Identificador
31000_0169
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Javier Martínez de Aguirre
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
Localidad
Moriones
Municipio
Ezprogui
Comunidad
Navarra
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Pamplona / Iruña
Municipio
Pamplona / Iruña
Provincia
Navarra
Comunidad
Navarra
País
España
Descripción
EL MUSEO DIOCESANO ocupa varias dependencias de la Catedral, situadas en torno al claustro gótico. Así, el espléndido refectorio del siglo XIV contiene principalmente obras de escultura y pintura, mientras que en la cillería se han concentrado los objetos suntuarios. Además, el Museo cuenta con varias estancias dedicadas a almacenar obras que por distintas circunstancias no se exponen. Fue inaugurado en 1960 gracias al interés y tenacidad del Vicario General, don Juan Ollo, quien logró poner en marcha una idea que arrancaba del siglo XIX. Integran sus fondos dos grupos de piezas: por un lado están las originarias de la propia catedral y por otro las procedentes de distintas localidades navarras, en muchos casos despobladas durante las últimas décadas, por lo cual era urgente preservar las obras artísticas más representativas y de interés ante eventuales robos y deterioros. La destrucción por vandalismo o ruina de muchos de los edificios religiosos emplazados en dichos lugares ha demostrado que el traslado de todas estas piezas al Museo Diocesano las ha salvado de la desaparición. Muy significativa resulta la colección de imágenes marianas de época medieval, dentro de las cuales se incluyen las correspondientes al periodo románico. La imagen mariana es la más representativa de la escultura exenta del románico, pudiéndose agrupar en dos tipos: la Virgen trono de la Sabiduría (Sedes Sapientiae) y otro más humanizado en su actitudes. En el primer grupo, María más que representar a la madre o mujer, es decir el concepto sensible de la maternidad, quiere expresar lo que esconde teológicamente, es decir, ser Madre de Cristo, el Verbo de Dios, lo cual también se extiende al Niño, que se desentiende de su carácter infantil, para profundizar en su esencia divina, la Segunda Persona de la Trinidad, encarnada para salvar al hombre. Lo humano se rinde, se oculta, se pone al servicio del mensaje cristiano de la Encarnación. Esto se consigue tanto por la posición de las figuras como por la expresión de los rostros. En efecto, son imágenes que se presentan rígidas en su disposición frontal, sin relación entre Madre e Hijo, hasta el punto que los brazos de María no rozan al Niño, se limitan a encuadrarlo. Por su parte lo rostros optan por expresar la idea, el misterio que encierran los personajes y por eso pueden producir lejanía, distancia, incluso ausencia. El prototipo de este grupo en Navarra, del que derivan numerosas tallas, lo forma la pareja de Santa María la Real de Pamplona y del Monasterio de Irache, cuya original hoy se venera en la parroquia de Dicastillo. Se fechan en el segundo tercio del siglo XII. También se da otro grupo de Sedes Sapientiae que no deriva de éstas, sino que constituyen los llamados “tipos rurales”. En relación con el tipo Pamplona-Irache se conservan en el Museo Diocesano tres tallas, que pertenecían a poblaciones cercanas a Pamplona, lo que explica su dependencia de la Virgen catedralicia. La relación se establece por la indumentaria de María y alcanza al número de prendas, así como a su disposición y peculiaridades del plegado, aunque no al recubrimiento, ya que las imágenes rurales sustituyen el vestido de plata por la policromía. 1- La Virgen de Zolina (85 x 31 x 26 cm) pertenecía a este pueblo del valle de Aranguren, situado al Noreste de la capital navarra de la que dista 8 km. Todavía se conserva la iglesia románica con su ábside semicircular (véase la correspondiente ficha), donde se veneraba hasta que fue trasladada al Museo Diocesano. Forman este grupo, además de esta talla, las de Izco, Ardanaz de Izaga, Yárnoz, Biurrun, Abárzuza, Leyún y la del Crucifijo de Puente la Reina. Al igual que el modelo, la Virgen de Zolina está sentada, con soluciones rígidas en su posición, los brazos extendidos dibujando un ángulo recto, y presentación completamente frontal, todo lo cual se aplica a la Madre y al Hijo. María carece de manos, ya que las añadidas fueron retiradas en la última restauración. Se prescinde de toda relación entre las dos personas. La misma rigidez se aprecia en la indumentaria, tratada de forma lineal y poco naturalista a base de pliegues rectos verticales en la caída de túnica y manto, junto con otros curvos en los brazos, zigzagueantes enmarcando la cara y ondulados en la zona de los hombros; también se aprecia el tableado propio de los modelos de los que deriva. Entre los pies se ven algunos plegados levemente superpuestos, indicativos de una cierta evolución a partir de las fórmulas del segundo tercio del siglo XII. Viste túnica, velo y manto, de forma que el manto cubre completamente los brazos. El Niño porta túnica y manto. De los atributos originales sólo se han conservado las coronas de la Virgen, con florones trebolados, y de Jesús, de aro. La policromía que luce corresponde al siglo XIX. Talla de mediana calidad, cabe situar su ejecución en la segunda mitad del siglo XII La imagen se restauró en 1993, momento que se aprovechó para restituir las piernas del Niño, que carecía de ellas, de acuerdo con un criterio discernible. 