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Detalle de capitel occidental de la portada

Identificador
31264_01_039
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 37' 13.81'' , -2º 0' 46.48''
Idioma
Autor
Julia Baldó Alcoz
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Juan Bautista

Localidad
Aberin
Municipio
Aberin
Provincia
Navarra
Comunidad
Navarra
País
España
Descripción
SU EDIFICIO MÁS SINGULAR es el templo parroquial, cuyo pórtico, particularmente, ha suscitado desde antiguo el interés de los historiadores. Ya Pedro de Madrazo en el siglo XIX, dada la tosquedad de la labra de sus relieves románicos, lo dató en el siglo XI. Biurrun, por su parte, lo englobó dentro del conjunto de arquitectura sanjuanista y lo fechó a comienzos del siglo XIII, mientras que Uranga e Íñiguez y asimismo Lojendio optaron por avanzar algo su cronología dentro de la misma centuria. La parroquia de la Purificación, abierta a la plaza y localizada en el centro del pequeño caserío dispuesto a ambos lados de la antigua carretera local, destaca por la armonía de su volumen de sillar irregular, bien trazado, de agradables tonalidades doradas, por la proporción de sus distintos cuerpos, bellamente trabados, y por la curiosidad de su tejado de lajas de piedra. La torre, contemporánea del edificio, se alza al Oeste, sobre el tramo de los pies, con un bloque prismático reforzado por dos contrafuertes en ángulo. Una pareja de arcos rebajados para las campanas, remodelados en época moderna, se abren en el muro este, hacía la población. La cornisa de remate de la torre se adorna con canes lisos, excepto en los ángulos que recuerdan un rostro. La fachada septentrional del templo se muestra totalmente cerrada, sin ventanas, y responde a añadidos de muy distinta cronología, todos ellos posmedievales. En su tramo occidental, junto a la torre, se añadió durante el siglo XVI la escalera de caracol, encerrada en una caja prismática. Viene a continuación el muro dispuesto para la ubicación de la escalera de acceso al coro y, siguiendo hacia la cabecera, una capilla destinada a uso particular. Por último, la sacristía, apoyada en el ábside, que al igual que los restantes fue ejecutada con aparejo distinto al de la fábrica original. Los dos tramos liberados del ábside semicircular están articulados por contrafuertes rectangulares que llegan hasta la cornisa de remate y entre ellos se abre una sencilla ventana de medio punto. Una cornisa de canes lisos, muchos de ellos repuestos en la restauración, recorre todo el perímetro de la fábrica a la altura del alero. Pero lo más característico de esta parroquia es el pórtico dispuesto en el muro sur, cuya longitud es ligeramente superior a la de la nave del templo. Al exterior configura una secuencia de cuatro amplias arcadas de medio punto sobre alto pedestal, separadas por contrafuertes, que acogen en plano retranqueado dobles arquillos también semicirculares o ligeramente apuntados con parteluz, salvo el tramo que coincide con la puerta del templo, que amplia los arcos a tres (el de acceso entre dos menores a manera de ventanas). El pórtico cuenta con otro ingreso, más sencillo, junto al ábside, definido por un arco doble de medio punto sobre columnas. Los dos arcos exteriores correspondientes a los tramos centrales descansan en dobles columnas de distinta factura, siendo las más descuidadas las orientales. Entre los arcos envolventes se sitúan poderosos contrafuertes que, tras un escalón en pendiente, llegan a la cornisa. El contrafuerte que separa los dos arcos orientales se labró en su parte baja a modo de semicolumna muy gruesa, que recuerda a las soluciones en forma de orden gigante del románico provenzal y algunos edificios hispanos derivados (como el claustro de la catedral de Tarragona). Por detrás de los arcos envolventes se sitúa la citada segunda arquería, sobre soportes variados. Parece que el sistema inicialmente previsto consistía en apear los arquillos en parejas de columnas, con soportes tetrástilos situados por detrás de los contrafuertes, pero la realidad es que cada tramo se concibió de modo distinto. La serie se inicia