Identificador
31200_01_007
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Carlos Martínez Álava
Colaboradores
Sin información
Derechos
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Estella / Lizarra
Municipio
Estella / Lizarra
Provincia
Navarra
Comunidad
Navarra
País
España
Descripción
DENTRO DE LA RIQUEZA y variedad del románico navarro, uno de los edificios de mayor singularidad es el palacio estellés situado en la confluencia de la calle de la Rúa con la plaza de San Martín, es decir, donde se juntaban la arteria principal del núcleo primitivo de la localidad con el espacio dedicado cotidianamente al comercio, una de las razones de ser de la localidad. Las modernas remodelaciones han modificado algo su presencia urbana, dado que antiguamente por su flanco norte se encontraba directamente el amplio cauce del río Ega y su esquina noroccidental no conectaba con edificaciones de mayor volumen, que merman su monumentalidad. Se ha discutido su destino inicial, que condicionó tanto su planta como su ornamentación, sin que se hayan podido localizar testimonios documentales que zanjen definitivamente la cuestión. Hoy es conocido como Palacio de los Reyes de Navarra. Décadas atrás la bibliografía lo llamaba, conforme al nombre de unos propietarios relativamente recientes, Palacio del los Duques de Granada de Ega, título creado en 1729. Es posible rastrear su pertenencia nobiliaria desde finales de la Edad Media. Biurrun planteó que originalmente fuera palacio concejil, “y acaso, a la vez, para albergue y morada de los Monarcas”. Por lo que hace a su uso concejil, no consta que el concejo de Estella se hubiera reunido aquí en época medieval y menos aún que hubiera dispuesto de fondos como para embarcarse en una obra tan costosa y absolutamente desproporcionada a sus necesidades. La documentación indica que el concejo solía reunirse en “la iglesia o capilla de San Martín”, pequeña edificación que se encontraba al otro lado de la Rúa, subiendo hacia San Pedro, por lo que no podía confundirse con la edificación que nos ocupa. Recordemos que los concejos municipales españoles solían aprovechar para sus reuniones dependencias con frecuencia de titularidad eclesiástica y que sólo al final de la época gótica se inició la edificación de palacios. Se ha hablado también de que fue empleado para reuniones de cortes del reino, pero este uso nada nos dice acerca de su destino primigenio, puesto que las cortes se reunieron en ámbitos muy distintos y de variada propiedad. En cuanto a que fuese el “pórtico de San Martín” donde se ubicaron tiendas en época románica (según documentación de Irache), insistimos en que dicho templo, y por tanto su pórtico, probablemente de madera, estaba al otro lado de la rúa. Además, la mayor parte de las referencias a tiendas especifican que estaban ante la iglesia o “ante el pórtico”, no dentro de él. En consecuencia, parece más verosímil la hipótesis ya planteada por el estellés José María Lacarra, que identificaba esta construcción con el palatium maior citado en documentos del siglo XIII y posteriores (los monarcas tuvieron en propiedad más de un palacio en Estella). Según Lacarra en él “estaban los graneros y bodegas, con una gran sala que solía ocupar el Gobernador del reino (...); este palacio no se alquilaba, y en las cuentas se habla de las reparaciones que se hacían en él: cocina, conductos de agua para la misma, sala mayor, ventanales, mesas y sillas, tejas, puertas, etcétera”. Sería el magnum palatium de las referencias en latín del siglo XIV, conocido como Palacio Real de la Rúa o Palacio de Rúa Mayor en numerosas citas de 1332, 1333, 1335, 1342, 1350, 1376, etc. En su interior se mencionan la sala mayor, la capilla de piedra, la cámara superior, la cocina y los retretes. Es una lástima que las noticias no sean lo suficientemente explícitas como para que podamos identificar con él, sin resquicio para la duda, la magnífica edificación que aquí tratamos. Esta identificación ha sido aceptada por Lojendio e Íñiguez, pero no por otros historiadores de gran prestigio como René Crozet. Para nuestra confusión, algunas de las citas documentales del palacio mayor estellés lo sitúan en las inmediaciones de Santa María Jus del Castillo. De todas formas, como ya tuvimos ocasión de exponer, no parece haber existido en la Estella de la segunda mitad del siglo XII otra instancia distinta de la monarquía capaz de