Identificador
33312_03_016
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
43º 26' 11.94'' , -5º 30' 25.56''
Idioma
Autor
Pedro Luis Huerta Huerta
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Valdediós
Municipio
Villaviciosa
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Claves
Descripción
EL CENOBIO CISTERCIENSE de Santa María de Valdediós se estableció junto al Conventín, en un lugar donde las condiciones de humedad son casi insalubres y las horas del sol escasas, especialmente en invierno. Por lo tanto, puede extrañar la elección del emplazamiento del monasterio, aunque existen importantes factores que contribuyeron a ella, como es el caso de la presencia del río Asta, cuyo cauce fue desviado por los monjes para apartarlo del centro del valle y aprovechar su amplitud para la edificación de la abadía. En efecto, los monjes bernardos se instalaban preferentemente junto a las corrientes de agua, que precisaban para sus usos domésticos y agrícolas. La zona cuenta con otro elemento sustancial para la orden, la piedra, que se extraía de una cantera próxima al monasterio, y de otras situadas en terrenos cercanos al mismo. Además, el emplazamiento de esta abadía cisterciense, caracterizado por su aislamiento, cumple con el capítulo de 1134 en el que se establece que ningún monasterio puede fundarse en las ciudades, castillos o aldeas, sino en lugares apartados del camino de la gente. Un incendio, acaecido en 1238, destruyó la mayoría de los diplomas de la época fundacional del monasterio, que no obstante se copiaron parcialmente en el denominado Libro Becerro de Valdediós. Éste llegó a desaparecer con el tiempo, pero por fortuna se conserva una copia del mismo realizada por José de Acevedo Villarroel a finales del siglo XVIII por orden de Jovellanos. En el año 1344 tuvo lugar otro incendio, que redujo a cenizas la mayor parte de la documentación que el monasterio debiera de haber acumulado en los años trascurridos entre ambos siniestros. La reconstrucción de la historia inicial del monasterio ha de basarse, por lo tanto, en la copia del Libro Becerro y en algún pergamino guardado en el Archivo Histórico Nacional. Para otras etapas históricas se han tenido en cuenta fuentes de diversa procedencia. El 27 de diciembre de 1200 Alfonso IX y su esposa Berenguela otorgaron la carta de fundación del monasterio, que se guarda en el Archivo Histórico Nacional. Según ella, dichos monarcas donaron su heredad de Boiges con todas sus dependencias y aprovechamientos a la orden del Cister para construir en aquel lugar un cenobio. También a principios del siglo XIII dos comunidades, establecidas desde tiempo atrás en dos monasterios asturianos, adoptaron la reforma cisterciense: la de Santa María de Lapedo (Belmonte) y la de Santa María de Villanueva de Oscos. No obstante, a diferencia de aquellas, la instaurada en el monasterio fundado ex novo en Boiges, se había implantado en el mismo sin relación probada con un establecimiento monástico preexistente en la localidad de Valdediós. En todos estos monasterios asturianos se comenzó a observar la regla del Cister tardíamente en relación con otros cenobios de Galicia, León y Castilla, en los que ésta ya había arraigado en el umbral de la decimotercera centuria. Se desconocen otros monasterios cistercienses en el país astur, a excepción del femenino de Santa María de Gúa (Somiedo), aunque no se tiene constancia de cuando abrazó con exactitud la mencionada reforma. En el Archivo Histórico Nacional se conserva la carta de fundación del monasterio establecido en Boiges, en la que éste se contemplaba como filial del de Santa María de Sobrado (La Coruña), fundación directa de Clairvaux y decana de las del Cister en Galicia que está datada en 1142. Sin embargo, la copia del documento fundacional, que se recoge en el Libro Becerro del cenobio asturiano, no hace referencia a dicho vínculo, que pudieron omitir intencionadamente los monjes de Santa María de Valdediós. Fue el mismo Alfonso IX el que contribuyó en mayor medida a la formación del amplio y diversificado señorío de la nueva abadía, puesto que el 28 de julio de 1201, junto con su esposa Berenguela, concedió al monasterio de Valdediós el cellero de Sariego con todas sus posesiones, y aún dentro del mismo año, le otorgó también el realengo de Melgar, situado en tierras leonesas de Valencia y Mansilla, y el cellero de San Juan de Maliayo, tal como se encontraban en