Hospital de Sant Julià
Hospital de Sant Julià
El antiguo hospital de Sant Julià de Besalú está situado en el núcleo histórico de la villa de Besalú, ocupando el terreno existente entre la iglesia de Sant Pere y el palacio de la Cúria Real.
Su existencia aparece documentada desde el año 1216, momento en que Johanes de Laurano consta como procurador del hospital (procurator domus predicti ospitalis a Johanes de Laurano). Sin embargo, aunque no está confirmado por la documentación, se suele afirmar que el hospital fue fundado por los condes de Besalú en los dominios abaciales del monasterio de Sant Pere. Así, según algunos autores (J. Corominas, J. Marqués y J. Murlà) el hospital fue construido poco después de la fundación y dotación de Sant Pere de Besalú, efectuada en el 977 por Miró Bonfill, conde de Besalú y obispo de Girona. Es preciso recordar que el conde-obispo instituyó un monasterio benedictino en la iglesia de los santos Pere, Pau y Andreu, asentada fuera de las murallas de la villa, en el lugar conocido como el “Prat”. Las palabras de Miró Bonfill que constan en el acta fundacional, en la que manifiesta que cede al cenobio una pequeña parte en auxilio de los monjes y pobres necesitados, han sido utilizadas como argumento para justificar la existencia del hospital en el siglo x. A falta de testimonios documentales que confirmen dicha hipótesis, el testimonio de 1216 se postula como la mención más antigua del conjunto.
El hospital de Sant Julià vuelve a ser citado en el 1225, momento en que Bisullo de Medians dejó en su testamento 12 dineros para el mismo. Tres años más tarde, Bernat Beluespre establecía en su testamento cinco salarios y en 1235 Juan, clérigo de Sant Martí de Capellada, dejaba una cantidad pecuniaria para la institución. La endémica ausencia de documentación que caracteriza la segunda mitad del siglo xiii contrasta con las abundantes referencias de la centuria siguiente. De este modo, la sujeción del hospital al monasterio de Sant Pere de Besalú viene confirmada por un documento del año 1336, momento en que los jurados y el consejo de Besalú, reunidos en la iglesia parroquial de Sant Vicenç, pidieron al abad de Sant Pere, Berenguer de Sant Esteve, que creara el cargo de hospitalero. La designación recayó en Bernat de Puig de Fornells, que prometió guardar obediencia y dar fe al conde y al abad de toda la hacienda y administración del hospital.
Durante la época moderna, el hospital y su iglesia continuaron vinculados al monasterio de Sant Pere. Prueba de ello es la visita pastoral del obispo Miquel Joan de Taverner, quien fue recibido en Besalú por el prior del monasterio de Sant Pere, que le mostró la capilla del hospital de pobres bajo la advocación de San Julián Esta situación se mantuvo hasta la desamortización de 1835, momento en que la iglesia dejó de celebrar el culto y el hospital perdió su función.
A inicios del siglo xx el hospital fue utilizado como escuela, y las diversas intervenciones efectuadas en la segunda mitad de la centuria contribuyeron al embellecimiento del edificio. Así, en el año 1964, el alcalde Martirià Costa, ofreció el edificio a la asociación Amics de Besalú con el fin de que llevaran a cabo su restauración y la posterior ubicación de un posible museo de la villa. Por consiguiente, en el 1974 se iniciaron las obras de restauración por parte de la Dirección General del Patrimonio Artístico. En el 1978 se construyó el segundo tramo del tejado y se limpió el interior, unificando en una sola nave lo que fue antiguamente la capilla y el hospital. Dos años más tarde, se eliminaron las partes que habían sido añadidas en el lado de la calle de la Cúria y se reconstruyeron las bóvedas. Actualmente, el hospital alberga un equipamiento cultural de la villa.
La aceptación de la supuesta fundación de Sant Julià en el último cuarto del siglo ix por el conde obispo Miró Bonfill, permitiría catalogar el hospital entre uno de los pocos ejemplos documentados de la institucionalización asistencial altomedieval en tierras catalanas. Al caso de Besalú, cabe añadir el ejemplo del hospital para peregrinos de otros dos conjuntos monásticos próximos, como el monasterio benedictino de Sant Pere de Rodes, fundado a finales del siglo x, y el monasterio de Sant Pere de Casserres (siglo xi). En este momento también fue erigida la hospedería ubicada situada en el Coll de la Perxa, construida por el conde de Cerdanya alrededor del año 962.
Teniendo en cuenta que Sant Julià era un hospital monástico ligado a la comunidad de Sant Pere, cabe pensar que estaría destinado en origen a la asistencia de pobres, enfermos y desvalidos. Es, al fin y al cabo, una función intrínseca de la regla benedictina, que obligaba a realizar actos de beneficencia de distinta índole. Así, era habitual que los monasterios habilitaran dependencias para la atención de los pobres y los clérigos enfermos de la comunidad, así como otras estancias para la acogida de peregrinos. Es el caso del monasterio de Saint-Gall, que disponía de dos dependencias: el infirmarium para los monjes enfermos, y el hospitale pauperum para pobres y pelegrinos.
