Identificador
47359_01_049
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 37' 47.57'' , -4º 15' 39.44''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
San Bernardo
Municipio
Valbuena de Duero
Provincia
Valladolid
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
LA IGLESIA ESTÁ SITUADA al norte de las dependencias monásticas como corresponde al criterio funcional que rige la arquitectura cisterciense y siguiendo el modelo tipológico tan repetido por ésta. Adosado a su lado sur está situado el claustro y en torno a él se disponen las demás dependencias. En el ala este, el armariolum, la sacristía, la sala capitular, el pasadizo a la huerta, el locutorio y la gran sala que se prolonga más allá del claustro. En un segundo piso, en este mismo ala, se disponen los dormitorios de los monjes. En el ala sur del claustro, observamos el lugar que debía ocupar el calefactorio, le sigue el refectorio y la cocina. En el ala oeste no se han conservado las antiguas estancias que corresponderían a los conversos y a las cillas. LA IGLESIA La iglesia monasterial de Santa María de Valbuena, litúrgicamente orientada, presenta una planta de cruz latina con tres naves y crucero al que se abren las cinco capillas que forman la cabecera. Cada una de las naves está dividida en cuatro tramos. La nave central, de mayor anchura que las laterales, tiene un tramo de planta cuadrada, inmediatamente anterior al crucero, siendo rectangulares los tres restantes. Esto hace que la iglesia termine justo a la altura del muro oeste del claustro en lugar de prolongarse para englobar el "callejón de conversos", como suele se norma en los monasterios cistercienses. El crucero, marcado en planta, es de una sola nave con cinco tramos, siendo cuadrado el central y rectangulares los demás. La cabecera está compuesta por cinco capillas, las tres centrales semicirculares precedidas de tramo recto y las laterales cuadradas. Este mismo esquema de planta, sobre todo la cabecera, lo encontramos en la colegiata-catedral de Tudela (Navarra) como ya apuntó Francisco Antón en el estudio que dedicó al monasterio Valisbonense. Según este autor la iglesia de Valbuena será prototipo de la Tudelana. También la relaciona con la del monasterio de la Oliva (Navarra) aunque en este caso todas las capillas laterales son cuadradas. Julia Ara además de relacionarla con los dos templos anteriores ve en la cabecera de la iglesia del monasterio vallisoletano de Palazuelos algunos puntos de contacto con Valbuena que se justifican por su filiación, aunque difiere de ella en cuanto a su estructura. El exterior de la iglesia monasterial de Valbuena destaca por su sólida y uniforme arquitectura que descansa sobre un basamento rematado en chaflán. Realizada con sillares perfectamente dispuestos, la humedad entre otras causas está produciendo graves problemas de descomposición en la piedra. En algunos de estos sillares se pueden apreciar, tanto en el exterior como en el interior, algunas marcas de cantero. También observamos unas inscripciones, cuyo significado desconocemos, en varios sillares exteriores de la capilla mayor, en la capilla del Tesoro y en la puerta que comunica el claustro con la iglesia. Los contrafuertes, prismáticos, recorren el muro hasta la cornisa en la cabecera (separando las capillas) y muro este del crucero. En la fachada norte, sin llegar a la cornisa, terminan de forma apiramidada y en el hastial occidental y muro norte lo hacen escalonadamente. La cabecera está compuesta por cinco capillas dando un mayor desarrollo a la central que destaca considerablemente de las demás tanto en planta como en alzado. La capilla central, semicircular, está dividida en cinco paños por contrafuertes. Cada uno de ellos alberga una ventana aspillera abierta en arco de medio punto. Horizontalmente, una sencilla moldura rectangular de perfiles achaflanados en la línea del alféizar de las ventanas recorre el hemiciclo absidal, incluídos los contrafuertes, dividiéndolo en altura en dos. Contiguas a la central, las