emprender una construcción tan grande y tan hermosa (es muy remota la posibilidad de que el señor de Estella, aunque tuviese la relevancia de Pedro Rodríguez de Azagra, sufragara una edificación así). Para completar la vinculación con los reyes, no hemos de olvidar la frecuencia con la que Sancho el Sabio emite documentos desde Estella y el hecho de que a menudo en la cláusula regnante especifique su condición de rey en Estella (regnante me rege in Pampilona, in Estela et in Tutela, por ejemplo, en 1166). El edificio ha pasado por todo tipo de destinos, incluido el de cárcel. En 1941 se procedió al traslado de los servicios carcelarios. Documentos de 1953 atestiguan que para entonces el inmueble había quedado libre. Durante el siglo XX fue restaurado en ocasiones sucesivas. En la primera, conforme a un proyecto de 1932, Teodoro Ríos liberó de su macizado los grandes arcos de la planta baja. En la segunda, siguiendo el proyecto encargado a Pons Sorolla, se abordó la recuperación de un hipotético estado antiguo de las ventanas, reponiendo columnas, capiteles y arranques de los arcos que habían sido serrados antiguamente para ampliar los vanos. En los años 80 se ejecutaron obras de adecuación a su actual función de Museo del pintor Gustavo de Maeztu. Fue declarado Monumento Histórico- Artístico en 1931. El palacio estellés conserva a la vista sus fachadas sureste, nordeste y noroeste. Además, queda el muro occidental de cierre de la nave suroeste, pero lamentablemente no ha llegado a nuestros días su organización interior, por lo que sólo podemos suponer que la distribución del piso noble en tres naves más torre, que hoy constituyen el Museo Gustavo de Maeztu, responde a la ordenación original de dependencias. La fachada más espectacular es la que encara la Rúa y la iglesia de San Pedro. Se organiza en dos niveles originales y un recrecimiento. En la parte inferior vemos un pórtico abierto a la calle mediante cuatro grandes arcos de medio punto ligeramente desiguales (claramente menor el oriental). Los arcos apoyan en machones, ofrecen despiece en grandes dovelas y están limitados por una chambrana escasamente moldurada. Se ha planteado su uso comercial, destinado a alojar tiendas de los activos mercaderes estelleses; recientemente Martínez de Aguirre ha propuesto que, en caso de ser palacio regio, hubiera servido como sala de audiencias, heredera de las antiguas laubiae. El piso noble está formado por ventanales que no están exactamente a eje con los arcos del pórtico. En su estado actual, los forman grupos de cuatro arquillos apuntados sobre columnillas monolíticas, la mayor parte repuestas en la restauración. Fotografías antiguas revelan que sólo se conservaban las centrales de cada grupo, lo que plantea la posibilidad de que los arquillos laterales quedaran pinjantes. La armónica disposición de los vanos estelleses nos trae a la memoria las alabanzas que recibían los hermosos ventanales del palacio episcopal de Le Mans, extensibles a otros edificios románicos, como estudió Meyer Schapiro. Este segundo nivel culmina en una cornisa sobre canecillos decorados. Por encima existe un recrecimiento en sillar (de distinto color y labra que el románico) y ladrillo (la torre de esquina). La fachada está flanqueada por grandes columnas superpuestas. La ornamentación escultórica tiene en estas columnas sus motivos más destacados. En la inferior de la izquierda del espectador se encuentra el famoso capitel que narra la lucha entre Roldán y Ferragut, siguiendo con cierta cercanía (aunque con significativas diferencias) el texto contenido en el Pseudo Turpín (libro IV, capítulo XVII del Códice Calixtino). Justamente este texto es el que permite interpretar todas las caras como pertenecientes a un mismo combate que se prolongó en dos fases separadas por una discusión religiosa, en la que los paladines debatieron acerca de los dogmas de la Trinidad y la Encarnación, y dejaron el resultado final en manos de la providencia, quien a través de la contienda probaría cuál de las dos creencias, la cristiana o la islámica, era la verdadera. En el lateral izquierdo vemos a un caballero con rodela cabalgando, identificado generalmente con Ferragut dirigiéndose al campo de batalla. El lateral derecho ilustra una primera fase del enfrentamiento, cuando combaten a pie. Ferragut viste loriga y enarbola con el brazo derecho una amenazadora maza, dispuesto a golpear a