correctamente por el Este. En el segundo tramo, la doble columna central es sustituida por un bloque de cuatro columnas. En el tercero, el de ingreso, los tres arquillos tienen como soportes intermedios pilares de sección cuadrangular. Por último, el tramo de los pies sólo tiene dos parejas de columnas, quedando sustituida la tercera pareja por un machón. La teoría de arcos es semejante a las de los claustros, con doble podio. Las columnas están formadas por un pequeño plinto cuadrado y basa circular, en muchos casos prácticamente perdidos, y rematan en capitel decorado y cimacio, fundamentalmente labrado, aunque también hay piezas lisas. Mientras que la decoración de los cimacios (incluidos los de los pilares) ofrece distintos motivos vegetales (roleos más o menos esquematizados, algunos con racimos, entrelazos) combinados con otros lisos, los capiteles despliegan un interesante repertorio figurado que incluye alguna escena religiosa, composiciones a base de animales reales o fantásticos y también ornamentaciones vegetales. Haremos el recorrido describiendo los capiteles desde la cabecera a los pies. Así, en la arcada lateral del pórtico observamos unas palmetas estilizadas, con simples incisiones y bolas angulares en los capiteles del arco exterior mientras que uno de los interiores se dedica a las primeras escenas de la Pasión, con el Prendimiento en que se distinguirían el beso de Judas, la oración en el Huerto (?) y Pedro alzando el puñal para cortar la oreja a Malco. Las reservas en la identificación de alguno de estos asuntos se basan en la existencia de iconografías románicas en las que Malco aparece arrodillado, de forma que el personaje que aquí adopta tal postura podría ser tanto el siervo como Jesucristo (carece de nimbo crucífero, pero tampoco lo tiene el situado en el beso de Judas). El báculo que hay junto a la figura que alza el puñal podría ser el atributo de San Pedro. Podemos señalar que uno de los capiteles del claustro románico de la catedral de Pamplona presenta estos mismos episodios, excepto la oración en el Huerto, que resulta poco habitual en el repertorio iconográfico del románico. El otro capitel en cambio representa animales, como dos aves que se dan la espalda picándose las patas y el pecho, versión tosca del tema que aparecía en la portada de la catedral de Pamplona, y un cuadrúpedo de largo cuello y cabeza indefinida. Los dos capiteles del arco envolvente se decoran con hojas lisas vueltas en bolas o volutas, muy toscas. El siguiente capitel de la arquería interior, localizado ya en el frente meridional del pórtico, en la arcada primera desde la cabecera, cubre la superficie con una única hilera de hojas de acanto muy esquematizadas, casi a manera de palmas, que se vuelven en la parte superior en la forma digitada propia del taller de Esteban de la catedral pamplonesa; encima asoman volutillas. El capitel central mantiene el tema vegetal, pero a base de entrelazos combinados con hojas muy festoneadas de adornos incisos, con botones en resalte. Otra versión de las aves picoteándose, de distinta mano que las anteriores por el tratamiento del plumaje mediante suave rallado, se acopla al capitel de cierre de esta arcada. El arco envolvente reposa en capiteles por su lado occidental, con superficies lisas sólo decoradas mediante cabecitas y resaltes en las esquinas. El siguiente tramo del pórtico cuenta, como arranque de la arcada exterior, con una pareja de capiteles decorados con hojas muy sumarias. Los arcos interiores apean en uno decorado por medio de hojas abiertas a manera de abanico, entre las que surgen piñas, otro donde vuelve el esquematismo vegetal con la particularidad de colgar bolas esquineras y en el centro cuatro columnas ceñidas culminadas en un capitel único cuya escena figurativa se ha identificado con la entrada de Cristo en Jerusalén, ya que se reconoce a Cristo montado en el asno, seguido por un ángel de alas desplegadas, los doce apóstoles acompañándole, y dos torres de las que surgen cabezas humanas a manera de vigías, en referencia a la ciudad santa. Este capitel es el que más curiosidad ha despertado del conjunto y ha