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Segunda Biblia de Pamplona. María, hermana de Aarón, y otras mujeres festejan el paso del Mar Rojo (fol. 58v)

Identificador
31000_0119
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Sin información
Colaboradores
Universitätsbibliothek Augsburg
Derechos
Edificio (Relación)

 

Provincia
Navarra
Comunidad
Navarra
País
España
Descripción
LA BIBLIA encargada por el rey Sancho el Fuerte debió de satisfacer a las personas cercanas al monarca, estimulando en alguna de ellas -se ha pensado en una hermana del soberano- el deseo de obtener un ejemplar semejante, de modo que pocos años después de terminada aquélla, se confió a Ferrando Pérez de Funes un nuevo volumen inspirado en la Biblia regia. Sabemos además que todavía un siglo mas tarde el manuscrito era conocido y apreciado por la familia real ya que, a principios del siglo XIV, se obtenía una segunda copia, en este caso destinada a Teobaldo de Champaña (Nueva York, Colección Spencer, ms. 22), plenamente gótica. A juzgar por el parecido textual, iconográfico, estilístico y técnico con la Biblia de Sancho el Fuerte, es muy posible que Ferrando Pérez de Funes, en quien había recaído también la dirección de este segundo volumen, contase con el mismo equipo de copistas y miniaturistas que intervino en aquélla. Se trata por tanto de otra nueva Biblia de imágenes, destinada para ser contempladas, de modo que susciten el fervor en el lector y faciliten la memorización de los principales acontecimientos de la historia de la Salvación. El texto contribuía a esclarecer, en caso de duda, el contenido de la imagen, reafirmando el mensaje que ésta transmitía. Además este nuevo ejemplar se completó con numerosas inscripciones, no existentes en el modelo, que permitían identificar, sin error, los personajes y las acciones representadas. Es evidente que todos estos textos fueron añadidos después de realizadas las ilustraciones. El programa iconográfico comprende los cuatro grandes ciclos que hemos observado en la Biblia primera, con algunas variantes que, como fue habitual en la Edad Media, siempre incorporó toda nueva copia. La mayoría de las veces estos cambios se explican en función del deseo de los comitentes de insistir o reforzar determinados temas, sea por una intención o interés particular, o bien por las circunstancias en que se generó el nuevo ejemplar. El Antiguo Testamento, el más densamente ilustrado, se inicia con un ciclo más largo de episodios relativos a la Creación del mundo que, en cambio, en la Biblia del rey Sancho se han sintetizado en una única imagen (fol. 2). La escena ocupa aquí la mitad del folio y en ella Dios Padre dentro de una mandorla oval eleva las manos y crea el sol, la luna, las bestias, los pájaros y las plantas. En cambio, en la segunda Biblia podemos ver, a lo largo de varias páginas, la separación del firmamento de las aguas (fol. 1), la de la tierra y el mar (fol. 1v), la creación de la hierba verde y de los árboles frutales (fol. 2), la creación del sol, la luna y las estrellas (fol. 2v) y de las distintas especies animales, aves, peces (fol. 4) y bestias de la tierra (fol. 4v). Incluye además dos miniaturas no existentes en la primera, una alusiva a la creación de los ángeles (fol. 3) y otra a la caída de Satanás, el ángel malo, y sus congéneres (fol. 3v) que, a juicio de F. Bucher, vendrían a exponer la doctrina ortodoxa frente a las herejías de origen maniqueo extendidas por cátaros y albigenses en el Sur de Francia y Norte de España, en la segunda mitad del siglo XII (BUCHER, 1970). Recordemos que ambos grupos negaban la Creación y atribuían a Satanás el papel creador del mundo. En las escenas relativas a la Caída de nuestros primeros padres se ha introducido también un episodio que no sólo no figura en la Biblia del rey Sancho, sino que fue muy pocas veces singularizado en imágenes. Dios se dirige a la