tiempos del emperador Alfonso VII y con sus correspondientes pertenencias. En los documentos en los que se recogen estas donaciones, otorgadas a los pocos meses de la fundación de la abadía, ya aparece el término Valle de Dios -Valdediós- que sustituyó al de Valle de Boiges. Alfonso IX y Berenguela favorecerán de nuevo al cenobio con la concesión de 100 maravedíes anuales en las rentas devengadas por el portazgo de Avilés, mediante un documento fechado en febrero de 1202. Cuatro años más tarde el citado rey donó a la comunidad de Valdediós y a su abad Nuño todo el realengo de Boñar (León), disponiendo que el monasterio se trasladase a aquel lugar, situado en la ruta que por el puerto de San Isidro descendía hacia León. Parece que dicha intención era firme, pues en el capítulo general del año siguiente se menciona que el abad de Sobrado, padre inmediato de este cenobio asturiano, pidió y obtuvo de la Orden el traslado proyectado. Éste sin duda debe ponerse en relación con una serie de dificultades en la etapa fundacional de Valdediós, que no se mencionan en la documentación conservada. No obstante, se ha expuesto acertadamente que estas dificultades pudieron deberse a la existencia de algún tipo de oposición que Alfonso IX encontraría al establecer en Asturias las bases de un nuevo dominio monástico, colisionando quizás con derechos adquiridos por otros centros religiosos de la región, como el monasterio de San Vicente. En efecto, según un documento fechado en 1216, el rey leonés tuvo que recurrir a fórmulas de permuta con el poderoso cenobio ovetense, para recuperar ciertos derechos en Felgueras (Lena), Boiges y San Juan de Maliayo, otorgados a Valdediós. El traslado no llegaría a prosperar, aunque se desconocen las causas. En noviembre de 1210, el papa Inocencio III otorgó una bula al convento de Valdediós mediante la cual confirmó la posesión de los bienes del mismo, redimió a los monjes del pago de los diezmos y les concedió derecho de asilo. Alfonso IX donó a este monasterio la heredad y el cellero realengos de Peón, con sus hombres y derechos, según se desprende de dos documentos fechados en 1216 y en 1220. En este mismo año esta abadía recibió de manos del citado monarca el elemento fundamental de todo el señorío monástico, el coto, en cuya extensión -de unos 7 km2- el abad de Valdediós asumió diversas prerrogativas entre las que destacaba la administración de justicia, si bien el rey tenía potestad para intervenir en aquellos casos que revestían especial gravedad. También en 1220 Alfonso IX concedió al monasterio otro importante privilegio: el eminagium salis de la villa de Avilés, cuyo puerto comenzaba ya a canalizar un movimiento mercantil en el que las importaciones de sal constituían uno de los objetos fundamentales de tráfico portuario. Paralelamente a las concesiones regias de Alfonso IX, el núcleo inicial del dominio monástico se incrementó además por la doble vía de las donaciones de particulares y las propias adquisiciones a título oneroso de la abadía. A finales de la segunda década del siglo XIII el cenobio poseía un importante patrimonio, hecho que permitió el inicio de la construcción de su iglesia consagrada a Santa María. El arranque de las obras tuvo lugar en 1218, según una inscripción que se conserva en el tímpano de la portada norte del transepto. Además en dicho epígrafe se recoge que las obras del templo estuvieron dirigidas por un maestro de probable origen franco llamado Gualterio, que es el único artífice románico de nombre conocido en Asturias. A este maestro le han sido atribuidos también los trabajos realizados en otros monasterios cistercienses del reino, como los de Gradefes y Sandoval (León), por su relación estilística con el cenobio asturiano y por la mención de Galterius magister como firmante de una escritura de Santa María de Gradefes fechada en 1202. Las obras de la iglesia pueden darse por finalizadas en 1225. En 1232, Fernando III confirmó todas las donaciones que había otorgado su padre a la abadía de Valdediós, a la que otorgó nuevas concesiones cuando visitó Asturias ese mismo año. En el siglo XIV el monasterio recibió otras donaciones; dos de las más importantes fueron la del coto de Camás, otorgado por el magnate Rodrigo Álvarez de las Asturias en 1314, y la del portazgo de San Pedro de Boñar, concedido por Fernando IV. Entre 1377 y 1381, el obispo de Oviedo, Gutierre de Toledo, disolvió las comunidades de los