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Restos de la muralla del alcazarejo junto al monasterio de San Benito el Real

Identificador
47000_0069
Tipo
Fecha
Cobertura
41º 39' 14.22'' , -4º 43' 46.15''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Real Alcázar. Monasterio de San Benito el Real

Localidad
Valladolid
Municipio
Valladolid
Provincia
Valladolid
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
EL MONASTERIO DE SAN BENITO EL REAL está situado hacia el Oeste del centro de la ciudad, muy cerca de la orilla izquierda del río Pisuerga. Desde la Plaza de la Rinconada, entrando en la Calle de San Benito, nos encontramos con la portada principal del templo y con la extensa fachada barroca de las dependencias monásticas. Hacia el Sur linda con la Plaza de Poniente, siguiendo sus muros al Norte por la Calle Jorge Guillén y regresando por la de la Encarnación y la de San Benito hasta la fachada principal. Desde que el rey Alfonso VI reconquistara Toledo en el año 1085, la pequeña aldea de Valladolid, regida en un principio por el conde Pero Ansúrez, había comenzado a convertirse en una villa de gran importancia política y económica, a causa sobre todo de su privilegiada situación geográfica. Se encontraba ubicada en el centro de la principal monarquía cristiana del occidente español, la cual ahora estaba limitada al Sur por el río Tajo. Alfonso VII (1126- 1157) ya instaló su Corte en esta villa repetidas veces, pero a su muerte vuelven a separarse los reinos de Castilla y de León. Todavía habrá que esperar setenta y tres años para que las dos monarquías se unan definitivamente, esta vez bajo el cetro de Fernando III el Santo, el que conquistó Sevilla. A mediados del siglo XII y como consecuencia de las luchas que se sucedieron en este interregno, debió construirse el Real Alcázar de Valladolid, comenzando sus obras por el llamado "Alcázar viejo" o "Alcazarejo". Durante la primera mitad del siglo XII, según Villanueva, se erigió el "alcazarejo" vallisoletano, dentro del plan defensivo ideado por Alfonso VII y Alfonso VIII en relación con los problemas fronterizos entre los reinos de Castilla y León. Así lo pusieron de manifiesto las excavaciones, descartando la raigambre musulmana que popularmente se atribuía a la fortificación. En torno a ella se asentó la población judía, como correspondía a quienes estaban sujetos directamente al rey. Sin embargo, como señala Rucquoi, en el siglo XIII el edificio, "que protege el ángulo suroeste de la primera cerca", ya no es la residencia de los reyes, que ocupan un nuevo palacio junto a la iglesia de La Magdalena. La fortaleza era sólo un almacén de tributos en especie (denominado "alcazarejo"), que a su vez quedaba incluido en el complejo defensivo, llamado "Alcázar Real". Este se extendía desde San Julián hasta el río y desde puerta de hierro hasta la capilla de los Fuensaldaña. En el conocido manuscrito de fray Mancio de Torres se describen las lindes con todo detalle, así como el alcazarejo. Este autor situaba el edificio, en el lado Sur del recinto –donde efectivamente, las excavaciones de 1993 seguían hallando cimientos–, que se rodeaba exteriormente con cubos, foso y barbacana; la construcción principal contaba con dos patios, bodega, graneros, capilla y otras dependencias. Sus cuatro lienzos se reforzaban con ocho cubos. Sangrador refiere como Enrique II, para reparar la afrenta de haber destruido 2 monasterios en la guerra contra su hermano Pedro I, encargó a su hijo una fundación piadosa. Por eso Juan I fundaría un convento. En la documentación, sin embargo, afirma el rey que lo hace para agradecer sus bienes a Dios. Así encargó a su capellán Sancho Martínez los trámites, dejando claro su deseo de que frailes "prietos" (benedictinos) de "estrecha observancia", poblasen un convento, que se asentaría en el alcazarejo que a tal efecto les donó en 1390. Aunque la bula de Clemente VII (1389) autorizó a edificar un monasterio con iglesia, los primeros frailes se ubicaron en el edificio sin acondicionar, usando para sus rezos la capilla, y modificándolo mínimamente. Bajo la advocación de San Benito creció la comunidad, ejemplar por su estricta clausura, que le atrajo numerosas donaciones. En las obras sucesivas modificaron el alcazarejo y construyeron la capilla de los Fuensaldaña. En 1499 iniciaron la construcción