Sin embargo, diversos argumentos nos llevan a pensar que en el hospital de Sant Julià no sólo se cobijaba y atendía a enfermos, sino que el edificio también estaba destinado a la acogida de peregrinos. Es preciso recordar, en este sentido, que la custodia de reliquias y la presencia de elementos arquitectónicos relacionados con su culto, como el deambulatorio, hacen valorar la condición de la iglesia de Sant Pere de Besalú como enclavamiento en un vía de peregrinaje que, procedente del Coll de Panissars, se extendía entre Llers y Ripoll. Asimismo, conviene recordar que a escasos 5 km de Besalú se asentaba la iglesia del Santo Sepulcro de Palera (1086), en cuya acta de consagración se la otorga un privilegio según el cual los peregrinos que fueran a visitarla y rezasen recibirían el perdón de sus pecados. Años después, cuando el Santo Sepulcro fue convertido en priorato del monasterio de la Grassa, se adosó un atrio para peregrinos en la entrada de la iglesia.
El hospital de Sant Julià es un interesante ejemplo que reproduce una tipología planimétrica que, desde finales del siglo xii, gozó de cierto éxito en instalaciones hospitalarias de la Corona de Aragón. Consta de una gran nave rectangular, actualmente de un solo nivel, con cinco tramos separados por cuatro arcos diafragma apuntados que sostienen una bóveda de cañón moderna. Cabe pensar que en origen los arcos diafragma soportarían una techumbre de madera, tal y como sucede en los dormitorios de los monasterios de Poblet y Santes Creus. A partir del siglo xiii, esta solución arquitectónica fue muy habitual en las construcciones hospitalarias catalanas. Entre los ejemplos más significativos, es preciso evocar el hospital de Cervelló en Olesa de Bonesvalls y el de la Santa Creu de Barcelona. En el curso de la restauración de las cubiertas de Sant Julià, fueron localizadas diversas piezas de cerámica de datación imprecisa pero tardía, lo cual, junto a la tipología constructiva de la bóveda, permite pensar que se trate de una reforma tardía.
El aparejo de los muros perimetrales, compuesto de cantos rodados y de pequeños sillares dispuestos uniformemente, denota la intervención en restauraciones posteriores.
El acceso se realiza desde la portada románica noroccidental, resuelta mediante un cuerpo saliente que presenta un arco de medio punto cuyo derrame permitió la realización de cinco arquivoltas decoradas. La exterior, presenta una ornamentación vegetal a base de hojas de acanto en el intradós, mientas que la cara externa está constituida por una cinta ondulante que genera unos espacios con composiciones florales de cinco pétalos y racimos de uvas. En los extremos de la arquivolta, dos leones enmarcados por un ornamento vegetal reposan sus patas sobre una cabeza humana.
La interpretación del “monstruo devorador” puede variar según el contexto en que se incluya, siendo considerado ora como Leviatán, ora como animal psicopompo, ora como símbolo de resurrección a través de la muerte iniciática, pero lo que nadie duda es en denominarlo “monstruo andrófago”. Se trata de una imagen ambivalente, que encarna la idea del espíritu destructor y regenerador al mismo tiempo: la boca que engulle es signo de destrucción, a la vez que actúa como metáfora de recreación y transformación, una clara alusión a la esperanza de la resurrección de la carne. En cualquier caso, la presencia del león devorador en la entrada del templo implica un fuerte contenido simbólico. En relación a ello, autores como R. Bartal han señalado bastamente su función como símbolos apotropaicos utilizados para guardar y proteger la entrada del templo. Lo cierto es que el primer arte cristiano ya utilizó las cabezas de leones, corderos, toros y carneros como emblema aparta-demonios (apotropía); tenían la función de ahuyentar las fuerzas demoníacas de los sarcófagos, y de defender al muerto contra los designios del maligno inframundo. Siglos más tarde el arte románico utilizó estos símbolos, esencialmente el león, para conferir un efecto amenazador.
