Sant Joan de la Plaça
LLEIDA
Iglesia de Sant Joan de la Plaça
Los restos de la iglesia románica de Sant Joan se hallan en la plaza homónima, en el centro de la ciudad de Lleida. Se llega a ella por la calle Major, poco después de la plaza de la Paeria. Una vez restauradas y acondicionadas, en la actualidad, las estructuras arqueológicas del templo se utilizan como sala subterránea dedicada actos culturales.
El antiguo templo de Sant Joan fue derribado por orden del Ayuntamiento tras la revolución de 1868, alegando su estado ruinoso, para ampliar la plaza. Con la demolición se realizaba el demandado deseo liberal, ya expresado elocuentemente por Madoz, diputado por unos años en las Cortes por Lleida, en su diccionario publicado en la década de 1840: varias veces se ha intentado derribar esta parroquia, pero por desgracia se han opuesto siempre los obstáculos de una mala entendida piedad, que es probable quedarán superados en época más o menos cercana, por exigirlo la conveniencia pública. No es éste el lugar para reproducir con detalle los debates políticos en torno al asunto, de modo que apuntaremos tan sólo las controversias más relevantes de que fue objeto la iglesia en tanto que edificio patrimonial de la plaza de Sant Joan, que en aquéllas décadas pretendía remodelarse. En 1863, el Ayuntamiento había encargado al maestro de obras Josep Fontseré la realización de un plan de reforma y ensanche de Lleida, el cuál fue aprobado en 1866. Pese a que preveía la demolición de varios edificios antiguos de la ciudad, el plan señalaba la conservación de Sant Joan, que era considerado uno de los principales monumentos de la urbe. Este proyecto no sobrevivió a la revolución de 1868, puesto que en 1869 se encargó uno nuevo al arquitecto provincial Julio Saracíbar, que en este caso sí que planeaba la demolición de la iglesia románica. Hay que mencionar, por otro lado, que fue el mismo Saracíbar el que diseñó, junto a Celestí Campmany, una vez demolido el viejo, el nuevo templo de Sant Joan, edificado entre 1880 y 1895, que se ubicó unos metros más allá de la localización de la antigua iglesia y que, por cierto, presenta algunos elementos neorrománicos, como es el caso de la puerta lateral.
Pese a que era más que sabido que el subsuelo de la plaza de Sant Joan era una zona de alto interés arqueológico, el año 1975 se iniciaron, sin ajustarse a las recomendaciones de los arqueólogos –que consideraban preciso realizar una excavación previa– unas polémicas obras de construcción de un aparcamiento subterráneo que implicaban el vaciado de la plaza. Como relatan los mismos especialistas, hubo que esperar a que se produjeran hallazgos y destrozos para iniciar la tan requerida intervención arqueológica. Se pusieron entonces al descubierto las ruinas de la antigua iglesia de Sant Joan, cuya demolición no había afectado a sus cimientos, de modo que estos dibujaban la planta del templo casi completa.
Antes de redescubrirse en las excavaciones, la antigua iglesia era conocida por varias descripciones de viajeros y documentos gráficos, a los que nos referiremos más adelante, así como también por el plano de alineaciones realizado por el citado Fontseré (Archivo de la Paeria) para su proyecto de ensanche, en el cual se muestra el estado de la plaza el año 1865. En síntesis, este conjunto de materiales de distinto carácter nos permite reconstruir, aunque sea imaginariamente, un edificio formado por una sola nave rectangular, con una bella portada en el lado sur, un ábside semicircular y un campanario en el lado noroccidental. Todo apunta a considerar que todavía en el siglo xix, justo antes de su demolición, Sant Joan de la Plaça era uno de los monumentos medievales más admirables de la ciudad de Lleida.