dos capillas semicirculares menores presentan un paramento liso alterado por la apertura en cada una de ellas de una ventana de arco de medio punto y una moldura en la línea del alféizar. El mayor tamaño de la ventana del ábside de la epístola, que interrumpe por su base la moldura, denota una transformación posterior. En los extremos del crucero están situadas las capillas cuadradas. Éstas poseen en cada una de ellas una interesante ventana orientada al este subdividida en dos medios vanos estrechos, siendo su interior, en esviaje, muy interesante. Este esquema original se vuelve a romper en el ábside de la epístola que muestra signos de remodelación. Una misma cubierta –a una vertiente– unifica las dos capillas laterales cuya cornisa está sostenida por canecillos de perfil de nacela. A continuación de la capilla cuadrada más meridional se encuentra una construcción denominada Capilla del Tesoro ya de mediados del siglo XIII construida como capilla funeraria bajo la advocación de San Pedro. El transepto se alza a la misma altura que la capilla mayor y la nave central. Sus brazos se cubren con un tejado a dos aguas mientras que su tramo central posee un cimborrio octogonal sobre trompas, manifestándose éstas al exterior con nítidos trompillones. Aunque no es frecuente el empleo de cimborrio, siempre siguiendo directrices de austeridad cisterciense, encontramos otros ejemplos de cimborrio octogonal en iglesias de esta Orden en Armenteira y Oseira en Galicia. Sin embargo, nuestro cimborrio sólo conserva los arranques de los siglos XII-XIII ya que el cuerpo ochavado es del XVI y la linterna de ladrillo, barroca. En el extremo sur del crucero, como culminación del hastial y como es norma en estas iglesias, se dispone una espadaña. Ésta rivaliza en altura con el cimborrio y está compuesta por dos cuerpos separados por molduras, tres vanos de medio punto que la perforan asimétricamente y un remate a piñón. Esta misma disposición –en el brazo sur del crucero– adopta la espadaña del monasterio de Bujedo (Burgos) o el de Meira (Lugo) por citar algunos ejemplos. El sistema de cubiertas de las naves es a dos aguas para la central y a una vertiente para las laterales. Vuelve así a su planteamiento inicial tras una transformación que cubrió las naves –cegando las ventanas de la central– con un único tejado a dos aguas. Las naves laterales reciben iluminación proporcionada por una ventana a los pies. Éstas, abiertas en arco de medio punto y abocinadas, son muy sencillas y no presentan ningún tipo de decoración. Otra ventana se dispone en el tramo anterior al crucero que parece haber sido hecha posteriormente. El mismo muro presenta signos de remodelación y su contrafuerte es de una sección menor que la de los demás. Cabe la posibilidad –un estudio arqueológico lo confirmaría– de que hubiera estado aquí adosada una pequeña capilla donde descansarían los muertos antes de enterrarlos. En el interior también se observa esta remodelación al carecer de moldura el arco formero de la bóveda. La iglesia cuenta con dos fachadas. Una en el extremo norte del transepto, otra a los pies. Una tercera puerta cegada se sitúa en el segundo tramo de la nave del evangelio, contando desde los pies. Posiblemente se utilizó como la puerta funeraria de los conversos. Conforme a la característica sencillez cisterciense, la fachada occidental es muy similar a la de otros monasterios de la Orden. Organizada en tres cuerpos que se corresponden con cada una de las tres naves de la iglesia acusa de igual modo la diferencia de alturas entre ellas. El cuerpo central responde a una estructura pentagonal enmarcada por dos contrafuertes que terminando en talud no alcanzan la cornisa. La puerta, apuntada y abocinada, descansa sobre un pedestal achaflanado. Cinco jambas sin decorar y dispuestas en profundidad sostienen otras tantas arquivoltas y una chambrana de caveto. Cada una de las arquivoltas está formada por un baquetón y una moldura cóncava. Una línea de imposta de filete y caveto separa jambas