mujer y le predice sus sufrimientos en el parto y su dominio por parte de su marido (Gen 3, 16; fol. 5). En la historia de Caín y Abel figura una escena apócrifa, pero interesante desde el punto de vista iconográfico. Adán, sentado con la cabeza apoyada en la mano, con gesto de dolor, llora la muerte de su hijo Abel que yace en su sepulcro del tipo de sarcófago de piedra con tapa en forma de tronco de pirámide (fol. 6v). Será el modo habitual de representar la muerte por parte de los ilustradores de esta segunda Biblia que, en general, prefirieron el sepelio y sepultura a la escena más difundida en la Biblia real de la muerte en el lecho, cuando este evento se producía de modo natural. Recordemos que incluso cuando se representaba el entierro, el ilustrador de la Biblia de Sancho nos mostraba una repetición de la muerte en la cama, omitiéndose las connotaciones más fúnebres que conlleva la presencia de un sepulcro. En la segunda Biblia, en cambio, casi siempre se omite el momento de la muerte y ésta es sugerida directamente por la sepultura. Así lo vemos con motivo del fallecimiento de Adán, a quien dos de sus hijos depositan en un sarcófago rectangular de formato similar al de Abel (fol. 7v), o en la muerte de Noé (fol. 11v) evocada igualmente por su sepulcro. Los ejemplos pueden multiplicarse con la muerte de Sara (fol. 22), Abrahán (fol. 24v), Jacob, María (fol. 71v), Josué (fol. 84v), Samuel (fol. 104), Saúl (fol. 107v), David (fol. 119v) o Salomón (fol. 122), entre otros. Este mayor dramatismo en la iconografía de la segunda Biblia fue ya observado por F. Bucher, quien lo puso de relieve, entre otras, en la famosa escena del sacrificio de Isaac, concebida de modo muy parecido en ambas Biblias. Se evidencia así cuál fue el modelo de este segundo ejemplar, pero se acusa en ésta un mayor dramatismo ya que la espada de Abrahán en este caso roza el cuello de su hijo Isaac (fol. 21), lo que en modo alguno ocurre en la Biblia real (fol. 12), mucho menos violenta (Bucher, 1970). Estos matices se observan también en la destrucción de ciudades consumidas casi siempre por el fuego en la segunda Biblia, como vemos a propósito de Sodoma (fol. 17) o en la conquista de Jericó por Josué (fol. 81v) que se nos muestran arrasadas por las llamas. Pequeñas diferencias acontecen también en lo estilístico, de modo que en líneas generales puede decirse que los ilustradores del segundo ejemplar avanzaron tímidamente hacia un mayor realismo. Basta comparar las dos representaciones del Tabernáculo en el desierto (fols. 58 y 69) que ocupan un folio entero. En ambas la tienda de la reunión (Ex 25, 8-9) es sugerida por un gran arco de medio punto, en lo que, a nuestro juicio, se sigue el modelo de Tabernáculo que nos proporcionan las Biblias castellanoriojano- leonesas de los siglos X al XIII, ya mencionadas anteriormente, si bien en los ejemplares navarros la estructura constructiva es mucho más pobre y simplificada. En la Biblia real (fol. 58) dentro del santuario figura el arca de la alianza y en pie ante ella aparece Moisés con su bastón en forma de Tau en la mano. En la segunda Biblia (fol. 69) el arca cobra un aspecto más real asemejándose al formato de arcón de madera rectangular con tapa plana y cierre de hierro de la época, apoyado en un basamento de arcadas. Frente a ella se sitúa Moisés en actitud de postración, venerándola. Además la visión del Tabernáculo se ha enriquecido con la presencia de un altar en forma de mesa rectangular apoyado en un soporte columnario. Finalmente se ha añadido arriba, a la derecha, la figura de Yaveh claramente identificable por el nimbo crucífero que aparece entre nubes, símbolo de la presencia de Dios en el Tabernáculo. Esta nube se encuentra también en los tres ejemplares altomedievales hispanos, pero el ilustrador de la segunda Biblia de Pamplona, en aras de un mayor realismo, ha querido visualizar la efigie de Yaveh, que