La primera referencia conocida de la parroquia de Sant Joan data de la segunda mitad del siglo xii, momento en el qué ya recibía el nombre de Sancti Johannis de Platea, posiblemente por el hecho de estar emplazada junto al mercado principal de la ciudad. La parroquia fue una de las resultantes de la división de la urbe realizada tras la conquista cristiana por el obispo Guillem Pere de Ravidats. Aparece así en la Ordinatio ecclesiae Ilerdensis (1168) como cabeza de una prepositura que incluía las iglesias de Sudanell y Sant Tomàs. Lo cierto es que el templo se convirtió en la cabeza de la principal y más poblada parroquia de Lleida, como lo manifiesta la noticia, ciertamente más tardía, de que desde 1526 nombrara dos pahers –así se denominaba a los miembros de la corporación municipal–, mientras que la parroquia Santa Maria Magdalena no tenía nada más que uno de estos prohombres, y Sant Llorenç, Sant Martí y Sant Andreu, disponían tan sólo de un paher conjuntamente. Por otro lado, según se indica en las actas de los consejos de la Paeria, a partir de 1340, el Consejo General se reunía en esta iglesia.
Como sucede con otros templos de la capital de Ponent, se presupone la existencia en el lugar de un edificio donde se realizaba el culto ya en el siglo xii, que tradicionalmente se ha identificado con una mezquita consagrada al rito cristiano. Si bien la ocupación andalusí es incontestable en esta zona de la ciudad, las excavaciones antes citadas no aportaron testimonio alguno sobre la citada mezquita. En el caso de que hubiese existido, la hipotética construcción primitiva, incapaz de responder a las necesidades de aforo para la incipiente parroquia, debió de ser sustituida por otra de mayor envergadura: el edificio del que conocemos la existencia, construido según los parámetros de la arquitectura románica. Sin duda, los trabajos hubieron de conllevar una significativa sustracción de tierras en la zona donde se construiría el ábside, hecho que, según los arqueólogos, explicaría la desaparición de cualquier vestigio anterior.
A partir del siglo xiii, Sant Joan recibió numerosos donativos de las familias notables leridanas, como los Ramon, los Sassala y los Tolosa. Lladonosa se refirió a la probable relación existente entre la compra por parte de la ciudad de la casa de Pere de Sanahüja, la que hoy día es el palacio de la Paeria, para convertirla en sede municipal, y las importantes obras realizadas en la iglesia de Sant Joan en el siglo xiv, que la transformaron radicalmente. Como sucedió con la iglesia de Sant Llorenç, Sant Joan aumentó entonces su capacidad con la anexión de una nave paralela a la inicial en el lado norte. Se alzó también el campanario. La consagración realizada en 1372 debió de estar relacionada con estas obras, que aún estaban en curso. Villanueva recogió el texto de la lápida conmemorativa, en el que constaba esta celebración: “En lan de nostre señor m.ccc.lxxii frare Ramon de Colum de la ordre dels frares Menors, per la gracia de Deu Bisbe de Terenisa sagrá aquesta esglesia lo tercer dimecres apres aparci”. El hecho que se produjese una nueva dedicación no hace sino redundar en que esta fase constructiva fue algo más que una simple reforma.
En lo que se refiere a sus características arquitectónicas del edificio, las remodelaciones parecen haber alterado especialmente en su parte alta, pues todo indica que se construyeron entonces tres bóvedas de ojivas que modificaron considerablemente su altura. En cualquier caso, es bien posible que el rosetón abierto en el alzado sur correspondiese a fases constructivas anteriores, así como también los ventanales del lado sur de arco medio punto. Tan sólo podemos considerar que durante la reforma gótica se hubiesen practicado nuevas aberturas con arcos apuntados en el lado oeste. Todos estos vanos son manifiestamente visibles en algunas de las representaciones gráficas que se conservan de antes de la demolición de la iglesia.
Si hacemos una breve síntesis de estas representaciones, constatamos que en las más antiguas aparece tan solo el campanario como testimonio del templo objeto de nuestra atención. Así sucede en la célebre vista de la ciudad de Lleida realizada por Anton van den Wyngaerde (1563, Österreichische Nationalbibliothek, Viena), en la que sobresale este elemento constructivo por encima de algunos edificios de la parte baja de la urbe. Y del mismo modo emerge en la vista de Lleida ejecutada por Pier Maria Baldi (1669, Biblioteca Medicea Laurenziana, Florencia). Otro testimonio gráfico en que despunta la torre es una fotografía realizada por Charles Clifford en 1861, la más antigua conocida de Lleida. Mucho más detallados son los dibujos y grabados antiguos que han pervivido. Si seguimos un orden cronológico, el primero al que hemos de referirnos es el dibujo de la iglesia que en 1865 realizó el arquitecto canadiense Richard Roskell Bayne (Maltwood Art Museum and Gallery, University of Victoria, Canadá), al que le sigue el grabado hecho por Josep Pleyán para su Guía-cicerone de Lérida, publicada en 1877. Ambas representaciones fueron utilizadas como modelo por el arquitecto leridano Joan Bergós para efectuar otro dibujo de la iglesia, una vez esta ya había sido demolida, que publicó en la revista Vida Leridana en 1926.
