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Interior

Identificador
19011_05_044n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
40º 59' 18.57'' , -2º 27' 50.09''
Idioma
Autor
Ana Belén Fernández Martínez,Ezequiel Jimeno Martínez
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Ermita de San Bartolomé

Localidad
Villaverde del Ducado
Municipio
Alcolea del Pinar
Provincia
Guadalajara
Comunidad
Castilla-La Mancha
País
España
Descripción
ESTÁ ENCLAVADA en lo alto de un cerro, entre las poblaciones de Luzaga y Villaverde del Ducado, que siempre se han disputado su posesión. En la actualidad pertenece al término de Villaverde del Ducado. Originalmente este templo fue la iglesia de Campiello, un pequeño poblado hoy desaparecido y del que pueden observarse los restos esparcidos por las inmediaciones de la ermita. Es uno de los lugares más bellos donde pueda situarse un templo sagrado, rodeado de encinas, olmos y el arroyo Pradejón que discurre por sus veredas. Se trata de uno de los ejemplos mejor conservados de la provincia de románico rural alcarreño del siglo XIII. Su planta se aprecia en todo su esplendor desde cualquiera de los ángulos. Con una nave rectangular rematada con ábside semicircular y presbiterio de testero recto, no tiene espadaña a los pies, como era habitual en estas construcciones. Sin embargo, tiene el elemento significativo de poseer dos puertas de entrada que permitían el acceso a la iglesia de los vecinos de Villaverde y Luzaga, que compartían la liturgia. La portada de ingreso principal, orientada a poniente (algo inusual), es una sencilla puerta con arco de medio punto y dos arquivoltas, la exterior de arista y la interior de bocel y nacela, que apoyan sobre simples pilastras. La segunda portada, orientada hacia oriente, es por donde solían acceder los vecinos de Luzaga (actualmente se encuentra cegada) y consta también de un sencillo arco de medio punto, pero con una sola arquivolta. Al exterior la ermita presenta un juego de volúmenes en los que destaca la separación de la nave con respecto a la cabecera, compuesta de presbiterio y ábside semicircular. La fábrica se compone de mampostería en sus muros, con sillares en las esquinas y alero coronado con canecillos geométricos y de modillones. Se abren dos saeteras en el ábside en su lado norte y oriental que permiten la entrada de luz al interior. Interiormente presenta una sola nave de mayor altura que la cabecera, con techumbre de madera. La separación de la nave y la cabecera se resuelve con un paramento realizado en sillar en el que se abre un arco triunfal ligeramente apuntado y doblado. Remarca este arco triunfal una chambrana lisa moldurada que apoya sobre una cornisa y pilastras lisas. La cabecera se cubre con una bóveda de cañón en el presbiterio en el que un arco apuntado da paso a la bóveda de horno del ábside. Recorre toda la cabecera una línea de imposta por encima del vano central del ábside, rota solamente por el vano abierto en el muro oriental del presbiterio que otorga iluminación al interior. Acompaña el interior de la nave, por ambos lados, un banco corrido de piedra que concluye en el coro. A los pies de la ermita se encuentra el coro alto, de barandilla de madera, bajo el cual se encuentra la primitiva pila bautismal del templo de connotaciones románicas. La pila se encuentra al nivel del suelo y es de una sola pieza, con copa esférica, sin basa, y cuya superficie se encuentra decorada con una cruz templaria de cuatro brazos, rodeada por una línea ondulada que simboliza la forma de una serpiente. Tiene unas dimensiones similares a las de otras pilas bautismales, de 100 cm de diámetro y 66 cm de altura. La simbología de la serpiente es uno de los elementos más complejos de analizar dentro de la iconografía románica, puesto que su interpretación es muy variada. Lo que no cabe duda es que en simbología cristiana la serpiente representa las fuerzas del mal, el pecado y la tentación. Dentro de los templarios uno de los santos que más honraban era San Bartolomé, cuya advocación tiene esta ermita; se le identifica o representa con una serpiente, pues él fue desollado y desprotegido de su propia piel, como lo hace la serpiente cada temporada desligándose de su piel para renovarla. Ello nos lleva a la conclusión de que la representación de la serpiente como elemento iconográfico y decorativo en la superficie de la pila pueda deberse al simbolismo de la inmortalidad del hombre: la serpiente nunca muere, vuelve a revestirse una y otra vez. Por lo tanto el bautismo, uno de los sacramentos más importantes del cristianismo, quiere representar el nacimiento de un nuevo ser, y la inmortalidad del mismo.
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