monasterios femeninos de Santa María de Villamayor y San Martín de Soto a causa de la relajada disciplina imperante en ellos. Con los bienes de estos monasterios el prelado fundó otra abadía con monjes procedentes de Santa María de Valdediós, hecho que refleja que éste había adquirido un importante prestigio espiritual. En 1515 el monasterio de Valdediós se incorporó a la Congregación Cisterciense de Castilla y siete años más tarde sufrió una grave inundación que provocó graves daños en todas las construcciones monásticas medievales, a excepción de la iglesia, que ha llegado hasta nosotros en buenas condiciones. A mediados del siglo XVI comenzó a llevarse a cabo una reconstrucción de todo el monasterio, que implicó la desaparición de casi todos los primitivos recintos comunitarios, que habían resultado bastante dañados durante la inundación. En torno a 1580, finalizaron las obras del claustro renacentista, cuya dirección se ha atribuido a Juan de Cerecedo el Viejo, que trabajó en varios monasterios de la orden. Dicho claustro fue construido en el mismo emplazamiento que el medieval y constaba en origen de dos pisos con arquerías, a los que se superpuso un tercero en el siglo XVII, cuando el monasterio pasaba por una de sus etapas más prósperas. A mediados de la decimoséptima centuria se erigió un nuevo patio y en 1691 el monasterio padeció otra fuerte inundación, que tuvo como consecuencia la deformación del tímpano de la portada septentrional del transepto. Ante la llegada de las tropas francesas se produjo el desalojo del monasterio en enero de 1810, lo que provocó su saqueo. La comunidad cisterciense volvió al cenobio diecisiete meses después, pero en 1812 y en 1820 soportó nuevos desalojos. En octubre de 1835 el monasterio de Valdediós fue suprimido, si bien tres monjes permanecieron obstinadamente en él hasta su muerte. Aunque el 21 de noviembre de 1843 salieron a subasta los edificios conventuales, la enajenación no llegó a ser efectiva. En 1862, año en el que murió el último de los citados monjes, el obispado recobró el conjunto monacal donde se instaló un seminario menor que fue reconocido como colegio de segunda enseñanza veinticinco años después. Las iglesias de San Salvador y Santa María fueron declaradas Monumento Nacional en 1931, coincidiendo con una etapa diocesana que finaliza en 1951 cuando los recintos monásticos fueron abandonados a causa del traslado del seminario menor a Covadonga, circunstancia que provocó un deterioro importante en alguno de ellos. En 1985 se inició un proyecto de restauración integral del conjunto y en 1992 el monasterio es ocupado de nuevo por una comunidad cisterciense. A través del tiempo, el monasterio de Valdediós sufrió numerosas trasformaciones, algunas ya mencionadas, conservándose de la antigua construcción del siglo XIII el templo monástico y algunos restos reaprovechados en las reformas posteriores. El templo se dispone en lado norte del claustro actual. Como se explicará a lo largo de este estudio, el templo de Santa María, cuyas dimensiones son las mayores del románico asturiano, cumple los requisitos fundamentales de la arquitectura cisterciense en lo referente al uso de la piedra, al abovedamiento y al relieve integrado, aunque su esquema planimétrico es el característico de los templos benedictinos. Por otro lado, el templo de Valdediós comparte numerosas afinidades estilísticas con los también cistercienses leoneses de Gradefes y Sandoval y con los templos románicos del entorno de Villaviciosa y de los valles de Lena y Mieres. La piedra utilizada en las construcciones del Cister tenía que ser clara, lisa y de talla cuidada, como sucede en el templo de Santa María de Valdediós. Con el fin de obtener la armonía en las hiladas que configuran el paramento debía buscarse también la regularidad de los sillares, que se observa en dicho edificio. Además, se debía edificar con piedra el templo en su totalidad, así como el resto de las dependencias. La piedra se ocultó con un revoco que se eliminó en 1916 durante unas obras de restauración de la iglesia, llevadas a cabo por el entonces director del seminario, Francisco Roseta. La planta de Santa María de Valdediós se compone de tres naves longitudinales, crucero ligeramente marcado y cabecera de tres ábsides semicirculares escalonados precedidos de tramo recto. Esta formulación enlaza con la tradición benedictina y se repite en las iglesias de las abadías