Santa María d'All
Iglesia de Santa Maria d’All
El pueblo de All está situado en la parte más oriental del término municipal de Isòvol, junto al torrent de la Sosa, entre la sierra de All y la zona de les Guilleteres, con restos de antiguas terrazas fluviales ricas en arcilla y donde se parece que se ubicarían unas posibles antiguas minas de oro de la Cerdanya. La villa está junto al km 189 de la carretera N-260, a 2 km de la cabeza de municipio, Isòvol, y a 11 km de Puigcerdà.
La parroquia de All aparece citada en el acta de consagración de Santa Maria de la Seu d’Urgell. Al parecer los condes de Cerdanya tenían posesiones en All ya en 867, según consta en un documento que narra un juicio presidido por el conde Salomó, habitante de la villa. El conde Sunifred II menciona el lugar en su testamento de 966. Así mismo, el arcediano Ponç, en su testamento de 1026, deja alodios de Ger y Monmalús, y otros bienes, a Santa Maria d’All y a otras parroquias. De igual modo, Guillem Bernat, antes de emprender viaje al Santo Sepulcro testa dejando bienes a All, o el archilevita Guillem que en 1051, jura su testamento sobre el altar de san Marcos en la iglesia de Santa Maria d’All. Ya en 1172, Arnau y sus hijas venden a Sant Serni de Tavèrnoles una heredad que poseen en la villa de All. En un documento del año 1265 donde se relacionan los títulos de propiedad en All de Guillem de Vallcebollera, se menciona que un conde llamado Guillem, sin duda Guillem I de Cerdanya (1068-1095), había edificado una iglesia en All para hacer de ella su capilla (ecclesiam ipsius ville idem comes edificata fecerat ut capellam).
Más adelante, en 1301, varios habitantes de la parroquia de All designaron tres procuradores por un año, con la misión de trabajar en la iglesia, construir arcos y paredes y, así mismo, cubrirla como fuese más factible. Estas reformas son apreciables aún en la iglesia. Posteriormente, entre 1312 y 1314, fue visitada por los delegados del arzobispo de Tarragona, pagando la parroquia un derecho de visita de 45 sueldos. Durante los siglos xiii y xiv, se cree que cumplió funciones de santuario, si tenemos en cuenta su ubicación, en el camino de la Solana (strata Francisca), y además por los numerosos legados y ex-votos de que es objeto en gran parte de los testamentos.
Durante la Guerra Civil fueron quemados en una hoguera todos los altares, santos y mobiliario de la iglesia, destacando entre las pérdidas la de un retablo gótico del siglo xv, atribuido al Maestro de All (del cual hay alguna fotografía antigua). También desaparecieron con el fuego los herrajes románicos de la puerta. La hoguera afectó incluso al soporte de la campana, que cedió provocando su caída. Años más tarde, unos vecinos de All la rescataron de entre los escombros y se devolvió al campanario cuando éste se restauró. Los efectos de la hoguera todavía se pueden apreciar en las ennegrecidas dovelas de la portada.
La iglesia de Santa Maria d’All fue objeto de una intervención arqueológica en marzo de 2003, motivado por unas obras de restauración del pavimento. Se localizaron los restos de un ábside prerrománico, que presenta cierta tendencia al arco de herradura. La estructura en cuestión, presentaba dos partes claramente diferenciadas. La ya mencionada y mejor conservada, con cuatro hileras de sillares, unidos con tierra compactada, ligeramente desbastados, asentadas en un terreno arcilloso (forma de herradura). Por encima de este, un segundo nivel, peor conservado, solo una hilada a base de piedras unidas con mortero de cal, muy degradado (forma semicircular). Este segundo nivel podría corresponder con un ábside del siglo xi, de planta semicircular en el exterior pero con el interior en forma de herradura. Este esquema lo encontramos también en edificios fechados entre siglos x y xi, como Sant Serni de Tavérnoles (Alt Urgell), Santa Maria de Matadars (Bages) o Sant Quirze de Pedret (Berguedà). El hallazgo en All corresponde, probablemente, a la iglesia que mandó edificar Guillem I (1068-1095).
