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Vista exterior de la portada meridional

Identificador
31174_01_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 46' 41.87'' , -2º 15' 27.95''
Idioma
Autor
Alberto Aceldegui Apesteguía
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Cristóbal

Localidad
Larraona
Municipio
Larraona
Provincia
Navarra
Comunidad
Navarra
País
España
Descripción
LA PARROQUIA DE SAN CRISTÓBAL de Larraona se encuentra situada en un extremo de la localidad, rodeada por un bonito jardincillo que pudo servir de cementerio durante algunos siglos. Originalmente se trataba de una edificación románica del siglo XII, pero las reformas del siglo XVI conllevaron la desaparición de toda la iglesia románica, a excepción de la portada y algunos elementos cercanos -fragmentos de columnas y pequeños restos de muro- que se incluyeron en una capilla dedicada a San José. Por fin, en el siglo XVIII se construyó la sacristía y se remodeló la torre, guardando en esta última lo que parecen ser sus arranques originales. Ante tal panorama, nos centraremos en la citada portada que, hoy día, se encuentra en el interior de una angosta capilla inutilizable, en el lado de la epístola de la actual edificación renacentista. Se trata de una portada con arco de medio punto sobre columnas adosadas con sus correspondientes capiteles. La arquivolta presenta relieves con escenas humanas. De izquierda a derecha del observador vemos dos hombres agarrándose uno a otro de la cabellera, un personaje que amarra un pájaro con una soga, un hombre intentando montar un caballo, otro personaje sujetando por las garras a un ave rapaz, un hombre que da la mano a otro e intenta atraerlo hacia sí, dos personajes con las manos dentro de las fauces de una cabezota animal con pequeñas orejas, otro hombre amarrando a un ave por las alas y una última escena de lucha muy deteriorada. La lectura iconográfica de tales escenas se nos escapa por el momento. Los capiteles de las columnas presentan cabeza central y volutas, en el de la izquierda, y personajes desnudos y alados que han perdido la cabeza, a la derecha. Por el tipo de talla y la forma de la cesta, este último evidencia su ejecución durante el siglo XVI, probablemente para sustituir a otro deteriorado. El que está enfrente se encuentra tan estropeado que no es posible concretar su cronología, aunque por dimensiones y tipo de talla no se distingue de los sillares inmediatos. En los fustes de las columnas, y recordando a la portada de Santa María la Real de Sangüesa y a diversas realizaciones del cercano ámbito alavés, se adosan sendas esculturas: San Pedro con las llaves, a la derecha, y Judas con la bolsa, a la izquierda. Se trata de figuras de canon bastante alargado y con un tratamiento muy esquemático en sus ropajes. Debemos mencionar que ambos personajes aparecen también en Sangüesa, aunque en aquél caso están juntos -acompañados por San Pablo- a la derecha de la portada. Sobre la portada corre una cornisa decorada a base de tres hileras de ajedrezado que apoya en cuatro canes figurados. De izquierda a derecha apreciamos un cuadrúpedo con cabeza vuelta cuyo largo cuello y rasgos recuerdan a los de los reptiles; le sigue un hombre portando una maza, calzado su pie izquierdo y descalzo el derecho (recordemos la existencia de figuras igualmente calzadas y descalzas en el románico languedociano, como el famoso relieve del signum arietis-signum leonis de Toulouse); un personaje frontal que junta sus manos como en oración; y otro que acerca un utensilio sin identificar a la planta del pie, siguiendo la clásica composición del espinario. Sobre este motivo es interesante señalar que no se emplea para mostrar los genitales del individuo, como en tantas representaciones medievales inspiradas en el modelo capitolino. Todas las figuras presentan un estilo singular, destacando sus grandes cabeza, con ojos almendrados y saltones provistos de pequeños agujerillos en las pupilas que permiten ser pintados de negro o introducir en ellos algún elemento del mismo color (con lo que se consigue un efecto que recuerda, con todas las salvedades, a relieves románicos de marfil, como los del arca de las reliquias de San Millán de la Cogolla). La viveza conseguida mediante este recurso se combina adecuadamente con gestos expresivos y composiciones poco frecuentes. Los plegados se reducen al mínimo, de modo que sólo las estatuas-columna mayores ofrecen pliegues en bandas verticales. De modo semejante, cabellos y barbas, incluso el plumaje de las aves, se resuelven mediante manifiesta simplificación y geometrización. La mayoría de los autores que han escrito sobre esta portada insisten en su carácter popular y tosco, lo que no obsta para que constituya un gracioso conjunto merecedor de estudio, especialmente por su iconografía, todavía por desvelar, en la que se evidencia cierto conocimiento de obras relevantes. La presencia de las estatuas-columna avala una datación en los años finales del siglo XII o comienzos del XIII, en época tardorrománica, cuando esta solución se difundió por tierras navarras y alavesas desde los focos sangüesino y armentiense. Justamente con Armentia hemos de vincular la presencia del espinario, ya que en uno de los canecillos de la basílica de San Prudencio encontramos el mismo tema, como advirtió y analizó Moralejo. Por su parte, Aragonés identificó el mismo asunto en una dovela de Leire, si bien se trata de una talla más deteriorada cuyo exhibicionismo la vincula con la vertiente lujuriosa propia de muchas representaciones románicas del tema. En este sentido, el pudoroso espinario de Larraona resulta más próximo a la figuración alavesa. Si algún día se aclara el sentido del resto de los personajes, quizá sea posible concretar si participa de la simbología relativa a la enfermedad, al paganismo o a la necedad constatable en otros ejemplos medievales del tema, según Heckscher. Ahora bien, las distancias estilísticas con Armentia son muy considerables, por lo que no parece que estemos ante un discípulo directo del taller de formación bizantinizante, autor de buena parte de la decoración del templo vitoriano, sino ante un componente de segunda generación, lo que llevaría a situar los relieves de Larraona en las primeras décadas del XIII.