Santa Maria de Castell-llebre
PERAMOLA
Iglesia de Santa Maria de Castell-llebre
Desde la carretera C-14 en dirección a La Seu d’Urgell, habiendo dejado atrás Oliana, se divisa en lo alto de una peña, al otro lado del río Segre, la pequeña silueta de Santa Maria de Castell-llebre. Después de cruzar el puente del Segre, y antes del pantano de Oliana, se toma a la izquierda la LV-5118 en dirección a Peramola, antes de llegar a la cual hay que desviarse por una carretera secundaria que lleva al Hostal de Can Boix, desde donde sale una pista forestal en dirección al Roc de Rumbau, que, tras recorrer unos 3 km lleva a Castell-llebre.
Los restos del castillo de Castell-llebre se encuentran en lo alto de un peñón que domina el valle del Segre, rodeando a la iglesia de Santa Maria. El templo se encuentra documentado por primera en 942 o 967, cuando el conde de Urgell, Borrell II, y su esposa Engelrada donaron a Santa Maria de Kastro Veteri ‒topónimo que significa castillo viejo‒ las posesiones que tenían en dicho término. El capellán de Castro Veteri figura en la relación de la décima de los años 1279 y 1280 del decanato de Urgell. De la fortaleza subsisten tan sólo algunos pequeños fragmentos difíciles de datar.
Si originariamente la vida de los parroquianos de Castell-llebre giraba en torno al castillo, la iglesia y la rectoría, posteriormente el recinto se convirtió en un foco de devoción mariana, convirtiéndose en un venerado santuario. Prueba de ello son los legados testamentarios que recibió, como el realizado en 1388 por el mercader de Solsona Ramon de Llobera, para la obra de Castellvedre de Peramola. La leyenda popular de la Mare de Déu de Castell-llebre otorga al barón de Peramola y al conde de Urgell el honor de haber encontrado la imagen de la Virgen guiados por una liebre que intentaban cazar ‒de ahí proviene el nombre de Castell-llebre: castillo-liebre)‒. En el lugar donde fue encontrada la imagen, se dice que se levantó la iglesia.
La iglesia de Castell-llebre, cuya estructura se adapta al abrupto terreno sobre el que se asienta, presenta dos etapas constructivas diferenciadas: la primera, formada por el ábside, la torre campanario y parte del muro meridional, habría sido realizada a finales del siglo xi o inicios de la centuria siguiente. Más tardía, entre los siglos xiii y xiv, sería la segunda fase, a la que correspondería la nave. Se trata de un edificio de una sola nave con bóveda de cañón de perfil apuntado reforzada por arcos fajones, y un ábside semicircular, más estrecho y desviado hacia el Sur respecto al eje longitudinal de aquella. El arco absidal está formado por un arco apuntado. En el ábside, de liso paramento exterior recubierto de revoque, se abren dos ventanas de doble derrame y arco de medio punto. En una reforma moderna, se adosó al costado septentrional de la cabecera una sacristía de planta cuadrada. También es obra posterior la puerta principal, que se encuentra en la fachada sur, y está formada por un arco de medio punto de grandes dovelas. Dos canecillos de cuarto de bocel empotrados en este paramento meridional pueden ser testimonio de la altura de la nave antes de su reforma en periodo gótico. En el muro occidental se abre una segunda puerta, con arco de medio punto, situada a un nivel mucho más elevado, determinado por el desnivel del terreno rocoso.
Adosada al muro oeste aunque un poco descentrada hacia el Norte, se alza la torre campanario, de planta cuadrada y con tres pisos de altura. El primero es liso y carece de vanos, mientras que los dos superiores tienen en cada uno de sus frentes sendas ventanas geminadas con sencillas columnas rematadas en capiteles mensiformes. Corona el campanario una cubierta piramidal a cuatro aguas y en cada punta un pináculo rematado con una esfera, todo ello de factura moderna. La iglesia debía de estar rodeada de otras dependencias que no han pervivido.
El aparejo está compuesto por sillarejo toscamente trabajado, dispuesto en hiladas regulares. En la parte superior del muro meridional se utilizó tosca mampostería, lo que es indicio del sobrealzado de la nave.
Su peculiar estructura, determinada por su extraordinaria ubicación y por la adaptación de sus espacios a un terreno muy escarpado, y pervivencia de elementos de diferentes épocas, hacen de Santa Maria de Castell-llebre un edificio atípico y excepcional.
Texto: Roser Gort Riera/Juan Antonio Olañeta Molina - Fotos: Roser Gort Riera
Bibliografía
Baraut i Obiols, C., 1979, pp. 76-77; Catalunya Romànica, 1984-1998, VI, pp. 285-286; Espunyes i Esteve, J., 1995, pp. 117-124; Espunyes I Esteve, J. y Pasques i Canut, J., 2008, pp. 75-78; Llorens i Solé, A., 1986-1987, I, pp. 464-465; II, pp. 96-97.