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Efectos de los alimentos según el pensamiento medieval

 

ANTES DE QUE COMIÉRAMOS QUÍMICA:
EFECTOS DE LOS ALIMENTOS SEGÚN EL PENSAMIENTO MEDIEVAL


Jaime Nuño


Comemos plátano porque es rico en potasio, naranjas o kiwis porque abundan en vitamina C, el hígado, las lentejas o las espinacas son recomendables por el hierro que contienen, la pasta por los hidratos de carbono, el queso curado por el calcio, las almendras por el magnesio, el atún por el omega 3, ciertos hongos contienen alcaloides y el jamón de bellota es una pasada en colesterol del bueno… aunque parece que sólo el colesterol del malo —fritangas en general y hamburguesas de aspecto televisivo— está al alcance de todos los bolsillos. Resulta así que antes de ponernos ante la mesa, debemos tener a mano un vademécum de química y saber que no es lo mismo un bocado que contenga generosamente magnesio, que nos quitará el estrés y el insomnio, que otro que sea portador de plomo, que es puro veneno. Frente a estos conocimientos, la sabiduría popular, lejos de ser consciente de los principios activos de cada alimento, recoge la observación de cientos o miles de años, de la experiencia de muchas generaciones que han experimentado en su propio cuerpo los beneficios o perjuicios de unos bocados u otros, así, para las diarreas hay que contentarse con la tristeza de una dieta de arroz cocido, mientras que para los catarros la miel es mano de santo.


En esta tradición de lo bueno y lo malo —según para qué— se escribió una curiosa obra científica allá por los años centrales del siglo XI, que fue un auténtico éxito en siglos posteriores, y que respondía al título de Tacuinum o Theatrum Sanitatis. Su autor, un médico cristiano de Bagdad que respondía al nombre de Abu-l Hasan al-Mujtar ibn Butlán, hace un repaso por un amplio abanico de alimentos, advirtiéndonos antes de nada “sobre las seis cosas que necesita cualquier hombre para el mantenimiento cotidiano de su salud, con sus normas y acciones. La primera es la disposición del aire que cada día nos rodea. La segunda, la disposición de la comida y la bebida. La tercera, la norma del movimiento y el reposo. La cuarta, la preservación del cuerpo de un exceso de sueño o de vigilia. La quinta, la norma de la retención y expulsión de los humores. La sexta, la reglamentación de la alegría, el temor y la angustia de la persona”. Y mil años después casi todo sigue igual.

Asador de castañas. © BNF (Bibliothèque nationale de France)



A modo de simple curiosidad apuntaremos algunos ejemplos que cita Ibn Butlán, teniendo en cuenta que siempre relata primero el beneficio, luego el perjuicio y finalmente el remedio para tal perjuicio. Así, según el médico bagdadí, la pasta de trigo cortada es beneficiosa para el pecho y la garganta y mala para las vísceras débiles, salvo si se toma con penidios (varitas de azúcar purificado y diluido). El queso fresco relaja el cuerpo y lo engorda —lo que en aquellos siglos era bueno—, pero “opila”, es decir, que crea obstrucciones en el cuerpo, evitables si se toma con nueces, almendras y miel. Las aceitunas negras estimulan el apetito, pero producen dolor de cabeza e insomnio, lo cual se puede evitar si se comen después de las viandas. Las berenjenas resultan beneficiosas para las hemorroides, prevenir hemorragias y vómitos producidos por la debilidad de estómago, aunque producen vapores en la cabeza y embotan la boca, lo que se previene con ungüentos y mucho vinagre. El perejil provoca la orina, pero es contraindicado para los diabéticos, excepto si se toma con sustancias que produzcan sudor. Los ajos son buenos para la tos, pero perjudican al órgano excretor y al cerebro, remediándose con vinagre y aceite. La carne de cerdo alimenta mucho y se digiere rápidamente, pero produce malestar en el estómago, salvo cuando se come asada y se condimenta con mostaza. El pescado fresco engorda el cuerpo pero produce sed, lo que se remedia tomándolo con buen vino y pasas. Las lechugas alivian el insomnio y la gonorrea, pero son malas para el coito y para la vista, salvo si se mezclan con apio. Y sobre estos asuntos del sexo hay muchos alimentos que influyen: entre los que lo favorecen señala la cebolla, los langostinos, las castañas, las avellanas, los plátanos, los puerros, espárragos, zanahorias, berros, huevos de gallina, lampreas, pajarillos y tordos o grasa y sebo, mientras que el abuso de lechuga, la albahaca, el alcanfor o el jarabe ácido resultan perjudiciales; por su parte recomienda los garbanzos o los ojos y testículos de animales para producir esperma y los piñones o el anís para estimular la libido, un efecto que también provoca la menta, aunque en contrapartida ésta obstruye los vasos del esperma. Ojo pues, lectores varones, con los sabrosos mojitos y otros preparados con tan refrescante hierba.

 

Recolectando guisantes. © BNF (Bibliothèque nationale de France)

 


La Biblioteca Nacional de Francia custodia la más célebre versión manuscrita de la obra.

 

 

Acceso al manuscrito de la BNF. Ms. Lat 9333 © BNF (Bibliothèque nationale de France)


 

 

El autor del artículo Jaime Nuño dirigirá a partir del próximo 20 de octubre el curso sobre Gastronomia en la Historia.

 


PRIMER CURSO SOBRE LA GASTRONOMÍA EN LA HISTORIA.
'Comer ayer y hoy: del obligado alimento al necesario disfrute'


Valladolid del 20 al 23 de octubre.
Hasta el 14 de octubre es posible matricularse en este curso a celebrar en varios espacios de la ciudad de Valladolid y que incluirá una excursión uno de los días por la Ribera del Duero.
Organizado por la Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico, contará como ponentes con: Rafael Ansón (Real Academia de Gastronomía); Joan Santacana (Universitat de Barcelona); Juan Vicente García-Marsilla (Universitat de València); Jacinto García Gómez (Biblioteca de Castilla-La Mancha en Toledo); Rosa Tovar;Julio Valles (AcademiaCastellana y Leonesa de Gastronomía) y Javier Pérez-Escohotado (Universitat Pompeu Fabra / Barcelona School of Management); bajo la dirección de Jaime Nuño (FSMLRealPH). 
Para más información e inscripciones desde aquí.