La confrontación de las últimas representaciones citadas nos permite afirmar que el portal que se abría en el alzado sur del edificio era su elemento artístico más remarcable. Era el ingreso principal, puesto que poseía otro de menor monumentalidad en la fachada oeste, que estaba abierto a la antigua calle de la Redola. A pesar de la transformación propiciada en época gótica, que, como hemos expresado, reflejan elocuentemente los dibujos y grabados, parece que la construcción habría conservado dicha puerta según su apariencia románica original. Las representaciones gráficas la muestran abriéndose en un cuerpo saliente del muro, con arco de medio punto, sin tímpano y compuesta de varias arquivoltas que descansaban sobre columnas en las jambas. Por encima de ella se había practicado el rosetón antes mencionado, de grandes proporciones, por lo que la solución de conjunto de la fachada tenía cierta familiaridad con la de la Anunciata de la Seu Vella, situada en el transepto meridional del templo catedralicio. No obstante, el efecto se veía enriquecido en Sant Joan mediante dos grandes ventanales de medio punto abocinados abiertos a cada lado, al mismo nivel del rosetón central.
Las imágenes encajan con las descripciones que, por otro lado, hicieron de la iglesia historiadores, arquitectos y viajeros. La referencia más simple y también la más antigua que de ella se conoce aparece en el cuaderno de viaje de Francisco de Zamora, que la contempló el año 1788, y que dijo escuetamente que “es una iglesia de una nave. La portada es buena para el tiempo en que se hizo esta iglesia”. Más detalladas son las referencias que proporcionó Pablo Piferrer en su célebre obra de 1839, en donde expresó: “Tiene á un lado su puerta principal, que suplicamos se detenga á contemplar el viajero, si quiere tomar apuntación de un monumento de un género no muy común, y muy elegante en el mismo. Es una portada bizantina que forma un cuerpo de resalto; compónese la puerta de varios arcos cilíndricos, concéntricos y semicirculares, que descansan en otras tantas columnas y en cuyo arranque hay pequeñas estatuas de grande efecto”. Y son igualmente ilustrativas las palabras de arquitecto inglés Georges Edmund Street, que en la versión en lengua castellana de su obra (1926, publicada en inglés en 1865) nos dice, respecto la misma portada, que es “amplia e imponente, ocupa todo el costado del tramo intermedio de la nave, mientras que en cada uno de los otros dos se abre una bellísima ventana. La primera impresión que tal conjunto produce es que se contempla la fachada principal de una gran iglesia a cuyo costado, por la derecha, se hubiese agregado una capilla absidal. Es preciso reconocer que aquella portada está, en absoluto, fuera de toda proporción con el exiguo tamaño del templo, aunque tal vez esta misma circunstancia la comunique en gran parte aquel aspecto monumental que tan difícil es de conseguir en edificios pequeños”. Finalmente, la obra España mariana (1868) aporta informaciones adicionales sobre la iconografía de este portal sur, que descubre como un “monumento muy elegante y de mucho mérito”. El aspecto más interesante de este texto es que detalla aspectos concretos que no encontrábamos en la ya de por si pormenorizada descripción de Piferrer con respecto a las “pequeñas estatuas de piedra de grande efecto” que había que en el arranque de las arquivoltas. Gracias a esta obra sabemos que una era la Virgen con el Niño, que se situaba sobre un pedestal formado con la figura de un serafín y que estaba acompañada de los Magos y otros santos. Actualmente, no se conoce ningún vestigio material de esta excepcional portada con la Epifanía, no obstante, los retratos literarios y gráficos, parecen dejar ver que la solución para la ubicación de las estatuas era afín, según ya señaló Francesca Español, a la del portal de Santa Maria de Covet, de la segunda mitad del siglo xii.