de arquivoltas y se prolonga hasta los contrafuertes. Sobre la puerta se abre un óculo moldurado con baquetones y enmarcado por un arco ciego de medio punto rehundido. Recorre el piñón una moldura cóncava que se continua como cornisa a lo largo de la nave central. Entre la chambrana y el arco ciego y de uno a otro contrafuerte se observa en el muro una serie de sillares diferentes al resto. Estos se avienen a una forma apiñonada que bien podrían ser las huellas tapadas de un pórtico o nártex con destino funerario como sucedía en numerosos monasterios de la orden del Císter que prohibía el enterramiento en el interior. Una intervención arqueológica nos daría una respuesta cierta. Este cuerpo central pentagonal está flanqueado por dos paños lisos con una sencilla ventana de medio punto en cada uno y rematados por almenas confiriéndole un aspecto de fortaleza. Redunda en ello el contrafuerte en el ángulo noroeste, también con almenas y matacanes. Antón relaciona este cuerpo saliente defensivo con el que posee la iglesia parroquial de San Juan de la Puerta Nueva de Zamora, obra de finales del siglo XII. La fachada norte, en el crucero, reproduce de forma más sencilla el cuerpo central de la occidental. Un cuerpo pentagonal flanqueado por dos contrafuertes que terminan en talud, óculo enmarcado por un arco de medio punto abocinado y pequeña puerta con arco apuntado de doble rosca que apoya directamente sobre las jambas sin ningún tipo de adorno. Aunque en la actualidad se encuentra cegada, en su origen era la puerta de muertos de monjes como certifica el hallazgo en la zona noreste de restos humanos, el paradisum. La austeridad en el empleo de elementos decorativos sigue siendo uno de los rasgos primordiales, también en el interior. Tras la restauración de los años 60 del siglo XX, los muros de sillería se presentan con su desnudez original sólo parcialmente alterada por algunos retablos. Uno de ellos, en el segundo tramo del evangelio desde el hastial, cubre la puerta de conversos al cementerio ya comentada al exterior. Los soportes utilizados pertenecen a ese tipo de pilares de la llamada escuela "hispano-languedociana" estudiada por Lambert y de la que la iglesia de Valbuena se considera una de las más antiguas del grupo. Sobre un zócalo se levantan los pilares de núcleo cruciforme cuyas caras llevan dobles columnas adosadas y una en cada codillo, sumando un total de doce columnas. Las primeras reciben el empuje de los arcos fajones y formeros mientras que las segundas sostienen los nervios de las bóvedas. La mayor altura de la nave central con respecto a las laterales hace que las columnas que soportan los arcos fajones de aquella posean un fuste de mayor longitud. En los pilares adosados al muro sólo utiliza cuatro columnas, dos en el frente y dos en los codillos. En los primeros pilares de la nave central los fustes de las columnas aparecen cortados a diferentes alturas, de esta forma se consigue una mayor anchura en este tramo para –como es usual en el Cister– colocar el coro de los monjes. En la capilla mayor, al haber un muro de separación entre capillas, solamente tiene cinco columnas y en el caso de las capillas laterales los arcos de acceso apoyan directamente sobre las jambas. Las basas de las columnas presentan un toro ancho y aplastado con lengüetas en los ángulos, escocia y un toro más pequeño. Los capiteles poseen collarino y responden al tipo severo usado y muy repetido por los cistercienses que nos recuerdan los usados por los egipcios. Este aire oriental puede deberse por una parte, a los intercambios culturales procedentes de las Cruzadas, no hay que olvidar que San Bernardo predicó la Segunda Cruzada y por otra, a la "uniformidad artística" que conlleva el Capítulo General. Son hojas esquemáticas, en algún caso terminadas en bolas, también los hay en forma troncocónica invertida con unas oquedades rectangulares en la parte superior al que se superponen hojas muy planas. En la catedral de Zamora o en la Colegiata de Toro encontramos