Entre los ejemplos más próximos, es preciso evocar la representación de los dos leones andrófagos que flanquean la ventana que se yergue en la fachada occidental de Sant Pere de Besalú. En este caso, dos leones de larga cabellera clavan sus garras en figuras humanas y animales que yacen debajo de sus cuerpos. El motivo gozó de un indudable éxito y aparece con similitud en diversos conjuntos vinculados a la escuela rosellonesa, como las portadas de Sant Jaume de Vilafranca de Conflent (Rosellón) y Santa Maria de Lladó (Alt Empordà)
Las arquivoltas apean sobre cuatro columnas con sus respectivos capiteles decorados con motivos figurativos y vegetales. Comenzando la lectura por la parte izquierda de la portada, el capitel exterior, de estructura corintia, presenta una decoración a base de volutas y hojas de acanto divididas en dos registros. Este tipo de decoración, de clara impronta clásica, aparece de forma recurrente en diversos conjuntos adscritos a una zona geográfica y estilística próxima a Besalú, como Sant Joan les Fonts y Santa Maria de Lladó. Por otro lado, el capitel de Sant Julià debe ponerse en relación con otros ejemplos de la villa. Así, la tipología de capitel con hojas de acantos yuxtapuestas, imitación del capitel corintio clásico, hace acto de presencia en la girola de la iglesia de Sant Pere, así como en los restos escultóricos de la iglesia de Santa Maria de Besalú.
El capitel interior del lado izquierdo presenta una pareja de leones dispuestos de forma simétrica que apoyan sus patas sobre una pequeña cabecilla humana.
Continúa la decoración en la jamba derecha, donde hallamos la repetición de las parejas leoninas, aunque con algunas particularidades. Así, mientras el capitel interior reproduce de fielmente la tipología del capitel interior, en el sucesivo los leones presentan una cabeza común en los ángulos. Del mismo modo, en ambas caras del capitel hallamos la representación de volutas bajo las cuales se disponen dos figuras monstruosas. La iconografía y ciertos detalles decorativos como las volutas ponen en íntima relación este relieve con un capitel procedente del claustro de Sant Miquel de Cuixà, conservado en el Museo Cloisters de Nueva York.
Originariamente, la línea de imposta estaba decorada con motivos vegetales entrelazados y cabecillas monstruosas. En la actualidad, tan sólo puede apreciarse tal decoración sobre el tramo rectilíneo que resigue el capitel exterior de la jamba derecha.
Por último, el tímpano, carente de decoración, está sustentado por un dintel con modillones que presentan decoración vegetal con hojas de acanto
Por lo que se refiere a las relaciones con otros monumentos, diversos autores (J. Gudiol, M. Durliat, J. Camps) han señalado la dependencia de Sant Julià de Besalú respecto a la canónica de Santa Maria, ubicada en la misma villa, sin olvidar los paralelismos con modelos señeros de la escultura rosellonesa y provenzal. En este sentido, J. Camps caracterizó la obra de Sant Julià de Besalú entre el obrador que trabajó en la fábrica de Santa Maria, distinguiendo dos artífices distintos en la obra de la portada. Uno de ellos, que debió ejecutar la mayor parte de la portada, se presenta dentro de las mismas coordenadas que los responsables de los capiteles e impostas del interior de Santa Maria de Besalú. Por otro lado, un segundo grupo, directamente relacionado con el primero aunque de menor destreza técnica, llevaría a cabo la decoración de los capiteles internos.
Del mismo modo, el portal de Sant Julià de Besalú está anclado a la tradición de portales de la zona del Empordà-Garrotxa, caracterizados por la presencia de una tipología compositiva, canónica, con arquivoltas de sección rectangular o cilíndrica que enmarcan un tímpano liso. Esta configuración arquitectónica, que parece directamente inspirada en el portal mayor de Sant Jaume de Vilafranca de Conflent, se repite en las portadas de Sant Esteve de Llanars (consagrada en 1168), Beget, Sant Joan les Fonts y Sant Vicenç de Besalú, entre otras. Tanto las escenas del hombre devorado por la fiera como los capiteles ornamentales de tradición corintia son recurrentes en la plástica románica catalana, como los prueban los ejemplos citados del claustro de Cuixà y la portada de Vilafranca de Conflent. En Sant Julià asistimos, sin embargo, a una notable estereotipación, con incisiones más esquemáticas y caligráficas.
Otro detalles llevan a pensar que los capiteles siguen un modelo próximo, del monasterio de Sant Pere de Besalú, pudiéndose establecer ciertas similitudes formales con la escultura de la girola. Si a ello sumamos ciertas concomitancias iconográficas, como el león que apoya sus garras sobre figuras humanas, alcanzamos a ver paralelismos tan cercanos que difícilmente podrían deberse a grupos de escultores desconocidos entre sí.
Por último, los modillones con hojas de acanto presentan cierto paralelismo con los modillones de Santa Maria d’Alet y centros provenzales como Saint-Trophime d’Arles, tal y como avanzó J. Camps.
El análisis de las relaciones estilísticas de la escultura permite pues asignar un marco cronológico relativamente preciso para la construcción de la portada, entre mediados de los años 80 del siglo xii y el primer decenio del xiii.
Texto y fotos: Carles Sánchez - Planos: Joaquim Gallard Figueras
Bibliografía
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