de una nueva iglesia: el auge del convento, abanderado de la reforma de la Orden y "Casa Madre", así lo exigía. Castán detalla la participación de arquitectos como Arandia, Olave y Hontañón. Fueron las trazas de Juan del Ribero las que guiaron la planta del nuevo edificio construido en el XVI, tras terraplenar las construcciones medievales del ángulo Sureste. La próspera vida de la institución dio origen al colegio de Infantes esclavos de Nuestra Señora, hasta 1702 ubicado en el alcazarejo, que entonces derriba para elevar la hospedería. Con la supresión por José Napoleón de las órdenes religiosas (1809), la congregación se dispersó, sus edificios alojaron a las tropas y sus losas pavimentaron calles céntricas... Durante el siglo XIX los vaivenes políticos no permitieron una reinstalación definitiva de los monjes, aunque se reabrió el templo, despojado de sus valiosísimas obras de arte, algunas de las cuales se conservan en el Museo nacional de Escultura de la ciudad. en la actualidad existe una comunidad de carmelitas y la iglesia que hoy es parroquia, fue declarada Monumento Histórico Artístico Nacional en 1931. EL REAL ALCÁZAR Estuvo situado el Real Alcázar de Valladolid en el mismo lugar que hoy ocupa el monasterio de San Benito, en el ángulo Noroeste de la población, sobre un elevado promontorio protegido por la confluencia de los ríos Pisuerga y Esgueva, y abrazado por los extremos de la muralla de la villa. Se calcula que su superficie total era de unos 14.000 metros cuadrados. Su estratégica posición permitía controlar el único puente que salvaba el Pisuerga en dirección a Simancas y a Cabezón. Como edificación militar, sus orígenes podrían remontarse al periodo de ocupación árabe, pero no poseemos datos que permitan demostrarlo. En rigor, su decoración interna entrarían dentro de los parámetros del estilo románico de mediados del siglo XII. Fray Mancio de Torres (h. 1548-1631) describió el Real Alcázar a comienzos del siglo XVII. Hemos de remitirnos, pues, a sus escritos, si queremos subsanar la escasez de fuentes documentales que podrían arrojar alguna luz sobre la estructura del edificio. El recinto exterior de la fortaleza, de doble muralla, mostraba planta cuadrangular y abarcaba más o menos el mismo espacio que hoy ocupa el monasterio con sus claustros, a excepción de la Iglesia de fines del siglo XV (1499-1515), cuyo solar estaba entonces atravesado por una calle que iba desde la Plaza de la Rinconada hasta la desaparecida Parroquia de San Julián, situada al otro lado de la Calle de la Encarnación. Cinco cubos protegían cada lienzo del muro externo. El límite occidental lo marcaba el Pisuerga. Al mediodía corría el río Esgueva, bajo el puente de la Rinconada. La puerta principal del Alcázar, denominada "Puerta de Hierro" y más tarde "Puerta Real", se encontraba más o menos en el mismo lugar que hoy ocupa la portada de factura herreriana que da acceso a las dependencias monásticas. Es de suponer que estaría protegida por dos fuertes cubos almenados. Para entrar en ella era necesario cruzar el puente levadizo que salvaba el foso desde la barrera externa. Hacia el Pisuerga se extendía el barrio de Reoyo, atravesado por dos calles paralelas a la barrera exterior. Este espacio se convertirá en la Huerta del futuro Convento benedictino. Más allá, en el lugar que ocupa el actual Paseo de Isabel la Católica, se encontraba la ronda occidental de la villa. Hacia el río había una extensión de terreno conocida como Los Barreros, pues es donde se obtenía barro para la fabricación de adobes. Se organizaba el interior del Real Alcázar en torno a dos patios, separados por una crujía central que daba cobijo a bodegas y graneros. El patio septentrional albergaba en su ángulo Noreste la Capilla Real, dedicada a San Ildefonso, que estuvo situada en el lugar que ocupa la Sacristía actual. El resto de la panda, hacia el antiguo Convento de San Agustín, estaba ocupada por las Caballerizas. Entre estas y la mencionada Capilla había un zaguán que comunicaba el patio con la puerta septentrional del Alcázar. Relataba Antolínez que esa "puerta principal" estaba "en frente de San Julián...por donde se va al Señor San Agustín. Allí se ve un arco cerrado en la muralla, que fue donde estuvo la dicha puerta. En ella recibió el Obispo a los primeros religiosos cuando les entregó el Alcázar, que