Castillo d'Alós de Balaguer
ALÒS DE BALAGUER
El término municipal de Alòs de Balaguer es un municipio situado en el centro de la comarca, junto al río Segre, que lo atraviesa en sentido Este-Oeste. Se extiende por el sur de la Conca de Meià, en las laderas de la sierra de Sant Mamet. Morfológicamente, su paisaje se parece más a las abruptas tierras prepirenaicas del Montsec que a las planicies del Segre Medio. Desde esta población se domina un bello paisaje sobre las sierras vecinas y los meandros del río. El principal eje de comunicación es la carretera LV-9137, que enlaza con Artesa de Segre.
Conocida también como Alòs del Marquesado, porque pertenecía al marquesado de Camarasa, su origen es incierto, probablemente íbero, ya que se ha encontrado la inscripción Halos en el reverso de algunas monedas de este período en esta zona. Las pinturas rupestres neolíticas descubiertas en Les Parets de Alòs constituyen uno de los yacimientos declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Castillo de Alòs
El castillo de Alòs de Balaguer, protegido en tres de sus flancos por unos imponentes precipicios, se erige sobre una colina al sur de la montaña de Sant Mamet, desde donde se controla el río Segre, que pasa a sus pies por la vertiente meridional. Popularmente se le conoce como la Carlana o castillo de la Mare de Déu de la Torre. En Alòs de Balaguer hay que tomar un sendero en la ladera norte que lleva a la zona alta del pueblo, donde se encuentra la fortaleza.
De la existencia del castro de Alos se tienen noticias ya a principios del siglo xi, cuando dicha fortaleza, junto con las de Montmagastre, Rubió y Artesa, formaba parte de la frontera del condado de Urgell. El conde Ramon Borrell de Barcelona, tutor de Ermengol II de Urgell, el gran impulsor de la reorganización de dicha frontera, llevó a cabo una expedición más allá del río Segre y Balaguer entre 1015 y 1016, en la que se conquistaron los castillos de Alòs, Montmagastre, Malagastre, Rubió y Artesa, los cuales, una vez muerto el conde, volvieron a caer en manos sarracenas. Parece ser que la ocupación definitiva de estos territorios no aconteció hasta aproximadamente 1024, año en el que los condes de Urgell y de Barcelona firmaron un acuerdo por el que Ermengol II se comprometía a ceder como garantía y reconocimiento de feudo los castillos de Montmagastre, Alòs, Rubió, Malagastre y Artesa a favor de su primo Berenguer Ramon I. En la celebración de dicho convenio ya aparece el noble Arnau Mir de Tost, figura clave en el proceso de consolidación y ampliación del condado de Urgell. Años más tarde, concretamente en 1058, el conde Ermengol III de Urgell se comprometió a prestar asistencia en la posesión de todas sus tierras a su amigo Arnau Mir, y como garantía de su palabra le enfeudó el castillo de Alòs, el cual terminó finalmente en manos de su vasallo. Éste, en su acta testamentaria de 1072, lo donó a su hija Letgarda y a su nieto Guerau Ponç II de Cabrera, con la condición de que tenían que poseerlo en feudo para el conde de Urgell. A lo largo de los siglos xii y xiii el castillo estuvo vinculado al vizcondado de Àger, sin embargo, era el condado de Urgell el que detentaba el dominio sobre la fortaleza, la cual pasó a manos de los diferentes miembros de dicho condado por medio de sus actas testamentarias. Así, en 1167, el conde Ermengol VII otorgó el castillo de Alòs a su mujer Dolça de Cervera, quien más tarde cedió bienes procedentes de esta fortaleza al monasterio de Santes Creus. A finales del siglo xii, Guerau Alemany lo donó en feudo, junto con los castillos de Artesa, Cubells, Camarasa, Marcovau y Tudela de Segre, a su nieto Guillem de Cervelló.
La fortificación, a pesar de su estado ruinoso, es uno de los ejemplos más significativos de la red de torres y castillos de frontera existentes en la comarca de la Noguera. A simple vista, en la cima de la colina donde se asienta se aprecian diferentes elementos diseminados que, por las técnicas constructivas empleadas para su ejecución, se puede afirmar que pertenecen a distintos momentos históricos. Inicialmente, el castillo se constituía de un recinto poligonal alargado, el cual, según algún autor, fue incluso anterior a la torre circular. Del mismo han quedado escasos vestigios, concretamente alguna zona del lienzo septentrional y occidental que forma el espolón, así como las zanjas longitudinales propias de las fortificaciones musulmanas del siglo x. A esta estructura se le añadió posteriormente una torre, conocida como la Torre del Moro, la cual seguramente era de origen islámico, y de la que tan sólo se conserva una parte. Este tipo de construcción se impuso a las torres cuadradas por su mejor adecuación a las funciones de vigilancia y defensa. Probablemente fue construida a principios del siglo xi, aunque también se ha planteado una datación en pleno siglo x, durante la ocupación musulmana. Su planta es circular y mide 7'5 m de diámetro exterior y unos 3 m de diámetro interior, por unos 23 m de altura. La primera construcción, cuya función era la de una atalaya de vigilancia, debía estar realizada con tapial y sillarejo. A medida que se consolidó el asentamiento, la torre se levantó con sillares de mediano tamaño, unidos con mortero de cal y tierra y con tablones de madera en el interior seguramente para arriostrar. En la parte superior de la torre se conserva el montante de una puerta emplazada hacia el Este. Dicha zona fue rematada con una cúpula, de la cual subsiste una parte. Los únicos vanos existentes son dos aspilleras dobles orientadas a poniente, similares a las que se pueden observar en el castillo de Claramunt, en la Anoia.
