Cantabria atesora algunos de los ejemplos románicos más sobresalientes de la península, resultado de los cambios sociales, económicos y espirituales que estaban aconteciendo en este periodo en la Europa Occidental, y a los que la provincia no fue ajena.
La historia de este territorio está íntimamente ligada al reino castellano tras su incorporación en 1054 con el rey Fernando I de Castilla al mando, y bajo el que se configuraría una sociedad feudal vinculada a los monasterios. Estos centros de poder fueron muy variados, y algunos de ellos alcanzaron especial relevancia en la Alta Edad Media, como San Pedro de Cervatos en la región de Campoo, o San Martín de Elines en Valderredible, a la par que existieron otros cuya relevancia aparentemente fue menor, como Santa María de Yermo.
El poder, casi hegemónico, de estos monasterios durante el siglo XII favoreció la expansión del estilo artístico que estaba invadiendo Europa desde finales del siglo X, el Románico, así como su expresión más notable en los templos edificados en territorio cántabro, aportando cada uno de ellos sus peculiaridades.
La ruta propuesta abarca seis edificaciones románicas que fueron testigo de la historia de este territorio y que han logrado subsistir a las adversidades del paso de los años. Admirar estas joyas románicas, es poco menos que trasladarse al medievo y comprender la vida de aldeanos que habitaban una Cantabria olvidada y alejada de los intereses primordiales: la reconquista musulmana.
La selección de los templos tratados no es fortuita, y es que todos ellos presentan una particularidad, como son las denominadas “representaciones eróticas”, que tanto interés suscitan a visitantes y estudiosos. Su explicación conviene aclarar que no es tarea fácil dada la escasez de fuentes directas, y las interpretaciones de su significado por parte de historiadores son variadas y dispares, alegando que podrían tratarse desde representaciones de los pecados para adoctrinar a los fieles analfabetos, a la manifestación de la herencia del pasado romano con un significado apotropaico, imágenes para incentivar la procreación, o escenas de la vida cotidiana con una connotación positiva, entre muchas otras.
Con todo ello, invito a todo el que quiera a seguir los pasos de esta pequeña ruta y a perderse por los valles entre montañas donde afloran estos templos románicos y disfrutarlos en su esencia más pura, dejando de lado nuestro juicio actual para comprender la época medieval.
A tan solo 9 km de Polientes se sitúa el pequeño pueblo de San Martín de Elines, donde se erige la iglesia más influyente de todo Valderredible, y al que se accede a través de la carretera local CA-275 que sigue el curso del río Ebro, el mismo que a unos pocos kilómetros hacia el este inicia su curso por las Hoces de Orbaneja del Castillo, conformando un paisaje natural muy atractivo para los amantes de la naturaleza.
El menhir de “Lanchahincada” ubicado en la lora, atestigua la presencia humana en la zona desde la Edad de Bronce, y aunque probablemente el lugar no dejo de estar ocupado, los siguientes testimonios se remontan a los siglos del románico (XI-XIII) con el que fue el Monasterio, y ahora colegiata de San Martín, declarada BIC en 1931, y de la que poseemos poca documentación original.
El templo consta de una sola nave en la que han sobrevivido pinturas murales en la cubierta. Esta da paso al presbiterio, al que se adosa en el exterior una gran torre cilíndrica, y culmina con el ábside de dos cuerpos, ornamentados por arquerías ciegas que descansan sobre ricos capiteles esculpidos, y rematados por una bóveda de cascarón. Adosado al muro oeste se edificó un claustro renacentista de planta cuadrangular donde se exponen sepulcros, capiteles, y pilas bautismales, entre otras, de la misma colegiata y de templos cercanos, mientras que en la panda norte todavía pueden observarse restos de dos arcos de herradura y un vano similar, que legitiman la presencia mozárabe o prerrománica precedente al templo actual.
Sin embargo, la parte que más cautiva al visitante es la escultórica, y es que el templo se encuentra profusamente decorado. Si alzamos la vista en el exterior, podremos disfrutar de una larga serie de canecillos muy bien conservados, de temática profana en su mayoría: animales fantásticos; animales reales como el carnero, el águila, el oso, el halcón, serpientes, etc.; una mujer sedente con turbante; una cabeza de un monstruo engullendo a un personaje; músicos; lucha de púgiles; una figura portando un barril, etc.