era la Capilla Real de él". Al parecer, fuera de este lienzo septentrional de la barrera externa había dos torres albarranas defensivas. Los restos de una de ellas, que estaba pegada a la Iglesia prerrománica de San Julián, subsistieron hasta el siglo XIX. Estaban distribuidos los aposentos regios y las cocinas en la panda Sur del patio meridional, que debía tener dos alturas. Al Sur de la Puerta de Hierro y en la crujía que llegaba hasta el cauce del Esgueva, ocupaba el ángulo Sureste de los Alcázares un edificio rectangular, formado por la Gran Sala de Armas y los Baños Reales. Ambas salas estuvieron reservadas para uso del Monarca, siendo conocidas con el nombre genérico de "Palacio Real". Fue una sala de la segunda planta la que sirvió como almacén de las armas pertenecientes a la villa. En el ángulo Suroeste del recinto se levantaba un fuerte torreón de planta cuadrada, con cubos en sus esquinas y en el centro de cada muro, protegido con foso y barrera. Era el llamado "Alcazarejo". Se accedía a su interior desde el Este, una vez dentro del mismo Alcázar mayor. El "Alcazarejo", de función claramente militar, era con toda seguridad el núcleo inicial y más antiguo de los Reales Alcázares. Debió ser construido poco después de 1157, año en que comenzaron las disputas territoriales entre León y Castilla. Entre él y la Sala de Armas había un ameno jardín "con diversidad de flores, higueras y naranjos". Ya en 1617 fue habilitado el viejo "Alcazarejo" como Colegio de los Niños Infantes Esclavos de Nuestra Señora, pero será demolido entre 1747 a 1757 por Fray Juan de Ascondo, para extender en su solar el nuevo Patio de la Hospedería. Aún quedaban restos de los muros del Alcazarejo a mediados del siglo XIX. Juan I de Trastámara (1379-1390) donó el "Alcázar viejo" y el "Alcazarejo" a los monjes negros en 1388, cuando decidió fundar el monasterio de San Benito. La antigua fortaleza permanecía abandonada desde hacía varias décadas (Sandoval, 1610, fol. 77v). Por esta razón le pareció perfecta al soberano para instalar entre sus muros una comunidad religiosa de clausura y rígida observancia. Para él este detalle era muy importante, habida cuenta de la desastrosa situación que atravesaba la Iglesia Católica, sumida en el Cisma a causa de sus grandes errores y como consecuencia de la relajación de sus dirigentes y del bajo clero. De este modo, el monasterio de San Benito de Valladolid se constituyó en la cabeza promotora de la reforma benedictina en la Península Ibérica. No tardaron, primero el Alcazarejo y después el Alcázar mayor, en ser acondicionados para acoger a sus nuevos habitantes. Las estancias del Alcazarejo trocaron su primitiva función cortesana por la conventual, pasando a servir como sala capitular, refectorio,...etc. Así, el 24 de enero de 1389, Juan I dirigió una carta a Diego Rodríguez, merino de Valladolid, con orden de que entregase al capellán real y abad de Cabañas Sancho Martínez "la huerta que está detrás del Alcazarejo...para que la labre y repare para provisión de los monjes que estaban en el Alcazarejo, y que desembaraze la bodega del Alcazarejo, para poner la provisión del vino de los monjes". El 8 de septiembre, estando la Corte en Segovia, firmó el Monarca otra orden para que el mismo Sancho Martínez, abad de Cabañas, recibiese "la llave de la puerta de los baños cerca del Alcázar. . . para entrar y salir por ella a proveer algunos monjes que mandó poner en el Alcázar, y para que pudiesen entrar a cantar algunos capellanes en la Capilla del Alcazarejo". Mientras tanto comenzaban las obras para adaptar el Alcázar Mayor a su nueva función. Como templo monástico sirvió la Capilla Real de San Ildefonso, a la que se unió la nave antes ocupada por las Caballerizas Reales. El patio principal fue convertido en claustro y cementerio, con la citada Iglesia al Norte y las bodegas y granero en su panda meridional. Ocupó su segunda altura el Dormitorio de los monjes. El segundo patio acogía un buen almacén de grano. La fachada de levante, al Norte de la Puerta de Hierro, quedó oculta tras la nueva Sala Capitular, otras bodegas, la taberna y la casa del tabernero, construidas entre las dos barreras del antiguo recinto fortificado, en el lugar ocupado actualmente por la nave occidental de la Iglesia de San Benito. Cuando se construya esta nueva Iglesia a comienzos del siglo