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Vista general de Sant Feliu de la Garriga

Identificador
17217_02_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42.11914, 3.05332
Autor
Clara Poch Gardella
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Sant Feliu de la Garriga

Localidad
Viladamat
Municipio
Viladamat
Provincia
Girona
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Sant Feliu de la Garriga

Claves
Descripción

 

VILADAMAT

 

El municipio de Viladamat, con una extensión de 11,73 km², se encuentra en una llanura aluvial de la derecha del Fluvià, próximo a la costa. Comprende, además del pueblo de Viladamat, cabeza de municipio, el pueblo de Palauborrell y el antiguo lugar de Sant Feliu de la Garriga. Se accede al municipio, desde Figueres, por la carretera C-31.

 

Se tiene constancia de asentamientos íberos en la zona, y a partir del siglo i aC se detectan los primeros asentamientos romanos, entre los cuales destacan el yacimiento del Olivet de Pujol, la villa de Tolegassos y la villa que se encuentra en Mas Notari, donde se han documentado restos de cerámica.

 

El lugar está documentado en el año 1060, cuando la condesa de Empúries, Guisla, dio a la iglesia de Girona un alodio en Viladamat. El conde Ponç I, en su testamento fechado en 1078, dejó al monasterio de Sant Pere de Rodes una casa en Viladamat. En 1280, el monasterio de Rodes adquirió el señorío y la jurisdicción de Viladamat a Guillem de Montgrí. El monasterio ejerció el dominio a través de un pavorde, de cuya casa señorial, conocida como la Pavordia, quedan unos pocos vestigios.

 

Texto: MJV

 

 

Iglesia de Sant Feliu de la Garriga

 

La iglesia de Sant Feliu de la Garriga se encuentra dentro del recinto del castillo homónimo, en un rellano del Puig Segalà, a levante de la sierra de Sant Grau. Para llegar a él, desde Figueres, se debe seguir la carretera C-31 en dirección a la Bisbal d’Empordà y tomar el desvío a Viladamat. Una vez en el pueblo, se debe seguir la pista, bien indicada, que conduce directamente al Puig Segalà y el castillo de Sant Feliu.

 

La primera mención a Sant Feliu de la Garriga se halla en un precepto del Odón otorgado en el año 889 al monasterio de San Policarpo de Rasès. En él se confirma in comitatu Impuriensium in ipsa garica ecclesiam Sancti Felicis cum terminis et adjacentiis suis. El precepto fue concedido al monasterio en el marco de una vieja disputa que mantenía con el cenobio de Sant Esteve de Banyoles por la posesión de ciertas celdas monásticas en el condado de Empúries. La noticia confirma que a finales del siglo ix ya existía una iglesia dedicada a san Felix en el matorral de Puig Segalà, cuya posesión se disputaban los dos mencionados monasterios.

 

Del siglo x se conservan dos noticias indirectas de la iglesia a través de una lápida que se encontraba en el templo, hoy perdida pero que fue descrita por dos cronistas del siglo xvi: Bernat-Josep Llobet, notario de Castelló d’Empúries y archivero de los condes emporitanos en el siglo xvii, y Jeroni Pujades, autor de la conocida Crónica del Principado de Cataluña, que transcribe las primeras palabras de la lápida (Aula iacebat hic) y afirma que se encontraba en una pared de la iglesia de Sant Feliu, detrás de la sacristía, es decir, del campanario. Combinando los datos proporciados por ambos autores, sabemos que la inscripción conmemoraba la labor de Duran, personaje que encontró en ruinas la iglesia de Sant Feliu a principios del siglo x y la reconstruyó. El texto narraa como, al cabo de poco tiempo, una invasión sarracena hizo huir la población del lugar y destruyó nuevamente el templo; seguramente se trate de la razia de Ibn Abi Hamama del año 935. Poco después, la población, refugiada en el Rosellón, volvió para recuperar su tierra encabezados por el conde de Empúries, Gausbert. Una vez reconquistada, Duran habría emprendido otra vez la tarea de levantar el templo de Sant Feliu, acción acometida el 943.