sido objeto de distintas lecturas. Así, Madrazo y otros estudiosos propusieron la ilustración de una leyenda medieval, Biurrun, por su parte, vio la plasmación de la parábola de las vírgenes prudentes y necias, mientras Huici lo interpretó como la entrada de Cristo en Jerusalén. Entre los dos primeros tramos y apeando los nervios fue ejecutado un soporte de cuatro columnas al que le corresponde un gran capitel en el que figura un caballero cristiano (lleva cruz en su escudo almendrado) alanceando la cabeza de un dragón cuya cola probablemente se retuerce (queda oculta por el machón de los arcos envolventes). Se trata de la simplificación de un motivo que figura en capiteles del ábside de Irache, de la portada de San Pedro de Olite y que muy probablemente existió en la catedral de Pamplona (ya que el precedente se localiza en San Saturnino de Tolosa). Una pareja de grifos y un centauro con arco completan los motivos de este capitel. La arcada de acceso por el frente meridional enfatiza su función por el triple arco, con el central apoyando en pilares ceñidos con una simple imposta decorada como los cimacios, mientras que los laterales apoyan como el resto del conjunto en dobles columnas. El fuste de las columnas exteriores es producto de una restauración. Muy deteriorado se encuentra el capitel derecho, esculpido con unas cabezas de animales, de cuyas bocas penden unas grandes argollas, así como su opuesto, con rostros humanos con los que se emparejan otros de motivos vegetales planos hendidos, que se recogen en las esquinas con piñas, roleos y pequeñas cabecitas en resalte. Mayor interés despierta el capitel interior del potente pilar, detrás del contrafuerte, formado por columnas cuádruples flanqueadas por pareadas, que soporta el arco de separación entre los tramos segundo y tercero del pórtico. Se trata de un capitel corrido, labrado sin solución de continuidad, en el que no se describe una escena, sino que está dedicado a personajes, muchos de los cuales se pueden identificar, pero se nos escapa su significado. En la esquina exterior aparecen tres personajes con cuerpo sin modelar, totalmente plano, seguidos por un ángel con las alas extendidas; en la esquina del interior del pórtico se distingue un grupo de tres personas con un cuerpo cilíndrico en el que destacan las manos y el rostro, que pueden identificarse, por los tocados, con dos hombres y una mujer en el centro; continúa en la cara larga del capitel con un toro alado, en el siguiente ángulo un niño sumergido en una cubeta con dos figuras sujetándole, en la cara pequeña una figura difícil de identificar, probablemente un águila explayada; finalmente en el ángulo exterior, pero muy escondido, un grupo de tres hombres, uno de ellos con niño en el regazo. Cabe señalar cómo en este capitel se ha elegido la triple figura para las esquinas. Ángel, toro alado y águila se corresponden con los símbolos del tetramorfos y quizá en el lado oculto esté la figura del león de San Marcos, con lo que tendríamos a los cuatro evangelistas. ¿Se buscó la representación del bautismo vinculándolo con las figuras de los cuatro vivientes? El tramo del pórtico que corresponde al coro de la iglesia presenta dos capiteles sobre el muro, decorados con hojas con labor de rallado y pencas en las esquinas, otros dos en el soporte central, con hojas planas hendidas y bolas esquineras, y otros en el contrafuerte interior, con palmetas y piñas combadas. El atrio remata en un alero con canecillos lisos, salvo uno que se sitúa sobre la primera arcada principal que presenta dos bolas, y otros dos en la siguiente en los que se reconoce la figura del contorsionista y otro hombre. Describamos ahora la estructura arquitectónica del interior del atrio. Su planta rectangular se divide en cuatro tramos desiguales, sobre los que voltean bóvedas de nervios con gruesos baquetones y resaltes prismáticos. Los arcos perpiaños, de dovelaje menudo, se trazaron ligeramente apuntados. Se emplean dos tipos de crucería: en dos tramos se optó por la crucería simple y en otros dos por las compuestas por ocho nervios. Las sencillas aparecen en el ámbito occidental, de