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Detalle de vano

Identificador
28136_02_010n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
40º 28' 20.41" , -3º 14' 5.4"
Idioma
Autor
Ignacio Hernández García de la Barrera
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Torcuato

Localidad
Santorcaz
Municipio
Santorcaz
Provincia
Madrid
Comunidad
Madrid
País
España
Descripción
LA PARROQUIAL DE SANTORCAZ se encuentra en el costado nororiental del núcleo urbano. Allí se alza, como en tantos otros casos, sobre la parte más elevada del monte en que se asienta la localidad y que a su vez comparte con el castillo de Torremocha, de cuyas defensas forma parte el potente ábside del templo, al modo de un pariente lejano y menor del cimorro de la catedral de Ávila. Pese a esta íntima relación con la fortaleza no debió de ser planteada como capilla privada, teniendo en cuenta sus grandes dimensiones, el que no se le mencione como tal en las fuentes -al menos desde la segunda mitad del siglo XVI- y el que no existe enterramiento notable en ella. Vista en planta y suprimiendo los añadidos de época moderna, San Torcuato muestra una configuración estrictamente románica: consta de planta basilical de tres naves, más ancha la central, que rematan en otros tantos ábsides dispuestos en batería, escalonados y conformados por los canónicos tramos recto para el presbiterio y testero semicircular. Se articula el cuerpo de naves en cuatro tramos sobre los que vuelan el mismo número de arcos de medio punto, sustentados por pilares rectangulares muy reformados y que probablemente ocultan en su interior restos de los primigenios. Cerraban las naves cubiertas de madera, sustituidas hoy por techos de escayola simulando artesonados. Este gran desarrollo en planta es único en las parroquiales madrileñas. Aun en los más importantes edificios conservados de la época la cabecera es de un solo ábside -Valdilecha, Talamanca del Jarama, Camarma de Esteruelas o Prádena del Rincón-, quedando las de testeros de varias capillas reducidas a las iglesias de los monasterios de Santa María de Valdeiglesias y San Julián y San Antonio en La Cabrera, con lo que San Torcuato supone un caso excepcional que deja patente tanto su pujanza al tiempo de ser proyectada como cierta relación con modelos más septentrionales, sobre todo de Castilla y León. A la primitiva estructura se le fueron añadiendo otras piezas, las más destacadas en época renacentista y barroca, en las que se construyeron sucesivamente el cuerpo alto de la torre a partir de la segunda mitad del siglo XVI; entre 1588 y 1596 la sacristía -imponente, digna de un templo de mayores dimensiones-; hacia 1600 el espacio del coro a los pies; el pórtico, al Sur y entre dos capillas también a comienzos del XVII; y en el mismo siglo las reformas al interior que dieron al templo la imagen barroca que ha presentado durante años. Culmina el recorrido a mediados del siglo pasado, cuando tras el derrumbe de los pilares de la nave septentrional en 1951 quedó arruinado el interior, siendo restaurado dos años después siguiendo un funcional y económico proyecto de Javier de Lara. Fue declarada Bien de Interés Cultural el 8 de mayo de 1997, tras ser incoado el expediente en 1983. Al exterior únicamente se encuentran vestigios del primer templo en la cabecera y las fachadas norte y oeste, si bien el lienzo sur -oculto en su mayor parte- también debe de ser coetáneo. En la primera destaca por su envergadura y el grosor de sus muros el ábside central, en el que se abren varios vanos a distintas alturas de época moderna rasgando el lienzo de mampostería concertada, en el que se intercalan algunas verdugadas de ladrillo en la zona central formando fajas de algo menos de 50 cm. Esta interrupción en las fajas y la falta de remate en la parte superior hacen sospechar que esta sea fruto de alguna remodelación que afectó igualmente a un vano original al menos, del que aún quedan restos de su rosca. La capilla meridional está embebida en la fábrica de la torre primitiva, a la que sirve extrañamente como basamento, siendo el único ejemplo de la provincia en que se yergue aquí. Con ella compartía aparejo de bandas de mampuesto encintado hasta la reconstrucción del segundo cuerpo, que remata en dos vanos de medio punto por frente. Torres Balbás la englobaba en un grupo de torres de mampostería y ladrillo, más sencillas y pobres que las toledanas, aunque probablemente derivado de ellas. Al igual que en las iglesias, en éstas desaparecen los arcos de herradura y lobulados, reduciéndose su decoración al doblado de los arcos semicirculares o agudos dentro de alfices, y a frisos de esquinillas sobre ellos. Geográficamente las sitúa dispersas por la Alcarria y las provincias de Segovia y Ávila principalmente. El ábside septentrional se encuentra oculto por una estancia dispuesta entre el central y la sacristía. A la vista quedan el muro norte y la fachada imafronte, que corresponden a la primera campaña constructiva a tenor de su fábrica de bandas de mampuesto entre verdugadas de ladrillo que también refuerza los ángulos. Cada una de las fajas se corresponde con un entrante o saliente en el esquinal, lo que a juicio de Pavón Maldonado es síntoma de que la construcción fue realizada a partir del siglo XIII (vid. PAVÓN MALDONADO, B., 1981, pp. 416 y ss); por su parte Domínguez Perela sitúa el