bernardas de Santa María de Sandoval (León) y San Martín de Castañeda (Zamora). De lo expuesto se deduce que las trazas de Valdediós difieren de los esquemas planimétricos propios de los templos cistercienses, que tendían a multiplicar las capillas del testero para que los monjes pudieran cumplir con el precepto de la celebración litúrgica diaria. Las soluciones arquitectónicas aplicadas para adaptarse a dicha exigencia consistieron en un primer momento en abrir directamente en el transepto múltiples capillas de testero recto; con posterioridad se aplicó un esquema más complejo derivado del templo monástico de Clairvaux, en el que se disponían en torno a una girola capillas radiales tangentes. Ninguna de estas tipologías, como tampoco la que enfila las capillas laterales en torno a la central de trazas semicirculares, se aplicó en Valdediós. El imafronte presentaba en origen un armónico escalonamiento de los volúmenes de sus tres naves que fue alterado cuando se le adosaron en época moderna la estructura rectangular que comunica con las dependencias monacales y el pórtico que se adapta a su frente occidental. El cuerpo de la nave central destaca en altura respecto a los de las laterales y soporta una espadaña que se construye por necesidades funcionales al prescindir de la torre campanario, que el Cister rechaza como elemento ostentoso y superfluo. Aunque la formulación de la espadaña ha sido alterada con el añadido del arco superior y de algunos elementos ornamentales, dan cuenta de su estado inicial los dos arquillos semicirculares doblados del cuerpo bajo, que descansan en columnas acodilladas. Bajo la espadaña se abre un óculo que contó inicialmente con una tracería recuperada en parte durante los últimos trabajos realizados en el monasterio, que es un signo de las innovaciones constructivas propias del gótico que en este monasterio asturiano conviven con una arraigada tradición románica. La portada principal se corresponde con la nave mayor y se abre en el cuerpo central del imafronte. Es la más desarrollada del edificio y tiene tres arquivoltas semicirculares envueltas por guardapolvo que engloban un tímpano y apean sobre cuatro columnas acodilladas entre las jambas y coronadas por capiteles. Las roscas se ornan con zigzag, rosetas con botón central y tetrapétalas, y tanto el guardapolvo como las impostas se cubren con billetes. En una de las impostas se esculpió una máscara que engulle un par de tallos, repitiendo un modelo aplicado en el arco triunfal de la capilla central de este monasterio. Todos estos repertorios se aplicaron en un nutrido grupo de templos románicos del entorno, como San Andrés de Valdebárcena, Santa María de Lugás y San Juan de Amandi, entre otros ejemplos. En los capiteles de la portada principal de Santa María de Valdediós se emplea una importante variedad de fórmulas decorativas, presentes en dichos edificios y también en el templo cisterciense de Santa María de Gradefes (León). Con los capiteles de esta iglesia, se relacionan estilísticamente los que en la mencionada puerta de Valdediós muestran cintas entrelazadas con forma acorazonada que rodean hojas de las que penden. Otros capiteles presentan hojas enmarcadas por cintas dispuestas de manera romboidal tal como aparecen en varios de los templos de la zona de Villaviciosa, ya mencionados, y de algunos de los emplazados en los valles de Lena y Mieres, como Santa Eulalia de Ujo y Santa María de Arbas. Entre los tallos vegetales, en las dos cestas exteriores del lado derecho, se inscriben pequeñas cabezas humanas que también aparecen en Selorio y se repiten más toscas y simplificadas, al margen de la vegetación, en los templos arcaizantes de Santo Tomás de Coro y Santa Mera. El capitel número cuatro del lado izquierdo integra una escena -para algunos estudiosos de carácter infernal- en la que aparecen una figura humana y un rostro de largo cuello que introduce en su boca un objeto que acerca con su mano. La portada izquierda es más sencilla, como las restantes del templo. También cuenta con un tímpano delimitado por dos arquivoltas protegidas por guardapolvo y molduradas con boceles, todo ello apoyado en jambas que llevan acodilladas dos pares de columnas, que se coronan con capiteles. En tres de éstos se esculpieron hojas muy planas en cuyos ápices se disponen apomados y pequeñas hojitas, que también aparecen en la parte alta de la otra cesta de esta portada donde se enmarcan