XVI, la antigua Capilla Real de San Ildefonso pasará a ser utilizada como Sala Capitular. En la puerta principal se instalaron la Portería, con su zaguán, y el Locutorio. La Sacristía, las Cocinas y la Cillería se ubicaron al Sur de la Puerta de Hierro, habiendo sido construidas también entre el muro del Alcázar y la barrera exterior de protección. Al Sur de la Portería, en el espacio que quedaba entre la cerca y la Sala de Armas, se construyó una "sala para comer los treinta estudiantes pobres, que al principio comían a la parte occidental que llamaban Reoyo". Firmó la Bula fundacional el Papa Clemente VII en su Palacio de Aviñón, el 28 de diciembre de 1389. Algunos meses más tarde, el 21 de septiembre de 1390, expidió don Juan I en Turégano una Carta de Privilegio, confirmando a los monjes la cesión del Real Alcázar y otorgándoles amplias posesiones y rentas para su mantenimiento. Fue su primer Prior Fray Antonio de Ceínos, que hasta entonces había sido Prior del monasterio de San Salvador de Nogal, filial de la gran Abadía de Sahagún. Catorce monjes de la misma procedencia compusieron la primera comunidad, ampliada pronto a dieciocho monjes y cinco criados. El 27 de septiembre tuvo lugar la ceremonia de fundación en la Capilla del Alcázar vallisoletano, presidida por don Guillermo García Manrique, Obispo de Oviedo, como ejecutor de la Bula Pontificia. No pudo asistir el monarca, que fue re p resentado en la ceremonia por su confesor Fray Pedro Belorado. Estaban presentes los primeros monjes de la comunidad, presididos por el prior Fray Antonio de Ceínos. Al día siguiente se celebró una solemne procesión por las calles de la villa. Juan I murió el domingo 9 de octubre de 1390 en Alcalá de Henares, a consecuencia de una mala caída de caballo. Tenía 32 años de edad. Su hijo y sucesor Enrique III mantuvo el Real Patronato sobre el Cenobio. El prior Fray Antonio de Ceínos, por su parte, abandonó Valladolid en 1398, tras haber sido designado como nuevo abad del monasterio de Sahagún por el Papa Benedicto XIII. Fue sustituido en el Priorato de Valladolid por Fray Alonso de Madrigal (1399-1421). Desde comienzos del siglo XV se fueron derribando las vetustas construcciones románicas. Era necesario levantar unas nuevas dependencias monásticas que estuvieran en consonancia con el enorme poder adquirido por la fundación a la sombra de la protección regia. A partir de 1499 se convirtió en la cabeza de la Congregación de monasterios benedictinos reformados en España, relegando a un segundo plano al otrora poderoso monasterio benedictino de Sahagún. Llegan horas de decadencia en el siglo XVII, agravadas por la invasión napoleónica y por la absurda Desamortización de 1835. Al año siguiente comienzan las obras de fortificación para convertir el ex-monasterio de San Benito de Valladolid en Cuartel de Infantería y Artillería. Los alumnos del Equipo de Arqueología de la Escuela Taller de Rehabilitación de San Benito de Valladolid, realizaron una amplia campaña de excavaciones desde 1986 hasta 1990, al tiempo que tenían lugar las obras de restauración del monasterio. Estas obras fueron patrocinadas por el Excelentísimo Ayuntamiento de Valladolid, según acuerdo plenario fechado el 7 de diciembre de 1983. Afectaban principalmente al Patio de la Hospedería, pero el rastreo arqueológico se extendió a varios rincones del inmueble. Cuatro fueron las principales áreas de intervención: Sector I. Patio de los Novicios y Patio Principal o Patio Herreriano: Bodega, Sala de Paso, restos de la Escalera Principal y Refectorio. Se trata del lado occidental del antiguo Alcázar. Aparecieron en la Sala de Paso dos restos de la fortaleza medieval. El primero era "un resto constructivo de gran tamaño y forma irregular, con tendencia semicircular, que aparece embutido en la pared Oeste de cierre de la Bodega. A su difícil identificación contribuye el estar muy alterado, conservando sólo el relleno de mortero, al haber perdido el de sillarejo". El otro resto encontrado por los arqueólogos fue "una arquería de ladrillo, de la que se conservan tan sólo los arranques e intradoses de dos de los arcos, con cimentación de piedra, que en el caso del pilar central, es de sillería". En ambos casos se echaron a faltar sedimentos medievales, pues estos debieron desaparecer en las sucesivas reconstrucciones de este ala