 

Tras estas noticias primerizas, no es hasta el 1061 que se vuelve a nombrar Sant Feliu de la Garriga, esta vez en la donación que la condesa Guisla hace a la catedral de Girona, en la que cede un alodio situado en el término de la parroquia de Sant Feliu. La iglesia era la cabeza de una parroquia extensa, que tenía como sufragáneas Santa Eulàlia de Palauborrell y Sant Quirze de Viladamat.

 

La iglesia aparece mencionada más tarde en las Rationes Decimarum de 1279 y 1280, así como en los nomenclátores diocesanos del siglo xiv. Su importancia como parroquia fue menguando con el paso de los siglos y el aumento de la población establecida en la llanura, en el actual pueblo de Viladamat. En 1571 se tiene noticia de los beneficiados de la capilla de Sant Quirze y Santa Julita de Viladamat, situada en el Pla de la Capella, en las afueras del pueblo. En marzo de 1617 la gente de Viladamat ya había construido una nueva iglesia, esta vez dentro del pueblo, que se convierte en sufragánea de Sant Feliu. Se construyó, a demás, una rectoría para dos sacerdotes y demás ayudantes, puesto que los oficios de Sant Feliu ya habían pasado a realizarse en Viladamat.

 

En 1640 el conjunto castillo en el que se encontraba la iglesia fue devastado por tropas castellanas en represalia contra Josep de Margarit, señor del castillo y gobernador de Catalunya durante la guerra dels Segadors. Con toda probabilidad estas destrozas afectaron también a la iglesia, que en 1753 consta como ruinosa, y los objetos más valiosos que aún conservaba fueron trasladados a Viladamat. En 1823 Sant Feliu ya no tenía culto y en 1843 se tapió la puerta y se trasladaron a Viladamat incluso sus campanas. En 1865, Genís Comas compró la iglesia por 900 reales; posteriormente y hasta la actualidad, el propietario del castillo tiene también la posesión del templo.

 

La iglesia de Sant Feliu se sitúa en el interior del recinto fortificado, que es un conjunto edificado entre finales de siglo xvi y comienzos del xvii, en sustitución de una primera fortaleza medieval. El templo es um edificio de cierta dimensión, de nave única y con un gran ábside semicircular precedido por un transepto que no sobresale en la planta pero que sí se proyecta en alzado. Sobre el brazo sur de dicho transepto se levanta un campanario adosado, que seguramente constituyó una de las torres del castillo. Es una torre de planta cuadrada, de unos 15 m de alto y construida con grandes sillares colocados a soga. Su extremo superior está decorado con una cornisa de caveto por encima de la cual se alza una fortificación posiblemente posterior a la construcción de la estructura. Las únicas aberturas eran los vanos para las ventanas, situadas en tres de los costados del piso superior pero que ahora estan tapiados. En el centro del muro meridional pervive una saetera.

 

La iglesia presenta diversas reformas y está muy deteriorada, debido a que el conjunto funcionó modernamente como explotación agraria. Por ejemplo, en el sector meridional del ábside se practicó una abertura que hizo perder parte de la decoración original, y en la fachada meridional también se practicó otra abertura que destruyó parte del paramento y una antigua puerta, de la cual solamente se conserva su arco interior. En el interior del templo se construyó un tabique de unos 2 m de alto a la altura del primer arco fajón, es decir, a levante de la nave. En el extremo occidental se había construido un coro moderno, que hoy también  desparecido.

 

El paramento exterior del ábside presenta una decoración de lesenas con arcuaciones dobles, propia del primer románico meridional. Las arcuaciones tienen unas ménsulas triangulares y lisas, y corona el conjunto una cornisa biselada. El arco central se abre a más altura puesto que en su interior alberga una ventana.