Más allá de la portada, podemos advertir otros aspectos arquitectónicos de esta iglesia en base a las descripciones antiguas. Francisco de Zamora apuntaba del mismo espacio interno: “es oscura, mal pavimentada”. Por su lado, Piferrer nos habla de este modo de su interior: “si bien conserva algunos pilares ó columnas toscas, con capiteles sin labrar, y arrimadas á las paredes, á primera vista conócese que la iglesia ha sido renovada en algunas partes, mayormente en la bóveda”. Y no menos relevante es la descripción que proporciona Street: “Escasas alteraciones presenta en su planta, que consta de tres tramos, con bóveda de crucería, y de un ábside. Por el lado norte agregóse una nave lateral, pero el costado sur aparece casi inalterado, y lo mismo el interior del templo, cuyo sistema de iluminación con ventanas colocadas a grande altura, es muy semejante al que ofrece la catedral en su cuerpo alto de luces, mereciendo fijar la atención de quienes tratan de adaptar el estilo gótico a países de clima muy cálido”. Hay que apuntar también que, con respecto a las columnas de que nos hablan las descripciones, sabemos que eran dobles o gemelas gracias a la antigua planta elaborada por Street.
Para comprender la estructura arquitectónica de este templo disponemos aún de los datos provenientes de las ya aludidas excavaciones arqueológicas que se efectuaron en el subsuelo de la plaza de Sant Joan en 1975. Para calibrar en su debido modo los resultados de estos trabajos, hay que señalar, antes que nada, que el arrasamiento de la plaza una vez derribada la iglesia se desarrolló a una cota inferior a la de su utilización, razón por la que no aparecieron prácticamente restos del pavimento del templo –al que se accedía subiendo unos escalones–, ni nada de las dos puertas románicas –como sabemos, la sur y la oeste–, ni tampoco del campanario. En contraste con ello, sí que se conservó parte importante de los cimientos, los cuales dibujaban, como ya se ha expresado, la mayor parte de su planta. La estructura de los cimientos del ábside tiene un diámetro de unos 9 m, con contrafuertes externos y dos salientes a modo de pilastras en el interior sobre las cuales descansaba el arco triunfal. La basa absidal se ejecutó mediante un gran muro semicircular de más de 2 m de grueso formado por un revestimiento interno y externo de bloques almohadillados, que se encontraron en perfecto estado de conservación, y un relleno de mortero, guijarros, cal y arena. A pesar de que estaban destinados a no ser vistos, se utilizaron bloques almohadillados desde la base. La presencia de este paramento explica, por otro lado, que estas estructuras fuesen consideradas por los eruditos locales como restos de algún edificio público romano altoimperial, reutilizado como basamento del ábside de la iglesia, pues es una solución constructiva que, ciertamente, responde a una técnica romana, aunque naturalmente también fue utilizada en otros contextos constructivos a lo largo de la historia. Centrándonos, no obstante, en el entorno inmediato a Sant Joan, hay que remitir a los cimientos de la Seu Vella, que presentan algunos sillares almohadillados, técnica que también se usó en la cimentación del muro del jardín del claustro catedralicio.
El muro sur del templo descansaba sobre un potente basamento de mortero de guijarros –de 1,5 m de grosor y de unos 6 m en su cota más profunda– que aguantaba un lienzo continuo en el que tan sólo se abría la puerta. Por su lado, los cimientos de la nave en el lado norte –sector en el que se alzaba el campanario, unido con el ábside por un muro oblicuo respecto el eje de la nave, y tres capillas adosadas– están formados por dos grandes basamentos, construidos con bloques y argamasa, en los que descargaban pilares. Este sistema convenía a los tres arcos que comunicaban la nave principal con las capillas ubicadas en este lateral norte. La cimentación de este lado es de fábrica menos noble y más irregular, en especial la unión entre el ábside y el muro exterior que enlazaba con el campanario. Esta estructura es constructivamente posterior al ábside, lo que conduce a pensar que pudo realizarse durante la fase de reformas concurrida en época gótica.