occidental. En el lugar que ocupó la desaparecida Escalera Principal del monasterio, apareció un muro de 5'5 m de largo por 2 de ancho, orientado de Norte a Sur, que seguramente perteneció al cierre occidental del segundo patio del Alcázar. Sector II. Patio de la Hospedería: Cuarto de Calderas, prolongación del Cuarto de Calderas, Cuarto de Transformadores y esquina Suroeste del Patio de la Hospedería. Aparecieron partes de los muros Norte, Este y Oeste del Alcazarejo. A la vista de lo encontrado, los directores de la excavación concluyeron que el Alcazarejo debió ser construido a mediados del siglo XII, como consecuencia de las luchas territoriales surgidas entre los Reinos de León y de Castilla tras la muerte en 1157 del rey Alfonso VII de Castilla y León. Al mismo tiempo se levantaría una nueva muralla mucho más sólida que la primitiva, con sus cubos y puertas, para proteger el perímetro de la villa. Terminada la excavación arqueológica, ha podido reconstruirse la planta de aquel antiguo Alcazarejo románico, que era efectivamente cuadrada, de 31 m de lado, con cuatro cubos circulares, de 5 m de diámetro cada uno, en sus extremos, y otros cuatro cubos semicirculares, de igual medida, situados cada uno en el centro su lienzo correspondiente. Los muros externos miden 2'5 m, son "de mampostería caliza, construidos según el sistema de dos paramentos externos de más cuidada factura, y relleno de calicostro con grandes piedras". Se descubrió también que el eje de la planta del Alcazarejo no coincide con el del Patio de la Hospedería, pues presenta una desviación de unos 20 grados hacia el Este con respecto al mencionado Patio. – Lado Este del Alcazarejo: Bajo el Cuarto de Calderas se encontró "un muro que conserva 2'10 m de altura, correspondiente al paramento Oeste de la torre, de orientación NE-SO, y adosado a uno de sus extremos un cubo de esquina, que debe identificarse con el ángulo SO del Alcazarejo". – Lado Norte del Alcazarejo: Profundizando en el Patio de la Hospedería apareció "otro muro similar, éste de 3'30 m de altura y orientación E-O, que presenta un cubo medianero". – Lado Oeste del Alcazarejo: Fue excavada el área de la Escalera de la Hospedería, donde se halló un lienzo del Alcazarejo de 3'50 m de alto y orientado en dirección NESO, el cual "corresponde al paramento Este, y como los anteriores presenta un cubo". Se hallaron otros muros, dispuestos en dirección NOSO, paralelos entre sí y alineados con los muros Este y Oeste del Alcazarejo. Se trataría de paredes divisorias de los aposentos interiores del edificio. Fuera el recinto del Alcazarejo aparecieron restos de muros que posiblemente formaron parte de la barrera exterior o "barbacana" protectora de dicho Alcazarejo. En el Cuarto de Calderas y en el Cuarto de Transformadores se encontró "un gran muro de 1'80 m de anchura que conserva al menos 3'30 m de alzado y del que se exhumó una extensión de 13'5 m. Su disposición paralela al lienzo oriental de la torre, así como su clara adscripción medieval, nos lleva a suponer que se trata de una primera línea fortificada". En el área de la Escalera de la Hospedería, al Este del Alcazarejo, encontraron los excavadores "un marcado talud paralelo a la pared Este del Alcázar. Con 5'5 m de longitud y una profundidad superior a los 2 m respecto a la base del cubo, pudiera corresponder al foso del Alcazarejo. En la parte más baja de éste, se dispone otro muro de similar orientación, con 1'60 m de anchura y 3'35 m de altura; de características y orientación similares al descrito en el Cuarto de Calderas y Cuarto de Transformadores, presenta, como aquel, una serie de perforaciones troncopiramidales, relacionables con el drenaje del edificio". Otros restos encontrados en este sector pueden fecharse en períodos anteriores a la fundación del monasterio. Se trata de restos cerámicos de cántaros, recipientes, cazuelas, que quizá fueron utilizados en las cocinas y en los almacenes. Su cronología ha sido determinada por los especialistas entre la segunda mitad del siglo XII y los primeros años del XIII. Sector III. Bodega de la Portería y Taller de Carpintería. Aparecieron algunos restos medievales. Bajo la Bodega de la Portería se halló "un gran muro de mampostería caliza del que parte un acusado talud identificable con el posible foso del castillo". Dicho talud estaba relleno con restos