testimonia la presencia divina que aquéllas solamente evocan. Este tipo de retoques se encuentran en otros manuscritos navarros contemporáneos, como en el Beato que hemos estudiado, donde también, por ejemplo, en la miniatura que ilustra “el silencio en el cielo” (fol. 85v), el miniaturista añadió al esquema del modelo o modelos sobre los que trabajó, las representaciones de cuatro personajes de medio cuerpo nimbados que mandan guardar silencio al taparse la boca con los dedos de la mano. Se hacía así mas evidente el silencio en el cielo, con un realismo iconográfico que ningún otro Comentario de Beato ha sabido figurar (SILVA Y VERÁSTEGUI, 2007) En ocasiones observamos una transformación total en las imágenes con respecto al modelo, que nos lleva a pensar en un claro objetivo encomendado a sus ilustradores. Un ejemplo elocuente nos lo proporciona la escena que representa los sacrificios de Salomón en la dedicación del Templo, inspirados en el relato de III Reyes, 8, 5. En la Biblia de Sancho esta escena ocupa la mitad de un folio (fol. 104) y el episodio se encuentra completamente descontextualizado, de modo que sobre el fondo liso del pergamino destaca la efigie del rey degollando con su espada a una oveja mientras otras reses han sido ya sacrificadas o van a serlo. El tema ha cobrado una gran relevancia en la segunda Biblia al haberle sido reservada una página entera (fol. 121). Una lectura más atenta del texto ha podido llevar al ilustrador a situar ahora la escena en el interior del Templo de Salomón, figurado con un gran arco construido con dovelas alternadas de color, sobremontado por edificaciones torreadas que nos recuerda de nuevo las ilustraciones que las Biblias hispanas del siglo X, XII y principios del XIII mencionadas dedican al mismo pasaje bíblico (Biblia de Valeránica, fol. 123; Biblia de León, fol. 146; Biblia de San Millán de la Cogolla, fol. 193v; SILVA Y VERÁSTEGUI, 1999). La alusión al Templo de Jerusalén se enfatiza también por la presencia de un altar en forma de tau, con el ara vista desde arriba. Debajo figura la inmolación de las víctimas: Salomón degüella en el medio un buey y otros dos personajes a cada lado, que representan al pueblo de Israel, sacrifican a dos ovejas. Las Biblias hispanas, mucho mas prolijas en la descripción de los objetos destinados al culto al haber incluido, además del altar, el arca de la alianza custodiada por dos serafines y el ménorah judío (Biblia de San Millán), enfatizan, en cambio, otro momento de la fiesta de la dedicación, la larga plegaria que en esta ocasión dirigió el sabio soberano. Pese a estas diferencias es evidente que la imagen de la Dedicación del Templo en la segunda Biblia de Pamplona enlaza con la tradición ilustrativa de las Biblias castellano-leonesa-riojana. El Antiguo Testamento concluye, como en la Biblia de Sancho, con los retratos de los Profetas Menores que se distribuyen de dos en dos por folio y que, como en aquélla, resulta una serie algo monótona ya que aparecen todos ellos sentados, en actitudes más o menos parecidas y con el mismo atributo, un bastón en forma de tau en la mano. Sólo la ayuda del texto y las inscripciones permiten su identificación (fols. 174-176v). En la Biblia que comentamos se omite además el grupo de tres personajes -que simbolizan el pueblo de Israel- y que aparecen en el códice regio, al que cada uno de los Profetas se dirige. El comienzo del Nuevo Testamento sigue casi al pie de la letra el modelo, con la presentación de las Genealogías de Cristo que se inician, de acuerdo con el texto de Mateo, con Abrahán (fols. 177-185). Es posible que falten estos primeros folios en la Biblia real que actualmente inicia la serie con David. Se representa a continuación el Nacimiento de la Virgen (fol. 187) que ahora ocupa la página entera y ha sido realzado por un gran arco de medio punto que sugiere el interior de una habitación, proporcionándonos