En esta amalgama de representaciones, en su mayoría de temática profana, sobresalen dos en relación con el “románico erótico” que nos ocupa. En primer lugar, en el muro sur podemos observar un canecillo hombre con cabeza de mono, desnudo e itifálico, en posición sedente que lleva una soga al cuello sujeta a un rollo horizontal en el que apoya sus manos. Mientras, en el muro oeste, destaca la representación de un hombre sedente, barbado e itifálico. De igual forma, en el interior ya mencionado, destaca el trabajo escultórico, aunque en este caso la temática es religiosa, a excepción de uno de los capiteles del ábside donde aparece representada, según la historiografía tradicional “la lujuria” a través de una mujer amamantando a serpientes, y que se repite constantemente en el románico.
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Si continuamos nuestra ruta por la CA-274 para tomar posteriormente el desvío por la PP-6212, llegaremos a San Martín de Sobrepenilla, un pequeño pueblo situado a los pies del Páramo calizo de la Lora, el cual da nombre al Geoparque Mundial de la UNESCO.
Sobre él se alza la Iglesia de San Martín, una de las muestras más destacadas del románico de Valderredible que data del siglo XIII, a excepción del pórtico de entrada que es producto del siglo XVIII. El templo consta de una sola nave con ábside rectangular, y acentuando la verticalidad del mismo se erige una espadaña de dos troneras perfectamente conservada. En el exterior la escultura se concentra en capiteles y canecillos. Las representaciones de los capiteles son historiadas, aunque de ejecución muy tosca y deterioradas en gran medida, destacando los capiteles de la ventana del ábside: en el izquierdo se representa a un caballero con un halcón dirigiéndose hacia un pájaro, mientas el derecho lo ocupa una representación monstruosa. Los canecillos son de caveto en su mayoría, destacando en el muro norte uno fálico, en el que se puede apreciar un miembro en erección.
En el interior la escultura ornamenta los capiteles de la ventana absidial y del arco triunfal. Pese a su tosca ejecución, estos últimos son especialmente interesantes debido a que encontramos un modelo iconográfico muy repetido en este momento, como es la mujer con serpientes succionando sus pechos, junto con una figura que parece sostener una bolsa al cuello, seguidas ambas por un demonio e interpretadas como la representación de los pecados capitales del románico: la lujuria y la avaricia. La lectura del capitel izquierdo resulta más compleja, ya que en él encontramos varias figuras de animales fantásticos y una sirena que sujeta su cola con las manos y que recuerda mucho a las mujeres exhibicionistas.
Quizás, ambos capiteles sean las piezas más relevantes de la Iglesia de San Martín, no solo por su representación sino por la ubicación que ocupan, a nuestros ojos unas representaciones desacordes en el lugar más sagrado de la iglesia.
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Si seguimos nuestro rumbo por la CA-273 accedemos a Villanueva de la Nía, otro pueblo de nuestra ruta situado en la parte occidental de Valderredible. Su iglesia, con advocación a San Juan Bautista, corona un promontorio rocoso, dónde a su vez se asientan varias tumbas antropomorfas.
Sus orígenes, según el historiador García Guinea, se remontan al monasterio benedictino de San Juan de Alanía mencionado en el Cartulario de Oña, el mismo que otros autores ubican cerca de Sedano. En el año 1048 consta que dicho monasterio fue cedido al abad de Oña por el rey García Sánchez III y su esposa Estefanía, construyéndose la iglesia en el siglo XII sobre el antiguo monasterio, época de la que tan sólo se conserva el ábside y el presbiterio, ya que durante los siglos XVI y XVII las naves fueron objeto de una profunda remodelación.
La Iglesia posee al exterior una magnífica colección de canecillos figurados que sostienen toda su cornisa, y hacen de esta su principal atractivo. En el presbiterio sur es posible observar como una figura se lleva la mano a la boca en gesto de burla mientras que con la otra debió sostener un falo que está partido, junto a una mujer exhibicionista. En el ábside los canecillos se resumen a la presencia de animales, escenas circenses, músicos, campesinos, mujeres pariendo, hombres exhibicionistas, y parejas en actitud de difícil interpretación que anuncian lo que veremos en Cervatos.
El interior tampoco deja indiferente, y es que al igual que en otros templos ya mencionados, la escultura se concentra en los capiteles de la ventana absidial, donde se aprecian motivos vegetales, y a un misterioso hombre sentado. Mientras, en el arco triunfal los capiteles muestran leones y figuras, entre las que destaca de nuevo un hombre tocando un olifante con el sexo mutilado junto a una mujer exhibicionista que vuelve a llamar nuestra atención debido al lugar que ocupa en la línea de contemplación del altar.