con tallos vegetales entrelazados que se disponen de forma oval. La estructura de la puerta de la nave derecha, oculta actualmente al exterior, es prácticamente idéntica a la de la portada occidental de Santa María de Arbas. Ambas se componen de una arquivolta y un tímpano que reposan en jambas con dos columnas rematadas con sus respectivos capiteles, que, en Santa María de Valdediós, presentan un ornato muy similar al de la portada de la izquierda del imafronte. Sobre cada una de las portadas laterales se emplaza una ventana, destinada a iluminar la nave correspondiente desde el imafronte y a articular y a embellecer el muro. Dichos vanos cuentan con sendos arcos de medio punto que se disponen sobre columnas coronadas con capiteles que integran grandes hojas planas curvadas en sus ápices. Los muros laterales de las naves del templo se articulan con contrafuertes, entre los que se abren las ventanas. En el lado meridional, se ocultaron los estribos y los vanos en época moderna, aunque permanece visible la portada que comunica con el claustro del cenobio construido entre los siglos XVI y XVIII. Esta puerta tiene dos roscas semicirculares molduradas con boceles y guardapolvo, que descansan en columnas acodilladas rematadas por capiteles en los que se disponen hojas lanceoladas planas y frutos. Presenta no pocas afinidades con la portada norte del hastial occidental del templo, tanto desde un punto de vista tectónico como ornamental, pero a diferencia de aquella carece de tímpano. Gran parte del brazo meridional del crucero quedó oculto en el exterior por las construcciones de época moderna -a las que se accede a través del claustro-, al contrario del septentrional, cuya fachada está divida en dos pisos, enmarcada por un par de contrafuertes y realzada en planta en el cuerpo central. En éste se abren la portada y sobre ella la ventana más desarrollada del conjunto arquitectónico, que cuenta con dos arquivoltas que apean en jambas con columnas acodilladas; los capiteles de éstas presentan frutos, hojas y volutas. Dichas roscas se ornamentan con boceles y medias cañas al igual que las de la portada del hastial septentrional, que tiene tímpano y jambas acodilladas con columnas coronadas por capiteles, de talla muy plana, decorados con hojas y bolas en el lado izquierdo y con hojitas lanceoladas tangentes y apomados vegetales en el derecho. Esta portada destaca por incluir en su tímpano -deformado durante una de las inundaciones que padeció el templo- la inscripción que hace referencia al inicio de las obras en la iglesia y al artífice de la misma, Gualterio. La lectura de dicho epitafio, que comienza de abajo hacia arriba, es la siguiente: TERIO Q(u)I BASILICAM ISTAM CONSTRUXIT RTUS POSITUM EST HOC FUNDAMENTUM MAGISTRO PR(a)ESENTE GAL E(is)P(copus) AUTEM OVETENSIS JOHA(n)ES ABBAS VALLIS D(e)I IOHNES QUA XV KLDS IUNII ERA MCCLVI REGNA(n)TE D(omi)NO ALPHONSO IN LEGIONE (“El día decimoquinto de las calendas de junio (18 de mayo) en la era MCCLVI (1218), reinando don Alfonso y siendo obispo de Oviedo Juan y abad de Valdediós Juan IV, fueron puestos estos cimientos estando presente el maestro Gualterio, que construyó esta iglesia”). También la articulación mural de los ábsides y la formulación de las cornisas sobre los canecillos repiten esquemas aplicados en otros templos de cabecera triple, como San Salvador de Cornellana y San Pedro de Villanueva. En efecto, mientras que los ábsides laterales de Santa María mantienen las superficies murales lisas, el central está compartimentado por cuatro columnas. Los capiteles de éstas se decoran con motivos fitomorfos y los repertorios de los canecillos que recorren el alero se limitan a repetir formas geométricas (bolas, rollos, estrellas) y vegetales (diversos tipos de hojas y rosetas). En cada uno de los ábsides laterales únicamente se abre una saetera de gran sencillez y en la capilla central otras tres de mayor realce. Éstas se protegen por un guardapolvo que se prolonga en sentido lateral hasta las columnas adosadas. El templo de Santa María de Valdediós presenta en el interior tres naves longitudinales separadas por arquerías de medio punto, dobladas y desornamentadas, que otorgan al edificio un carácter arcaizante para haber sido construidas en el primer tercio del siglo XIII. Sin embargo, en el interior del edificio también se emplean estructuras innovadoras como las bóvedas de crucería que cubren las crujías de dichas