su contrincante. Su cabeza es desproporcionada, con el cabello rizado que suele caracterizar en el románico la representación de la raza negra. La curvatura de su cuerpo desprende energía. Ante él, Roldán se echa hacia atrás dispuesto a contener el golpe. Viste loriga y almófar sobre camisa, y embraza espada ancha y larga y un escudo en forma de almendra con bordura, en el que una cruz explicita su condición de caballero cristiano. Porta una espada con la que intenta repeler el ataque. En la cara frontal se desarrolla el final de la liza, a caballo y con lanzas, no a pie y con espadas como decía el Códice Calixtino. Los contendientes se acometen a caballo, montados a la brida. Roldán acierta a clavar su lanza en el ombligo de Ferragut, su único punto débil según él mismo había revelado. Con su escudo detiene la lanza del enemigo, que se quiebra. Ferragut se inclina hacia atrás, al recibir la lanzada; su escudo redondo, la rodela típica de los musulmanes, no ha parado el golpe. Entre los dos caballos se ve una figura vestida con loriga y almófar cuya cabeza parece separada del cuerpo. Sería el estado en que quedó Ferragut una vez cortada su cabeza por el paladín franco. El pasaje de la decapitación no figura en el Códice Calixtino, por lo que Ruiz Maldonado ha pensado que el escultor quiso dar el mismo final que tuvo la lucha entre David y Goliat (en el Pseudo Turpín Ferragut es identificado como “del linaje de Goliat”). En el cimacio del capitel, según transcripción de Lacarra, se leen tres inscripciones en dos líneas: FERA / GVT, MARTINVS / ME FECIT Y ROLLAN / DE LOGRONIO. La mayor parte de los historiadores consideran que el texto no sólo identifica a los contendientes, sino que proporciona el nombre del maestro escultor. Si, además, Martinus fuera con “de Logroño”, tendríamos la procedencia del artista. No es la única “firma” de artista románico en Navarra, puesto que vemos otras en Leire, Sangüesa, Azuelo o Guerguitiáin. Pero la interpretación no es definitiva (Lacarra recordaba que el combate habría tenido lugar en Nájera y que en poblaciones de La Rioja hubo personajes llamados Ferragut en época románica). Desde luego, la elección del tema resulta apropiada para un edificio civil, y especialmente para un palacio regio o nobiliario. Roldán encarna la nobleza y la humildad, incluso la confianza en Dios ante enemigos más poderosos. El capitel de la columna superior del lado izquierdo muestra un diseño vegetal propio del tardorrománico, formado por dos niveles de hojarasca que combina fragmentos acantiformes vueltos en remates flordelisados con palmetas que ocupan los espacios intermedios; en las esquinas se ven volutas floronadas. Su diseño fue copiado con menor plasticidad en Santa María Jus del Castillo Al otro lado, el capitel de la columna inferior presenta hojas grandes lisas rematadas en dobles volutas de esquina, unidas por combados protuberantes con un orificio en medio. Se trata de la evolución de un diseño que alcanzó gran difusión en La Rioja y Navarra a partir de 1160 (Santo Domingo de la Calzada, La Oliva, etc.). El capitel de la columna superior es más interesante. En el lado izquierdo del observador, un asno sentado en un escaño y con escabel bajo sus pies toca la lira, mientras un cuadrúpedo lo escucha con atención. Ha sido visto por Aragonés y Pérez Monzón como imagen del orgullo (el pretencioso) y de la pereza espiritual, contraria a la actividad desplegada en el capitel de Roldán y culposa hasta el punto de significar una posible condena eterna. Por detrás del cuadrúpedo se ve una cabeza monstruosa, del último de los personajes de la escena que se desarrolla en el frente de la cesta. Vemos allí una imagen infernal. Dos condenados desnudos sujetos por el cuello y portadores de bolsas que revelan su pecado de avaricia son conducidos por un demonio hacia la caldera donde otro diablo arroja a otro desdichado, del que sólo se ve medio cuerpo. La caldera es grande; dos figuritas asoman sus cabezas por el borde. Un fuego reticulado arde debajo, alimentado por otro diablejo. Al otro lado de la esquina otro demonio con enorme pico vigila que nadie escape. Ya en el lateral espera su turno una mujer cuyos pechos son atacados por serpientes, representación de la lujuria. Otras almas de condenados juntan sus manos en un desesperado intento de oración que les aleje del castigo. Aragonés señaló las semejanzas de esta caldera con