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No hay duda, que la joya de nuestra ruta por el “románico erótico” en la provincia de Cantabria la constituye San Pedro de Cervatos, una iglesia a la que se accede por la N-611, y que en 1895 fue declarada Monumento Histórico-Artístico Nacional. Su ubicación, en El Puerto de Pozazal, fue elegida por los romanos para instaurar la calzada Pisoraca-Portus Blendium (Herrera de Pisuerga-Suances) que mantenían vigilada desde la ciudad de Julióbriga (actual Retortillo), continuando el uso de la vía en la Alta Edad Media con una gran importancia debido a ser un paso estratégico para las incursiones árabes.
Aunque la historia de este antiguo monasterio está rodeada de misterio, se cree que pudo levantarse en torno a los últimos años del siglo VIII o primeros del IX, en el contexto de la nueva organización del territorio basada en el establecimiento de monasterios y bajo la política de los reyes asturianos Alfonso I y Alfonso II de afianzar la población de intramontes, eligiendo por tanto su estratégica ubicación como un lugar de parada en el viaje de la Meseta a la Costa, o viceversa.
El primer documento conservado es el Fuero de Cervatos del año 999, concedido por el conde castellano Sancho García y su mujer Urraca, protegiendo dicho monasterio para que en él se entierre su hijo Fernando. Más dudoso es el Apostolorum Petri et Pauli que nos dice que también fue enterrado el infante Alfonso, hijo del rey de León Bermudo III casado con Jimena, hija del conde Sancho García, que enterraría a su hijo muerto también a una temprana edad.
De la colegiata se deduce, por las inscripciones existentes en una pilastra junto a la puerta de entrada, que fue construía en el año 1129 y posteriormente consagrada en el 1199 por el obispo Marino junto con la construcción de la torre, enmarcándose en este periodo el apogeo del monasterio, convirtiéndose en patrimonio real por el de Santa Eufemia de Cozuelos, que pertenecía a la sede burgalesa. A partir de la segunda mitad del siglo XIII comenzó su decadencia, aunque en el siglo XIV todavía continuará su funcionamiento.
De lo que fue el monasterio tan solo conservamos su iglesia románica y la torre, destacando desde el punto de vista artístico todo el exterior, conservado sin alteraciones desde que la iglesia fue levantada en el primer tercio del siglo XII. A la belleza de la arquitectura puramente románica se suma la decoración de una chambrana ajedrezada, 35 canecillos escultóricos y 4 capiteles decorados con escenas de todo tipo.
Cuando el visitante llega a Cervatos se muestra perplejo ante lo que ven sus ojos. Los canecillos recorren la cornisa y la puerta de entrada, a la que se suman relieves anejos, con imágenes de músicos, animales, saltimbanquis, bebedores, monstruos, hombres itifálicos, autofelaciones, escenas de bestialismo, mujeres exhibicionistas, mujeres embarazadas o pariendo, la lujuria, escenas de coito, etc. En el ábside se abren tres vanos con la misma organización, variando tan solo los capiteles y acaparando todas las miradas la central, donde se ubica la imagen de una mujer desvergonzada que levanta sus piernas enfrentada a un hombre itálico en una actitud semejante.
En el interior, el único testimonio románico se halla en la cabecera, compuesta por el presbiterio, el arco triunfal y el ábside. El ábside incorpora las novedades del románico dinástico en la segunda mitad del siglo XI, siguiendo los modelos de Jaca, Frómista o San Isidoro de León, y muy parecido estéticamente a otros vistos en la ruta: con un primer cuerpo organizado por arquillos ciegos sustentados por capiteles, un segundo cuerpo con tres vanos de arco de medio punto y una bóveda de horno que corona el espacio. Los capiteles son todos de una calidad escultórica excelente que muestran leones o aves afrontadas, motivos vegetales, o la figura femenina con dos serpientes que muerden sus pechos interpretado con el tema de la lujuria y que ya hemos observado en otros casos.
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A tan solo dos kilómetros de Matamorosa y muy próximo a Reinosa se sitúa la localidad de Bolmir, accesible por la carretera local CA-730. En ella se alza la Iglesia de San Cipriano, cuyos orígenes son todo un misterio, ya que no existe documento alguno que la mencione ni constancia epigráfica que indique cuando y quién la construyó. Es su semejanza estilística con otras iglesias de la provincia, como Cervatos (1129), Bustasur (1112), Pujayo (1132) o Santa Eufemia de Cozuelos, lo que permite afinar su levantamiento en la primera mitad del siglo XII.
Aunque el interior ha sufrido a lo largo de los siglos muchas transformaciones, como muestran las dos capillas gótico-renacentistas de los siglos XVI y XVII y la sacristía de este último siglo, el exterior románico enmascara estas alteraciones.