naves, que se dividen a su vez mediante arcos perpiaños apuntados. La formulación de las citadas bóvedas, generadas por nervios diagonales de sección cuadrada, es similar en las tres naves y cuenta con paralelos en las longitudinales de los templos leoneses de Gradefes y Sandoval. La articulación mural de la nave central proporciona a la iglesia un carácter horizontal y macizo, al limitarse únicamente a dos niveles, el de las arcadas ya mencionadas y el de los ventanales, separados por una línea de imposta, en consonancia con la norma cisterciense que prohíbe la existencia de tribunas y triforios. Los vanos del claristorio presentan un ligero abocinamiento en el interior y se decoran únicamente mediante boceles y medias cañas, al igual que los que se abren en los muros perimetrales. Los pilares cuentan con numerosos acodamientos que enlazan con las arquivoltas de los arcos formeros y con los nervios de las bóvedas situadas en la nave mayor. Los perpiaños doblados de ésta conectan directamente con el frente del pilar y con la columna adosada al mismo, que se interrumpe en cul-de-lamp, según un recurso característico de la arquitectura del Cister. Los nervios diagonales de las bóvedas de las naves laterales establecen también una continuidad con los pilares quebrados, pero en los muros perimetrales tiene lugar el enjarje directo en la pared. Los arcos perpiaños de dichas naves son más apuntados que los de la central y reposan en columnas adosadas al frente interno de los pilares y a los citados lienzos, como sucede en Santa María de Gradefes. La articulación de todas las bóvedas del templo con los elementos sustentantes y la estructura mural es lo suficientemente fuerte como para haber resistido el fuerte impacto de las inundaciones, causadas en gran medida por el desbordamiento del río Asta, que hicieron peligrar la estabilidad del templo. En una inscripción situada en uno de los pilares del crucero se dejó constancia de una de las más graves, que deformó en parte la estructura del hastial del norte y especialmente de la portada abocinada que se abre en el mismo. En el interior de las naves del templo se acentúa la sobriedad ornamental ya señalada para el exterior, respetándose así el espíritu de la reforma de San Bernardo. Algunos capiteles se decoran mediante sencillas hojas inscritas en cintas dispuestas de forma oval, triangular o romboidal que se repiten de manera menos esquemática en las portadas del templo. Otros presentan o bien arquillos enfilados, motivo bastante difundido en los templos cistercienses de Gradefes y Sandoval, o bien hojas lanceoladas planas, que en algunos casos tienen en sus ápices apomados vegetales, como también sucede en los cenobios leoneses. La ornamentación de los cul-de-lamp se reduce a motivos geométricos y vegetales como hojas lanceoladas, escamas, etc. En las crujías más cercanas a los pies templo se construyó en época moderna una tribuna, bajo la que se dispuso un recinto cerrado con rejas que permite a los fieles entrar a la iglesia sin romper la clausura. El crucero de Valdediós se asemeja en gran medida al de Santa María de Sandoval al presentar cuatro arcos perpiaños doblados que dividen el espacio en cinco tramos, que se corresponden con las tres naves y con los dos tramos más que sobresalen en planta. En ambas iglesias estos últimos se cubren mediante cañón ligeramente apuntado, los espacios inmediatos a ellos con crucería similar a la de las naves longitudinales y el cuadrado del crucero con una bóveda de ocho paños, cuyos nervios diagonales presentan un perfil que alterna listeles y bocel, mientras que los cuatro restantes se ornan mediante zigzag. Además, en el brazo izquierdo del transepto de Sandoval y de Valdediós se encuentra empotrada en el espesor del muro una escalera de caracol que permite el acceso a la cubierta. Los arcos perpiaños del crucero del monasterio asturiano son similares a los de las naves laterales del mismo y reposan en pilares quebrados y en columnas adosadas a estos últimos o a los muros transversales. Una línea de imposta, situada por encima de los capiteles de estas columnas -ornados con motivos similares a los de las naves-, recorre además todos los muros del transepto y se decora parcialmente con repertorios diversos (cintas perladas enroscadas, tiras unidas a trifolias, tetrapétalas, billetes...). Entre todos éstos destaca una máscara engullendo hojas, que sigue el mismo modelo que se