Pasar al contenido principal
x

Exterior

Identificador
19296_01_005n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
40º 50' 50.61'' , -2º 55' 41.55''
Idioma
Autor
Víctor Manuel Ricote Ridruejo
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción

Localidad
Utande
Municipio
Utande
Provincia
Guadalajara
Comunidad
Castilla-La Mancha
País
España
Descripción
LA IGLESIA PARROQUIAL DE UTANDE se encuentra ubicada en uno de los márgenes del núcleo urbano de la localidad, próximo a su plaza mayor, dominando sobre un pequeño promontorio la cercana vega en la que confluye el arroyo de Valdeiriega con el río Badiel. El edificio, alzado sobre muros de mampostería, constituye un ejemplo de claros fundamentos arquitectónicos vinculados a la clásica traza propia del románico rural de la época de repoblación, similar a otros restos cercanos ubicados en la comarca, como Padilla de Hita, o, más concretamente, la contigua Muduex. Patrón original, que al igual que sucedió con las mencionadas muestras vecinas, se vio sometido con posterioridad a diversas modificaciones, llevadas a cabo sobre todo en los siglos XVI y XVII, que han desvirtuado en gran medida su primitiva concepción. Su antigua fábrica románica quedaría definida por una sola nave longitudinal, completamente alterada en la actualidad, que se prolongaría hasta la cabecera, compuesta por la combinación de dos elementos característicos: ábside y presbiterio, junto al precedente arco triunfal, que constituyen los vestigios más representativos de la primera fase constructiva de la iglesia, situada entre los siglos XII y XIII, en plena expansión de la arquitectura románica durante el proceso de consolación repobladora de la comarca. A partir de este núcleo primigenio se abordaron el conjunto de transformaciones que en su mayor parte se llevaron a cabo entre finales del siglo XVI y principios del XVII. En el exterior de la parroquial, el sólido armazón del ábside constituye la estructura más significativa que pervive de lo que debió de constituir su primitivo diseño: constreñido en la actualidad entre la torre campanario adosada al muro septentrional y la estancia destinada a sacristía que descansa sobre su muro meridional. Su traza de planta semicircular se proyecta en altura, alzada sobre gruesos muros de mediano sillarejo. Tres reducidas ventanas aspilleradas debieron de constituir en un principio la única brecha capaz de horadar tan sólido paramento y proporcionar al oscuro altar de la nave la luminosidad necesaria. Tan sólo la ubicada en el eje central del mismo conserva ahora su tipología (reducido rectángulo rematado por arco semicircular), orientación (abierto a oriente) y abocinamiento interno inicial. De los dos restantes, el dispuesto en el muro meridional se ha ampliado hasta guardar una disposición mucho más ancha y completamente cuadrada, alejada por completo del modelo descrito del que partió. Su opuesta del lado septentrional ha quedado cegada por el muro del campanario. En la parte superior corona el muro la clásica cornisa de piedra, soportada por una cadena de canecillos, exentos en su mayor parte de decoración, y en gran medida deteriorados. Tras el ábside descrito, nos topamos con elementos que forman parte de la reforma casi completa a que fue sometida la iglesia durante el siglo XVI. Durante el transcurso de la misma la única nave primigenia se amplió hasta las tres existentes, ubicando a ambos lados de la cabecera, y justo en el límite marcado por las naves laterales, dos de las dependencias externas más reseñables de dicha intervención. Al Sur, la sacristía levantada sobre muros también de sillarejo cubiertos por cúpula de cielo raso, y en el opuesto muro septentrional de la cabecera, el campanario. Esta torre, de planta cuadrada y de factura tardía, resultado de las descritas ampliaciones, está articulada en tres cuerpos superpuestos, uno inferior, de mayores dimensiones y elaborado también en sillarejo, que soporta los dos superiores, de regular sillería, ubicándose en el último amplios vanos en cada uno de sus lados, que cobijan las preceptivas campanas. En el muro meridional de sillarejo, levantado también durante la reforma renacentista, se abre el acceso principal. Precedida por un atrio cubierto por armadura de madera y soportado por austeras columnas renacentistas, encontramos la sobria portada que permite el ingreso al interior de las naves. La estructura está coronada por un arco semicircular adovelado, carente de motivo decorativo alguno, que apea directamente sobre sus jambas, sin otra intercesión que sendos boceles laterales, que a modo de escueta cornisa marcan la imposta y rematan en airosos ábacos, de perfil cóncavo e igualmente lisos, desprovistos, como el resto del conjunto, de ornamentación reseñable. Una vez superado el sencillo y elegante portal, ubicados ya en el interior del templo, abren ante nosotros hacia la cabecera las tres naves que constituyen el cuerpo central del edificio. La nave central, más ancha, junto a las contiguas naves laterales, fueron en su totalidad definidas durante las numerosas reformas emprendidas en época moderna. La nueva traza articula las tres naves resultantes en tres tramos, definidos por las pilastras corintias empleadas como soporte y la arcada compuesta por arcos carpanel, en la central, y de medio punto, en las laterales, que las abrochan. Entramado estructural sobre el que descansan las distintas fórmulas que se aprecian en las cubiertas: mientras la nave central se cierra con bóveda de medio cañón afianzada con lunetos, las laterales, por contra, se resuelven con bóvedas rebajadas. El conjunto se muestra cubierto por completo con yeserías modernas, que han sido definidas como “de inspiración clásica”. En el último tramo de la nave central, ubicado a los pies del templo, se sitúa el coro, soportado por un complejo entramado compuesto por dos arcos de medio punto externos, que reposan sobre pilastras, unidos por un arco carpanel central. En definitiva constituye una original y audaz reproducción a menor escala de la pauta general adoptada para la composición de las propias naves. El enlucido de yeserías envuelve también al arco triunfal de medio punto, recercado en la parte superior por una doble moldura. La arcada se erige así en necesario transepto que actúa de simbólico límite entre el reformado bloque de las naves y el vestigio arcaizante de su cabecera, que, al igual que el propio arco, permite vislumbrar en su desvirtuada tipología la clara reminiscencia de su origen románico. La ornamentación se adapta igualmente tanto a los muros del presbiterio, abovedado con tramo de cañón, como al interior del ábside, coronado con el clásico cuarto de esfera. Bajo las mencionadas cubiertas de su cabecera, y en los amplios y blancos paramentos de sus naves laterales, se hallan dispersos los escasos y no muy significativos elementos escultóricos con que se adornan los muros de la parroquia: una moderna representación de la Inmaculada Concepción, ubicada tras el altar, y otra serie de esculturas, todas ellas de reciente ejecución, dispuestas a ambos lados de sus naves. Junto a los mencionados elementos, destaca la pila de agua bendita con que nos topamos a nuestra izquierda, una vez superada la puerta, tallada en piedra y jalonada por arcaizantes gallones. Al igual que su pila bautismal ubicada al pie, junto al coro, es obra del siglo XVI articulada en seis paños y ornamentada con definidos relieves en los que se suceden motivos tan variados como una columna con gallo y palo de esponja o la propia y simbólica corona de espinas. Manifestaciones que integran en su conjunto los componentes más reseñables del reducido patrimonio mueble que en la actualidad nos ofrece la iglesia.