Sant Pere Vell
ESTERRI D’ÀNEU
Esterri d’Àneu, situado al lado del río Noguera Pallaresa, junto a la carretera C-13, es el centro geográfico, económico, social y cultural de la subcomarca de los Valles de Àneu. Su origen se remonta a la época romana. Punto de confluencia del camino que enlazaba el Pallars Jussà con las vías que se dirigían hacia Alós d’Isil y hacia la Val d’Aran por el puerto de la Bonaigua y con el camino real hacia Francia, se convirtió en un importante centro comercial. Etimológicamente, el topónimo Esterri podría derivar del vasco y significaría “lugar cercado”. La localidad figura citada en la controvertida acta de consagración de la catedral de La Seu d’Urgell. Además, es mencionada en las confirmaciones de los límites del obispado de Urgell de los años 951, 1012, 1154-1159 y 1165. Tedball Guerlí, en su testamento de 1093, dejó el alodio de Esterri a Santa Maria d’Àneu. Los hombres de Esterri participaron en el juramento que los de Cardós hicieron al obispo Ot para derribar el castillo de Tírvia, entre los años 1095 y 1122. En el siglo xv el dominio de la zona pasó a los duques de Cardona y, más tarde, a los Medinaceli.
Iglesia de Sant Pere Vell (o de can Carrera)
Por su situación, este templo podría haber estado ubicado en el núcleo antiguo o Esterri Sobirà, hipótesis reforzada por el hallazgo de sepulturas antropomórficas, excavadas en la roca, en la vertiente meridional en la que se asienta la iglesia. Por la conveniencia de 1064 entre los condes Artau I de Pallars Sobirà y Ramon V de Pallars Jussà, esta iglesia, citada como monasterio Sancti Petri in Anavi, se incorporó al condado de Pallars Sobirà. Ello ha llevado a algunos autores a pensar que los restos de esta iglesia, dedicada a san Pedro, no corresponderían a la parroquial de Esterri, la cual aparece mencionada en las confirmaciones de las posesiones de Santa Maria de La Seu d’Urgell realizadas por los papas Adriano IV, entre los 1154 y 1159, y Alejandro III en 1165. En fecha desconocida, seguramente durante el despoblamiento de la Baja Edad Media, pasó a ser la iglesia de can Carrera, única casa que debió de quedar en el núcleo de población y su cementerio se convirtió en el lugar de enterramiento de sus propietarios.
A la luz de las ruinas conservadas, el edificio presentaba una planta compuesta por una nave rectangular y un ábside semicircular. Tan sólo subsisten en pie la parte oriental del muro sur, en el que se abre una ventana de doble derrame que ha perdido su arco, y la zona inferior del lado sur del ábside. Los restos de una lesena de piedra toba en la confluencia entre el ábside y el muro sur son indicio de que aquél podría haber contado con arcuaciones ciegas en su parte superior. En lo que sería el interior del templo, se conserva la base de una pilastra que podría corresponderse con el arco presbiterial. El muro occidental, la estructura más completa, no se corresponde con la obra primigenia. Sobre el mismo se conservó hasta 1950 un campanario de espadaña de en su día había contado con dos vanos. El aparejo de los lienzos conservados está formado por tosco e irregular sillarejo, escasamente labrado, de dimensiones y formas bastante dispares, dispuesto en hiladas que intentan ser más o menos uniformes. La presencia de la lesena y el aparejo utilizado, así como sus similitudes con la cercana Santa Maria d’Àneu, han llevado a datar la construcción de este edificio en la segunda mitad del siglo xi.
Restos de pintura mural (MNAC 4530)
En el Museu Nacional d’Art de Catalunya se conservan unos restos de pintura mural procedentes de este templo, y que fueron fotografiados en 1918 (Arxiu Mas, MB-157) en su ubicación primigenia en el interior del lado meridional del tramo presbiterial. Fue arrancado y traspasado a tela por Arturo Cividini y otros técnicos italianos para Lluís Plandiura entre 1923 y 1927. La adquisición en 1932 de la colección Plandiura supuso su entrada en el museo con el número de inventario 4530. El fragmento mide 165,5 cm de alto por 65,4 de alto y 27 cm de ancho. En el mismo se representa a una figura femenina de pie que sostiene con su mano izquierda un objeto alargado y puntiagudo, sin duda cirio, mientras que con la otra mano abierta señala hacia la ventana que tenía a su lado. La imagen, que no ha conservado la mitad superior de su rostro, está situada sobre fondo blanco y rodeada de un marco rojo, el cual es traspasado por la mano derecha de la dama. Su indumentaria corresponde a la de una dama noble. Viste una larga túnica azul decorada con motivos florales realizados con grupos de seis puntos blancos dispuestos en círculo. Las mangas, abiertas en ancha campana según la moda de la época, están decoradas con sendas orlas naranjas con puntos blancos, y por debajo de ellas asoman unos puños blancos con líneas negras onduladas. También blanca es la tira del cuello que, como los citados puños, podría corresponder a la prenda que porta bajo la túnica. Los pies, calzados y representados en posición lateral, son finos y alargados. Las cintas azules que luce bajo la barbilla parecen indicar que cubría su cabeza con una toca, la parte inferior de la cual, de color naranja, asoma en un lateral de su rostro. Parece el retrato de una mujer ingrávida que, con gesto de plegaria, se encamina hacia el altar. Los especialistas han propuesto diferentes interpretaciones. Hay quien la ha considerado una santa, una portadora de ofrendas o, por similitud con la condesa Lucía en las pinturas de Sant Pere del Burgal, una donante. Hace unos años, Milagros Guardía y Carles Mancho plantearon la posibilidad de que el retrato del Burgal podría representar a la condesa ya difunta, lo que justificaron, entre otras razones, por el carácter funerario que suele tener la presencia de un personaje con un cirio encendido. Dadas las similitudes que presentante con la imagen del Burgal, podría extrapolarse esta conclusión al fragmento de Esterri d’Àneu.
Desde un punto de vista estilístico, se ha relacionado este fragmento de pintura con el denominado maestro de Cardós. Sin embargo, se aprecian tales diferencias en la forma de ejecutar la figura y sus detalles que cabe descartar dicha filiación. La realización de esta pintura mural puede datarse a mediados del siglo xii.
Pila bautismal
En la iglesia de Sant Vicenç se conserva una pila bautismal procedente de Sant Pere Vell. Tiene una copa circular de 1,20 m de diámetro exterior y 0,85 m de diámetro interior por 0,42 m de alto. Presenta el borde superior ribeteado con dos líneas que enmarcan un relieve inciso. En la parte superior de la copa hay dos molduras con decoración sogueada, debajo de las cuales se despliega un sencillo repertorio geométrico basado en líneas paralelas que dibujan formas romboidales en zigzag. Entre dicha ornamentación aparece una cruz y unos motivos florales. El pie está formado por dos piezas. La superior tiene forma prismática, mide 20 cm de alto por 40 cm de ancho y está decorado con cabezas humanas situadas en las cuatro esquinas. Entre ellas, en las caras laterales, figuran unas parejas de brazos y una línea en espiral. La pieza inferior mide 28 cm de alto por 32 cm de ancho, y tiene las aristas decoradas con unos pies humanos, los cuales, junto con los rostros y brazos de la pieza superior, dan la impresión de ser unos atlantes. Se ha datado a finales del siglo xii o inicios del xiii.
Texto: Juan Antonio Olañeta Molina/Marc Estola i Tantull - Fotos: Marc Estola i Tantull/MNAC
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