2- La Virgen de Yárnoz (70,5 x 31 x 27,5) pertenece a ese lugar distante de Pamplona 17 km en dirección sureste. De la primitiva iglesia medieval sólo queda un arco fajón a los pies. En esta localidad disfrutaron de bienes los Hospitalarios, ya que se tiene constancia de que en 1198 y 1255 adquirieron algunos collazos. La Virgen de Yárnoz repite el modelo ya conocido. Se trata otra vez de una imagen sedente, frontal, de expresión ausente para indicar la trascendencia que pretende trasmitir, que conserva íntegro el Niño, emplazado en el centro del regazo. Aunque de ejecución ingenua, la vestimenta pretende resaltar el sentido decorativo por la abundancia de pliegues tratados de forma paralela a base de ondas. Obedecen a dos principios: en los brazos de María se emplean plegados ovalados concéntricos, a manera de rollos; la misma disposición de superficies onduladas se repite en los laterales de Jesús. Se trata de una simplificación de los recursos utilizados en imágenes de mayor calidad, como la de Echálaz. Los plegados de las piernas de la Madre optan por la reiteración del esquema en lanceta invertida a partir de óvalos lisos en las rodillas, que posiblemente obedezcan a una esquematización de los protonoz. Junto al caserío de Eristain se mantiene la iglesia prerrománica reformada durante el románico tardío, como puede leerse en su ficha. Estaba presidida por la Virgen con el Niño (88 x 34 x 26) hasta que por seguridad fue trasladada al Museo Diocesano. 3- La Virgen de Eristain sigue las características de las tallas del grupo en cuanto a la vestimenta, que consta de túnica con ceñidor, velo de bordes lisos ajustados a la cabeza, sin dejar ver casi los cabellos; manto con fiador horizontal que cubre totalmente los brazos, para recogerse en su caída sobre las piernas. Por su parte, el Niño se viste con túnica igualmente con ceñidor y manto que oculta su brazo izquierdo y cae en diagonal sobre el pie contrario. La talla, aun en su sencillez y simplicidad, no está exenta de belleza, con algunos rasgos interesantes, como el plegado lateral en abanico de la parte inferior o la expresión del rostro en el que el escultor ha sabido imprimir equilibrio y armonía, sin claudicar de la idea de trascendencia, propia del románico. Otros elementos, como el plegado de los brazos, resultan más convencionales. Hay un cierto interés por ajustarse a la anatomía que cubren las vestiduras, concretamente (y además de lo ya señalado con respecto al velo) en las rodillas del Niño y de la Madre, que apenas generan pliegues por debajo. A la belleza de la imagen contribuye la policromía de plata corlada, un trabajo posterior, enriquecido en la orla con gemas y otros motivos geométricos pintados, y en el envés del manto con veros, representativos de los ricos forros de piel que llevaban las vestimentas lujosas medievales. En cambio, carece de la corona original. El trono se diseñó con brazos curvados, como sabemos que existieron en época prerrománica y románica. La Virgen de Eristain se fecha en el último tercio del siglo XII. La imagen se ha restaurado en 1994. 4- La Virgen de Osa, sedente con el Niño, cedida en 2005 por el Museo Diocesano a la parroquia de Gorraiz, traslado que propició su restauración, pertenecía al despoblado de Osa. El lugar de Osa, propiedad de la corona durante el siglo XII, quedó abandonado en 1950 y se localiza al Noreste de Pamplona, a una distancia de 33,5 km. Se trata de una imagen pequeña que no ha sido posible medir debido a su actual colocación. Constituye otro ejemplo del grupo Sedes Sapientiae, de tipo rural, que presenta a la Madre e Hijo en posición frontal, con éste centrado en el regazo, bendiciendo con la diestra y enmarcado por los brazos de María que describen un ángulo recto. La vestimenta de la Virgen consiste en túnica y manto que le sirve también de velo, con caída de pliegues verticales sobre las piernas con muy escasa variación, mientras que el atuendo del Niño, túnica y manto, recuerda a la toga romana. En la restauración se le ha repuesto a la madre la corona y los dedos que le faltaban, pero no el atributo del Niño. La policromía que hoy luce de estuco marmóreo es reciente. El concepto plenamente románico de la Virgen de Osa así como su parecido con la Virgen de Iriberri permiten situarla en el primer tercio del siglo XIII. 5- La píxide de Esparza de Galar. Dentro de las artes suntuarias de época románica que se conservan en el Museo Diocesano hay que citar la píxide de Esparza de Galar (11 x 6,5), una pieza de cobre dorado, grabado y esmaltado en champlevé. Este lugar, perteneciente a la Cuenca de Pamplona, se localiza a 8 km de la ciudad en dirección sur, y se tiene noticia de que en su término disfrutaron de bienes desde el siglo XII instituciones como la Catedral de Pamplona, la orden de San Juan de Jerusalén