Identificador
33327_01_004
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Yayoi Kawamura
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
Localidad
Sales
Municipio
Colunga
País
España
Edificio (Relación)
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Descripción
AFINALES DEL SIGLO XIX, en la obra Asturias, dirigida por F. Canella y O. Bellmunt, se hacía referencia a la existencia en la iglesia parroquial de San Pedro de Sales, pequeña aldea situada a 2 km de distancia de la villa de Colunga y a 60 km de Oviedo, de “una cruz de madera revestida de cobre sobre dorado”. Poco después, en 1928, A. de Llano y Roza de Ampudia, ya no encontró la mencionada cruz en la iglesia, dándose desde entonces por desaparecida como muchas otras piezas del patrimonio asturiano, hasta que hace unos pocos años Y. Kawamura la localizó “en una colección particular en Asturias, no lejos de su origen y en correcto estado de conservación”. Apunta esta autora que aunque la cruz se documenta por primera vez en la iglesia de Sales, no debió de ser este su emplazamiento original, ya que dicha iglesia corresponde a una fundación del siglo XVIII, por lo que pudo pertenecer en origen a la iglesia de la cercana aldea de Lúe, de fundación románica. Se trata de una pieza pequeña (40,5 x 26 cm), en forma de cruz latina de brazos rectos con las terminaciones ensanchadas. El alma de madera se encuentra cubierta de placas de cobre dorado, con toda su superficie grabada con finos motivos florales y coloreada con esmaltes de vivos colores en amarillo, rojo, azul, verde, ocre y blanco, siguiendo modelos y técnicas muy difundidos en el mundo románico, en el que combinado distintos materiales y técnicas las artes suntuarias alcanzaron un gran protagonismo como reflejo del poder y triunfo de la Iglesia. El anverso de la pieza, con el Crucificado en el centro, es la parte peor conservada de obra; toda su superficie, en la que se engarzan piedras redondas de distintos tamaños, aparece grabada con finas tetrapétalas, a excepción de los extremos de los brazos de la cruz, donde parece haber perdido las representaciones figurativas que normalmente presentan este tipo de piezas, tal y como puede verse en la que perteneció al templo románico de San Salvador de Fuentes (Villaviciosa) y que hoy se conserva en el Metropolitam Museum de Nueva York y en otras de los museos Arqueológico Nacional y Lázaro Galdeano de Madrid y de San Marcos de León, en las que se representan las figuras de la Virgen, los Apóstoles, el Tetramorfos, Adán y ángeles. Presidiendo la pieza, en el centro de la misma, se sitúa la solemne imagen del Crucificado, que adopta el esquema característico del románico al presentarse en Majestad, unido a la cruz por medio de cuatro clavos, totalmente hierático, frontal y sin atisbo alguno de movimiento ni expresión de dolor. Es el Cristo triunfante, vivo y testado con regia corona, los brazos en posición horizontal, y los pies, insinuados por líneas muy finas, separados y apoyados sobre un escabel con el se funden en una sola pieza. La anatomía, muy esquematizada, aparece casi sin definir, sólo insinuada por finas incisiones poco profundas con las que de manera sintética tratan de emularse el torso y la barba. El paño de pureza que le cubre hasta las rodillas, destaca a los ojos del espectador por el rico colorido turquesa de los esmaltes, aplicados según Y. Kawamura con la técnica a pincel, con los que de manera ingenua pero efectista se representan los plegados. Responde esta imagen a una iconografía de la Redención característica del estilo, que en Asturias cuenta con algunos destacados ejemplos, como la cruz procesional de plata de San Salvador de Fuentes (Villaviciosa), antes mencionada, o la desaparecida de Manzaneda (Gozón), que a juzgar por las fotografías que se conservan debió de seguir un modelo similar al que aquí se presenta. Fuera de Asturias las piezas que presentan similitudes con la comentada por iconografía y técnica son muy numerosas, sirvan de muestra las conservadas en el Museo de los Caminos de Astorga procedentes de las localidades de Casaio y Robledo de Valdeorras, en Orense, y las pertenecientes la colección del Museo Lázaro Galdeano de Madrid, piezas que, al igual que la que nos ocupa, se relacionan con las características y técnicas difundidas desde los talleres franceses de Limoges. El reverso, troquelado con tetrapétalas en toda su superficie, destaca por la riqueza de los esmaltes que colorean las figuraciones grabadas sobre las placas de cobre. En el medallón central aparece la imagen de Pantocrátor que, siguiendo la iconografía tradicional, aparece ataviado con túnica azul y nimbo crucífero en tonos amarillos y verdes; con la mano izquierda sujeta el libro, coloreado en rojo, mientras que con la derecha bendice. Acompañando a la imagen de Cristo en Majestad, y dando así forma a la visión apocalíptica de la Teofanía, en los extremos de la cruz aparecen los cuatro evangelistas como Tetramorfos (no se conserva la imagen de San Marcos), siguiendo también modelos iconográficos muy conocidos. Están estas imágenes ejecutadas con mayor cuidado y naturalidad que el Crucificado del anverso, con formas elegantes y delicadas, según puede apreciarse en las alas y en los suaves escorzos con los que insinúan el movimiento. Completan la decoración de la cruz cinco placas romboidales decoradas con estrellas y coloreadas en azul turquesa que se sitúan en los brazos. La utilización de los esmaltes, técnica conocida ya en Asturias durante el prerrománico, como demuestran las magníficas cruces de la Cámara Santa, alcanzó gran protagonismo desde finales del siglo XII y sobre todo en el siglo XIII, cuando piezas procedentes de los famosos talleres de Limoges consiguieron sus más altas cotas de popularidad, difundiéndose sus obras por toda Europa y muy especialmente a lo largo de la ruta de peregrinación jacobea a través del comercio y de talleres itinerantes que se trasladaban donde había trabajo, como el instalado en Santo Domingo de Silos, uno de los mejores talleres de orfebrería del ámbito hispánico. La Cruz de Sales ha sido fechada por Y. Kawamura en el siglo XII atendiendo a las características del crucificado, ya que en piezas más avanzadas las figuras muestran una mayor insinuación de movimiento al superponer ligeramente una pierna sobre otra.