la tallada en un capitel del claustro de San Pedro de la Rúa, lo que le llevó a concluir identidad de autoría. También este capitel presenta inscripciones, hasta ahora sin leer por la dificultad que entraña su altura. Los capiteles de las ventanas ofrecen temas variados. Aquí sólo describiremos tres de cada grupo, dado que los otros dos fueron ejecutados durante la restauración del siglo XX. Casi todos los capiteles del edificio repiten el mismo motivo en sus diversas caras. En el frente que da a la plaza todavía hay más piezas repuestas. Los arquillos de las ventanas se trasdosan en chambranas dentadas. Comentaremos primero la fachada a la Rúa y luego la de la plaza. Empezando por la ventana a la izquierda del observador vemos en sus tres capiteles variantes del tema de hojas hendidas festoneadas y vueltas en florones; es muy conseguido el central, por su plasticidad. El primero de la segunda ventana sigue las mismas pautas, pero los otros dos muestran pájaros y dragoncillos de dorsos contrapuestos y largas colas que se prolongan en tallos ramificados. El mismo tema inicia la tercera ventana, en cuyo centro aparece el más conocido: un combate a espada entre dos soldados vestidos con lorigas, cubiertos con yelmos redondeados y parapetados tras enormes escudos triangulares con bloca radiada. Se ha interpretado como un combate judicial a armas iguales, o bien como representación de la ira; en los laterales se ven combates entre leones y en la cara interna un extraño ser con dos cuerpos alados de cuadrúpedo y cabeza única frontal coronada. El tercer capitel presenta dragones afrontados en las esquinas que vuelven sus cabezas. En la cuarta volvemos a encontrar híbridos de cabeza de pájaro con cuellos que se enroscan y largas colas escamosas. El central tiene parejas de arpías coronadas afrontadas, con colas enroscadas. Y el tercero, grifos con collar que recuerdan a un capitel interior del ábside de San Miguel de Estella. Ya en la fachada de la plaza, la primera ventana presenta de nuevo parejas de arpías coronadas con las caras machacadas, parejas de dragoncillos afrontados con collar y parejas de grifos sentados sobre sus cuartos traseros. La segunda ventana confronta monstruos leoninos por parejas y parejas también de pájaros con cuellos y colas enroscados. La tercera ventana tiene sus capiteles mayoritariamente rehechos. En los cimacios se alternan motivos romboidales con otros redondeados. En cuanto a los canecillos, despliegan una sucesión de motivos en que alternan, sin repetirse, una cabeza humana, combinaciones de medias cañas y baquetones de todo género (ocupando toda la superficie del modillón o seccionadas), hojas de palma vueltas en florones, hileras dentadas, recuadros en resalte, frutos lisos en forma de piña y un pez. La cornisa se decora en su parte oblicua con reticulado de rombos tallado en hueco. La fachada nororiental es más sencilla. En la planta baja hubo muro continuo de sillería, actualmente perforado por cuatro vanos rectangulares. Encima de una moldura se abren tres ventanales, también con cuatro arquillos, cuyos capiteles ya hemos comentado. Culmina en un piso con arquillos de ladrillo, evidentemente posmedieval. En la esquina se alza una torre sensiblemente cuadrada del tamaño habitual en el románico. Presenta una ventana geminada en el frente nordeste y una puerta rematada en arco de medio punto en el noroeste. Las marcas de mechinales e incisiones oblicuas practicadas en el muro llevan a pensar que existió una balconada de madera a la que se accedía desde dicha puerta y que funcionaba como mirador, semejante al que existió en el palacio real de Pamplona. Esta terraza se asomaría hacia las atractivas riberas del Ega, incorporando un nuevo elemento de deleite a la edificación palaciega. La fachada noroeste más allá de la torre cuenta con otra serie de mechinales y otra puerta algo mayor, de forma que se continuaría la estructura lignaria que hemos comentado por toda esta extensión. El muro de sillar se interrumpe bruscamente para continuar en ladrillo, producto de la restauración del siglo XX. Es de lamentar que no conservemos noticias concretas del alcance de dicha restauración y, muy especialmente, de los elementos eliminados o aquellos de los que sólo existían vestigios, pues podrían ayudarnos a entender la distribución interior del edificio. No existen restos de abovedamientos, chimeneas, ménsulas o