capiteles muy parecidos a este último modelo. Este tipo de soporte que caracteriza como hemos dicho a la escuela hispano-languedociana también lo vemos en otros monasterios cistercienses vallisoletanos como Palazuelos o Matallana o en el premonstratense de Retuerta. Todos los arcos fajones y formeros son apuntados. Se cubren las naves con bóvedas de crucería entre potentes arcos fajones y con fuertes nervios de sección prismática que carecen todavía de clave –tan solo una sencilla decoración– como en la iglesia palentina de Villamuriel. Al igual que en esta iglesia y siguiendo a Gómez Moreno y Azcárate podríamos denominarlas bóvedas de ojivas puesto que los nervios cruceros son de medio punto y la plementeria de tipo francés. Estas bóvedas aparecen ya a partir de 1170. En los dos últimos tramos de la nave mayor, a los pies, y penúltimo de la nave de la epístola se rehacen las bóvedas al construir un coro alto en el siglo XVI. Éste se sitúa sobre una bóveda estrellada muy plana. En este mismo siglo y en la nave de la epístola –en los dos tramos centrales– se construyó una escalera que une la iglesia con el claustro alto. Los brazos del transepto se cubren con bóveda de cañón apuntado, de eje perpendicular al de la nave mayor. Se refuerza con gruesos arcos fajones de sección prismática que señalan los tramos. Los dos más externos descansan sobre pilastras con un capitel de nacela muy similar al de las capillas de la cabecera. Los dos internos, que delimitan el espacio central del crucero, están enmarcados por un baquetón y descansan en dos semicolumnas. Señala el arranque de la bóveda una imposta de caveto, prolongación del cimacio de los capiteles. El tramo del crucero se cubre con una bóveda levantada sobre las trompas originales, pensándose desde el principio utilizar esta cubrición, no muy normal dentro de la austeridad cisterciense. En el brazo sur del transepto se aprecian restos tapiados de lo que fuera la escalera que comunicaba el dormitorio de los monjes con la iglesia y también la puerta de acceso a la sacristía –hoy antesacristía– adintelada. En el lado norte, en su cara oeste, existe una sencilla puerta que da acceso a una escalera de caracol que conduce a las cubiertas. Esta escalera podemos hallarla también en el monasterio de Santa María de Bujedo o en el de Meira. La puerta de muertos, tapiada al exterior como dijimos, en el interior nos pasa desapercibida al colocar justo en ella un retablo barroco. La cabecera tiene la misma longitud que el crucero abriéndose una capilla, mediante potentes arcos triunfales apuntados, a cada tramo. Estos arcos son, en las capillas laterales, doblados y apoyados en jambas con una moldura de doble caveto a modo de cimacio, siendo el superior más pequeño y prolongándose por la línea de imposta. El acceso a la capilla mayor se realiza a través de un arco enmarcado por baquetón que apoya sobre dobles columnas. Esta última se encuentra a un nivel más alto que el resto de la iglesia por lo que es necesario escaleras para llegar al presbiterio. Este tramo recto se cubre con bóveda de cañón apuntado señalando su arranque una imposta de caveto, como ya hemos visto en el crucero, prolongación del cimacio de los capiteles. El hemiciclo absidal, por el contrario, utiliza una bóveda de horno revestida de nervios, los cuales se unen en una clave dispuesta en el arco fajón que separa el tramo rectangular precedente y no en el centro del ábside. Las ventanas, una en cada paño, están tapadas por el retablo, recorriendo la línea del alféizar otra moldura de caveto que se prolonga por la capilla. Las dos capillas adyacentes a la mayor reproducen el mismo esquema de ésta: arcos de ingreso apuntados y doblados descansando sobre pilastras de capiteles lisos, tramo recto cubierto con bóveda de cañón apuntado y bóveda de horno en el ábside. Tan solo una sencilla ventana de medio punto ilumina estas capillas que como ya apuntabamos al hablar del exterior, la de la epístola se encuentra rehecha. Actualmente están tapadas por