La iglesia actual, construida en la segunda mitad del siglo xii en base al modelo consuctivo de la catedral de la Seu d’Urgell, está formada por una nave trapezoidal, flanqueada al sureste por una torre campanario de dos cuerpos, y rematada con un ábside semicircular. La portada, protegida por un guardapolvo, se abre en el muro sur, y presenta dos ventanas de doble derrame, en un nivel superior. Entre las ventanas y el guardapolvo se conservan tres ménsulas figuradas que debían sostener un porche. En el lado norte se añadió un cuerpo, en el siglo xiv, a base de capillas adosadas, que cerraba con una sacristía adosada al ábside, que se eliminó en 1992.
El ábside se inicia con un basamento bajo, a continuación un zócalo de piedra granítica, a partir del cual parte el tambor liso, con una ventana de doble derrame, adovelada y algo descentrada. Acaba en un friso sostenido por veinticuatro canecillos, tres con cabezas, dos con un bocel, uno con dobles bolas y el resto en caveto. Cabe destacar que, debido a la inestabilidad del terreno arcilloso en que se asienta, se observan enormes grietas que, con el paso del tiempo, provocaron un abombamiento que hizo necesario su apuntalamiento con un contrafuerte.
El aparejo del ábside, de tamaño desigual, consiste en hiladas de sillares alargados de piedra calcárea gris, bien trabajados, aunque colocados de modo un tanto desigual. En cambio, el del resto del edificio, es muy irregular, tanto por lo que se refiere al trabajo como por el tamaño. Llama la atención la presencia de dos hiladas de sillares graníticos, de gran tamaño, a ambos lados de la portada, que se han considerado reaprovechados de época romana; lo mismo ocurre en otras iglesias próximas, como Santa Maria de Quadres, Sant Julià d’Estavar, Sant Marcel de Boro o Santa Maria de Mosoll, en cuyos alrededores se han localizado restos de asentamientos de época antigua.
En Santa Maria d’All, la torre campanario se levanta junto al ángulo sureste, adosado en parte al muro de la nave. Es un prisma vacío, de planta cuadrada y gruesas paredes, de un metro aproximadamente, y cuatro metros de lado. Construido con sillarejo irregular y poco trabajado, no coincide con el del resto del edificio, lo que lleva a pensar que podría tratarse de una edificación anterior incorporada al actual edificio. Consta de dos cuerpos diferenciados. El inferior, hasta el alero de la nave, solo disponía de una aspillera que fue substituida por una abertura cuadrada, y se abrió una pequeña puerta. En el segundo nivel, se observan los ángulos resaltados a modo de pilastras, siguiendo modelos del primer románico que también se encuentran en otros campanarios de la zona, como el de Santa Eugènia de Nerellà. Este tipo de ornamentación continúa hasta un cierto nivel, para luego seguir liso. En este tramo se abren vanos con arcos de medio punto.
Paralelamente a la intervención arqueológica se aprovechó para repicar las paredes del ábside y la cúpula para comprobar la existencia de pinturas románicas bajo la decoración actual. La realización de estos trabajos, por parte de M. Izquierdo, puso al descubierto restos de pinturas románicas de temática muy sencilla pero muy bien conservadas. Las pinturas imitan una sillería combinando el color rojo y negro, corresponden al siglo xiii y debían formar parte del mismo proyecto constructivo de la iglesia románica todavía existente. Este descubrimiento y el del ábside, ya citado, nos permiten comprender el pasado del edificio, pues ambos han quedado a la vista. En el caso de la primitiva cabecera, se ha cubierto con un grueso cristal que permite compaginar el uso litúrgico del templo, con la observación del mismo.