cualquier otro elemento que pudiera servir de guía para conocer la distribución de dependencias en el interior. Los rebajes en la sección de los muros coinciden con los vanos a la hora de atestiguar la existencia de dos niveles. En el piso alto de la torre se aprecian molduras destinadas a sustentar un envigado. En la actualidad el piso noble se ordena en tres salas, cuyas dimensiones quizá repitan las antiguas, aunque no es verificable. Quisiera corregir aquí un error cometido en una anterior publicación, donde suponía que el muro de piedra que cierra por el suroeste la sala septentrional se correspondía con el original. El hecho de que el paramento noroeste de sillar se interrumpa por su parte exterior (la interior está enlucida) hace dudar de que dicho muro sea románico, ya que parece corresponder más bien al edificio adyacente. En el interior de la esquina meridional, en la planta noble, existen dos huecos de 1,55 m de altura, 45 cm de frente y 50 de fondo, uno en la actualidad da al interior de la sala y el otro al espacio reservado a la galería a la que se abren los ventanales; por su forma y tamaño recuerdan a los armariolos de los monasterios cistercienses coetáneos, pero no sabemos cuál fue su uso inicial. A la hora de asignar cronología a este edificio son varios los caminos a seguir. Por una parte, el del promotor, escasamente fiable dados los interrogantes que suscita. En caso de ser un palacio real, lo que todavía está por demostrar, sin duda el rey con mayor presencia en la ciudad del Ega en época tardorrománica fue Sancho VI el Sabio (1150-1194), decisivo en la consolidación de la monarquía y el reino de Navarra. Ya hemos mencionado que continuamente en los años cincuenta y sesenta, antes de que se generalizase la intitulación de “rey de Navarra”, incluye en sus diplomas la indicación de reinar en Estella. Así lo vemos en documentos de 1155, 1157, 1158, 1162-1164, 1166 y 1170. Igual que su padre, vive en Estella con asiduidad (allí fecha diplomas al menos en 1155, 1158, 1164 y 1187). También hay que tener en cuenta que él fue quien decidió edificar un palacio regio en Pamplona, si bien esta construcción difiere en planta y ornamentación de lo visto en Estella. Biurrun puso en relación el palacio con una obra que al parecer había emprendido Sancho el Sabio en Estella en 1191, para la que habría adquirido un huerto y parral y había nombrado prepósito a Pedro Guillermo (prepositus ad opus domini regis). Lamentablemente no especifica nada acerca de la obra. La heredad estaba junto a la población del rey, lindante con la vía pública y otros huertos y viñas. J. M. Lacarra pensó que el gran edificio habría de ser posterior a la cesión que el monarca hizo de sus palacios de Estella a la Orden del Hospital en 1165. Ninguna de estas referencias es concluyente, como tampoco el dato de que Logroño, de donde provenía Martín, permaneció en poder del rey de Navarra entre 1162 y 1176. La ornamentación del palacio por su repertorio y recursos estilísticos ha sido puesta en relación por varios autores, ya desde Biurrun, con el claustro de San Pedro de la Rúa (hemos visto también las semejanzas escultóricas con Santa María Jus del Castillo, que sería posterior). Es decir, sus antecedentes directos se localizan en la misma población. Lamentablemente, los estudiosos no se ponen de acuerdo en la cronología del claustro. Dos estudios recientes, debidos a investigadores de la talla de Fernández- Ladreda y Melero, difieren, puesto que la primera estima que el claustro estaría en obra en torno al 1200, y la segunda que habría sido realizado hacia 1160-1170 (pero ella misma ha datado un capitel del palacio ya a comienzos del siglo XIII). Ciertamente las columnas inclinadas del claustro estellés han de derivar del segundo taller de Silos, y la difusión de este motivo se produjo ya en la década de 1170, a juzgar por su uso en Burgo de Osma antes de 1182. Quizá la difusión hacia Navarra se dio en fechas semejantes, lo que permitiría fechar el palacio antes del fallecimiento de Sancho el Sabio (1194) y evitar así perder al candidato más firme a promotor del edificio. Las consecuencias cronológicas de los argumentos acerca de las peculiaridades iconográficas y compositivas del capitel del infierno me parecen menos decisivas a la hora de establecer una datación. Como conclusión, una fecha entre 1175 y 1195 parece apropiada para la realización de esta obra.