 

La iglesia presenta distintos tipos de aparejos. En el muro norte, en la base del muro del transepto y parte de la nave hay un aparejo que podría corresponderse con una edificación anterior a la iglesia actual. Se trata de un sillarejo de piedras sin labrar, dispuestas en hiladas irregulares con abundante mortero. En el ábside el aparejo es algo rústico comprado con la decoración de bandas y arcuaciones que presenta. Se trata de un sillarejo que mezcla guijarros y fragmentos de alfarería, con abundante mortero pero con la intención de crear hiladas. Las bandas se realizaron con sillares de mejor tamaño, mientras las dovelas de los arcos están realizadas con pequeñas losas. El transepto presenta un aparejo algo similar al del ábside, si bien los sillares son de mayor tamaño y hay menor presencia de alfarería reaprovechada. La nave, en cambio, ya no presenta estos restos, su aparejo es de sillares bien labrados y dispuestos en hiladas regulares, a excepción de la base del muro meridional, cuyos sillares son de menor tamaño y peor labrado.

 

En la fachada occidental se encuentra la portada principal de la iglesia. El hastial se ordena a través de tres registros o niveles bien marcados; en el primero hay el mencionado acceso, en el segundo una ventana, y en el tercero un ojo de buey. Puerta y la ventana van enmarcadas por un gran arco ciego de medio punto, sostenido por dos pilastras con impostas de caveto; este arco se sitúa en un cuerpo que sobresale ligeramente de la fachada, a la que confiere cierto volumen. La fachada culmina en un piñón superior de terminación rectangular, en donde tal vez existiera una antigua espadaña, hoy perdida. El aparejo de la fachada combina sillares oscuros y claros dispuestos alternativamente, con una evidente voluntad decorativa.

 

La portada presenta tres arcos de medio punto en gradación, que nacían de unas columnas hoy desaparecidas. El arco externo simplemente es adovelado, el intermedio presenta la arista perfilada por una moldura , y el más interior tiene perfil de media caña. Los dos primeros compartían el antiguo cimacio de un capitel también desaparecido, compuesto por una sencilla moldura.

 

En el muro sur se hallaba una segunda puerta, cuyo estado de conservación es precario, puesto que ha perdido los elementos exteriores y simplemente conserva el arco interior, de medio punto. En la misma fachada sur se conservan unos agujeros dispuestos en fila que debieron de sostener el envigado de un porche o antigua construcción.

 

En el ábside había dos aberturas. En el centro, una ventana de doble derrame y arco de medio punto, realizada con pequeñas dovelas, no muy bien trabajadas. En el sector meridional, una segunda ventana de derrame simple, con el arco exterior monolítico y el interior realizado con dovelas de arcilla. En el muro sur de la iglesia se habría otra ventana, que, con el añadido del campanario, se abre actualmente al interior de éste. Esta ventana presenta sus elementos exteriores muy destruidos y no es posible conocer su formato original.

 

En el interior del templo, la nave cubre con una bóveda de cañón reforzada por dos arcos fajones de medio punto, que nacen de dos pilastras laterales. Tanto los sillares de dichas pilastras como las dovelas de los arcos son trabajados y bien dispuestos. Las pilastras culminan en impostas biseladas y algunas llanas; el fajón occidental presenta impostas de caveto y su luz es ligeramente más ancha que los que lo preceden. La pilastra septentrional situada más al Este presenta una teca reutilizada como sillar: se trata de una piedra grisácea con forma de prisma y de 21 x 12 cm, en cuyo centro se halla el hueco para depositar las reliquias, cóncavo y de encaje rebajado para inserir la tapa, de la cual restan los encajes de los clavos que la sujetaban.

 

El ábside cubre con una bóveda de cuarto de esfera y se abre a la nave a través de un arco triunfal de medio punto. El transepto presenta una bóveda de cañón perpendicular a la nave, y como se ha mencionado, a más altura que el resto de bóvedas del edificio. Éstas están realizadas con losetas apenas trabajadas, unidas con abundante mortero y con el rastro de las tablas de maderas que se utilizaron para el encofrado. Los paramentos de la nave y transepto son lisos, las bóvedas arrancan sin cornisas. En cambio, el ábside presenta en su interior decoración a base de arcuaciones ciegas y bandas, es decir, se reproduce en el interior la articulación del muro exterior. En la bóveda del ábside ha pervivido cierta decoración mural, muy deteriorada y de la cual simplemente se observan manchas de color blanco y rojo.