aplica en uno de los cimacios de la portada principal. El espacio del crucero se ilumina mediante una ventana situada en el hastial del norte, la de mayores proporciones del templo, y otras dos que se abren por encima de los arcos triunfales de las capillas laterales. La primera de ellas tiene en el interior dos arquivoltas ornadas con boceles, al igual que los vanos ya comentados de las naves de la iglesia, mientras que las otras dos, con fuerte derrame interno, presentan una estructura elemental y sin decoración. Realzan el acceso a las tres capillas de la cabecera sendos arcos triunfales que cuentan con un par de arquivoltas apuntadas y desornamentadas; los de las capillas laterales reposan en columnas y directamente sobre las jambas, mientras que el de la central -situado bajo un pequeño óculo abocinado y decorado con zigzag- lo hace en los pilares quebrados y en columnas adosadas a los mismos. Las columnas mencionadas se coronan con capiteles ornados con motivos fitomorfos, entre los que destacan hojas de roble inspiradas en la flora del entorno, que también se pueden ver en Gradefes. En estos últimos capiteles se aprecia una tendencia naturalista y próxima a la estética gótica, que contrasta con el resto de la ornamentación del edificio, mucho más sintética y abstracta. Las capillas se cubren mediante bóveda de cañón en el tramo recto y de horno en el hemiciclo. A pesar del gran número de conexiones estilísticas entre Sandoval y Valdediós, reiteradamente señaladas en este comentario, la disposición de la cubierta de las capillas en el templo leonés es más compleja, al utilizarse la bóveda de horno con nervios dispuestos en abanico para el tramo semicircular. En 1882 fueron descubiertos, detrás de los retablos barrocos, los primitivos altares de las capillas laterales adosados a los muros de los hemiciclos. Uno de ellos fue instalado exento en el ábside central, lugar en el que se conserva hoy, mientras que el otro se ubicó en el centro del ábside, retornando al emplazamiento que tendrían en origen. Estos altares son de piedra y siguen el modelo tipológico de mensa. El ara, de forma rectangular, se eleva sobre cuatro columnas de fuste monolítico y un pilar central, en el que se abre el loculus u orificio practicado para receptáculo de las reliquias. Dicha abertura se inscribe en un espacio cuadrangular, rehundido y algo mayor en el que encajaría el cierre del loculus, una vez que en él se depositaba la caja con reliquias. En estos altares el respeto al purismo cisterciense puede explicar el rechazo de toda representación figurativa y el recurso a repertorios vegetales, que decoran la orla que envuelve el perfil de las aras. En el mismo sentido los capiteles de las columnas angulares o bien presentan su cuerpo liso o bien adoptan soluciones ornamentales (bolas, volutas y follajes) emparentadas no sólo con otros templos de la comarca de Villaviciosa, sino también con los mencionados monasterios leoneses de Sandoval y Gradefes. La estructura de estas piezas, que cuentan con un paralelo próximo en el templo de Santa María de Obona (Tineo), está bastante generalizada en todo el románico europeo. Existe además un tercer altar parcialmente conservado que actualmente permanece adosado al segundo pilar del lado derecho de la arquería de separación de las naves. Ha perdido los apoyos primitivos del ara -que es similar a la de los otros dos ejemplares conservados-, por lo que se apoya sobre dos pilares formados por piezas reaprovechadas de tamaños desiguales. Aunque no hay documentación alusiva a la consagración de los altares del cenobio, se piensa que ésta tuvo lugar torno a 1225, cuando la construcción del templo parece finalizada, como se ha expuesto anteriormente. En efecto, el ritual de consagración del altar es otro elemento de la ceremonia de dedicación de la iglesia, ceremonia que se efectuaba una vez que la fábrica de la iglesia había concluido. La iluminación del monasterio cisterciense y especialmente del templo fue un motivo de preocupación constante para el Cister y se le concedió una importancia extraordinaria. Y Valdediós muestra especial cuidado en el tratamiento de la luz, como parece desprenderse del emplazamiento, proporciones y número de los vanos. Las ventanas, salvo el rosetón central del imafronte, parten de modelos románicos aunque adquieren mayor protagonismo dentro de la estructura arquitectónica que en los templos románicos asturianos