retablos. Completan la cabecera dos capillas cuadradas en los extremos cubiertas con bóveda de crucería sin clave. Sus gruesos arcos cruceros apoyan en columnas angulares. Cada una de estas capillas se ilumina a través de una ventana apuntada muy abocinada que apoya sobre columnas con capiteles vegetales deteriorados. Esta ventana se subdivide en dos medios vanos estrechos de cuarto de círculo por medio de una columnilla. Este tipo de ventana podemos encontrarlo en los monasterios navarros de la Oliva o de Irache. En el muro septentrional de la capilla de la epístola se abre una credencia en arco trebolado. Como sucede en el exterior y en la capilla contigua también esta ventana se encuentra rehecha en el lado de la epístola. La línea del alféizar está recorrida por tres filas de taqueado, restaurado en algunas zonas, que recorrerían toda la capilla como parecen probar las huellas existentes en las paredes laterales, muy posiblemente destruídas al revocar la iglesia en blanco. Las mismas huellas a la misma altura aparecen en las demás capillas laterales. Adosada a esta misma capilla situada más al sur, desde donde se accede, se encuentra la capilla de San Pedro. Es obra de mediados del siglo XIII y por tanto posterior a la construcción del ala este del monasterio como evidencian las ventanas que iluminaban la sacristía y el dormitorio de monjes que, ahora tapiadas, dan a esta capilla. Se trata de un espacio rectangular de tres tramos limitados por arcos apuntados con ábside trapezoidal y bóvedas de crucería. Los arcos descansan sobre ménsulas dispuestas sobre los muros laterales. La cabecera se cubre con bóveda de dos nervios que arrancan a su vez de sendas ménsulas y reproducen rostros humanos. Sobre ellas se disponen altos cimacios. Los nervios confluyen en la clave del arco de ingreso –apuntado y doblado–, y éste descansa sobre dobles columnas de zócalos tronco-piramidales. Sus capiteles vegetales presentan una técnica depurada que los relaciona con uno de los talleres del claustro. En el testero se abre una ventana de medio punto. Los muros presentan sendos arcosolios funerarios con pinturas donde se representan escenas caballerescas, cortesanas y religiosas según la estética del gótico lineal y siguiendo sus características pictóricas. Estas pinturas fueron objeto de una restauración en 1963-64. La iglesia se comunica con el claustro mediante una puerta en el primer tramo de la nave de la epístola, con tando a partir del crucero. Es la llamada puerta de los monjes porque era utilizada por estos para acceder a la iglesia desde el claustro. Otras dos puertas, apuntadas y tapiadas, en la nave de la epístola, en el primer tramo de los pies, también dan paso al claustro. La “Puerta de los monjes”, que se abre en el interior de la iglesia, es muy simple: un arco rebajado; la exterior, en el claustro, está compuesta por dos arquivoltas apuntadas y chambrana decorada con una fila de tacos que apoyan en las jambas y en una columna acodillada a cada lado. Su capitel, bastante deteriorado, es de palmetas estilizadas que terminan en bolas y su basa sigue el tipo desarrollado en todo el monasterio: un pequeño anillo, escocia, toro y lengüetas en los ángulos para unirse al plinto. Todo ello sobre zócalo. Las referencias documentales acerca de la construcción de la iglesia de Valbuena son escasas y poco estudiadas. De ahí que debamos recurrir a un análisis comparativo de sus elementos arquitectónicos y estilísticos con otros edificios de cronología más segura. En este sentido, como ya apuntabamos al hablar de su planta, hay que relacionar la iglesia de Valbuena con la catedral de Tudela cuyo altar mayor fue consagrado en 1204. Los diferentes autores no coinciden sobre a cual de ellas dar la primacía, sin embargo, esta fecha nos anticipa una cronología de finales del siglo XII. Quizás la edificación empezaría entre 1170, momento en que aparecen las bóvedas nervadas o de ogivas y 1190 como proponen Lambert, Torres Balbás o Ara. No cabe duda de la gran homogeneidad de la