El interior de la iglesia, muy reformado, permite observar, así mismo, la transformación llevada a cabo en el siglo xiii, que seguramente fue motivada por un posible derrumbe de parte de la torre del campanario sobre la cubierta, que debió dañarla, haciendo necesaria su reconstrucción. Así se optó por un sistema más ligero que la bóveda de piedra consistente en arcos de diafragma, que dividían la nave en tres tramos. Hay que recordar que éste era un sistema ya muy utilizado a partir del siglo xiii.
La portada sur es la parte más destacada y característica del conjunto. Se trata de una puerta abocinada con dos arquivoltas decoradas con motivos escultóricos, a base de figuras antropomórficas y zoomorficas. Las dovelas exteriores, enmarcadas por una hilada de piedras finas, están decoradas con una greca de espirales o zarcillos y toscas figuras en disposición longitudinal en bajo relieve, en el caveto o media caña de éstas y de las jambas. La central, presenta igualmente grecas de espirales, pero más sencillas, y la interior, solo está adornada con medias bolas en el bisel. Todo ello, de factura algo tosca y pobre.
De la observación de las figuras que decoran el caveto de la arquivolta exterior, se deduce que son obra de dos escultores distintos. Uno habría trabajado en las jambas y las basas de las columnas, mientras que el más avezado, sería el autor de los capiteles y la decoración de los arcos. Además, un tercer escultor sería el autor de los canecillos del ábside.
Los capiteles, sustentados por fustes monolíticos, son de pobre fabricación, y se podrían datar hacia la segunda mitad del siglo xii. El de la derecha del espectador, muestra un personaje de espaldas, mirando hacia atrás, con los brazos elevados, parecido al que se encuentra en un capitel del claustro de la catedral de la Seu d’Urgell. Al otro lado, un personaje barbudo (ambas figuras se han relacionado con Adán y Eva, pero también podrían ser pecadores en actitud de orantes, espiando sus pecados), y en el centro una cabeza con abundante melena lisa y barba, de la que afloran unos brazos que se elevan (podría ser el Ángel del Paraíso, o un pecador). En la otra cara del capitel, una figura vestida con túnica, en actitud de orante. Destacamos el astrágalo retorcido, y ábaco a base de molduras, también retorcidas o de cuerda. El capitel de la izquierda se ha relacionado con la iconografía de Daniel en la fosa de los leones. A pesar de que éste suele presentarse con los brazos elevados, y aquí sostiene un libro, también hay precedentes en Sainte-Marie d’Oloron (Francia), o en Rioseco (Cantabria). El astrágalo también de cuerda retorcida, y el ábaco con dos hileras de medias bolas o cabujones, agujereadas en el centro, que se alternan. Todo el conjunto se puede relacionar con el de Santa Coloma de Vià (Cerdanya francesa), que tiene igualmente ménsulas que debieron sustentar el antiguo porche.
En las basas de ambas columnas, escenas de aves picoteándose y afrontadas. A pesar de estar incompletas, se podrían identificar como águilas o quizás grifos. En la cristiandad medieval, el hecho de combinar una bestia terrenal con un ave propició su utilización como símbolo de las cualidades humanas y divinas de Cristo. Por esta razón, en las iglesias solían esculpirse imágenes de grifos.
En la arquivolta, se alternan animales con figuras humanas. Apenas podemos identificar a un personaje masculino que seguramente es San Pedro, por el atributo de las llaves, y debajo de este una pequeña figura en cuclillas. En el lado opuesto, otra figura vestida con túnica, se lleva la mano derecha a la cabeza, y la izquierda a la cintura. Ya en el caveto de la jamba derecha, una figura humana encapuchada, sosteniendo un gran pez (se ha relacionado con Tobías), otro pez encima, y una cabeza monstruosa. En la jamba izquierda, se alternan cabezas humanas, monstruosas y de animales, algunas desgastadas. Por su factura, se relacionan con las de Sant Climent de Gréixer. Esta iconografía se podría relacionar con el mundo y los seres maléficos.