una imagen mucho mas bella que la de la Biblia primera. La inscripción “Anna” situada en las patas de la cama identifica a la madre de la Virgen. El ciclo de la Vida de Infancia repite las mismas escenas con alguna variante poco significativa desde el punto de vista iconográfico. Ya hemos hecho alusión también a alguna corrección, como la que hemos observado en la escena del Nacimiento de Cristo, al situar a San José a los pies de la cama donde se encuentra la Virgen, a quien atiende ahora, además, una partera, como se solía representar en la Edad Media con frecuencia. Y en líneas generales puede percibirse un ligero avance hacia un mayor realismo, como se advierte por ejemplo en el Viaje de María y José hacia Belén (fol. 188). Así el esquema de una simple puerta de ciudad de la ilustración de la Biblia real (fol. 167v) ha sido sustituido en nuestro ejemplar por la versión mas realista de la ciudad amurallada, tan habitual en las representaciones artísticas medievales. En ocasiones, se corrigió, en aras de una mayor claridad expositiva, la colocación en página de las escenas representadas. Puede servirnos de ejemplo la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro, que en ambos manuscritos tuvo gran despliegue con cuatro secuencias. Sin embargo, en la Biblia regia la primera escena, el banquete de Epulón mientras a Lázaro le lamen sus pies unos perros (fol. 178v) y la última, Lázaro en el seno de Abrahán y Epulón en el infierno (fol. 179v), comparten folio con otros episodios de la Vida Pública de Cristo, lo que dificulta su lectura. Nos satisface mucho más la disposición de la segunda Biblia (fols. 200, 200v) en la que las cuatro escenas se dispusieron en dos folios. En el ciclo de la Pasión se dio también mayor realce a algunas escenas que ocupan ahora toda la página, como la Entrada de Cristo en Jerusalén (fol. 202), la Última Cena (fol. 203) y el Prendimiento (fol. 204), mientras otras han quedado reducidas a la mitad, como la Flagelación (fol. 207) y el Camino del Calvario con la Cruz a cuestas (fol. 207v). Se ha omitido además la espléndida imagen del Calvario con los dos ladrones que hemos mencionado, y del Calvario solo se conserva la lanzada en el costado (fol. 208), de la que, ignoramos por qué razones, se ha excluido además el grupo integrado por la Virgen y San Juan y otras mujeres que aquí suple un único soldado.. Tampoco figuran el descendimiento de la Cruz y el Entierro de Cristo. El ciclo de la Glorificación es también mucho mas reducido concluyendo con la Ascensión de Cristo en la que María aparece coronada (fol. 212v). En cambio se omiten todas las escenas que en la Biblia de Sancho se dedican su muerte y entierro. Como en la Biblia real el ciclo relativo a las Vidas de los Santos se inicia también con una bella representación del Arcángel San Miguel alanceando al dragón, pero esta vez viste túnica larga hasta los pies (fol. 213) en lugar del traje militar. Sigue a continuación el martirio de San Juan Evangelista (fol. 213v) introducido en una caldera de aceite hirviendo, la preparación de su sepultura por parte de sus discípulos, y su entierro (fol. 214) y sepulcro (fol. 214v). En la vida de San Juan Bautista se ha añadido su Nacimiento, que no figura, en cambio, en la Biblia de Sancho. Los martirios de los demás apóstoles presentan gran parecido con los de la primera Biblia, si bien la mayoría de ellos figuran dos en cada folio mientras que se han resaltado en la Biblia primera los de los apóstoles Pedro (fol. 206v), Pablo (fol. 207), Andrés (fol. 208v) y Bartolomé (fol. 210) que ocupan una página. Esta parte, como ya observó F. Bucher, es la más descuidada en este ejemplar, pues quizá la prisa por terminar el códice ocasionó algunas equivocaciones y repeticiones (BUCHER, 1970). A las mencionadas por el autor podemos añadir además a título de ejemplo, la confusión en el martirio de los santos Acisclo