En un momento posterior, comprendido entre los siglos x y xiii, la torre exenta fue amurallada con muros de un grosor que oscila entre 1,5 m y 3 m y que rodeaban la torre formando una especie de espolón. Tiene un par de aspilleras orientadas hacia el Oeste, en dirección a la montaña, y un par más que miran hacia el río en la zona meridional. Cabe destacar las piezas de madera que dividen horizontalmente la muralla en las fachadas norte y oeste, y parte de la sur, seguramente para trabar el muro de piedra, de forma similar al de la torre. Estas estructuras, según algún historiador, también se hallan en construcciones islámicas, como las murallas de Calatayud. Es posible que en los extremos de la fortificación existiesen puntos más consolidados y fuertes, desde donde se podía vigilar, o defender mejor. Dichas murallas se sitúan como ejemplos avanzados dentro del marco de la edificación de castillos en Europa, ya que en el siglo xi, momento de su construcción, lo habitual eran las murallas lisas sin ningún tipo de dispositivo de vigilancia. Para algún autor, es posible que esta adopción se deba a posibles influencias islámicas, ya que en algunos castillos de origen andalusí que en la primera mitad del siglo xii pasaron a formar parte del vizcondado de Áger, aparecen ya en los recintos de muralla y las torres de vigía. Sin embargo, hay otros historiadores que justifican la presencia de estas atalayas, como edificaciones más avanzadas desde un punto de vista defensivo y constructivo, si se compara con otros países de Europa, por la existencia de una frontera con el mundo musulmán.
A finales del siglo xii o principios del xiii, la fortaleza fue ampliada. Al lado de la torre se levantó un habitáculo del cual sólo está en pie una parte sin cerrar y expuesto a la intemperie. Consta de cinco recintos distribuidos en los dos pisos. En el primer nivel hay dos estancias separadas por un muro de 1 m de grosor con una abertura que las comunica. La estancia meridional mide 2,90 m de ancho, 8 m de largo y unos 3,15 m de altura; la otra mide 2,80 m por 7,5 m por 4 m. En el segundo nivel se encuentran tres aposentos cubiertos con bóvedas apuntadas. La sala ubicada en el sector sur cuenta con dos aspilleras y como cierre de fondo tiene el muro curvilíneo de la torre, mide 2,65 m por 8,5 m por 4,5 m y se separa de la otra estancia también por un muro. El tercer recinto se prolonga hacia el interior con una estancia más pequeña sobre la cual se han colocado unas escaleras. El aparejo se compone de sillares de mediano tamaño, bien tallados y dispuestos en hiladas. Originariamente el interior de dichas salas debía de estar recubierto por una capa de argamasa. Este tipo de castillo formado por una torre maestra y uno o varios aposentos es un modelo de fortificación muy corriente, que se encuentra en otras construcciones como el castillo de Mur en el Pallars Jussà o el del Mas de les Torres de Artés en el Bages, si bien ambos casos tan sólo disponen de un recinto.
Finalmente, dentro del recinto fortificado, y a escasa distancia, se erigen dos grandes paredes en ángulo recto, cuyo aparejo está formado por gruesos bloques de sillares almohadillados que, según algún autor, recuperan una tradición usada ya en época romana. Este elemento obedece a un período de construcción posterior, seguramente el más tardío de toda fortaleza, pero dentro de los límites de la Baja Edad Media.
Durante 2009, la Diputació de Lleida, propietaria del castillo desde 1973, llevó a cabo unas obras de restauración, que consistieron básicamente en la estabilización de la base rocosa donde se asienta la fortaleza, la consolidación de los muros de la fortificación, así como la limpieza de escombros.
A pesar de las sucesivas transformaciones que ha ido experimentando el castillo de Alòs en relación con sus funciones políticas y militares de la época, cabe destacar que se trata de un edificio con presencia de murallas y una torre de vigilancia construidas entre los siglos x y xi. Por lo que respecta a su aparejo, es probable que en las primeras décadas del siglo xi se utilizara conjuntamente la técnica del encofrado con los primeros trabajos de talla de sillares, si bien esto no se puede afirmar rotundamente debido al mal estado de conservación en que han llegado estos sillares en el castillo de Alòs de Balaguer.
Texto y fotos: Helena Soler Castán - Planos: Marta Buira Ferrè
Bibliografía