uso de este aparejo entre los siglos XIII y XIV en los edificios toledanos (vid. DOMÍNGUEZ PERELA, E., “Materiales y técnicas en el mudéjar toledano: estructuras murales aparentes de la arquitectura religiosa”, en Actas del III Simposio Internacional de Mudejarismo, Teruel, 1986, p. 493). En este muro Cardero Losada hace referencia a un vano “geminado constituido por un arco de tres lóbulos realizados en ladrillo y guarniciones del mismo material”, que se repite en el primer tramo de la fachada opuesta y que pone en relación con otro similar del ábside de San Martín de Valdilecha y al que se añaden los de la faja inferior de la torre de San Nicolás de Madrid. Actualmente no queda rastro de él, y, sin embargo, cotejando las fotografías actuales con las que publica esta autora sí existe una caseta que alberga un tanque para la calefacción, con su correspondiente chimenea que penetra en el interior por el primer tramo de la nave lateral (¡!). El hastial occidental quedó alterado al adosar el coro, que hoy se emplea como capilla de diario, aunque aún en los laterales y en el remate a piñón escalonado muestra su antigua fábrica. Este tipo de remate es frecuente en la capital toledana, donde fue empleado desde mediados del siglo XIII en Santiago del Arrabal y posteriormente en Santa Úrsula y Santa Leocadia, además de en Santiago el Nuevo en Talavera y Santa María la Mayor en Guadalajara, según Cardero Losada. En la zona alta se abría un óculo, hoy cegado. Al interior la estructura y decoración de la parte más antigua del templo se encuentran ocultas tras las remodelaciones que se realizaron en el siglo XVII. Así los únicos restos apreciables se circunscriben a la cabecera, donde aún se intuye la primitiva estructura. Da acceso al ábside central un triunfal de medio punto -probablemente rehecho en las remodelaciones barrocas- inserto en un alfiz al que falta el larguero al quedar oculto por la cubierta de escayola. El presbiterio está articulado en dos tramos por un fajón doblado y ligeramente apuntado. En él apoya una bóveda del mismo perfil y a su vez reposa en pilastras dobles, con la única transición de una imposta lisa haciendo las veces de capitel que se prolonga por todo el ábside. Un segundo fajón de las mismas características da paso al hemiciclo, que como es norma lo cubre una exedra. Este segundo perpiaño acusa, especialmente en su salmer meridional, cierta herradura. En el frente del ábside se sitúa un retablo barroco, probablemente de la primera mitad del siglo XVII, tras el que se oculta la decoración original. La parte inferior se encontraba revestida con ladrillo y en ella, a la altura de los vanos, se disponía una banda de arcos túmidos tangentes, al modo en que se encuentra en el ábside de Valdilecha, lo que ha hecho aventurar a Cardero Losada la posibilidad de que bajo ésta, cubierta por el camarín, se encuentre otra de arcos de medio punto entrelazados siguiendo el modelo también repetido en el toledano Cristo de la Luz. En la parte inferior de la bóveda de horno, oculta por el retablo, se conservan restos de las pinturas medievales que la exornaban. Sobre una imposta de nacela se observan la parte inferior de la mandorla en que se inscribiría un Cristo, los pies, parte de su manto y restos de alas. Se ha de suponer por tanto que se repite en Santorcaz la representación de Cristo en majestad, barbado, sentado en el trono e inscrito en mandorla, al que acompañan en los laterales los cuatro evangelistas bajo la apariencia del tetramorfos, al modo en que lo describió Ezequiel en su visión (Ez. 1, 10) y aparecen en el Apocalipsis (Ap. 4, 7). En suma, una representación análoga a las de Torremocha, Valdilecha o Valdelaguna, en las que se repite una iconografía de raíz románica aunque de cronología gótica. Recorre la imposta una inscripción con letras del siglo XV, fecha que también parece acorde con otros restos policromados en rojo y azul formando recuadros con relieves de traza gótica. Las capillas laterales únicamente conservan la estructura del tiempo de su fábrica. A ambas se accede por triunfales levemente apuntados e insertos en alfices rehundidos que dan paso al presbiterio y hemiciclo. Éste se cubre con bóvedas de horno que arrancan de impostas lisas, al igual que en el caso del ábside mayor. Al trasdós de las bóvedas se puede acceder por medio de un pasadizo, al que se llega desde el exterior y del que no se conoce su función exacta. Se encuentra en la zona noroccidental del ábside mayor y forma su entrada un arco de medio punto hoy cegado. Está cubierto con falsa bóveda de ladrillo por aproximación de hiladas, similar a las de tradición toledana empleadas en los accesos a las torres de Olmeda de las Fuentes, Humanes, Daganzo de Arriba, Torres de la Alameda, etc. Como ya adelantara el autor de la pequeña monografía dedicada a la fortaleza y palacio arzobispal de Santorcaz (Anón., 1877 (1965), p. 8), la iglesia de San Torcuato ha de ser obra del siglo XIII; probablemente de su segunda mitad, como precisa Cardero Losada, a la vista de sus características y emplazamiento geográfico. Por tanto se trata, una vez más en la provincia de Madrid, de un templo de inercia, que sigue un modelo especialmente enraizado en localidades del ámbito toledano, aun con sus influencias septentrionales, y que se adecuaba por sus materiales y austera decoración a una economía rural.