cerámicos del siglo XIV. En el Taller de Carpintería "hay dos grandes lienzos de muro dispuestos en ángulo agudo, que conservan una altura de más de tres metros. Por su envergadura y disposición han de relacionarse con estas construcciones de entrada al Alcázar", es decir, con el foso y las barreras. Sector IV. Capilla de los Condes de Fuensaldaña. Fue fundada en 1407 por el Obispo de Palencia don Sancho de Rojas –que más tarde fue Arzobispo de Toledo–, para rendir culto a la imagen de Nuestra Señora de las Angustias. Tenía planta cuadrada y estaba situada a los pies de la primitiva Iglesia conventual, en la esquina Noroeste del Convento. Más tarde paso el patronato a doña Inés de Guzmán, viuda del Contador Mayor de Juan II Alfonso Pérez de Vivero, Señor de Fuensaldaña (†1453), la cual hizo levantar en el mismo sitio una Capilla tardogótica de nueva planta para enterramiento de su difunto marido y para realzar el culto a la Virgen de las Angustias. Se trata de una imagen de piedra policromada, esculpida a comienzos del siglo XV, que hoy se guarda en el Museo Nacional de Escultura. El cantero palentino Juan Gómez Díaz dirigió desde 1453 las obras de la Capilla, que fue terminada en 1456. Consta de una nave cuadrada, con ábside poligonal de tres paños y seguramente estuvo cubierta con bóveda de terceletes. Felipe II distinguió a un sucesor de doña Inés, el sexto Vizconde de Altamira Juan Pérez de Vivero, con el título de Conde de Fuensaldaña, nombre con el que fue conocida la Capilla desde entonces. Este caballero, capitán de lanzas veterano de las guerras de Flandes, la hizo reconstruir hacia 1595. Durante el siglo XIX fue utilizada como cocina por el Ejército. En la actualidad se encuentra en ruinas y sumida en el abandono, aunque se trata del único resto medieval del conjunto monástico que permanece en pie. En esta zona aparecieron restos cerámicos del siglo XIV. Seguramente se trata de material arrojado al foso defensivo cuando este fue cegado, sobre todo al allanarse el terreno para construir la Capilla de don Sancho de Rojas. En las excavaciones del periodo1991-1994 se ha trabajado en el área del costado Sur del Alcazarejo, que permanecía oculto bajo la acera Norte de la Plaza de Poniente. Gracias a ello, ha sido exhumada la planta del Alcazarejo de mediados del siglo XII. Son visibles los arranques de los cubos de esquina y del cubo central. En el más occidental se aprecia un camino de ronda pavimentado con losas de piedra irregulares. Los muro s están construidos con aglomerado de cal, arena y piedras, según un sistema que los dotaba de gran dureza. Dentro del recinto puede apreciarse la base de un horno rectangular con resto de hollín. Además de restos de un alfarje mudéjar fechable hacia 1500, han aparecido restos cerámicos de los siglos XIII al XX. Especial mención merece el hallazgo de restos de búcaros portugueses, como los que estuvieron de moda en la Corte de Felipe III a comienzos del siglo XVII. También ha sido hallada casi intacta una espléndida vajilla talaverana de comienzos del siglo XVII, que perteneció al monasterio. Más interesante para nuestro trabajo es el hallazgo de un trozo de cornisa románica de piedra caliza en la Unidad Estratigráfica Relativa (UER) n.º 55, área de Prolongación Cuarto de Calderas (PCC). Había sido utilizada como losa en un pavimento y apareció fracturada por la mitad. Presenta una sección en nacela con una línea de imposta de entrelazo formada por tres baquetones triples. Ha aparecido un capitel de piedra caliza en un sedimento de escombros moderno, localizado en los terrenos de la Iglesia de San Agustín. Tiene base y remate recorridos con restos de sogueado. Las hojas de acanto del orden corintio, dispuestas en dos filas, aparecen muy estilizadas. Las más bajas aparecen talladas a bisel, con los nervios curvos laterales irradiando del central. La punta se prolonga hacia afuera. Cada una está rodeada por dos hojas que la envuelven por encima hasta unirse en un cogollo saliente y alargado en vertical. Junto a éstas se desarrollan otras hojas verticales talladas del mismo modo. Por su factura parece tratarse de un capitel mozárabe o prerrománico astur-leonés. Tal hallazgo supone un problema para los arqueólogos, pues pudo pertenecer a la Iglesia de San Julián o a la de San Pelayo, las más antiguas de Valladolid, ambas desaparecidas.