construcción en sus partes antiguas por lo que no debemos prolongar en el tiempo su finalización. Lambert nos dice que pese a esta homogeneidad puede que en el curso de la obra se hiciera alguna modificación al proyecto original, puesto que el crucero tiene bóveda de cañón apuntado mientras que la nave central y las laterales tienen bóveda de crucería. Sin embargo, esta última ya se ha usado en las capillas laterales cuadradas. EL CLAUSTRO Es el único ejemplo completo y con un aceptable estado de conservación de la provincia pero, aunque ha sido objeto de una restauración que ha sustituido abundantes basas y fustes, precisa de una intervención integral. Se compone de doble galería que corresponde a periodos cronológicos y artísticos diferentes. El cuerpo bajo es obra de hacia finales del primer cuarto del siglo XIII aunque su construcción se prolongara a lo largo del mismo. La galería alta se levantó en el siglo XVI conforme al estilo de su época. De planta cuadrada, cada una de las crujías está formada por ocho tramos también cuadrados. Se abre al patio por medio de seis grandes arcos apuntados apeados en pilares que se prolongan como contrafuertes escalonados. Estos arcos cobijan arquerías de medio punto dispuestas de tres en tres y sostenidas por columnas pareadas. Las extremas adosadas a los pilares y las interiores exentas. Los tímpanos son lisos en el ala este mientras que en gran parte de las demás alas se perforan con óculos sencillos o rosetones diferentes con flores cuatripétalas u octopétalas, también los óculos se decoran con lóbulos formando variados motivos. La galería baja del claustro se cubre con bóvedas de crucería que apoyan por un lado en la doble columna adosada a los pilares de las arcadas y por otro en los muros perimetrales a través de ménsulas de rollos lisos dispuestos escalonadamente y sobre ellos una moldura en nacela. Las bóvedas de la crujía este son las más antiguas y más bajas para permitir la ubicación de las ventanas del dormitorio de la planta superior. Cada bóveda está separada por arcos fajones que apoyados también sobre las columnas del pilar y las ménsulas delimitan los tramos de la galería. De esta forma los pilares tienen seis columnas adosadas. En el caso de los pilares angulares sus núcleos de planta esquinada reciben hasta un total de catorce columnas. En sus caras interiores se colocan dos grupos de tres que soportan los arcos fajones y una en el codillo para el arco diagonal. Otras dos columnas a cada lado del ángulo sostienen los arcos de medio punto y, ya en el ángulo, tres más para los arcos apuntados. El ala oeste presenta una novedad con respecto a las demás y es la utilización de una media columna en lugar de dobles columnas en la cara interna del pilar. Todas las columnas apoyan sobre un alto zócalo corrido que cierra las galerías y cada grupo de dobles columnas lo hace en un único plinto que las engloba. Sus basas siguen el tipo ya visto en la iglesia, aplastado toro con lengüetas angulares, escocia y toro más pequeño. El fuste monolítico deja paso al capitel con collarino y un cimacio que al igual que el plinto engloba a las dos columnas. Este cimacio está formado a base de molduras superpuestas cóncavo-convexas que reciben los gruesos arcos. La severidad cisterciense, tan presente en la iglesia y demás dependencias monásticas, se concede una licencia a la hora de decorar los capiteles del claustro. Predominan claramente los temas vegetales pero también encontramos alguno de tipo figurativo. Los más llevan hojas planas que se retuercen en los extremos, otros con tallos entrelazados de gran claroscuro, hojas de palmeta, de vid o de acanto, tallos con hojas treboladas, con piñas o pomas en las puntas, hojas que se superponen unas a otras... hasta completar los más de doscientos capiteles labrados en este claustro de Valbuena. Los de las alas sur y norte están mucho más elaborados y tienen una mayor variedad. Entre los figurativos, todos ellos en el ala occidental, encontramos cabezas de bóvidos, cabezas