 

El interior del campanario presenta dos pisos cubiertos con bóvedas de cañón que conservan restos del encañizado. La bóveda de la planta baja sigue la orientación Norte-Sur, mientras la de la planta superior lo hace de Este a Oeste. El campanario no presenta escaleras que comuniquen los distintos pisos, solamente posee unas trapas rectangulares y un agujero para pasar la cuerda de las campanas. Este hecho remarca el doble uso de la torre como campanario y como torre de defensa.

 

La planta baja del campanario se utilizó como sacristía. Se comunica con la iglesia a través de una doble arcada abierta en el muro meridional del transepto. El arco más antiguo era apuntado, realizado con impostas biseladas, y su luz fue reducida posteriormente con la construcción de un segundo arco escarzano de estilo gótico-renacentista, encima del cual se colocó un sepulcro. En el interior de la antigua sacristía existe un agujero que conduce a un sótano.

 

La articulación de los distintos volúmenes y cuerpos que conforman la iglesia, así como los distintos tipos de aparejo, indican diferentes fases de construcción. Se ha indicado que los restos de aparejo situados en la parte inferior de la fachada septentrional podría corresponderse con el templo restaurado dos veces por Duran a lo largo de la primera mitad del siglo x; es una idea atractiva, pero la nula articulación de dichos vestigios impide fecharlos con seguridad. Un segundo momento constructivo se refleja en la configuración tanto del ábside como del transepto, pese a que revelan cierta sutil diferencia en el aparejo. La decoración presente tanto en el interior como en el exterior del ábside, así como la peculiar configuración del transepto, marcado en volumen pero no en planta, parecen indicar que se construyeron a lo largo de la segunda mitad del siglo xi. Finalmente, en la nave y fachada occidental el labrado de sus sillares y la articulación de los elementos que componen la portalada, revelan que su construcción se debe enmarcar a mediados del siglo xii. El campanario correspondería ya, sin duda, a una reforma posterior, seguramente del siglo xiii o quizás xiv.

 

Para concluir, debe destacarse que varios elementos singulares recuperados del interior de Sant Feliu se conservan hoy en el patio del castillo. Destacan un fuste de columna de unos 105 cm de alto con un hueco central que podría haber tenido función de relicario (lo que quizás permitiría identificar la pieza con un pie de altar); y un relive que se conserva en un bloque de piedra prismático de unos 42 cm de largo, cuyo frontal muestra un friso de seis  triángulos invertidos. Por su decoración y dimensiones seguramente se trate de una antigua imposta, cuya similitud con las impostas de Sant Julià de Boada plantean una cronolgía de siglo x.

 

Ara de altar

 

En el patio del castillo se guarda también una sencilla ara de altar, realizada en piedra caliza, que mide 144 cm de largo, 84 de ancho y 18 de grosor. Su superficie es lisa y presenta dos molduras de caveto en tres de sus lados. Por su simplicidad, pudiera ser de los siglos xii o xiii, aunque también posterior.

 

Pila bautismal

 

Conservada en el mismo lugar, se trata de una pieza monolítica con copa pronunciada y pie circular y poca altura. La cara exterior es lisa y el extremo superior presenta una banda que sobresale un poco, a modo de relieve. Por su simplicidad es de dificil datación, que pudiera ser de la segunda mitad del siglo xii o principio del xiii.

 

Sarcófago

 

A pocos metros de la iglesia, en el camino que conduce al castillo se halla un sarcófago antropomorfo rectangular del cual solamente se pueden ver la cabecera y los pies. Está dividido en dos trozos y mide 214 cm de largo, 65 de ancho y 84 de fondo. Por sus características se trata de un sarcófago propio del siglo xi y, quizás, indique una zona de necrópolis al lado del templo.

 

 

 

Texto: Clara Poch Gardella – Fotos: Clara Poch Gardella/María del Carmen Olmo Enri – Planos: María del Carme Olmo Enri

 

 

Bibliografía

 

Adell i Gisbert, J. A., 1982, pp. 407-420; Badia i Homs, J., 1977-1981, II-B, pp. 407-409; Catalunya Romànica, 1984-1998, IX, pp. 895-902; Caussa i Sunyer, J., 1964, pp. 46-47.