Sant Julià de Tregurà
Iglesia de Sant Julià de Tregurà
Sant Julià es una iglesia de origen románico situada en Tregurà de Dalt, uno de los dos núcleos de población que conforman el pueblo homónimo. Desde la carretera GIV-5264 que une Vilallonga de Ter con Setcases, un desvío permite la entrada a la vía GIV-5265 que da acceso al pueblo. La iglesia, que se encuentra en la zona más alta del pueblo, en su extremo oriental, disfrutó de la condición de parroquia hasta principios del siglo xix, momento en que Tregurà perdió su autonomía con la creación del municipio de Vilallonga de Ter.
La documentación histórica conocida permite fijar la existencia de un templo y de la parroquia de Tregurà ya en el siglo décimo: el pueblo aparece mencionado por primera vez en el año 950, cuando el noble de Vilallonga de Ter, Gaugí, cede los derechos de pastoreo de esta zona al obispado de Girona. Hay que esperar hasta el 2 de julio del 978 para encontrar, en este mismo contexto, la primera referencia a la parrochia Sancti Iuliani de Trugurano, en un documento por el que Miró, obispo de Girona y conde de Besalú, dona al monasterio de Sant Pere de Besalú algunos terrenos y parte de los derechos de pasto adquiridos.
Estas noticias confirman que hasta el siglo xii Tregurà se encontraba bajo el gobierno de los condes de Besalú, y su iglesia supeditada al obispado de Girona. Esta última situación se mantuvo hasta el 1194, momento en que el monasterio de Sant Joan de les Abadesses, que ya tenía en propiedad algunos terrenos en Tregurà, adquirió el total dominio de la zona con el beneplácito del rey Alfonso el Casto. Se suceden a partir de este momento diversos textos sobre la gestión de estos territorios, pero no hay ninguna alusión a la actual iglesia de Sant Julià, cuya construcción debió tener lugar ya en el siglo xii.
Desde entonces, el edificio ha sido profundamente transformado y hoy presenta un aspecto que se aleja sustancialmente de las fórmulas de la arquitectura románica. Únicamente restan, del primitivo templo medieval, los muros perimetrales de una construcción de nave única y, quizás, la bóveda de cañón seguida que la cubre y que hoy está tapada por una capa de enlucido que, como en la zona del presbiterio, impide el análisis de sus paramentos.
Es muy probable que, en origen, la nave estuviese cerrada por un ábside, hoy perdido. Se desconocen las causas de su derrumbe, pero se cree que éste tuvo lugar entre finales del siglo xviii y principios del xix. Fue el momento en que se realizaron las reformas que dotaron al edificio de su aspecto actual, y entre las cuales se encuentra la construcción de la actual cabecera plana, que aloja la única ventana que permite la entrada de luz a la iglesia, junto con el óculo –también moderno– de la fachada principal.
Cabe situar también, en el contexto de las citadas reformas, la construcción de la torre campanario, que probablemente substituyó la espadaña original situada a los pies de la iglesia. Se trata de un cuerpo de planta cuadrangular, con cubierta plana y con sólo dos ojos en su lado oeste. La edificación de esta torre comportó la remodelación de la fachada que contiene la puerta de acceso, formada por un arco de medio punto adovelado, por encima de la cual está el óculo antes citado que marca, en el exterior, la altura de la nave en el interior.
También en este momento, y en un proceso similar al que afectó a otras iglesias de la comarca, fueron añadidas a la nave dos capillas laterales, situadas en su primer tramo y junto a la zona del presbiterio, ambas de planta rectangular y cubiertas con bóveda de cañón. Del mismo modo, se adosaron otros dos cuerpos a lado y lado de la cabecera a modo de sacristía, para lo que hubo que practicar dos aberturas en los muros del presbiterio que diesen acceso a estos nuevos espacios. Estos añadidos tienen una traducción desigual en el exterior: en el lado norte, la sacristía y la capilla lateral se muestran como un sólo elemento que sobresale visiblemente de la estructura principal del templo, mientras que los nuevos espacios quedan integrados en el lado sur por el gran edificio de la rectoría, adosado por este lado a los muros de la iglesia.
Exterior e interior carecen de decoración de época románica, a excepción de la cornisa que recorre los muros laterales a la altura del arranque de la bóveda. Pertenecen a las modificaciones de los siglos xviii-xix las pinturas al fresco en la zona presbiteral y los diversos nichos en los muros norte y sur en los que colocar imágenes de santos. Este hecho comportó el deterioro de los muros medievales, por lo que también en el interior se hace altamente difícil realizar una lectura correcta de los paramentos, que permitiera acotar la cronología del templo. En las pocas zonas en las que éstos son visibles, presentan un aparejo formado por sillares de diferentes tamaños y dispuestos en filadas poco regulares, lo que se aviene con la cronología del siglo xii que tradicionalmente se atribuye al edificio.
Texto y fotos: Margarida Muñoz Milán
Bibliografía
Catalunya Romànica, 1984-1998, x, pp. 477- 478; Sobrequés i Vidal, S. et alii, 2003, pp. 42, 267-268, 399-400, doc. 288, 447; Ferrer i Godoy, J. 2009, pp. 250-252, doc. 169.