humanas enmarcadas con decoración vegetal, dragones que entrelazan sus largos cuellos, leones y hasta un demonio. Estos capiteles son de factura más tosca y presentan un alto grado de deterioro . Las arquerías de las alas norte y sur estan molduradas desde el interior mediante chambrana con perfil de caveto. Desde el exterior de la galería aparece chambrana con perfil de caveto si bien éste moldurado al igual que los arcos. Tan sólo observamos caveto el ala sur. En el ala sur podemos ver los restos del antiguo lavabo. Al exterior de la galería se aprecian restos de dobles columnas esquinadas para recoger la desaparecida bóveda. EL ARMARIOLUM En origen un simple hueco para almacenar libros fue transformado en el siglo XVI en un altar siguiendo el estilo de la época. Se encuentra nada más salir de la iglesia, excavado en la pared del crucero. Los monjes cogían de aquí los libros y sentados en el banco corrido del claustro se disponían para la "lectio divina". SACRISTÍA Actualmente a esta sala se la conoce como la antesacristía. Situada en la galería este del claustro, es de planta rectangular y se accede a ella a través de una puerta en el lado sur del crucero, tras un pequeño pasillo de bóveda de cañón que abarca el grosor del muro. Esta sala, a pesar de sus paredes revocadas en blanco, deja ver la sillería utilizada en su construcción. Se cubre con bóveda de cañón. Originalmente una ventana de arco de medio punto iluminaría la estancia por su lado este. Una fuente ocupa hoy su primitivo lugar. Sin embargo, sus restos aparecen al otro lado del muro formando parte del recinto de la capilla de San Pedro. LA SALA CAPITULAR Totalmente transformada en la actual sacristía, sólo la arqueología nos permitiría conocer su distribución original. Sin embargo, aunque cegadas, podemos ver la puerta y las ventanas originales de salida al claustro. Estas difieren de las de otros monasterios de esta Orden pero mantienen una línea coherente con toda el ala este. Estamos ante un sencillo arco de medio punto doblado que se apoya directamente sobre las jambas y a cada lado una ventana igualmente abierta en arco de medio punto doblado. La construcción de la bóveda del claustro produce un desfase entre los huecos de acceso a la sala y los apoyos de aquélla. PASILLOS A continuación de la sala capitular existen tres estrechos pasillos con diferentes usos cada uno de ellos. El primero es una estrecha dependencia que podría muy bien haber sido el lugar ocupado por la escalera secundaria de acceso al dormitorio de los monjes. Inmediatamente después, se encuentra el pasadizo de salida a las huertas. Desde el claustro un profundo arco de medio punto doblado nos conduce al interior del pasillo cubierto con bóveda de cañón. La puerta exterior reproduce este mismo esquema de arco de medio punto doblado. Otro profundo arco de medio punto, similar al del anterior pasillo, nos introduce en lo que podría ser el locutorio o parlatorium de los monjes. Al igual que aquél, está cubierto con bóveda de cañón y aunque en la actualidad una puerta comunica con el exterior puede que originalmente no la tuviera. De esta forma exteriormente seguiría el esquema de arco de medio punto cobijando un óculo. A través de este mismo pasillo accedemos, a la derecha, a la sala de trabajos. SALA DE TRABAJOS Es la última dependencia del ala este. La puerta de ingreso a esta sala es de arco de medio punto y de arco escarzano en el interior. Se encuentra dividida en dos naves por tres columnas que crean ocho espacios abovedados. Cada una de las columnas está formada por plintobasa de tres anillos concéntricos de diferente diámetro y altura, fuste monolítico, collarino y un capitel de cuatro hojas muy planas terminadas en bolas (parecido al de la capilla mayor de la iglesia). Remata el capitel un cimacio volado de caveto y filete donde apoyan los gruesos nervios de la bóveda de crucería. Tanto los arcos formeros como los cruceros son todos de medio punto decorándose la clave con una pieza circular que inscribe una