reducidas dimensiones, y en el emplazado ante la puerta, donde no podía disponerse un nervio central ya que habría de morir en el centro de los dos vanos, el del ingreso al pórtico y el del ingreso a la iglesia. Las bóvedas de ocho nervios cubren los dos ámbitos cuadrados situados hacia la cabecera. No son bóvedas octopartitas estructurales, puesto que no cuentan con ocho apoyos, sino que los nervios que dibujan la cruz simplemente recorren los ápices de los plementos. Ambos cuentan con soportes intermedios en el lado de la arquería, pero no son bóvedas Los apoyos del lado exterior de la bóveda se han descrito anteriormente, mientras que los del interior consisten en pilares con columnas adosadas, excepto en un caso en el que el nervio descansa sobre una gran ménsula. Los nervios penetran en el muro como en obras de muy finales del siglo XII (palacio real de Pamplona) y su sección se corresponde con la de bóvedas de crucería primigenias de la segunda mitad del siglo XII y muy principios del XIII. Al segundo tramo del pórtico y segundo de la nave por la vertiente sur, según norma habitual en el románico, se abre la portada, de concepción y tratamiento más esmerado que el pórtico; se acomoda a un medio punto que abocina en triple arquivolta baquetonada entre medias cañas recorridas. El conjunto enmarca un sencillo tímpano, decorado únicamente con el crismón trinitario y apoyado en hermosas ménsulas labradas: la izquierda, con una cabeza de toro, y la derecha, con otra de león devorando a un hombre, tema muy frecuente en el románico navarro a partir de la portada catedralicia pamplonesa. Las columnas, muy esbeltas, tres a cada lado, apoyan en un pequeño podio corrido y constan de basa sobre plinto, con adornos de esquina. Los fustes cilíndricos lisos rematan en los correspondientes capiteles y cimacio en el coronamiento. La decoración de la portada se concentra en estos dos elementos, las ménsulas descritas y la chambrana adornada mediante sucesión de palmetas esquematizadas. A manera de cenefa se decoran los cimacios de ambos lados con roleos consistentes en tallos triples de los que brotan hojas dobles digitadas y un caulículo avolutado, un diseño, en fin, amanerado a partir de soluciones vistas en Pamplona, eso sí, de labra cuidada y rica en claroscuros. El mismo tratamiento delicado presentan los capiteles en los que se interpreta de forma distinta el tema vegetal y el entrelazo, lo que confiere gran variedad al conjunto escultórico. En la jamba izquierda, el capitel exterior presenta hojas de palma festoneadas en el nivel inferior, con remates vueltos en abanicos, y hojas igualmente festoneadas con nervio central que rematan en volutillas, en el nivel superior. El intermedio consta de tallos triples entrelazados, de forma que los senos amplios enmarcan hojitas de palma festoneadas con bolas en los ápices; en las esquinas, volutas y piñitas. El tercero, interior, consiste en la esquematización de hojas entrelazadas en espiral, con tallos asimismo triples. El interior de la jamba derecha se cubre con un abigarrado entrelazo de ochos, combinando senos amplios con apretados, alguno de cuyos tallos, en vez de ser triples, se enriquecen con perlado; en las esquinas se insinúan volutillas. El capitel central dispone las hojas en dos niveles, el inferior de los cuales lo ocupan palmetas inscritas festoneadas entrelazadas, y el superior hojas digitadas combinadas con entrelazos de otras hojas que rebasan por la parte superior. Cierra la serie el capitel exterior, el más sencillo del conjunto, al esculpir hojas grandes hendidas, de cuyo eje brotan multitud de lancetas de nervio axial, rematadas en piñas colgantes entrecruzadas. El interior de la iglesia mantiene prácticamente sin alteración el espacio primitivo, ya que apenas le afectan la sacristía y el coro que se levantaron en el siglo XVI. Consta de nave rectangular, que mide 6,09 x 18,84 m, divida en tres tramos, cabecera semicircular, capilla rectangular abierta al Norte, también añadida a la edificación románica, y hornacina en el lado sur. Cubre la nave una bóveda apuntada con gruesos arcos fajones, dobles los del