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Restos de la torre y muralla del Castillo de Rocabertí

Identificador
17086_02_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42.436878, 2.884094
Idioma
Autor
Marcos Ojosnegros Marín
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Castillo de Rocabertí

Localidad
Jonquera,La
Municipio
Jonquera,La
Provincia
Girona
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Castillo de Rocabertí

Descripción

Castillo de Rocabertí

 

El castillo de Rocabertí se halla en lo alto de una peña granítica que sobresale ligeramente de entre los cerros de la sierra de la Albera. Para acceder hasta él, debe tomarse una pista forestal que nace en la misma calle Mayor de la Jonquera, y que nos lleva hasta el Mas Brugat; en la parte posterior de este manso hay un sendero que asciende hacia los restos de la antigua fortaleza.

 

El castrum Bertini se menciona como afrontación del término de Sant Miquel de Solans en un precepto de Luís de Ultramar del año 948 que confirma las posesiones del monasterio de Sant Pere de Rodes. El castillo dio nombre a uno de los linajes más importantes de la región, relacionado con el vizcondado homónimo; los origenes de dicho linaje no son claros, pues inicialmente los vizcondes lo eran del pagus de Peralada, y sólo a comienzos de siglo xii pasaron a denominarse de Rocabertí. Luego, la identificación de los primeros vizcondes documentados de Peralada (Dalmau I, Dalmau II) con miembros de la familia es bastante plausible aunque no segura. Hay documentada una vicecomitissa de Roccabirtini en el memorialm de agravios de PonçI d’Empúries a su primo el conde del Rossellón, de hacia 1050-1060. La posesión del castillo por parte de la familia tampoc está siempre clara, pues un documento del Liber Feudorum Maior, fechado inciertamente entre 1074 y 1106, informa del juramento de fidelidad por él del vizconde de Girona Ponç Guerau (de la familia Cabrera) al conde Guislabert del Rossellón. Están documentados también, al frente del vizcondado ampurdanés, Ramon Guillem, que en 1090 legaba el castillo a su hermano Berenguer, y a partir del 1099 Dalmau Berenguer. El hijo de este, Dalmau I, adopta definitivamente el título de Rocabertí en torno a 1109. A partir de este personaje, la línea familiar parece ciertamente asentada y su conocimientoe genealógico es mucho más sólido.

 

Durante el siglo xii se suceden los personajes ligados a este castillo, que por su posición fronterera entre los condados de Empúries y Rosellón, es habitualmente objeto de conflicto; ya que el castillo estaba infeudado por el conde rossellonés, los Rocabertí se reconocen habitualmente en su bando, y contra la familia condal emporitana. Tras la firma de un convenio entre Ponç II d’Empúries y Gausfred III de Rosellón, en 1137 Ponç de Empúries entró en litigio con Ramon Berenguer IV de Barcelona (que le intenta hacer romper este pacto). Dicho conflicto fue resuelto con el un convenio entre ambos condes por el que se comprometían a derribar, respectivamente, el castillo de Rocabertí y el castillo de Quermançó.

 

En 1166 muere el vizconde Gausfred I, que en su testamento dispone que sus castillos sean para sus hijos Dalmau y Gausfred; ambos seran personajes importantes en la corte catalana, y aparecen mencionados tanto en Occitania como, por ejemplo, en la conquista de Mallorca. Especialmente Gausfred II de Rocabertí (1229-1282) fue hombre de confianza de Jaime el Conquistador, hasta que al final del reinado se sublevó en su contra y se puso de parte de la nobleza. Su hijo y sucesor, Dalmau VI de Rocabertí (1282-1304), al casar con la dama Ermessenda de Navata incorporó al vizcondado gran parte de esta población, que pocos años más tarde se convertiría en la capital del territorio.

 

Actualmente, el estado de conservación del conjunto del castillo de Rocabertí, que ocupa casi 1000 m2, es de ruina. Pese a ello, se conserva la planta general, así como la de algunas de sus estancias pertenecientes a diversas etapas constructivas. El acceso a la fortificación se realiza por la parte oriental. Después de subir por el camino, se llega a lo que fue un espacio de recepción correspondiente a un primer nivel de defensa. Unos escalones excavados en la roca llevan hasta el acceso secundario. Dan paso a un espacio con orientación Norte-Sur, del que quedan partes de muros, de un grosor de unos 2,4 m. En el extremo sur de esta aula existen los restos de una torre de base triangular cuyo basamento macizo se levanta sobre una prominente peña. En uno de sus muros, esta sala mantiene una puerta con arco de medio punto algo rebajado e irregular con losas de roca granítica.

 

En el interior del castillo hay dos explanadas, la mayor al Este y la menor al Oeste. En la primera de ellas, a la que se accede después del portal mencionado, hay los restos de diferentes estancias, con muros de características diversas. Muy cerca existe una cisterna de la que pueden observarse los conductos escavados en la roca que confluyen hasta su interior. Estaba cubierta por una bóveda de cañón algo rebajada, de la que se conservan las líneas del encofrado. En la explanada occidental se identifican dos edificios. Uno de ellos es la capilla del castillo dedicada a san Román, a la que nos referiremos a continuación; el otro, en la parte noroeste, es una gran aula longitudinal con restos de dos puertas de acceso que presenta un paramento de sillares de notables dimensiones bien labrados, dispuestos en hiladas a soga y tizón. El nivel de esta aula estaba rebajado, y una de las puertas presenta tres escalones que descienden hasta ella.

 

Capilla de Sant Romà

 

Los restos de la mencionada capilla de Sant Romà se hallan en el extremo septentrional del recinto amurallado. La noticia documental más antigua sobre ella de la que tenemos constancia es del año 1362, en un documento por el que Guillem Gibert, que era el beneficiado de la capilla, pasa a ser el primer rector de Santa Maria de la Jonquera. No obstante, en el Archivo Diocesano de Girona existe un documento del 1090 por el que el vizconde Ramon Guillem dona, en su testamento, una masía que regenta Dalmau Guifred y otra masía en Cantallops, a la iglesia de Sant Miquel de Rocabertí. No tenemos más noticias, pero el dato podría indicar una advocación anterior a san Miguel.

 

Del templo, de nave única de pequeñas dimensiones (9 x 5,6 m) con ábside semicircular, apenas se mantiene aproximadamente un metro de la base del muro perimetral. No existen vestigios de las cubiertas, ni tampoco del acceso, que por el desnivel del terreno de los diferentes costados del edificio, se considera que tan sólo podía situarse en el lado este. Obviamente, tampoco quedan vestigios de las ventanas. Se ha deducido, no obstante, que el ábside no debió de contar con ninguna abertura porque estaba parcialmente tapado por la roca y que, en todo caso, lo más lógico sería que éstas se hubieran practicado en el muro sur. Los restos de los muros muestran un aparejo de sillares de roca granítica, dispuestos en hiladas a soga y tizón y bien ligados con argamasa; según Joan Badia, la construcción sería fechable entre finales del siglo xii y principios del xiii.

 

Texto y fotos: Marcos Ojosnegros Marín

Bibliografía:

 

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