Capiteles
Se identifican como provenientes de esta iglesia algunos elementos escultóricos conservados en los fondos del Museu de Lleida Diocesà i Comarcal. Se constituye el conjunto, en primer lugar, por dos capiteles con ornamentación vegetal (inv. 583 y 584) y otro que luce poblado por tallos y figurillas de vendimiadores (inv. 572), cuyo estilo y temática remiten a ciertos capiteles del interior del templo catedralicio ilerdense. Sus dimensiones, así como el hecho de que las descripciones nos hablen de capiteles no tallados en el interior de Sant Joan, hacen suponer que provienen del portal románico meridional.
Canecillos
Por otro lado, en las colecciones del mismo museo se conservan varios canecillos trabajados con decoración escultórica, también considerados provenientes de Sant Joan de la Plaça, aunque este origen no se puede asegurar de modo concluyente. En el catálogo Pulchra del museo (1993) se adscribieron al templo seis canecillos (inv. 457, 477, 564, 565, 570 y 571). Posteriormente, en un trabajo publicado en el año 2000, Carme Berlabé identificó otro de los canecillos guardados en los fondos del mencionado museo (inv. 515), hasta el momento considerado procedente de la Seu Vella, como procedente de la iglesia gracias a una fotografía del Arxiu Mas de Barcelona, tomada en el antiguo Museo Provincial de Lleida (del que provienen algunas piezas que hoy se encuentran en el Museu de Lleida Diocesà i Comarcal) en el año 1922 (Arxiu Mas, núm. cliché 37955-C). Pero aún hay que sumar otras piezas a este conjunto. En el año 2008 un equipo de historiadores del citado museo descubrió otro canecillo en la nueva iglesia de Sant Joan, el cual, considerado como original del antiguo templo, pasó al fondo del mismo museo siendo inventariado con el número 3323. Por último, tenemos que considerar la posibilidad de que puedan existir piezas en colecciones privadas, que a medida que vayan apareciendo a la luz pública, podrían aumentar el número de adscripciones. Éste es el caso de otro canecillo que se conserva en una colección particular del Lleida, del que nos da noticia Alberto Velasco. En este sentido, los dibujos y grabados ilustran cómo el edificio estaba efectivamente ornado con series de múltiples canecillos en sus aleros, lo que nos da pie a esperar nuevos hallazgos. También la descripción de Piferrer sitúa de forma explícita otra serie en el límite superior del cuerpo saliente en el que se abría el portal meridional: “remata el todo una cornisa apeada por unos grandes modillones bárbaros, que con todo recuerdan las fábricas romanas”.
Las piezas citadas conservadas representan una cabeza mitrada de un obispo (inv. 564), un personaje comiendo un alimento de forma circular (gula?) (inv. 570), un personaje femenino exhibiendo su sexo (inv. 515), dos cabezas humanas, una de ellas con largos cuernos (inv. 565, 571), una cabeza de animal que saca la lengua (inv. 457), una cabeza de un personaje humano con expresión aterrorizada (inv. 477) y, finalmente, un animal fantástico de cuerpo entero parecido a un dragón (inv. 3323). Sin duda alguna, estos elementos se relacionan estilísticamente con la escultura de la Seu Vella, que ostenta un sinfín de muestras análogas con una temática ciertamente variada. Tal relación permite apuntar una cronología que podría situarse en el segundo tercio del siglo xiii para este conjunto de obras. No se descarta, que en su elaboración hubiesen participado los mismos artífices del templo catedralicio, intervención a la que se suele recorrer ante tal parecido formal y estilístico.
El análisis y la cronología de la escultura de Sant Joan no pueden desvincularse, como resulta evidente, de la misma construcción del templo parroquial. Así, teniendo en cuenta también las características arquitectónicas que se han descrito, se puede apuntar que la construcción de este templo se habría iniciado algunas décadas después de la cristianización de Lleida, de modo que el inicio de su fábrica se situaría entre finales del siglo xii y principios del siglo xiii, y su terminación hacia el segundo tercio de ésta centuria. Posteriormente, ya en época gótica, habría sido objeto de una importante reforma que tendría como objetivo principal la renovación de la cubierta. En todo caso, se han de situar las piezas con trabajo escultórico a que nos hemos referido en una fase avanzada del primer edificio.
Texto y fotos: Meritxell Niña Jové
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