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Detalle de peana de la imagen de Nuestra Señora del Sagrario

Identificador
31013_01_028
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 50' 12.91'' , -1º 40' 28.22''
Idioma
Autor
Julia Baldó Alcoz
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia nueva de San Esteban

Localidad
Berriozar
Municipio
Berriozar
Provincia
Navarra
Comunidad
Navarra
País
España
Descripción
LA HISTORIA DE ESTA IMAGEN se remonta, según testimonios de algunos vecinos, a una ermita ubicada en las afueras del casco antiguo de Berriozar, en dirección a Aizoáin, que popularmente ha sido denominada como Donamaría. Este oratorio, según Urra-Errea-Elía, pudo ser construido bajo el patrocinio de Miguel de Donamaría, que habitó el palacio de la localidad a comienzos del siglo XVI. Dada su calidad y buena factura, parece más lógico pensar que la Virgen del Sagrario estuvo en la primitiva parroquia de San Esteban hasta que se colocó el retablo. En ese momento, o bien en siglos posteriores, se pudo decidir su traslado a la ermita. Durante la Guerra de la Independencia el ejército francés incendió la ermita, que acabó destruida, pero un vecino rescató la imagen de la Virgen que allí se custodiaba y la guardó en su domicilio. Como consecuencia de este accidente, la figura perdió parte de los dedos de la mano derecha, que resultaron quemados. Según informaciones aportadas por vecinos de la localidad, la imagen ha podido ser restaurada en dos ocasiones. En una primera, hace aproximadamente cuarenta años, una vecina habría limpiado las policromías de la talla, que se encontraban ahumadas por el fuego, y reconstruido la mano derecha. Y posteriormente, debió de ser enviada a un taller de restauración de Madrid, donde sufrió otras intervenciones (entre ellas, retoques de la corona). Entonces fue nuevamente colocada en la iglesia del pueblo viejo, concretamente en el muro oriental de la capilla norte; en 1974 fue trasladada a la parroquia nueva, donde actualmente se conserva. Según la clasificación de Fernández-Ladreda, forma parte del primer tipo derivado de las vírgenes de Pamplona e Irache, fabricadas por el mismo taller. Su semejanza morfológica se justifica por la cercanía geográfica, por la relación económico-administrativa de la localidad con respecto a la seo pamplonesa y por la veneración que la imagen pamplonesa generó en la Cuenca. Posee medidas similares a las de la catedral de Pamplona y a las vírgenes de Villatuerta, Echálaz y Aldaba: 85 cm de altura (30 cm de fondo, 38 cm de frente) frente a los 93 cm de la pamplonesa. En segundo lugar, es necesario comentar su porte, que sigue los cánones de Pamplona-Irache. Sedente, con los brazos en ángulo recto con respecto al Niño, no muestra ninguna relación física ni gestual con él y cumple su función como Sedes Sapientiae. Sus piernas, a pesar de seguir la misma posición que los brazos, muestran una leve inclinación que apunta hacia una ligera convergencia inferior, como se puede advertir más claramente en las tallas de Pamplona, Irache y Villatuerta. La postura de las manos guarda gran similitud con las efigies tipo, así como con la Virgen de Echálaz, y se diferencia claramente de la de Aldaba. De este modo, la mano izquierda, extendida y rígida, se acerca a la pose de la de Irache, que se mantiene ligeramente acodada. Frente a la derecha, que cierra los dedos en torno a algún objeto que sujetaba, desaparecido. Si la reposición que se efectuó de los dedos respetó la orientación original de los mismos, quizás este atributo podría identificarse con alguna flor o pomo (como las de Leyún o Aibar) o bien con una esfera (como la de Ujué). En cuanto a su rostro, alargado, muestra una levísima sonrisa (a semejanza de la de Echálaz, de gran parecido físico), que aporta dulzura y resta severidad al conjunto. La postura del Niño, también sedente, queda encauzada dentro de los mismos parámetros en que ha sido ejecutada su Madre, y reposa sobre el centro de su regazo. Sus manos, por el contrario, sí muestran una gestualidad más acusada, ya que con la izquierda porta un libro mientras que con la derecha bendice, al igual que en Pamplona y Echálaz. Ambas figuras portan corona y seguirían, muy probablemente, el modelo de Pamplona-Irache. Justo detrás del Niño, en el regazo de María, se inserta un clavo que pudo soportar a otro Niño de mayor tamaño al actual, lo que haría pensar si la figura de Jesús que acompaña a esta Virgen es original o fue sustituida posteriormente por otra más pequeña. O si en un proyecto inicial se contempló la idea de la ejecución de un Niño de mayores dimensiones, que finalmente acabó siendo más reducido. En cuanto a sus vestimentas, porta una indumentaria semejante a la de las tallas de Villatuerta, Aldaba y Echálaz, con túnica, sobretúnica y toca. Todas ellas han suprimido, sin embargo, el manto cerrado que también adornaba las imágenes de Pamplona e Irache. En Berriozar, al igual que en Villatuerta y Echálaz la toca se ajusta a la cabeza, no dejando ver el pelo, y cayendo en pliegues sobre los hombros y el pecho. Dicha toca cae de forma recta sobre ambos lados del rostro, en un claro afán de simplificación que responde al mismo esquema que se siguió en Echálaz y que la diferencia claramente de Villatuerta y Aldaba, con pliegues en zig-zag. Sobre la espalda las dobleces de esta prenda se disponen en forma de abanico, si bien sus líneas son mucho más simples y planas que las que se pueden ver en Echálaz o en los prototipos, enlazando en este caso con Aldaba. En la zona que coincide con el cuello se aprecia una simplificación del collar de cabujones que aderezaba las figuras de metal mediante una orla con motivos policromados, los mismos que lucen en las coronas de Virgen y Niño. La sobretúnica forma frunces de diferentes tipos a lo largo del cuerpo de la Virgen, que siguen el modelo de las otras imágenes del grupo. Así pues, en las mangas adoptan formas circulares concéntricos, que en Berriozar son ya muy esquemáticos (similares a los de la talla de Aldaba), mientras que en las piernas se organizan formando un ángulo replegado por debajo de la rodilla izquierda, aunque su borde se mantiene liso, sin constituir ninguna quebradura (que sí se aprecian en las otras efigies). Finalmente, la túnica también presenta algunos plisados elípticos en ambas piernas, aunque los fruncidos verticales en que se organiza el tejido que se dispone entre ambas piernas se han transformado aquí en meras acanaladuras. En su parte baja, otra orla remarca a través del empleo de la horizontalidad el final de la tela, como sucede también en Aldaba. Frente a ella, el Niño aparece vestido con una túnica, adornada con orla el cuello y bocamangas, y manto que se coloca a la manera de toga romana (como en Echálaz) y que sería un reflejo de lo que se aplicó igualmente en el arquetipo Pamplona-Irache. Sus fruncidos responderían a una concepción muy similar a la que se veía en la imagen de la Virgen (combinación de pliegues radiales y elípticos) sólo que más simplificados. La Virgen se sienta sobre una silla con un respaldo bajo, a diferencia de las restantes imágenes del grupo, que lo hacen sobre banquetas policromadas con distintos motivos ornamentales. Siguiendo la estela de los ejemplares de Pamplona-Irache, Fernández-Ladreda la ha fechado en el entorno posterior a 1175-1185, aunque la nueva propuesta cronológica de Irache permitiría adelantar algo su realización.