de aquel estilo, e iluminan abundantemente el espacio interno, dando origen a una claridad y diafanidad lumínicas bien diferenciadas de los espacios en penumbra del románico. Sin embargo, los elementos añadidos a la primitiva fábrica en la Edad Moderna han alterado la primitiva luminosidad, ya que una edificación adosada a los pies del muro norte cegó parte de los vanos correspondientes a esa zona del templo, mientras que el pórtico occidental y el cuerpo de escaleras que conduce a los pisos altos de las dependencias monásticas taparon las dos ventanas del imafronte. Lo mismo sucedió con los vanos de las capillas de la cabecera, cegados por los retablos barrocos adosados a sendos hemiciclos. En los sillares románicos de la iglesia fueron hallados varios signos lapidarios con forma de capitales romanas, que se repiten varias veces en el templo: B, C, D, M, N, P y S. Dichas marcas de cantero también aparecen en otras iglesias de la comarca de Villaviciosa y de los valles del Nalón y del Caudal, construidas antes de 1218, especialmente en Amandi, Ujo, Lugas y Villamayor. Es preciso añadir a esta nómina de signos lapidarios de Santa María de Valdediós una G que no se encuentra en otros templos de la zona y que curiosamente coincide con la inicial del nombre de su artífice, el maestro Gualterio, al que se hace referencia en la mencionada inscripción de la portada abierta en el tramo norte del crucero. Además se ha hallado en el ábside de este templo una marca de cantero que se compone de una flecha y un arco. Esta última se repite también en Santa María de Arbas. Junto a la iglesia se dispondría en origen el monasterio, adosado al costado meridional y dispuesto en torno a un claustro que debió ocupar el mismo emplazamiento que el actual, construido entre los siglos XVI y XVIII, y a él pertenecieron las canalizaciones y los cimientos del templete del lavatorium descubiertos recientemente. Éste se componía, según un estudio reciente, de cuatro crujías probablemente abovedadas, a juzgar por las huellas de los arranques de haces de nervios que han aparecido al eliminar los revocos de la pared de frontera con la iglesia. De la estructura monástica original también se ha conservado un pilar románico, que ha de proceder de un amplio espacio cubierto con bóveda. Es similar a los pilares de los capítulos de los monasterios cistercienses de Piedra, Senanque o Fossanova, por lo que todo apunta a que su ubicación original fuera algún recinto comunitario, posiblemente la sala capitular. De lo expuesto se desprende que el templo de Santa María, cuyas obras de construcción se inician en 1218 bajo la dirección del maestro Gualterio, cumple los preceptos fundamentales de la arquitectura cisterciense en lo referente a los aspectos constructivos y ornamentales. En efecto, la piedra se utiliza en toda la estructura, que está completamente abovedada y se muestra sobria en lo referente a ornamentación, ya que los programas figurativos son prácticamente inexistentes y los fitomorfos repiten esquemas propios de la arquitectura de la orden. No obstante, es importante resaltar que la planta del templo se aparta de los esquemas del Cister y mantiene la tradición benedictina al presentar tres naves, crucero y tres ábsides escalonados. En su alzado se funden, por un lado, soluciones vinculadas a la tradición románica, como los arcos de medio punto y las cubiertas de medio cañón y cuarto de esfera y, por otro, elementos más evolucionados e innovadores como los arcos apuntados, las bóvedas de cañón apuntado y las de crucería. Otros monasterios cistercienses del antiguo reino leonés presentan numerosas afinidades estilísticas con Santa María de Valdediós, como es el caso de San Martín de Castañeda (Zamora), cuya planta es similar a la del monasterio asturiano, y especialmente de los monasterios de Gradefes y Sandoval (León). Se ha supuesto que el artífice de Santa María de Valdediós, Gualterio, trabajó con anterioridad en estos dos cenobios de la provincia vecina, según se desprende de las analogías reseñadas y del hecho de que este maestro aparezca como testigo en uno de los documentos de Gradefes, datado en 1202. Así mismo, es preciso destacar las afinidades existentes con algunas iglesias románicas de Villaviciosa y de los valles de Lena y Mieres, en especial con las parroquiales de Lugás, Amandi y Ujo, que además son las comparten el mayor número de marcas de cantero presentes en Valdediós.