bola. En la pared, los nervios son recibidos por unas ménsulas de prolongado caveto, filete y moldura igual al cimacio de las columnas. El amplio derrame y escalonamiento de sus ventanas no permite una excesiva iluminación interior. En cada uno de los paños se abre una gran ventana abocinada de medio punto excepto en el extremo suroeste donde esta se ha sustituído por una puerta, de arco de medio punto, que daría al patio junto al calefactorio. DORMITORIO DE LOS MONJES Como es preceptivo, se sitúa sobre la sala capitular. Es una larga y estrecha habitación rectangular que pese, a sus transformaciones en épocas posteriores, en la actualidad conserva restos de su antigua fábrica. Las ventanas iniciales del lado oeste, pareadas, se pueden ver desde la galería alta del claustro que en origen daban a una terraza del claustro bajo. Las del lado este se encuentran tapiadas apreciándose ésto en el muro exterior. Las modernas son rectangulares. También en la capilla del Tesoro, por encima de la ventana también tapiada de la antigua sacristía vemos otra ventana del dormitorio. En su interior vemos los arranques de los arcos fajones empleados en la cubierta. CALEFACTORIO Entre la sala de trabajos y el refectorio se localizaría el calefactorio del que sólo se conserva una puerta adintelada que sustituye a la medieval de la que se conservan restos. En la actualidad por aquí se accede al claustro alto. REFECTORIO Perpendicularmente dispuesto al lado sur del claustro, como es norma en los monasterios de esta Orden, es un claro ejemplo de la austeridad cisterciense materializada en la simplicidad de su estructura. Se trata de una gran sala rectangular (24 x 10 x 8 m) cubierta con una bóveda de cañón apuntado con tres gruesos arcos fajones. Éstos apoyan sobre ménsulas de caveto y tronco de pirámide invertida que dada la escasa altura a la que se disponen es de suponer que el suelo estaría más bajo. De esta forma la estancia queda dividida en cuatro tramos entre los que se abren ventanas de medio punto, tres en el lado este, dobladas y abocinadas y dos en el oeste, en los dos últimos tramos. En la parte superior del muro sur se han abierto dos ventanas abocinadas de arco ligeramente apuntado. Cada ventana posee dos arquivoltas que apoyan en dos columnas acodilladas a ambos lados cuyos capiteles están muy deteriorados y sus basas, sobre plinto, repiten el modelo ático (una escocia entre dos toros). En la parte inferior sólo hay un hueco mayor que reproduce el esquema de las superiores al que se le ha añadido una arquivolta y una columna más a cada lado y todo ello sobre un zócalo formado por el mismo muro. Es muy posible que este lugar estuviese ocupado por una hornacina para albergar la imagen de la Virgen y poder ser venerada por los monjes en sus almuerzos. En el ángulo SW se aprecian los restos de un tornavoz cuya escalera de acceso aparece embutida en el muro. El testero norte presenta signos claros de transformación de su traza original. Todavía hoy se ven dos de los tres arcos que formarían la entrada en lugar de uno como ahora existe. Sobre ellos hay un óculo en el interior que no recibe luz del exterior. La construcción del refectorio –uno de los más antiguos de España– sería contemporánea de la iglesia y la sala de trabajos, todo lo más de principios del siglo XIII. Por último señalar que el emplazamiento del lavabo –ya comentado– no es inmediato al ingreso del refectorio como suele ser normal sino que está un tramo más adelante. COCINA A continuación del refectorio, comunica con éste a través de una puerta moderna. No mantiene su planta primitiva que fue rehecha a partir del siglo XVII aunque ocuparía este mismo lugar. Se trata de un espacio rectangular subdividido en dos: el meridional conserva su cubierta original mediante cuatro tramos sustentados por dos pilares cuadrangulares. El acceso desde el claustro se realiza mediante dos vanos: uno de arco apuntado con restos de chambrana –el primitivo– en el que se aprecian aún restos de humo, y otro con arco rebajado.