y la Colegiata de Roncesvalles, como se relata en la ficha correspondiente. La parroquia de Esparza, profundamente trasformada en el siglo XVI, conserva sin embargo el tramo de los pies del segundo tercio del siglo XII. La píxide presenta un cuerpo cilíndrico con tapa cónica que remata en bola y cruz plana. La decoración invade toda la superficie y en ella se combina el fondo predominante de esmalte azul con el trabajo a buril para marcar los perfiles y los motivos de ángeles enmarcados por grandes lóbulos y pequeñas flores esquemáticas. Pero lo característico de la pieza es el colorido que, aunque reducido, introduce alguna variedad, así sobre el fondo azulado del conjunto destaca el dorado del cobre de las figuras, con ligeros toques de rojo y blanco en los nimbos; el blanco, además, sirve para reservar mediante encintado la zona de los ángeles. A diferencia de otras piezas coetáneas, se prescinde de los relieves, frecuentemente empleados para las cabezas de los distintos personajes. En cuanto a la procedencia, autores como Juaristi o Biurrun la vincularon con talleres de Limoges, sin embargo hoy se acepta, como ya propusiera Hildburg, la existencia de maestros esmaltadores itinerantes en la península, autores de este tipo de piezas. En concreto el taller que facturó la píxide de Esparza, al parecer con escasos medios técnicos según delata la reducida gama cromática así como la rugosidad de la superficie esmaltada, se pudo inspirar en modelos cercanos a la corte de los Plantagenet. Aunque la píxide se ha relacionado con la arqueta eucarística de Fitero, un examen detenido de ambas lleva a rechazarlo por la mayor calidad de esta última. En los últimos trabajos se había retrasado la cronología (hacia 1200) que se venía dando a la píxide del Museo, en base a la edificación de la parroquia cuyos restos se consideraban de comienzos del siglo XIII, lo que dificultaría pensar que la adquirieran tan tempranamente. No obstante, la datación que hoy se propone para la parroquia la ubica en el segundo tercio del siglo XII, ya que se muestra fuertemente deudora de las fórmulas empleadas durante el primer tercio en la decoración de la catedral pamplonesa. Más peso ha de tener otro tipo de argumentos, especialmente los referidos a piezas semejantes. En este sentido, se ha visto que la píxide de Esparza, producto de un taller itinerante, difícilmente difundiría en época temprana un modelo que resultara novedoso para los talleres lemosinos. Por eso Melero considera más ajustada una cronología en un momento indeterminado de la primera mitad del siglo XIII, pero después de sus inicios. 6- Capiteles. Son varias las piezas de escultura pétrea que se conservan de época románica, restos de elementos arquitectónicos de procedencia desconocida y descontextualizados en su mayoría. Hasta nosotros ha llegado un capitel (36 x 37 x 29,5 cm), en el que el profundo deterioro dificulta la identificación de los motivos decorativos, con todo se adivinan animales fantásticos. Otro capitel de dimensiones más pequeñas (8 x 18 x 14 cm), servía para coronar el fuste de una columna exenta, y en los restos de decoración se identifican temas vegetales, patas de animales y los pies de un figura humana cubiertos de ropa talar. A pesar de lo fragmentado de la pieza, se distingue un artista con oficio que lo pudo labrar en el segundo tercio del siglo XII. El siguiente capitel (39 x 34 x 25, 5 cm) conserva, aunque mutilado, el cimacio tallado en el mismo bloque recorrido por losanges; la cesta se decora con bolas molduradas en las esquinas, todo de ejecución tosca que no impide adscribirlo al inicio del siglo XIII, dentro ya de una sensibilidad tardorrománica. 7- Otras piezas. También se conserva un remate de pilastra (38 x 53 x 31,5 cm), muy roto, decorado con palmetas inscritas, hojas lobuladas, no nervadas, y volutas angulares, de buena labra. Por su parentesco con las fórmulas languedocianas se puede situar dentro de la primera mitad del siglo XII. Asimismo se encuentra estropeado otro capitel (36 x 29 x 31 cm), cuya ornamentación, tosca, se distribuye en doble altura representando palmetas en los ángulos y una combinación de tallos y hojas en el centro. Por el volumen de la decoración y el tratamiento de lo vegetal, se puede situar en la segunda mitad del siglo XII. Otro elemento arquitectónico que nos ha llegado son dos basas de columnas, una doble (19,5 x 54 x 27,5 cm y 19,5 cm de diámetro), que aparecieron en las excavaciones del claustro y hoy adornan el la zona ajardinada del mismo. Por estar recubiertas de musgo es difícil comprobar su decoración; con todo, se observan bolas esquineras. Por sus dimensiones y emplazamiento cabe conjeturar que la doble perteneciera al antiguo claustro románico, lo que permitiría fecharla entre 1130 y 1140. El otro basamento (23 x 63 x 42 cm y 40 cm de diámetro) corresponde a una columna y presenta múltiple molduración, con bolas en las escocias y ángulos. Por su dimensión, superior a los pertenecientes al claustro, se podría relacionar con la portada occidental de la catedral románica, es decir situarlo en el primer tercio del siglo XII.