y Victoria (fol. 239), de la mártir, representada en la imagen por error por un varón barbado. Un mayor énfasis se ha puesto en este ejemplar en el santoral femenino, entre los que se encuentran algunos de los más antiguos ciclos narrativos conocidos en Occidente de algunas santas. M. E. Carrasco llamó la atención respecto del dedicado a Santa Águeda cuya passio es narrada en seis episodios que se distribuyen en tres páginas (CARRASCO, 1985). En la primera escena la santa es traída ante la presencia de Quintiano (fol. 247v) y abajo un verdugo le corta un pecho (fol. 247v). Sigue a continuación su curación por un apóstol de Cristo, San Pedro, mientras en la escena inferior es de nuevo torturada ahora por el fuego, ante Quintiano (fol. 248). Finalmente la santa encarcelada eleva al cielo su plegaria y abajo muere rezando (fol. 248v). Varias escenas se dedican también a las pasiones de Santa Inés (fols. 249- 250v) y de Santa Cecilia (fols. 251-253), cuyo amplio ciclo narrado en nueve episodios rebasa con creces la única escena que se le ha otorgado en la Biblia de Sancho (fol. 233). De gran interés iconográfico es la imposición de las respectivas coronas por un ángel a la santa y a San Valeriano. Otro tanto ocurre con la passio de Santa Eulalia, enormemente ampliado en esta Biblia a siete episodios (fols. 253-254v) y con la de Santa Leocadia a cuatro (fols. 255-255v). Pero el ciclo mas desarrollado es el de Santa Lucía, que se inicia con la visita de la santa al sepulcro de Santa Águeda (fol.256) y la aparición de ésta a aquélla en sueños (fol. 256v) y continúa a lo largo de doce episodios que culminan con el martirio (fol. 258v). Las páginas finales concluyen, como en la Biblia de Sancho, con la temática apocalíptica. Ésta incluye una página introductoria en la que figura la Sibila (fol. 267), vestida con túnica larga hasta los pies, y cubiertos sus brazos y manos con mangas largas que se alzan hacia arriba. Con la mirada hacia el Emperador que aparece a la izquierda sentado, anuncia el fin del mundo. Se presenta inmediatamente después al Anticristo (fol. 267v), una figura monumental que ocupa el folio entero rodeado de sus seguidores de los que sólo se han representado las cabezas confinadas en los márgenes laterales. Dos personajes arrodillados ante él le adoran. En la página de al lado dos caballeros coronados, Gog y Magog (fol.268), se levantan desde el Norte acompañados por cuatro guerreros. El ilustrador ha mejorado sensiblemente la disposición en página de las escenas representadas en la Biblia real, dando unidad a los episodios. Así la confusa y abigarrada escena del enfrentamiento de ejércitos que ocupa un solo folio en aquélla ha sido ampliada a dos páginas en el nuevo ejemplar (fols. 268v-269), haciéndose mas evidente la alusión a la gran persecución que se levantará en aquéllos días como no la hubo jamás. También es mucho más elocuente la distribución de las siguientes escenas, la matanza de Elías y Henoc por parte del Anticristo (fol. 269v) y la muerte del Anticristo a manos del arcángel San Miguel (fol.270), que aquí figuran al lado, obteniéndose, al abrir el libro por ambas páginas, una imagen contrastada que enfatiza la victoria definitiva sobre aquél. El ciclo termina con una inédita imagen del cielo, representado por un círculo de color azul opaco en el que aparece un gran sol oscurecido, una luna roja llena y unas cuantas estrellas caídas, alusivas a los acontecimientos cósmicos que sobrevendrán al final de los tiempos (fol. 270v). La resurrección de los muertos que acompaña al toque de las trompetas por los ángeles, el infierno representado por una cavidad de la que afloran llamas y agrupa a una multitud de pecadores que se apiñan entre diablos, y el Cielo figurado, como en la Biblia real, por el Seno de Abrahán son las ultimas ilustraciones que culminan el códice.
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