Castillo de Portell
Castillo de Portell
El pueblo de Portell está situado al Noreste del municipio de Sant Ramon. Sus orígenes, como los de la mayor parte de las poblaciones de la Segarra, se remontan a época medieval, cuando en torno a un castillo se fue creando un primer núcleo amurallado, tal y como ocurrió también con Mejanell, Mont-ros, Gavèr y la Tallada. Actualmente, el castillo de Portell está emplazado en la zona alta del centro urbano, rodeado de casas. Desde Sant Ramon, se toma un desvío a mano izquierda, hasta que, transcurridos 2 km, se llega a la población de Portell.
El lugar ya aparece documentado en 1028, cuando se tiene noticia de que el primer señor del castillo de Portell era Bonfill Sanç. De 1035 se conserva un acta testamentaria del conde Guifred de Cerdanya en la cual donaba a su hijo el condado de Berga con su marca, que incluía los castillos de Castellfollit, Pujalt, Gàver, Portell y Gospí, juntamente con todo lo que poseía el conde hasta el río Sió. En otro testamento de 1042, Bonfill Sanç legó los castillos de la Clua, Paracamps y Portell a su esposa Amaltrud, hija del vizconde de Cardona, quien tras enviudar, confió la fortaleza de Portell a su hijo Eribau de Llobera. En 1066, este concedió la castellanía de Portell a Ramon de Oruça. La fortaleza pasó a manos de Santa Maria de Solsona en 1098 como consecuencia de la cesión realizada por la viuda de Eribau, Guilla, y su hijo Carbonell. Casi un siglo más tarde, en 1190, Pere de Llobera, mientras elegía sepultura e ingresaba en la iglesia de Solsona, donó en libre alodio el castillo de Portell a cambio de mil sueldos barceloneses y doscientos jaqueses. Desde que el último señor del lugar, Guillem de Montoliu, legó en 1263 los derechos que tenía sobre el castillo y el pueblo de Portell a la canónica de Solsona, la misma detentó todos los derechos jurisdiccionales hasta la abolición de los señoríos en el siglo xix.
Tan sólo se conserva de lo que fue la fortaleza la parte inferior de una torre de planta circular, con un diámetro de 6 m y una altura de 4 m, que apenas sobrepasa la de las viviendas que la circundan. Sobre el nivel inferior que perdura actualmente, el cual debía de ser totalmente macizo, se levantaban los muros perimetrales circulares, de 1 m de grosor, del primer piso, en el cual, seguramente, estaba ubicada elevada, como era habitual, la puerta de acceso. Su aparejo está compuesto por sillares de mediano tamaño, poco trabajados y unidos con mortero. Todo ello permite datar la construcción en el siglo xi. La torre últimamente se ha visto sometida a un proceso de restauración, el cual ha permitido detener su proceso de degradación.
Texto y foto: Helena Soler Castán
Bibliografía
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