arco triunfal que da acceso a la bóveda de horno del presbiterio, mientras que la capilla lateral se cubre con un profundo cañón. Distintos formatos de soporte sostienen la cubierta. Así, el arco del coro lo hace sobre pilastras, la nave sobre gruesas ménsulas escalonadas en curiosa conformación, de modo que el arco apea en una imposta sobre dos resaltes en cuarto de bocel, que a su vez reposan en secciones de pilastra sostenidas por tres resaltes del mismo tipo, y el arco de embocadura del ábside sobre pilastras parcialmente dobladas. Una moldura recta recorre todo el perímetro, salvo el muro hastial, para marcar el tránsito entre la bóveda y el muro. Para iluminar el interior, siguiendo las pautas del románico, se abrieron tres ventanas abocinadas en el ábside, aunque sólo por la del muro sur penetra la luz, ya que la central queda tras el retablo y la del norte resultó cegada por la sacristía. No corresponde a la fábrica original la ventana del coro. El principal interés del templo, como se viene insistiendo, estriba en su galería porticada, espacio plurifuncional que se extiende en Navarra con especial presencia en la Cuenca de Pamplona y valles aledaños. Pueden recordarse aquí los ejemplares de Eusa, Larraya, Sagüés, Esáin, etc. Sin embargo, éste de Gazólaz es el más atractivo, tanto por su fábrica como por el trabajo de su escultura. Recientemente se ha recalcado que el repertorio ornamental empleado en este templo está inspirado en algunas obras de la catedral románica de Pamplona, aunque sus artífices en ningún momento alcanzan el nivel artístico de los escultores catedralicios. Así, una ménsula de la portada de Gazólaz deriva del monstruo antropófago que existió en la portada occidental de templo pamplonés, y a ella remite también el tema de los capiteles de aves enfrentadas picoteándose las patas, mientras que los capiteles vegetales de la portada se vinculan con algunos del claustro catedralicio. Por la desigual calidad de la escultura, resulta evidente que en Gazólaz trabajaron distintos talleres. Por una parte se distingue que un maestro hábil y capaz se encargó de la portada, mientras que el dedicado a los capiteles del atrio se muestra más tosco y rudo, e incluso en él pudieron coincidir dos manos, una responsable de los capiteles más planos y otra de los de relieve más profundo. No se sabe si a la poca pericia de sus autores o a otra razón se debe la particularidad de que algunos de los relieves resultan casi inaccesibles al quedar ocultos por las columnas. Sin embargo, es innegable, que el conjunto sigue atrayendo por su simplicidad e ingenuidad. En cuanto a su cronología, si bien los motivos de los capiteles de la puerta aparentemente nos situarían en el segundo tercio del siglo XII, un examen más atento nos hace ver que las hojas del último capitel parecen mezclar las soluciones pamplonesas, con las grandes hojas lisas que tanto abundaron en el último tercio, lo que llevaría a retrasar su ejecución, siempre dentro de dicha centuria. En cuanto al pórtico, la construcción se revela coherente en su torpeza, ya que se observan claras inconsecuencias en sus distintos tramos. El constructor no se sentía muy seguro del sistema de abovedamiento y contrarrestos que estaba empleando, lo que le llevó a exagerar las dimensiones de los soportes y, a la vez, a ejecutarlos con modificaciones que revelan cierta improvisación o bien la preferencia por la variedad, en la confianza de que el volumen pétreo empleado contrarrestaría el efecto visual de las posibles irregularidades. Es muy raro el uso de bóveda de crucería con ocho nervios, lo que nos lleva a concluir una elaboración del pórtico ya entrado el siglo XIII, cronología que vendría confirmada por los capiteles lisos en que descansan las bóvedas de los dos tramos cercanos a la cabecera. La parroquia de Gazólaz fue declarada Monumento en 1931, lo que indica que desde muy temprano fue considerada como una construcción interesante, digna de especial protección, que se concreta en las sucesivas restauraciones llevadas a cabo y que se iniciaron en 1946, continuaron en los años 50-60 y terminaron en 1982 con el tejado.