en Molledo, Cervatos, Munilla, etc.). Los dos capiteles del lado derecho decoran sus cestas con otra de las composiciones más frecuentes en la zona, como son los cuatro niveles de estereotipadas hojas nervadas entrecruzadas y rematadas en volutas; en el caso del interior, el collarino aparece sogueado. Similares motivos a los descritos los encontramos en una amplia nómina de edificios del norte de Palencia y Burgos y sur de Cantabria: Cervatos, Santillana del Mar, San Vicente de Becerril del Carpio, Santa Eufemia de Cozuelos, Ayoluengo, San Miguel de Cornezuelo, Colina de Losa, Bercedo, etc. Finalmente, sobre el antecuerpo de la portada, modificado en su remate, se alzó una pequeña espadaña de finales del siglo XVIII. Tanto constructiva como decorativamente, la iglesia de Crespos responde a los mismos principios artísticos y más que probablemente a un mismo taller que la de San Miguel de Cornezuelo, ambas íntimamente ligadas a un nutrido grupo de edificios de los Valles del Alto Ebro: cabeceras de Butrera, Torme, Manzanedo (la mejor del grupo), Ailanes, Munilla, etc. Pérez Carmona veía en la articulación mediante arquerías ornamentales de algunas de estas cabeceras una influencia aragonesa (Loarre) que se extendía hacia el oeste contando con un jalón fundamental en San Pedro de Tejada, “originando sin duda las arcaturas de San Martín de Elines y las campurrianas de Cervatos y Retortillo, ya en la segunda mitad del siglo XII”. Ni histórica ni cronológicamente parece excesivamente atinado tal juicio, máxime cuando los ábsides con arquerías internas animando el piso inferior del paramento son relativamente frecuentes en ámbitos geográficos diversos. Abundan en todo el sudoeste francés desde el siglo XI, así los ejemplos de Gironde (Cazaugitat, Saint-Macaire, Noaillan, Saint- Georges-de-Montagne), Gers (Peyrusse-Grande), Charente- Maritime (Bougneau, Saint-Thomas de Conac), etc., los vemos en Siones, en Villahizán de Treviño, Villandiego, Padilla de Abajo, la parroquial de Palacios de Benaver... Más que un origen aragonés parece que podemos determinar la existencia de un grupo de talleres que trabajan bajo similares pautas arquitectónicas y plásticas en los Valles del Alto Ebro, pareciendo más verosímil que fuesen los reputados canteros montañeses (campurrianos y trasmeranos) los que extendiesen su influencia por el norte palentino y burgalés, alcanzando el extremo septentrional de la Ojeda y, por el este, la merindad de Sotoscueva y el Valle de Mena. En Cantabria contamos con destacados ejemplos como las colegiatas de San Martín de Elines, Cervatos y Castañeda, que junto a una amplia nómina de templos (Bareyo, Silió, Molledo, Raicedo, etc.), proporcionan referentes claros, sobre todo en lo escultórico. Así por ejemplo, en la iglesia de San Juan de Raicedo encontramos una organización exterior del tambor absidal en todo similar a esta de Crespos, junto a idéntica temática en los capiteles de su portada, que volvemos a descubrir en la ermita de San Lorenzo de Molledo, trasladada desde Pujayo y consagrada en 1132; aves de alas extendidas y leones de similar factura los encontramos en San Julián de Bustasur, datada en 1112, etc. Estilísticamente la escultura de sus capiteles muestra un arte seco, tosco, sin concesión al detalle, técnicamente deficiente, imitación casi popular de modelos algo más elaborados como los de San Pedro de Tejada o Cervatos, con los que manifiesta además paralelos iconográficos, principalmente en las figuras de leones y aves de alas explayadas. Conserva además el templo un ejemplar de pila bautismal románica, labrada a hacha, de copa semiesférica de 86 cm de diámetro por 68 cm de altura, sobre pilar de 19 cm de alto. Su decoración, con dos líneas de dientes de sierra excisos flanqueando un bocel sogueado entre dos junquillos, la relaciona con un nutrido grupo de ejemplares cántabros y burgaleses: Villaescusa de Ebro, Quintanilla de An, Salcedo, Repudio, Ruijas, Espinosa de Bricia, Linares de Bricia, Lomas de Villamediana, Villamediana de Lomas, Quintanilla-Colina, etc. Igualmente, en el ábside se encuentran recogidos dos lóculos en piedra para contener las lipsanotecas con las reliquias, ambos tallados en sendos bloques de caliza, con el rebaje sobre el que se dispondría la tapa de madera que los sellaría. El mayor de ellos, que presenta una de las caras sin labrar, mide 27 cm de longitud por 22 de anchura. El otro , perfectamente escuadrado, mide 24,5 cm de largo, 11 cm de ancho y 12 cm de alto. Suponemos que se integraron bien en la mesa bien en los pilares del primitivo altar en el momento de la consagración del mismo.