Por encima de la puerta, un guardapolvo, y sobre este, tres ménsulas esculturadas que debieron soportar el antiguo porche, destinado a la reunión de los fieles después de los oficios religiosos, habitual en las iglesias de la zona (Angostrina, Llo, Saga, Guils, Vià).
Majestad de All
En las reservas del Museu Nacional d’Art de Catalunya (núm. inv. 15879), se conserva una Majestad procedente de la iglesia de All. Se trata de una talla policromada, de 78 x 76 cm, que actualmente está montada sobre un soporte de madera nuevo. Se fecha entre finales del xii e inicios del xiii, y corresponde al tipo denominado Christus Triumphans, desarrollado en la Catalunya occidental.
La imagen ha perdido parte del pie izquierdo y falanges de ambas manos, como también algunas zonas de policromía que probablemente podrían deberse a alguna intervención en el pasado que habría alterado la original. La actual consiste en una túnica manicata de fondo rojo con galón oscuro en cuello mangas y bajos. Del aspecto anterior al repintado se tiene constancia por fotografías del Arxiu Mas de Barcelona.
La cabeza presenta una marcada inclinación a la derecha, el cinto, de una sola caída, y el fino bigote que asoma debajo de la nariz, lo asemejan a la Majestat Lluís de Bonís (Museu Diocesà de Barcelona). De su observación se desprende un cierto realismo, especialmente en la representación del cabello y la barba, pero sobretodo en los pliegues de la túnica que denotan una clara renuncia al esquematismo geométrico.
Virgen de All
Procedente de Santa Maria d’All, se guarda también en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (núm inv. 15917), una imagen de la Virgen que, según la ficha del museo, fue comprada al párroco del lugar en junio de 1920, por 300 pesetas. Sus medidas son: 75,5 x 32,5 x 29,5 cm.
Se trata de una talla de madera policromada al temple, con relieves de estuco y restos de corladura de hoja de estaño. El dorso es plano, y presenta deficiencias en la base de los montantes del trono y en el Niño, al que le falta el pie derecho. Es una prolongación del modelo de la Virgen del Pesebre de Cornellà de Conflent, si bien evolucionado, que se correspondería con una etapa más tardía en el entorno del 1200.
La Virgen, sentada en un sencillo trono, con montantes laterales estriados en espiral, con molduras, y rematados por bolas cónicas. La parte trasera del trono, presenta un respaldo, de forma semicircular, decorado con motivos florales. La Madre viste túnica dorada, adornada en el escote con galón de pedrería de estuco, y se cubre con un elegante manto igualmente dorado, ribeteados por una orla con imitación de cabujones de estuco. Los pies, con calzado oscuro, asoman bajo la túnica. Sostiene al Niño en su regazo, ligeramente desplazado a su rodilla izquierda. Viste de manera similar a la Madre, pero el manto a modo de toga. Ambos se tocan con corona con estuco dorado, que imita la orfebrería.
Pertenece al grupo de Marededéus en que se representa a María como Sedes Sapientiae, es decir Trono de Sabiduría, en referencia al trono de Salomón, nombrado en el Antiguo Testamento, que representa a la Virgen María con el Niño Jesús, sentado en su regazo. Simboliza la Iglesia basada en la Sabiduría Divina. Según el modelo iconográfico mencionado, la Virgen sostiene al Niño con la mano izquierda, mientras que en la derecha debía sostener algún objeto, probablemente una flor, en alusión a su Maternidad. La bola del mundo, que sostiene el Niño, y la corona, ponen énfasis a esta simbología, que proviene de la tradición bizantina. Otras imágenes de la zona, como la Virgen de Olopte, o las de Eina y Odelló (en la Cerdanya francesa), coinciden con este modelo postural.
Texto y fotos: MONTSE JORBA I VALERO– Planos: JOSÉ MIGUEL RODRÍGUEZ MANJÓN
Bibliografía
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