En el muro sur encontramos la portada adelantada a la línea del muro cuya cubierta la recorren una serie de canecillos lisos y figurados, entre los que destaca la cabeza de un animal con cuernos, una cabeza humana que porta un tonel, un arpista, un gimnasta, un titiritero y un hombre haciendo sonar un olifante. De igual forma, la cornisa del muro sur conserva a pesar de las vicisitudes un gran número de canecillos que presentan animales, músicos, o trapecistas entre otras escenas de difícil interpretación, reservándose para el ábside escenas de personajes masculinos en posturas obscenas, personajes itifálicos, saltimbanquis, cabezas de cabras y otros animales como el zorro, o figuras femeninas exhibicionistas, entre otras.
También son interesantes los capiteles historiados con escenas de animales superpuestos y elementos vegetales, muy en relación con los capiteles de la arquería del ábside de Cervatos, configurando así la firma de los canteros que trabajaron en las iglesias de esta zona. De igual forma, en la albanega derecha de la puerta de entrada se halla un relieve incrustado con la representación de lo que parecen ser dos leones en actitud de cópula, remitiendo también a los relieves de San Pedro de Cervatos.
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Continuando nuestro rumbo por la autovía A-67, debemos desviarnos a la altura de Riocorvo para tomar la CA-283, y llegar así a la última parada de nuestra ruta, la pequeña aldea de Yermo. En este caso, es la Iglesia dedicada a Santa María la que va a acaparar toda nuestra atención y va a servir de colofón a nuestro pequeño itinerario, ayudándonos a comprender mejor el fenómeno del románico erótico en los límites de la actual provincia de Cantabria.
Sus orígenes se remontan al monasterio de Santa María de Yermo, fundado en el siglo IX y dependiente del Obispado de Oviedo, ejerciendo un importante poder en su día. De este solo ha sobrevivido la iglesia de concejo, denominada así por sus modestas dimensiones y su estructura de una sola nave rectangular con ábside semicircular. La lápida de consagración a la entrada nos indica que es un tempo del siglo XII y en ella se menciona al autor de la misma, Don Pedro de Quintana.
Tanto al interior como al exterior destaca por su unidad estilística y su excelente estado de conservación, con tan solo un añadido al muro norte, que no modifica el trazado románico, y la espadaña. La fachada sur es la más destacada, cuya organización es muy similar a San Cipriano de Bolmir y a San Pedro de Cervatos, en la que de nuevo aparecen relieves escultóricos adornando la misma y que muestran un gran parentesco estilístico respecto con los capiteles del claustro de Santa Juliana en Santillana del Mar, siendo coronada por una hilera de canecillos que continúan por el ábside.
Entre los canecillos es posible apreciar escenas típicas del románico montañés, como el águila que sujeta entre sus garras una presa, o un osezno junto a un hombre haciendo sonar un cuerno y un ballestero, iconografía que parece aludir a la caza. De igual forma, también se despliegan una serie de figuras en relación con la juglaría: músicos, juglares, saltimbanquis o contorsionistas. Las imágenes que aluden a la lujuria tampoco se escabullen, pudiendo observar un hombre que con una mano se sujeta la barbilla y con la otra su falo, un animal vampiro que engulle a un hombre, un hombre itifálico, mujeres exhibicionistas, una pareja que se funde en un abrazo, el león con sus cachorros, la representación de la avaricia con un hombre con una bolsa al cuello, la mujer con serpientes succionando sus pechos, otra pareja en pleno acto sexual, etc.
No solo la iconografía profana es partícipe en la decoración de la Iglesia y, aunque en menor medida, es posible encontrar relieves alusivos a la virgen, capiteles con pases bíblicos como Daniel en el foso de los leones o la Adoración de los magos, y representaciones típicas románicas como el Pantocrátor.
Entre todos los temas representados, llama especialmente la atención la lucha de caballeros y jinetes, así como el desarrollado en el tímpano de la puerta de entrada, donde un caballero a pie con una lanza lucha con un dragón y en el anverso, el mismo caballero a caballo se enfrenta a una fiera. Todos los temas abordados parecen tener un significado conjunto basado en la lucha del bien y el mal, o el camino de la fe que propone la Iglesia frente a los pecados del mundo terrenal a los que estamos sometidos, creando el propio templo un diálogo que la hace única.
Te invitamos, viajero, a seguir los pasos de la ruta propuesta y descubrir el románico erótico de Cantabria para poder contemplar las relaciones existentes entre unos templos y otros, trasladándote en el tiempo como un auténtico peregrino medieval. El románico de estas tierras enclavado en paisajes únicos te atrapará y hará que quieras explorar otros lugares, que seguro no te defraudarán.
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SANDRA MARTÍN LÓPEZ
Centro de Estudios del Románico. Fundación Santa María la Real.